Pero Bob llegó primero. Sentía la obligación de estar ahí, como si fuera una red de contención para Owen. Se había hecho a la idea de que, si era necesario, lo sacaría a rastras; estaba parado erguido, con los hombros hacia atrás, las manos en los bolsillos y listo para golpearlo si su amigo se dejaba llevar.La divisó entre la gente, riéndose y con una copa en la mano. Exactamente igual que en aquellos años. Al parecer, 'comer almas' le daba la virtud de mantenerse siempre joven. Se le revolvió un poco el estómago: Elena no había cambiado. Pero no se acercó a saludarla; él no estaba allí para formar parte del circo.Ella también lo vio y eso le dio la pauta de que, si Bob estaba allí, Owen también iría. Eso avivó aún más sus ánimos, hizo que sus carcajadas aumentaran en volumen y que sus movimientos fueran más opulentos; se estaba preparando para su llegada.El salón principal del Calgari se había convertido en su patio de juegos; la gente desfilaba solo para saludarla, como si se tr
No se detuvo hasta que estuvo parado frente a ella, y Elena lo recibió con una sonrisa enorme, llena de satisfacción. Ambos se observaron, se escrutaron por unos minutos sin decir nada.—Hola, Owen —le dijo ella, finalmente, con la voz baja.—Elena —respondió él. Pero su tono ya develaba su lucha interna.—Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo has estado?—Bien.—Me alegra que hayas venido.Elena estaba más que alegre; sin necesidad de mirar, podía sentir cada par de ojos de ese salón posados en ellos, y le encantaba. Que todos vieran cómo el ahora poderoso Owen Walker se arrastraba para llegar hasta ella, cómo perdía la dignidad con solo un chasquido de sus dedos. Esa noche, lo haría caer de nuevo a sus pies, y habría muchos testigos.El pensamiento de tenerlo bajo su control nuevamente encendió su cuerpo. Podía sentir la adrenalina y la excitación recorrerla entera. Además, se sumaba otro factor: el hombre frente a ella se veía increíblemente sexy. Una cosa era verlo en las tapas de esas re
Esperó en el living a que terminara de cambiarse. Seguía sin entender qué le había sucedido cuando tuvo a Elena enfrente. ¿Por qué no reaccionó cómo debía? Tendría que haberle reclamado por la demanda, echarla de nuevo de su vida como aquella vez, exponerla delante de todos esos lamebotas que la rodeaban. Y, sin embargo, solo se había quedado ahí parado, con el corazón en la mano. Bailó con ella, conversaron como si nada hubiese sucedido nunca.Estaba furioso con él mismo por su debilidad. Todo el discurso mental que se había dado para convencerse de que solo iba a demostrarle que ya no valía nada para él, no fue más que una mentira solapada para no aceptar sus sentimientos. ¿En qué momento había perdido la determinación? Se había prometido no ceder, no dejar que Elena volviera a tener poder sobre él, y al final, lo único que había hecho era entregarle su voluntad en bandeja de plata. Elena lo había manipulado con esa sonrisa arrogante, como si supiera que él caería en la misma trampa
Anna suspiró frente a la puerta de su apartamento. No solo estaba cansada físicamente, sino también emocionalmente agotada. Fue directo a sentarse en el pequeño sillón y se dejó caer sobre él. ¿Así la veía en realidad? ¿Cómo una transacción? La expresión de Owen, de confusión y desesperación cuando ella rechazó el dinero, le dolió más que todo lo que había ocurrido.La desilusión la embargó; en el fondo, esperaba ser algo más que eso para él. Y volvió a reprocharse lo infantil que era, por solo imaginar que un hombre así la miraría de otra manera. Como había mirado a Elena. ¡Qué ridícula! A veces solía sentirse invisible para los demás, pero esa noche prácticamente había desaparecido.Se tapó la cara con las manos y lanzó una especie de quejido vencido. Owen realmente le gustaba. Y no era solo por ese intento de consuelo que le había dado, por la consideración o el beso. Ni siquiera había interactuado con él lo suficiente como para conocerlo. Apenas sabía algo por Lali y, sin embargo,
Observaba cómo de las mangas de su saco aún caía algo de agua. Lo miró un poco más y se dio cuenta de que delante tenía un hombre atormentado: salir con esa lluvia, empaparse de esa manera, todo para obligarla a recibir un pago. Sí, definitivamente, estaba muy roto.Sus hombros bajaron un poco, como resignada. Seguramente, el encuentro con Elena lo había perturbado hasta ese punto.—Quítate el saco, iré por una toalla —le dijo Anna.Owen asintió, pero se demoró unos segundos antes de dejarlo sobre el respaldar de una silla. Aunque el apartamento diminuto no se parecía a ningún lugar donde hubiera estado antes, no se sintió incómodo o fuera de lugar. El aroma dulce impregnado en cada rincón le transmitía una sensación de sosiego.Anna regresó con una gran toalla en la mano y se la ofreció.—Gracias —murmuró él.Sin decir nada, ella se dirigió a la cocina y puso agua a calentar. Parada frente a la estufa, tuvo un leve regreso a aquellas épocas en que esperaba a Alex: calentando la comid
Todas esas sensaciones olvidadas regresaron a ella cuando comenzó a explorarla, su sensualidad, su feminidad. Cuando las ásperas yemas la rozaron, el ardor y el deseo regresaron; cuando su boca se cerró con furia de nuevo sobre su hombro, a través de la tela de su sudadera, su cuerpo recuperó la capacidad de incitarle un cosquilleo constante en la parte baja del vientre.Los sonidos roncos y bajos, casi guturales, como si emergieran de las entrañas de Owen, envolvieron su cuerpo en una manta invisible de erotismo. Eran sonidos de aprobación, de deseo, que ella provocaba. Su mente procesó esos sonidos y sacó de los rincones esa conciencia de saberse mujer y de sentirse mujer.Su necesidad crecía junto con las caricias bruscas, junto con los besos que se intercalaban con mordidas, y cuando él pronunciaba su nombre, llamándola. Quería responderle, pero cuando lo intentaba, solo dejaba salir gemidos y quejidos. Y su perfume le invadía el cuerpo en la misma medida que sus manos lo hacían.
Intentando calmar la respiración y el corazón, ambos permanecieron abrazados. Cada tanto, Anna emitía suspiros cortos y satisfechos sobre la piel del cuello de Owen. La leve brisa cálida le producía cosquillas.Para Owen, la calma después de la tormenta se sentía diferente. No era la mera satisfacción del deseo y de las urgencias sosegadas; el cuerpo tibio que aún sostenía entre sus brazos le daba un resquicio de esa paz que una vez había sentido después de compartir un contacto cargado de emociones.Anna volvía a sentir que era mucho más que una figura que pasaba por la vida siendo invisible. El hombre elegante y poderoso, con ojos tristes y algunos cabellos blancos, la había traído de regreso de ese olvido en el que había estado perdida por tantos años. Solo quería estirar un poco más esa sensación.—Quédate conmigo —le pidió ella, con la cara escondida y la voz en un susurro.Owen cerró los ojos. La piel suave y ruborizada que tanteaba lentamente con los dedos y el aroma leve a jaz
Owen se despertó con el insistente sonido de un teléfono que no dejaba de recibir mensajes. Abrió los ojos molesto y fastidiado. Por un momento, no pudo reconocer dónde se encontraba; ese techo no era el de su habitación. Volvió a la realidad cuando el aroma a café y perfume de jazmines entró por su nariz: Anna.Instintivamente, miró a su costado, pero ella no estaba con él en la cama. La mañana estaba algo avanzada; el sol filtraba alto por la ventana, y al querer cubrirse los ojos, vio su ropa sobre la mecedora de madera.Salió de la habitación descalzo, solo en pantalones y camisa, y la vio: sentada cerca de la ventana con una taza en la mano.—Buenos días —dijo Anna con una sonrisa.—Buenos días…—¿Quieres un café? Lo hice recién —le ofreció, elevando un poco su taza.—Yo voy por él —respondió Owen.Desde su divorcio de Elena, esta era la situación más extraña en la que se había encontrado. Owen había estado confundido desde que cruzó la puerta de Anna la noche anterior. Sabía que