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Capítulo 3: Algo especial

Desperté con la poca luz que entraba por la ventana del balcón de mi habitación. Suspiré con pereza y cansancio cerrando mis ojos unos segundos más, me concentré en el departamento escuchando algunos pasos. Kim ya estaba despierta, miré el despertador identificando la hora, las 10:25 de la mañana. Tomé mi celular encendiéndolo, esperando que sus funciones y aplicaciones se cargaran decidí levantarme entrando al baño.

Me miré al espejo recogiendo mi cabello despeinado en una coleta, era de piel pálida, labios un poco rellenos y rosados, nariz fina, ojos verdosos no muy pequeños, delgada, dela estatura de Kim, término medio, digámoslo así, cejas oscuras y cabello ondulado completamente negro. A Max le gustaba jugar con las puntas, las ondulaba más de lo normal, sus manos en mi cabello solían calmarme siempre que algo salía mal. Sonreí un poco negando con la cabeza, me enderecé respirando profundo. Nada de llantos por un hombre. 

— ¡Buenos días!—escuché decir a una Kim alegre en cuanto salí a mi habitación.

—Buenos días, ¿A qué hora te levantaste?—quise saber. Todavía llevaba su pijama con su cabello suelto cayendo hasta su cintura, a diferencia del mío que llegaba hasta mis hombros.

—No hace mucho, creo que esas hamburguesas fueron una bomba—reí un poco estando de acuerdo— ¿Tenemos planes para hoy?

¿Qué día era hoy? Cierto, era sábado. Los fines de semana estaba libre en la cafetería, Kim también había pedido esos días, suspiré dejándome caer en la cama recogiendo mi celular. Nada interesante que ver.

—Tú eres la genio—la miré.

—Es un lindo día, deberíamos caminar un rato por el parque, ¿Desde hace cuánto no haces ejercicio?—acusó.

—Mira, haré todo lo que quieras pero hoy no tengo ganas de quedarme aquí—noté su asombro.

— ¡Así se habla! Prepararé el desayuno y nos iremos.

  • ••

Las personas caminaban, trotaban, corrían o jugaban con sus hijos. Se respiraba paz y tranquilidad, se respiraba aire puro, los ruidos de la ciudad habían quedado atrás, Kim lucía perfecta estando vestida tan deportiva, pocas veces he hecho esto con alguien pero nunca es tarde para relajarse. El pantalón deportivo de color morado que había escogido hacía lucir mis piernas algo largas, la camiseta de tirantes negra no iba a protegerme del aire fresco por lo cual tuve que traer una de las chaquetas deportivas de Kim.

Las máquinas de hacer ejercicios estaban algo libres, conté más hombres que mujeres, intenté no sentirme incómoda aunque Kimberly ya les había echado el ojo a varios.

— ¿Enserio hay que hacerlo?—susurré a su lado.

—Sí, dijiste que harías lo que fuera—recordó.

  • ••

A la hora mi cuerpo estaba además de activo algo cansado, algunos mechones de mi cabello se pegaban a mi cuello por el sudor, Kim había conocido a algunos chicos ansiosos por "ayudarla" a mejorar su cuerpo. No podía evitar reírme de eso, me acerqué a mi bolso bebiendo algo de agua de mi botella. Preferí sentarme en el césped recién cortado para descansar un poco.

— ¿Susan?—giré mi rostro mirando a la persona que menos tenía en mente. Sentí que regresaba seis meses atrás— ¡Hola!—sonrió sentándose a mi lado. Lucía impecable, incluso más que yo.

— ¿Qué haces aquí?

—Hago lo mismo que los demás, respiro aire fresco—se encogió de hombros detallándome con esos ojos azules— ¿Desde cuándo eres deportiva?

Desde que decidiste acostarte con mi prometido...

—Sólo acompaño a una amiga—contesté intentando localizar a Kim.

—Oh, entiendo—hizo una pausa— ¿Cómo has estado? Con todo, ya sabes.

¿Realmente era tan sínica? ¿Cómo se supone que debo estar cuando encuentro a mi mejor amiga teniendo relaciones con el hombre que dijo amarme y prometió casarse conmigo?

—Sigo adelante, ¿Y tú?—preferí no mirarla. Para mi sorpresa estaba conteniendo las ganas de golpearla, ¿Desde cuándo era tan violenta?

— ¡Bien! Todo bien, cambié de trabajo, mi tío me ayudó a conseguir un curso de cocina y ahora estoy trabajando en un restaurante de comida italiana—se mostraba muy orgullosa y contenta. Asentí escuchándola, me levanté recogiendo mi bolso.

—Me alegro, lamento dejarte pero debo irme—se levantó tomando su bolso grande.

—Espero hablar contigo luego, cuando quieras escríbeme—antes de abrir mi boca extendió su mano—Déjame darte mi número.

¿Cómo sabía que tenía un número diferente? ¡Cierto! Max debió haberle dicho.

—Listo, gracias—me alejé lo más rápido posible. Caminé lejos de las máquinas después de tomar el bolso de Kim, ¿Dónde demonios se había metido? Escuché una risa muy conocida, venía muy bien acompañada, al verme sonrió más— ¿Dónde estabas? Te estuve buscando...

—Tranquila, los chicos y yo fuimos a por un helado—se encogió de hombros—Susan te presentó a Carlos y Norbi.

Ambos chicos eran fuertes y guapos, no lo niego, pero en todos sus gestos señalaban que no eran del tipo de hombres que me gustan.

—Gusto conocerlos, ¿Podemos irnos ahora?—miré sus ojos indicándole que era importante. Después de despedirse de sus "amigos" e intercambiar número, caminó a mi lado— ¿Sabes a quién acabo de ver?

— ¿Quién?—tomaba un trago de agua.

—Teresa—me detuve en cuanto escupió todo lo que había bebido. Algunas personas nos miraron sorprendidas y asqueadas.

— ¿Dónde está esa zorra?—tomé su brazo deteniéndola— ¿Qué te dijo?

—Absolutamente nada, parece muy feliz y normal con su vida.

— ¿Por qué no me llamaste? Quería darle una buena paliza por lo que te hizo...

—Estabas con dos chicos ocupada, ¿Enserio hubieras intervenido?—la solté levantando una de mis cejas algo incrédula.

—Por ti, sí.

—No vale la pena, dijimos que lo olvidaríamos, ¿Recuerdas?—continué la caminata—Quédate tranquila, ella tiene su vida y yo la mía.

La forma en que me miró supe que no me creía, tanto ella como yo sabíamos que la herida era difícil de cerrar. Más que nada cuando Max fue el primer hombre al que amé con todo mi corazón.

  • ••

Habíamos decidido pasar por el supermercado, Kim quería comprar algunas cosas para la cena y yo otras que hacían falta, guardé lo que necesitaba en el carrito mientras avanzaba. Al encontrarnos en la caja para pagar todo, Kim había tomado cosas chatarras, no tenía nada en contra de aquello pero si intentaba evitarlo.

—Creo que deberíamos tomar un taxi, no podemos ir a casa con todo esto—señalé mirando las bolsas.

—Tienes razón.

—Revisaré por aquí, creo haber visto uno—me alejé caminando por el estacionamiento, los autos me impedían ver con claridad, caminando por uno de ellos escuché un ladrido. Al ver a mis espaldas encontré un pequeño perro con manchas negras por su cuerpo, era un Dálmata—Hola pequeñín, ¿Estás solo?—me agaché y corrió hacia mí. Sonreí acariciándolo, adoraba los animales, desde niña he crecido con ellos.

Noté la placa que tenía en su collar, la tomé mirando su nombre.

— ¿Duke? ¿Ese es tu nombre? Duke—como respuesta obtuve un ladrido. Reí levantándome con él en brazos. Miré alrededor intentando conseguir su dueño, antes de poder moverme alguien llegó corriendo, respiró agitado al identificar el animal que tenía en mis brazos. Reconocí al chico sin tardar mucho.

—Gracias a Dios que lo tienes—sonrió intentando calmar su respiración. El cachorro ladró hacia su amo teniendo la lengua afuera.

— ¿Es tuyo?

—Sí, es algo travieso, estaba guardando las bolsas en mi auto y lo he perdido de vista—se acercó colocándome nerviosa. Recordé lo cerca que lo tuve en la cafetería.

—Debes tener cuidado—se lo entregué retrocediendo manteniendo distancia. Sus ojos oscuros me miraron unos segundos identificándome.

—Gracias...señorita—bajé la vista algo apenada.

—No hay de qué, debo irme—caminé hacia donde había creído ver el taxi. Había llegado tarde, el auto se había ido, regresé con Kim quien escribía en su celular—Se fue, ¿No has visto alguno disponible?

— ¿Qué?—sonreía sin verme—No, no—guardó el celular en el bolsillo.

Rodeé los ojos. Recogí mis bolsas para seguir a pie pero un auto gris oscuro, brillante con cristales negros se detuvo frente a nosotras, la ventana del copiloto bajó dejándome ver al dueño de Duke. ¿Por qué hoy era el día de encontrar a todos?

— ¿Necesitas que las lleve?

—No.

—Sí—respondió Kim reprochándome con la mirada. El chico se bajó para ayudarnos y pasó lo que no quería—Yo te recuerdo, eres el chico que siempre va a las tres de la tarde a la cafetería.

—Sí—noté cierta diversión de su parte. Su sonrisa se mostró sincera.

—Soy Kimberly White—se presentó. La chica nunca usaba el apellido de su padre desde que decidió dejar a su madre—Y ella es mi amiga...

—Susan, Susan Reed—interrumpí a Kim. Su alegría podía incomodar al chico.

—Susan—repitió de forma...extraña. Sonreí un poco sonrojándome—Soy Matt Miller.

Miller. Ese era el apellido de Max, sentí el dolor agudo en mi pecho, me contuve ayudando a los chicos a guardar las cosas. Dentro del auto no pude acariciar a Duke, Kim no era muy amante de los perros ni de cualquier animal, simplemente no le gustaba mucho.

—Parece que le agradas—escuché decir a Matt.

—Y él a mí—reí un poco mirándolo intentar morder mi mano con sus pequeños dientes.

—Se vuelve un poco loca cuando tiene animales cerca—miré a Kim reprochándole. La chica estaba atrás con las bolsas mientras que yo estaba adelante con Matt. Su perfume invadía todo el auto, de alguna forma me hacía sentir cómoda.

—Somos dos locos entonces—miré al chico. Sus ojos se fijaron en mí por segundos ya que estaba conduciendo—También me gustan los animales.

—Creí que te gustaba la cocina—dije inconscientemente. Sonrió de lado y sus ojos brillaron como si hubiera dicho algo especial para él.

—También, vaya—se sorprendió o estaba actuando—Una extraña conoce dos cosas sobre mí.

Kimberly se mantenía en silencio mirando la escena. Sabía que luego me preguntaría.

—Tres cosas, también te gusta beber mucho café.

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