Las noches que siguieron a ese beso pasaron sin que él volviera a quedarse hasta tarde. No quería verla de nuevo, no sabía cómo reaccionaría ni qué decirle. ¿Disculparse? ¿Enfadarse? ¿De qué? Si él solo se había inclinado sobre ella, deseoso de esa boca suya. Sí, la actitud de Anna le había indicado que ella también estaba esperando algo; pero eso no justificaba nada. Owen era un hombre maduro, con experiencia, y Anna apenas una muchacha.¡Y no podía sacársela de la cabeza! La imagen de Anna lo atormentaba más que la demanda de Elena. Los abogados hablaban, pero sus palabras se perdían en un eco distante. Owen miraba el papeleo frente a él, pero solo veía la imagen de Anna, su sonrisa, el calor de su piel. El conflicto legal con Elena palidecía en comparación con el caos que ella había provocado en su mente.El bufete de Elena no escatimaba recursos para presionarlo, tratando de exprimir cada resquicio legal, pero confiaba en que sus propios abogados podrían manejar la situación. Desp
Y a pesar de que sabía que era mejor así, Anna extrañaba su presencia silenciosa detrás de esa puerta. Al principio, golpeaba la puerta con cierta timidez, temiendo que él estuviera dentro y no supiera qué decirle. Con el paso de los días, empezó a sentir alivio al no verlo, pero ese alivio pronto dio paso a una decepción sutil y persistente.Su oficina se había convertido en el último tramo de su rutina. A veces se apresuraba con las demás tareas para disponer de unos minutos extra y curiosear cada rincón donde Owen solía trabajar. Las portadas de las revistas con su rostro, las fotografías de Eva, los libros esparcidos en los estantes. Incluso las figuras de cerámica que adornaban algunos espacios.En ocasiones se le escapaba un suspiro triste. Parecía que lo esperaba; con cada movimiento de los elevadores o cuando alguien abría una puerta, ella se cargaba de expectativa pensando que podría ser él. Y cuando se daba cuenta de los pensamientos que le cruzaban la cabeza, se regañaba a
Pero Elena se aburría, los tiempos judiciales eran demasiados largos y lentos para ella. Petersson le informó sobre la jugada de Owen con el procurador general y le aseguró que eso no sería un inconveniente mayor. Todo seguiría adelante; buscaba que la Sra. Olivier no se arrepintiera, aunque se tenía por delante un camino lleno de obstáculos.Ella ya había anticipado algo de esa naturaleza; lo que averiguó sobre su exesposo la había dejado sorprendida. No solo se había hecho con la Dirección de Plaza&Milne, sino que durante su trayecto a la cima había “coleccionado” una lista impresionante de personas aún más impresionantes. El querido Owen ya no era más ese simple hombre con dinero que la miraba como si fuese lo más hermoso del mundo; ahora tenía poder. Todo lo que ahora representaba era justo lo que Elena necesitaba para alimentar su ego: un hombre poderoso rendido a sus pies. Si la demanda lo había atraído tan sencillamente, algo más habría que ella pudiese hacer para hacerlo cae
Y por supuesto, a Bob también le llegó la invitación. Tenía que ser una jodida broma; miraba el papel y se retorcía. ¡Esa mujer estaba muy mal de la cabeza! Pero eso no sería la peor, no, claro que no. Lo peor era saber que Owen iría. ¡Iría! No necesitaba demasiado para adivinarlo; el querido Walker todavía se estaba debatiendo entre su odio y sus viejos sentimientos.Por eso cuando entró a su oficina lo hizo sin golpear, por eso cuando se sentó frente a él puso ambas manos sobre el escritorio y por eso lo miró como si Owen hubiese matado a alguien.—Dime que no. —le rogó clavándole la mirada —Dime que no lo harás. Owen no le respondía, tenía los ojos totalmente apagados.—¡Oh, por el amor de Dios y todos los Santos, Owen! —exclamó irritado y lanzando ambos brazos al aire.—No empieces, Bob. —su voz sonaba cansada.—Te juro que te romperé la cara si vas, Owen. No puedes dejar que ella te arrastre de nuevo al mismo agujero.—No puedo evitarlo —murmuró Owen, con los ojos fijos en la inv
Cuanto más la observaba, más difícil le resultaba apartar la vista. Quería irse, de verdad que sí, pero estaba atrapado en el momento. Sus pies, como anclados al suelo, se negaban a moverse. ¿Por ese beso?Anna tenía los auriculares puestos, concentrada en su trabajo; se movía por detrás del escritorio y hasta parecía que tarareaba. No podía apartar la mirada de sus labios, moviéndose suavemente al ritmo de una canción inaudible. Sacudió la cabeza varias veces; no había caso, volvían a posarse en ella.Y entonces su mente y su corazón terminaron por hacer cortocircuito. Miró la invitación arrojada a la basura, luego a Anna. De repente, todo volvió: el fracaso, la frustración, la indiferencia de Elena cuando recibía cariño y la extasiada cuando recibía regalos; la cara ansiosa y casi erótica de esa otra que estaba extraña a todo su alrededor, trabajando, y el sonido leve con el que le había respondido.Recordaba el calor de su mano en el cuello, las piernas de su última secretaria cerr
Anna se sentó esa noche en la cocina de su pequeño apartamento, nerviosa y con el corazón agitado. Le costaba procesar la oferta de Owen. Estaba tan cambiado, tan distante, como si aquella última vez nunca hubiera ocurrido.La distancia fue lo que, tal vez, más le dolió de él. Y la misma duda seguía rondando en su cabeza: ¿Por qué ella?Un hombre como él de seguro tenía mujeres a su alrededor más que dispuestas a acompañarlo, más que dispuestas a solo aceptar una noche de gala. Y ¿qué era todo eso de “adecuarla”? ¿Así era como estaba acostumbrado a vivir? Anna miró la taza que tenía en sus manos, y luego el reloj verde que colgaba de la pared, sería mejor irse a dormir ya era tarde.Pero a la mañana siguiente la sensación extraña no se le había despegado. Caminó hasta la universidad un poco ausente y pensando. Pero cuando llegó a la entrada de biblioteca vio a Lali conversando con algunos compañeros. Seguramente ella sabría de donde había provenido todo eso de acompañarlo a esa fiesta
Owen la esperó todas las noches, sin decir nada. Se quedaba en su oficina, esperando en silencio. Los días pasaban sin respuesta. ¿Qué tanto necesitaba pensarlo? Comenzaba a fastidiarse un poco; sin embargo, mantenía el saludo cordial y la voz calmada.Anna le había asegurado a su amiga que aceptaría, pero solo verlo la acobardaba. Quería cumplir su palabra y ayudarlo, pero cada vez que sentía la mirada de Owen sobre ella, su determinación se tambaleaba. Ni ella misma entendía por qué demoraba en darle una respuesta. Tal vez, solo esperaba volver a oír su voz cálida y compasiva.Finalmente, esa noche, reunió todo su coraje. Solo faltaban dos días para la fiesta. Se detuvo frente a la puerta, respirando hondo, levantó la mano y golpeó.—Pasa —le dijo Owen.—Gracias.Anna se sentó sin invitación esta vez.—¿Y bien? —le preguntó él, ansioso, con expectación en la voz.—Aceptaré acompañarte a la fiesta —dijo, manteniendo la calma.—Bien, bien.Satisfecho, así se sintió. Estaba convencido
Entre el trabajo y la universidad, Anna apenas tenía tiempo para respirar, mucho menos para ir de compras. Aprovechó un pequeño hueco entre su turno en la cafetería y el nocturno en la empresa para recorrer la zona comercial. Hacía tanto que no pasaba por allí que casi había olvidado el bullicio de la ciudad. Solía comprar ropa barata en otro sector, pero esta vez era diferente.Caminaba con la tarjeta que Owen le había dado en el bolsillo. Cada vez que se detenía frente a una vidriera, su respiración se volvía más pesada, mientras el nudo en su estómago se tensaba un poco más. ¿Qué estaba haciendo? Debería haberle pedido a Lali que la acompañara; se sentía completamente perdida sobre qué tipo de vestido elegir.Otra vez se preguntó por qué siempre se metía en este tipo de cosas, incapaz de decir que no. Y entonces, su mente volvió a Owen. La situación con él era tan extraña, tan surrealista, que a veces se detenía en la acera, preguntándose cómo un hombre como él no tenía a nadie más