Y por supuesto, a Bob también le llegó la invitación. Tenía que ser una jodida broma; miraba el papel y se retorcía. ¡Esa mujer estaba muy mal de la cabeza! Pero eso no sería la peor, no, claro que no. Lo peor era saber que Owen iría. ¡Iría! No necesitaba demasiado para adivinarlo; el querido Walker todavía se estaba debatiendo entre su odio y sus viejos sentimientos.Por eso cuando entró a su oficina lo hizo sin golpear, por eso cuando se sentó frente a él puso ambas manos sobre el escritorio y por eso lo miró como si Owen hubiese matado a alguien.—Dime que no. —le rogó clavándole la mirada —Dime que no lo harás. Owen no le respondía, tenía los ojos totalmente apagados.—¡Oh, por el amor de Dios y todos los Santos, Owen! —exclamó irritado y lanzando ambos brazos al aire.—No empieces, Bob. —su voz sonaba cansada.—Te juro que te romperé la cara si vas, Owen. No puedes dejar que ella te arrastre de nuevo al mismo agujero.—No puedo evitarlo —murmuró Owen, con los ojos fijos en la inv
Cuanto más la observaba, más difícil le resultaba apartar la vista. Quería irse, de verdad que sí, pero estaba atrapado en el momento. Sus pies, como anclados al suelo, se negaban a moverse. ¿Por ese beso?Anna tenía los auriculares puestos, concentrada en su trabajo; se movía por detrás del escritorio y hasta parecía que tarareaba. No podía apartar la mirada de sus labios, moviéndose suavemente al ritmo de una canción inaudible. Sacudió la cabeza varias veces; no había caso, volvían a posarse en ella.Y entonces su mente y su corazón terminaron por hacer cortocircuito. Miró la invitación arrojada a la basura, luego a Anna. De repente, todo volvió: el fracaso, la frustración, la indiferencia de Elena cuando recibía cariño y la extasiada cuando recibía regalos; la cara ansiosa y casi erótica de esa otra que estaba extraña a todo su alrededor, trabajando, y el sonido leve con el que le había respondido.Recordaba el calor de su mano en el cuello, las piernas de su última secretaria cerr
Anna se sentó esa noche en la cocina de su pequeño apartamento, nerviosa y con el corazón agitado. Le costaba procesar la oferta de Owen. Estaba tan cambiado, tan distante, como si aquella última vez nunca hubiera ocurrido.La distancia fue lo que, tal vez, más le dolió de él. Y la misma duda seguía rondando en su cabeza: ¿Por qué ella?Un hombre como él de seguro tenía mujeres a su alrededor más que dispuestas a acompañarlo, más que dispuestas a solo aceptar una noche de gala. Y ¿qué era todo eso de “adecuarla”? ¿Así era como estaba acostumbrado a vivir? Anna miró la taza que tenía en sus manos, y luego el reloj verde que colgaba de la pared, sería mejor irse a dormir ya era tarde.Pero a la mañana siguiente la sensación extraña no se le había despegado. Caminó hasta la universidad un poco ausente y pensando. Pero cuando llegó a la entrada de biblioteca vio a Lali conversando con algunos compañeros. Seguramente ella sabría de donde había provenido todo eso de acompañarlo a esa fiesta
Owen la esperó todas las noches, sin decir nada. Se quedaba en su oficina, esperando en silencio. Los días pasaban sin respuesta. ¿Qué tanto necesitaba pensarlo? Comenzaba a fastidiarse un poco; sin embargo, mantenía el saludo cordial y la voz calmada.Anna le había asegurado a su amiga que aceptaría, pero solo verlo la acobardaba. Quería cumplir su palabra y ayudarlo, pero cada vez que sentía la mirada de Owen sobre ella, su determinación se tambaleaba. Ni ella misma entendía por qué demoraba en darle una respuesta. Tal vez, solo esperaba volver a oír su voz cálida y compasiva.Finalmente, esa noche, reunió todo su coraje. Solo faltaban dos días para la fiesta. Se detuvo frente a la puerta, respirando hondo, levantó la mano y golpeó.—Pasa —le dijo Owen.—Gracias.Anna se sentó sin invitación esta vez.—¿Y bien? —le preguntó él, ansioso, con expectación en la voz.—Aceptaré acompañarte a la fiesta —dijo, manteniendo la calma.—Bien, bien.Satisfecho, así se sintió. Estaba convencido
Entre el trabajo y la universidad, Anna apenas tenía tiempo para respirar, mucho menos para ir de compras. Aprovechó un pequeño hueco entre su turno en la cafetería y el nocturno en la empresa para recorrer la zona comercial. Hacía tanto que no pasaba por allí que casi había olvidado el bullicio de la ciudad. Solía comprar ropa barata en otro sector, pero esta vez era diferente.Caminaba con la tarjeta que Owen le había dado en el bolsillo. Cada vez que se detenía frente a una vidriera, su respiración se volvía más pesada, mientras el nudo en su estómago se tensaba un poco más. ¿Qué estaba haciendo? Debería haberle pedido a Lali que la acompañara; se sentía completamente perdida sobre qué tipo de vestido elegir.Otra vez se preguntó por qué siempre se metía en este tipo de cosas, incapaz de decir que no. Y entonces, su mente volvió a Owen. La situación con él era tan extraña, tan surrealista, que a veces se detenía en la acera, preguntándose cómo un hombre como él no tenía a nadie más
Pero Bob llegó primero. Sentía la obligación de estar ahí, como si fuera una red de contención para Owen. Se había hecho a la idea de que, si era necesario, lo sacaría a rastras; estaba parado erguido, con los hombros hacia atrás, las manos en los bolsillos y listo para golpearlo si su amigo se dejaba llevar.La divisó entre la gente, riéndose y con una copa en la mano. Exactamente igual que en aquellos años. Al parecer, 'comer almas' le daba la virtud de mantenerse siempre joven. Se le revolvió un poco el estómago: Elena no había cambiado. Pero no se acercó a saludarla; él no estaba allí para formar parte del circo.Ella también lo vio y eso le dio la pauta de que, si Bob estaba allí, Owen también iría. Eso avivó aún más sus ánimos, hizo que sus carcajadas aumentaran en volumen y que sus movimientos fueran más opulentos; se estaba preparando para su llegada.El salón principal del Calgari se había convertido en su patio de juegos; la gente desfilaba solo para saludarla, como si se tr
No se detuvo hasta que estuvo parado frente a ella, y Elena lo recibió con una sonrisa enorme, llena de satisfacción. Ambos se observaron, se escrutaron por unos minutos sin decir nada.—Hola, Owen —le dijo ella, finalmente, con la voz baja.—Elena —respondió él. Pero su tono ya develaba su lucha interna.—Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo has estado?—Bien.—Me alegra que hayas venido.Elena estaba más que alegre; sin necesidad de mirar, podía sentir cada par de ojos de ese salón posados en ellos, y le encantaba. Que todos vieran cómo el ahora poderoso Owen Walker se arrastraba para llegar hasta ella, cómo perdía la dignidad con solo un chasquido de sus dedos. Esa noche, lo haría caer de nuevo a sus pies, y habría muchos testigos.El pensamiento de tenerlo bajo su control nuevamente encendió su cuerpo. Podía sentir la adrenalina y la excitación recorrerla entera. Además, se sumaba otro factor: el hombre frente a ella se veía increíblemente sexy. Una cosa era verlo en las tapas de esas re
Esperó en el living a que terminara de cambiarse. Seguía sin entender qué le había sucedido cuando tuvo a Elena enfrente. ¿Por qué no reaccionó cómo debía? Tendría que haberle reclamado por la demanda, echarla de nuevo de su vida como aquella vez, exponerla delante de todos esos lamebotas que la rodeaban. Y, sin embargo, solo se había quedado ahí parado, con el corazón en la mano. Bailó con ella, conversaron como si nada hubiese sucedido nunca.Estaba furioso con él mismo por su debilidad. Todo el discurso mental que se había dado para convencerse de que solo iba a demostrarle que ya no valía nada para él, no fue más que una mentira solapada para no aceptar sus sentimientos. ¿En qué momento había perdido la determinación? Se había prometido no ceder, no dejar que Elena volviera a tener poder sobre él, y al final, lo único que había hecho era entregarle su voluntad en bandeja de plata. Elena lo había manipulado con esa sonrisa arrogante, como si supiera que él caería en la misma trampa