POV: Mary
Guardo mi teléfono luego de enviar el mensaje a Leo. Me cuesta mucho siquiera pensar en lo que su vida será a partir de hoy. Sin mí. Leo siempre ha sido mujeriego, un picaflor, pero yo tuve claro desde el inicio que el amor que me profesaba era sincero. Sus ojos verdes brillaban como esmeraldas cuando, por uno u otro motivo, estábamos juntos.
Ahora todo cambiará. Volverá a ser el Leo de siempre. El que se entrega a todas las mujeres, pero no se queda con ninguna.
Sentada en la ventana de mi cuarto, recostada en el marco y abrazada a mis rodillas, miro hacia al frente, al mar azul cerúleo, sin ver realmente. Recordando cada segundo, cada minuto, cada día, en los que fui feliz. En los que me sentí amada. Cuando todavía no era consciente de lo que el sufrimiento podía ocasionar en mí.
El suplicio que llevo por vida, me sobrepasa. En algún momento pensé que Leo sería mi salvador, el príncipe azul que lucharía contra todos por lograr mi corazón. Pero el cuento de hadas, solo alcanzó para que yo entregara mi corazón. Nada de la parte de ser salvada. Absolutamente nada de ser defendida ante los monstruos que quieren hacerme daño. Al parecer, nunca estuvo en los planes que, la Cenicienta de este cuento, pudiera ganar su feliz final.
Apoyo la cabeza en mis rodillas y ahogo mis sollozos. Mis hombros suben y bajan, constantemente, como señal del llanto involuntario. Ya no encuentro qué hacer. Estos últimos tres meses han sido los peores de mi vida, pero hoy, mi mundo se derrumbó otra vez al recibir esos documentos.
Esperaba un movimiento por parte de Leo, tal vez un divorcio, pero nunca una anulación. Y duele, realmente duele muchísimo. Una anulación significa que nunca existió, que se borran completamente las huellas de una relación, de una significativa afirmación, que cambió mi vida en un segundo.
Sé que me equivoqué. Y pagué las consecuencias. Pero de verdad esperaba que él viera un poco más allá. Que al menos preguntara. Que confiara en todo lo que proyectaban mis ojos cuando se cruzaban con los suyos.
Pero no fue suficiente. Nunca lo es.
El amor es así. Podemos considerarlo extraordinario, fascinante e incluso, singular. Pero solo si ese sentimiento es compartido, si a pesar de los obstáculos se mantiene a flote, sí que vale la pena. Por el contrario, si no es correspondido, si sus bases de tambalean con solo un temblor ajeno, puede llegar a ser desesperante, lamentable e hiriente.
Puede ser muchas cosas, y ahí está el problema.
«El amor es para muchos, pero no para todos», pienso, resignada, cuando caigo una vez más en un pozo de depresión. Porque sencillamente el amor no se hizo para mí.
(...)
—¿Mary, a dónde vas? —pregunta mi madre, cuando me ve dispuesta a salir de la casa.
Me giro para verla de frente, ella baja las escaleras principales y en ningún momento pierde la postura. La rectitud en su espalda compagina perfectamente con sus pasos seguros, acompañados, como siempre, de sus fieles tacones de aguja. Su pelo castaño claro, lo lleva semi recogido en un moño apretado, que le imprime un porte regio y formal. Su ropa de diseñador, un juego de falda y chaqueta color rosa claro, combina con su collar de perlas.
Mi madre es la fiel imagen de la alta clase. De la familia rica, con casa inmensa, matrimonio perfecto e hijos envidiables.
Pero no todo es así. Ni su matrimonio es perfecto, ni sus hijos envidiables. Yo, está claro que no lo soy. Y mi hermano, mucho menos.
—Espero que no pretendas salir con ese aspecto —reclama, medio horrorizada con mi imagen.
—A estas alturas, mamá, no deberías tener dudas de que eso mismo, es lo que haré —respondo, irritada.
Ya estoy cansada de aparentar lo que no siento, lo que no quiero y lo que no me hace feliz. Me arrastraron hasta aquí y no me quedaron más opciones que soportarlo. Por lo menos intentaré no ponérselos tan fácil.
—Mary, entiende... —continúa insistente, pero el tono de su voz se ha suavizado—. Tu estado no es el mejor para andar así, exhibiéndote.
Miro mi atuendo y una sonrisa cínica se forma en mis labios.
—Supongo que no es buena idea que los vecinos vean mi creciente bomba de tiempo, ¿verdad? —digo, mientras toco con suavidad mi abultada panza. La camiseta medio ajustada y el chándal de franela, acentúan mi situación.
—No lo digas así, Mary, sabes que no me refiero a eso —comenta mi madre, mirándome con algo parecido a la ternura. Camina hacia donde estoy y, cuando está justo en frente mío, levanta una mano y coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Tú eres mi niña y lo que hago, es siempre por tu bien.
—Ah, ¿sí? —pregunto con rabia, me alejo de su lado y con mi cuerpo temblando, exploto, no me quedo con nada dentro—. Entonces, ¿ahora tengo que agradecerte estar así? —pregunto y señalo mi barriga de cinco meses—. Supongo que todo lo que pasó esa noche, también fue por mi bien, ¿es así? ¡Responde, madre! —exijo, con el rostro contorsionado por la furia, el dolor y la decepción.
—Mary, no...
—¡No! ¡Ya basta! Estoy cansada. Aburrida de que digas que todo está bien. Que algún día lo entenderé. Que solo cuando sea madre comprenderé los sacrificios que has hecho, pero no madre. ¡No! Lo que tú y mi padre me obligaron a soportar, no lo haría nunca con un hijo mío.
Mis gritos enardecidos me desgarran la garganta. Mi madre se encoge ante cada una de mis palabras y lágrimas comienzan a correr por sus mejillas. Pero no son sentidas. No son reales. No pueden serlo.
—Leo, madre. Leo, es lo único real que alguna vez he tenido. Tú sabías. Padre sabía. Pero me obligaron a romper todo lo bonito que había vivido. Rompieron mi burbuja. —Hago una pausa, los sollozos sentidos me dificultan el habla, pero no me rindo—. Siempre fui tu muñequita, tu adorno. Cumplía tus requerimientos, tus estrictos requisitos de etiqueta y cultura formal. Era la muestra y prueba fehaciente de que eres capaz de incentivar los valores de la alta sociedad. Pero todo eso, esa falsa amabilidad, falso cariño y orgullo maternal, acabó cuando me enamoré de él. —Con furia seco mis lágrimas, me alejo unos pasos de mi madre, sosteniendo fuerte el sobre que llevo entre mis manos.
Recordar los motivos por los que pretendo salir de la casa, llegan a mi mente otra vez. El sobre. El dichoso sobre color manila me da ganas de vomitar.
—¿Ves esto? —pregunto con calma y mi madre asiente—. Esta es mi carta de condena. Por fin seré libre otra vez, para que tú y mi padre hagan con mi futuro lo que les venga en gana.
Mi madre cierra los ojos. Baja su cabeza y jadea, en busca de oxígeno. Me asusto por unos segundos, por pensar que de la alteración le puede estar dando algo, pero se tranquiliza y reacciona nuevamente.
—Lo siento, Mary. Yo nunca quise nada de esto. Este sufrimiento que llevas contigo. Yo... —No puede continuar, porque su llanto regresa. Intenta mantener la compostura y, a duras penas, lo logra.
Todo esto me hace pensar que tal vez fui un poco dura con ella. Es mi madre y se supone que siempre velará por mi bienestar. Pero son tantas decepciones las que llevaba por dentro, que una vez fuera, ya no pude aguantar.
—Yo no comparto la opinión de tu padre. Nunca lo hice. Pero sabes cómo funciona esto. Ni tú, ni yo, tenemos voz ni voto. En esta casa, solo se acatan órdenes —confiesa y su voz es sufrida, pero resignada. Resultado de años y años de conformidad—. Yo entiendo cómo te sientes, pero comprende, no pude hacer nada en contra de esto.
Asiento en respuesta porque, a pesar de todo lo que acabo de reclamarle, sé que es así. Mi padre dispone y manda. No hay otra alternativa.
—Mi única oportunidad era esta —digo y alzo la mano donde llevo el sobre—. Ser su mujer fue lo que quise, desde la primera vez que me crucé con él. Ser suya, sin pretextos, sin dudas. Y él, sin conocer mis deseos, me complació. Me pidió ser su esposa y ese día fui la mujer más feliz del mundo. Porque él era mi mundo. La única persona que alguna vez me quiso con todos mis defectos, con todos mis traumas. Pero hasta eso me quitaron —añado, con dolor supurando en mi pecho.
—Mary, yo sé lo que pasó, pero entiende, no puedo hacer nada, tu padre...
—A mi padre no le importo —interrumpo, destruida por dentro—. Mi bienestar nunca ha sido su prioridad. Solo sus millones. Y resulta que yo se los aporto —termino, con ironía.
Otra vez toco mi pancita. Aunque mi embarazo no haya sido deseado, aunque al principio el asco y la depresión me hayan hecho pensar en provocar un aborto, mis principios me gritaron que no. No puedo quitarle la vida a una pequeña personita que crece dentro de mí. Ella, es mía, aunque haya sido el principal motivo de mis actuales angustias.
Aunque cada día llore la ausencia de Leo, el hombre de mi vida, aguantaré, soportaré todo. Día y noche. Porque mi pequeña lo merece. Ella no tiene la culpa de nada.
POV: Leo.«No me gusta la ciudad».Es lo primero que pienso al ver tanto ajetreo a mi alrededor. Es hermosa, eso no lo puedo negar, pero me parece que me costará mucho tiempo y trabajo acostumbrarme a esta vida de constante actividad.Mientras estudié la carrera, vivía el diario de otra forma. Era una ciudad principal también, pero al ser estudiante, mis días los pasaba en la universidad o de fiesta en fiesta. Nada que ver con responsabilidad o mantener una casa, un trabajo.Ahora, de un día para otro, decidí que sería independiente. No es que sea un mantenido de la vida, solo que por años pensé que mi futuro lo desarrollaría al lado de mi familia, en mi pueblo. Y no llevo ni cuarenta y ocho horas aquí y ya me aturde tanta revolución. Tanto en mi interior, como en el insistente ruido de la ciudad.El apartamento donde me instalé, es solo un
POV: Leo.Mi vida continúa. Intento sobrevivir a un modo de vida que ya no deseaba, pero al que debo acostumbrarme nuevamente. Aunque no me guste el camino que tengo que seguir, debo hacerlo, mi bienestar depende de eso.Mujeres, sexo, alcohol. Más mujeres. Más sexo.Mi rutina se ha vuelto bastante repetitiva desde que llegué a esta ciudad. Además de que no hay noche que, por propia terapia, no visite un bar o una discoteca, la vida laboral está propiciando que las resacas y los arrepentimientos del día siguiente, pasen desapercibidos. Sencillamente porque no estoy trabajando.Un pequeño problema logístico paralizó el funcionamiento del conjunto de clínicas especializadas, propiedades de mi nuevo jefe, a lo largo de todo el país. Por lo que me han ofertado unas vacaciones, incluso, sin haber comenzado del todo.Por un lado, puedo aprovechar el tiempo y conseguir un
POV: Leo.Un ruido insistente me despierta. Gruño con exasperación mientras me giro boca abajo y tapo mi cabeza con la almohada. Intento soportar el constante sonido, pero un dolor sordo me atraviesa el cráneo.—Jodeeeer... —bufo, con rabia contenida. Busco el origen de mis recientes molestias, pero no lo encuentro.Deja de sonar, por lo que siento alivio por unos pocos segundos, hasta que vuelve a la carga nuevamente. Ya un poco más despierto, caigo en la cuenta que es mi teléfono el que suena. El tono movido me hace reaccionar. Ruedo por la cama, moviéndome hacia el otro lado, donde veo a duras penas la luz del teléfono pestañear.Lo tomo entre mis manos y enfocar la vista en el pequeño aparato me cuesta trabajo. Achico mis ojos para que el reflejo sea menor, pero igual siento como si un rayo me atravesara la cabeza.«Maldita resaca», maldigo entre dientes, jus
POV: Leo.Cierro la puerta sintiéndome extraño, esa chica me produce sentimientos encontrados y eso, es algo que no esperaba sentir tan pronto. Sacudo la cabeza para enfocarme en Maddie y la veo recorriendo la casa, admirada, casi con la boca abierta cuando se acerca a los amplios ventanales de cristal que decoran el salón.—Está hermosa. Me encanta —exclama, mirándome emocionada.—La verdad es que sí. Tuve mucha suerte al encontrarme con esta oferta tan buena —digo, casi sin creer que ya sea dueño de tan increíble apartamento.Pasamos el rato, Maddie entra a cada habitación y yo sigo sus pasos. No hablamos de lo que nos preocupa, solo de algún detalle que nos llama la atención o que deseamos halagar. Intentamos alargar el momento en que soltemos todo lo que llevamos dentro.—¿Cuándo te mudas? —pregunta Maddie, para interru
POV: Leo.Cerca de las nueve de la noche el mismo guardia sube a entregarme la invitación al evento. Pensé que demoraría más, teniendo en cuenta que la asistente del doctor Parker tuvo que llamarme para pedirme la dirección de mi apartamento. Pero me sorprendió mucho que él mismo subiera, en vez de mandarme a llamar.El sobre que me entrega, a la larga se observa que es bien elegante. Con cuidado, lo abro y saco la tarjeta que lleva dentro.Invitación especial a:Evento benéfico para la recaudación de fondos de la fundación "MIA" para víctimas de violencia. La conferencia será impartida por la presidenta de la fundación, Jeanne Jhonson. Lugar: Hotel y Resort "Bustamante" en Riviera Maya.La fina caligrafía es muestra de opulencia y prueba de que, detrás de este evento, hay mucho dinero e
POV: Leo.La conferencia termina y yo estoy emocionado. Es difícil escuchar tales hechos y situaciones y no sentir que debemos hacer mucho más. Soy consciente de todas las carencias de la sociedad cuando de estos temas se trata. Muchos justifican la violencia física, el maltrato y el abuso, cuando en realidad, nada es motivo suficiente para hacerlo. Las mujeres, tienen derechos, al igual que los hombres. Y nada determina que alguna merezca más reconocimiento o no. Solo que se les respete de igual forma.Siento mucho coraje, pero a la vez, creo que es bueno que al menos existan fundaciones de este tipo. Las cuales intentan, a partir de experiencias cercanas, corregir estas situaciones aberrantes en la sociedad. Cada día de trabajo, es una batalla ganada en esta guerra.La chica de la conferencia, a quien presentaron como la presidenta de la fundación "MIA", agradece la asistencia de todos y, en especial, reconoce la parti
Caminamos tomados de la mano por todo el hotel, sin soltarnos. No hablamos, solo disfrutamos del momento, sintiendo cada pedacito de tiempo.No estoy claro hacia dónde vamos, pero se siente bien estar en su compañía. Ella me sigue, en ningún momento pregunta nada, lo deja todo en manos del destino, como yo mismo le pedí.—¿Hacia dónde te gustaría ir? —pregunto, una vez llegamos a una bifurcación. Un camino sigue a la playa; el otro hacia una zona de confort bastante privada.Ella mira a ambos lados. Pero al final se decide por la zona donde se observan unos amplios muebles con infinidad de cojines de colores. Tira de mi mano y es ella ahora quien guía el camino.—La playa es demasiado íntimo, todavía no llegamos a eso —dice, con voz divertida. Yo asiento, sonriendo ante sus palabras—Como desee, señorita Parker —respondo, b
Me despido de la chica en la puerta de mi habitación. Antes de irse, sin mucha vergüenza, me pide que le dé la oportunidad de repetir. Yo solo le respondo con una sonrisa maliciosa, pero no le confirmo. Y por supuesto que no lo haré, en estas condiciones no acostumbro repetir. Si algo queda dicho, antes de irnos a disfrutar, es eso. En estos tiempos no soy hombre de una mujer y a todas les queda claro desde el inicio.Cierro la puerta y me apoyo en ella. Tapo mi rostro con mis dos manos y suspiro.«Estoy cansado».No solo lo pienso por la noche anterior y todo lo que hice, sino, que me siento agotado mentalmente. Como si estuviera constantemente dándole vueltas y vueltas a lo mismo. Sin un resultado aparente.Pensé que mi atracción por Jenny podría cambiar eso. Pero ella, con su habilidad de leer a las personas, supo ver más allá de mi arrogancia. Y pues, no me gustó. M