Pero Elena se aburría, los tiempos judiciales eran demasiados largos y lentos para ella. Petersson le informó sobre la jugada de Owen con el procurador general y le aseguró que eso no sería un inconveniente mayor. Todo seguiría adelante; buscaba que la Sra. Olivier no se arrepintiera, aunque se tenía por delante un camino lleno de obstáculos.Ella ya había anticipado algo de esa naturaleza; lo que averiguó sobre su exesposo la había dejado sorprendida. No solo se había hecho con la Dirección de Plaza&Milne, sino que durante su trayecto a la cima había “coleccionado” una lista impresionante de personas aún más impresionantes. El querido Owen ya no era más ese simple hombre con dinero que la miraba como si fuese lo más hermoso del mundo; ahora tenía poder. Todo lo que ahora representaba era justo lo que Elena necesitaba para alimentar su ego: un hombre poderoso rendido a sus pies. Si la demanda lo había atraído tan sencillamente, algo más habría que ella pudiese hacer para hacerlo cae
Y por supuesto, a Bob también le llegó la invitación. Tenía que ser una jodida broma; miraba el papel y se retorcía. ¡Esa mujer estaba muy mal de la cabeza! Pero eso no sería la peor, no, claro que no. Lo peor era saber que Owen iría. ¡Iría! No necesitaba demasiado para adivinarlo; el querido Walker todavía se estaba debatiendo entre su odio y sus viejos sentimientos.Por eso cuando entró a su oficina lo hizo sin golpear, por eso cuando se sentó frente a él puso ambas manos sobre el escritorio y por eso lo miró como si Owen hubiese matado a alguien.—Dime que no. —le rogó clavándole la mirada —Dime que no lo harás. Owen no le respondía, tenía los ojos totalmente apagados.—¡Oh, por el amor de Dios y todos los Santos, Owen! —exclamó irritado y lanzando ambos brazos al aire.—No empieces, Bob. —su voz sonaba cansada.—Te juro que te romperé la cara si vas, Owen. No puedes dejar que ella te arrastre de nuevo al mismo agujero.—No puedo evitarlo —murmuró Owen, con los ojos fijos en la inv
Cuanto más la observaba, más difícil le resultaba apartar la vista. Quería irse, de verdad que sí, pero estaba atrapado en el momento. Sus pies, como anclados al suelo, se negaban a moverse. ¿Por ese beso?Anna tenía los auriculares puestos, concentrada en su trabajo; se movía por detrás del escritorio y hasta parecía que tarareaba. No podía apartar la mirada de sus labios, moviéndose suavemente al ritmo de una canción inaudible. Sacudió la cabeza varias veces; no había caso, volvían a posarse en ella.Y entonces su mente y su corazón terminaron por hacer cortocircuito. Miró la invitación arrojada a la basura, luego a Anna. De repente, todo volvió: el fracaso, la frustración, la indiferencia de Elena cuando recibía cariño y la extasiada cuando recibía regalos; la cara ansiosa y casi erótica de esa otra que estaba extraña a todo su alrededor, trabajando, y el sonido leve con el que le había respondido.Recordaba el calor de su mano en el cuello, las piernas de su última secretaria cerr
Seguía sin entenderlo. ¿Cómo podía ser que hubiera aceptado semejante propuesta?Anna se paró en una esquina a observar. No decía nada, no se movía, solo lo miraba. Ojalá pudiese dejar de pensar en eso, ojalá nunca hubiese pasado; entonces no se sentiría tan pequeña, tan poca cosa. Era una ilusa. Pero ya casi todo había terminado; solo debía aguantar un poco más.Ese día… ese beso… No, no debía pensarlo. Sacudió la cabeza como queriendo deshacerse del recuerdo, pero las sensaciones las tenía pegadas a la piel.Desvió la mirada y siguió la línea blanca de las mesas. Un hotel tan elegante, tan distinguido, con toda esa decoración costosa. Los cuadros milimétricamente colocados a la distancia justa los unos de los otros; las luminarias enormes que brillaban incandescentes en los techos, los muebles antiguos que salpicaban pequeños rincones o esquinas. Y en el fondo del salón, una orquesta muy bien afinada que le regalaba a todos los invitados melodías suaves e íntimas de jazz.Aun con su
El cinismo de Owen tenía fundamentos, o al menos, eso era lo que él creía.Sexy…De ojos grises…De cabello castaño salpicado de gris…Así era Owen Walker. A sus 43 años ya ocupaba el sillón de la Dirección General de Plaza & Milne I.T. una de las empresas más grande de servicios tecnológicos del país. Un hombre exitoso en los negocios, un guerrero incansable para las ideas revolucionarias y para generar dinero. Su tío lo puso al frente de ese monstruo mercantil sin dudarlo y no se equivocó: sobre la pared de su oficina colgaban todas las tapas de revistas especializadas que lo mostraban como “el artífice de la próxima era digital”.Brillante, aguerrido, con un temperamento volátil y extremadamente ambicioso siempre daba la impresión de estar enojado. Su cara impasible y la mirada fría, como si estuviese muerto, generaban respeto y miedo entre quienes lo rodeaban. Pero detrás de esa fachada dura y plagada de éxitos, se escondía un hombre profundamente herido.Una herida que lo marcó y
La 'mancha' de Anna era bien visible: se llamaba Alex, tenía 28 años y ningún deseo de progresar.Anna había conocido la lucha y el sacrificio desde temprana edad. Trabajaba incansablemente, asumiendo múltiples trabajos para poder salir adelante. Su vida no fue fácil, pero su fortaleza radicaba en su capacidad para mantenerse alegre y dedicada a pesar de las adversidades.Amable, compasiva con una ética de trabajo inquebrantable, pero a pesar de su buen corazón, Anna había cometido el error de mantenerse en una relación con un hombre que ya no amaba.No solo era una carga emocional, sino también económica. Alex era su carga, la mancha que no podía borrar. Lo había conocido cinco años atrás, un día, con su violín, entró a la cafetería donde Anna trabajaba. En esa época tenía un trabajo estable y solo tocaba cuando el tiempo le sobraba. Comenzó a ir todos los días a esperarla cuando su turno terminaba y la acompañaba hasta la boca del metro.Le hablaba de teorías maravillosas sobre el u
Lali no podía seguir viéndola de esa manera ¡Testaruda Anna! Sencillamente, era algo que no aceptaba. No le entraba en la cabeza cómo era posible que se hubiera dejado convencer por ese tipo tan inútil. Si Anna era inteligente, tenía buenos promedios en la universidad, siempre estaba para ella; no se merecía lo que estaba viviendo.—No —la respuesta de Owen fue cortante, como siempre.—¡Owen, por favor! ¡No seas así!—Te dije varias veces que la compañía no es un refugio de desamparados, Lali. La última 'amiga' que recomendaste armó un lío enorme en la sección de programación. No quiero más mujeres como ella en el trabajo —el recuerdo de aquel caos todavía lo enfurecía. No solo había sido un problema enorme para la compañía, sino que había puesto en riesgo su reputación.—No es lo mismo, Anna no es así. De verdad, de verdad, de verdad, necesita trabajar; si no, va a terminar abandonando los estudios. No puedo creer que seas tan frío, primo —lo miró con esos ojitos que siempre lograban
A la mañana siguiente llegó a la empresa como siempre lo hacía: en traje, con lentes oscuros, bajándose de uno de sus tantos coches negros (porque todos los que tenía eran de ese color). Al cruzar la puerta del lobby, todos los empleados se quedaban inmóviles viéndolo pasar; él no saludaba y se dirigía directamente al ascensor.El ritual era siempre el mismo: su secretaria lo esperaba junto a los elevadores, con un anotador en la mano. El hombre intimidaba a todos, pero a ella especialmente. La mujer se apresuró a tocar el botón apenas lo vio cruzar; a Walker no le gustaba esperar. Subían solos, y ella aprovechaba para darle las novedades y recordarle las reuniones del día.El ambiente dentro de esos pocos metros cuadrados era opresivo. Se paraba en la parte de atrás y la miraba de arriba abajo mientras ella hablaba. Le fascinaba ver cómo el cuerpo de ella apenas temblaba por su sola presencia, mientras una media sonrisa perturbadora se dibujaba en su cara. Ese era el poder que tenía