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Capítulo 5: Cena de pocas luces

¡Lunes! Inicio de la semana, el día que tiene más alboroto y más clientes en la cafetería a mi parecer. Llegué al trabajo como a las 12:50. A la 1:00 comenzaba mi turno, saludé algunos de mis compañeros cambiándome en los vestidores de mujeres. El uniforme de aquí no era la gran cosa. Unos pantalones de vestir negro, camisa de tirantes blanca con un chaleco de pocas mangas color gris, Kimberly lo odiaba pero yo lo amaba. Era mejor que caminar entre los hombres con una falda.

Preferí dejar mi cabello suelto notando algunos rulos en las puntas, tomé unos débiles mechones sosteniéndolos con una liga blanca, sonreí un poco frente al pequeño espejo de mi casillero. Un día común y corriente.

—Adivina quién me acaba de escribir—escuché decir a una muy contenta Kim.

—No lo sé pero estoy segura de que vas a decirme—dije mientras me colocaba el delantal en la cintura.

— ¿Recuerdas a los chicos del parque?—ante mi mirada tuvo que especificar más—Carlos y Norbi, bueno, el punto es que Carlos me acaba de escribir.

— ¿Enserio?—me sorprendí un poco tomando mi libreta para anotar los pedidos—No me digas, te ayudará a "mejorar" tu cuerpo.

—Muy chistosa—me empujó con suavidad—Nos está invitando a una fiesta en su casa este jueves, no te preocupes, le dije que mi amiga tenía otros planes y que sólo iría yo. ¿No te molesta, cierto?

Por lo menos había entendido lo que le dije el fin de semana.

—Claro que no, sal, disfruta—la animé.

  • ••

Hacía líneas y estrellas en la hoja de la libreta sin nada que hacer, el día de hoy me sentía algo tranquila, demasiado tranquila para mi gusto. Incluso la cafetería tenía ese ambiente tan cómodo y fresco que no provocaba salir de allí, mordí mi labio creando una estrella torpe con el lapicero, Kim se acercó a mí con algunos platos sucios.

—Llegó tu cliente.

No hubo necesidad de preguntar, al levantar mi vista y observar la mesa número cinco lo encontré, sonrió con esa característica típica de él moviendo su mano un poco en forma de saludo.

— ¿Quieres que lo atienda yo?—propuso Kim.

—No, yo lo hago—contesté acercándome hacia él. Respiré profundo manteniendo el control.

—Hola, Susan—sus ojos café al parecer siempre brillaban cuando hablaba conmigo— ¿Todo bien?

—Hola, sí, todo bien—repetí fijando mi vista en la hoja toda llena de garabatos, la tomé arrancándola guardándola en el bolsillo de mi delantal— ¿Qué se te ofrece hoy?

—Comenzaré con un café—sonreí de lado escribiendo. Pude notar que él también hacía el mismo gesto.

— ¿Sólo eso?

—Sí.

— ¿Cómo está Duke?—me atreví a preguntar recordando el cachorro Dálmata que había tenido en brazos.

—Está en casa, probablemente destrozando alguna cosa—se encogió de hombros— ¿Tienes mascotas, Susan?

—Las he tenido pero en este momento no, en el edificio donde vivo no permiten animales lo cual me parece bastante estúpido y cruel—reclamé. ¿Por qué los humanos veían a los animales como si fueran simples...animales? ¡No! Tenían sentimientos como nosotros.

—Concuerdo contigo—noté el libro que estaba junto a su bolso.

— ¿Es bueno?—noté su confusión. Señalé el libro—Es segunda vez que lo veo en ti.

—Oh, sí—sonrió divertido—Son recetas, me gusta aprenderlas y conocer un poco más sobre la cocina.

—Así que eres un chef...

—Es mi sueño, en estos momentos sólo soy un cocinero en un restaurante de comida italiana—hizo una leve mueca. No me gustó verlo triste, hice mi mejor esfuerzo por animarlo.

—Yo creo que estás en tú mejor momento, puedes aprender de los demás, memorizar sus trucos para crear platos exquisitos, si quieres ser chef lo será pero todo a su tiempo.

—Sí, tienes razón.

— ¡Susan!—giré mi rostro mirando a la madre de Kim. Otras mesas me necesitaban.

—Lo siento debo trabajar, ahora te traigo tu café.

—No hay problema—asintió. Me alejé de allí notando su mirada en mi espalda.

Después de que Matt llegó me mantuve en movimiento, cuando eran las 18:00 y el último cliente se había ido. Fui a cambiarme estando agotada.

—No estuvo mal el día, ¿No crees?—miré a Kim que se colocaba su blusa púrpura.

—Sólo sé que en cuanto toque la cama no voy a levantarme—bromeé recogiendo mi cabello en una coleta alta, al estar con mi vestido blanco hasta unos centímetros más abajo de la rodilla y mi abrigo cubriéndome tomé mi bolso cerrando el casillero. Kimberly escribía en su celular mientras su madre hablaba con ella, los demás empleados se dispersaban al salir.

La noche estaba fría y con viento, en cuanto una mano tocó mi hombro di un respingo.

—Lo siento, no quise asustarte—se disculpó.

—Matt, ¿Qué haces aquí? Creí que te habías ido—levanté mi rostro para verlo mejor.

—Pensé que quizás podría invitarte a cenar algo—se encogió de hombros siendo tan adorable como un bebé. Su cabello estaba despeinado.

—No creo que a tu novia le guste la idea...

—No tengo novia.

¡Oh, no!

—No creo que quieras llevarme a cenar.

—Lo estoy haciendo.

Piensa mejor, Susan.

—No es necesario, puedo comer en mi casa...—noté mis manos sudorosas en los bolsillos de mi abrigo, ¿Por qué estaba nerviosa?

—Tómalo como un "Gracias" de mi parte—indicó—Todas las tardes me has atendido en esta cafetería y también casi pierdo a mi perro pero tú lo conseguiste...

—No fue nada, enserio—colocó su mano en mi brazo. Noté su súplica en sus ojos.

—Por favor, acepta.

Suspiré mirando a Kim y luego a él, no era una cita, tranquila Susan, sólo es una forma de decir "gracias". Él mismo lo dijo, sonreí un poco asintiendo. Primero debía avisarle a mi amiga.

Las luces de la ciudad estaban encendidas, en la hora de la pequeña radio que tenía Matt en su auto marcaba las 20:25 de la noche. Los minutos avanzaban muy rápido, Kim había dejado en claro que hablaríamos mañana por la mañana, cada vez que inhalaba respiraba el perfume del chico que me tenía algo atontada. Se estaba convirtiendo en mi favorito.

Nos detuvimos en un restaurante sencillo con miles de luces en los arbustos que tenía junto a las mesas de afuera, un techo oscuro los protegía por si llovía, tomamos asiento prefiriendo el aire de la noche. Dejé mi bolso junto a mis pies, algunos presentes en el lugar charlaban o comían.

—Es muy bonito el lugar.

—Es uno de mis favoritos, además de que todo lo que quieras lo tienen.

— ¿Te encanta comer no es así?—bromeé. Río un poco asintiendo.

Pues te mantienes en buena forma, chico.

Uno de los camareros se encargó de atendernos, tomé en cuenta las recomendaciones de Matt, nos habían traído dos copas de agua, bebí un poco mirando los autos que circulaban cerca.

— ¿Cuánto tiempo tienes trabajando en esa cafetería?—preguntó ganando mi atención de nuevo.

— ¿Cuánto tiempo? Mmm...no recuerdo bien, sólo sé que gracias a Kim pude conseguir el empleo.

— ¿Su madre es la mujer de la caja, cierto?

—Así es—asentí—Ahora cuéntame tú, ¿Cómo es tu trabajo de cocinero? ¿Y qué días sueles trabajar? Todas las tardes te suelo ver allí, incluso mi amiga dice lo mismo.

—Sí, lo sé—río un poco apoyando sus codos sobre la mesa—Algunas veces trabajo por la mañana y otras por la tarde.

— ¿Todos los días?

—Todos los días—concluyó.

— ¿No es agotador? Digo, estar cocinando a cada segundo bajo la presión de un chef y asegurarse de que todo esté en orden, que cada plato esté cocinado a la perfección...

—Depende si es de tu gusto o no, tengo amigos que no soportan sus trabajos, Susan—su mirada fue dulce. Sentí el leve calor en mis mejillas.

— ¿Toda tu vida te ha gustado la cocina?—susurré apoyando mis brazos sobre la mesa teniendo algo de frío.

—Desde que tengo memoria, mi madre adora que le cocine, papá nunca ha sido bueno en ello al igual que mi hermano—levanté mis cejas algo sorprendida.

— ¿Tienes un hermano?

—Así es, no tenemos buena comunicación, hace unos meses regresé a la ciudad.

— ¿Dónde te encontrabas?—bebí otro poco de agua.

—Cuando terminé la secundaria decidí junto a mis primos viajar a París, tengo una prima que ama la cocina tanto como yo, estudiamos a fondo todo lo que queríamos, hicimos algunos cursos y trabajamos en restaurantes que parecen ser el mismo cielo sin importar su aspecto—sonreí de lado. Me gustaba como hablaba de sus aventuras, realmente le gustaba la vida que llevaba.

—Tendrás que darme algunas clases, soy buena cocinando pero si me coloco a tu lado soy una novata por completo—bromeé escuchando su risa. Inclinó su cabeza hacia atrás causándome un cosquilleo en el estómago.

—Siempre que quieras estoy dispuesto—sonrió— ¿Y tu familia?

—Mis padres viven fuera de la ciudad, a mi madre le gusta más la vida pacífica del pueblo.

— ¿Y tu padre?

—Mi padre vive junto a ella, se la pasan discutiendo desde que tengo memoria pero siempre están junto al otro.

—Eso es bueno, ¿Tienes hermanos?—negué con la cabeza— ¿Cómo llegaste a la ciudad?

—Travesuras de adolescentes—me encogí de hombros jugando con la copa—Al terminar la secundaria tenía una amiga que lo era todo para mí, éramos casi hermanas—borré mi sonrisa—Se nos ocurrió venir a la ciudad, la hermana de mi padre tenía un departamento perfecto para mí, a los pocos meses, Teresa se vino cuando consiguió una casa ideal para ella.

— ¿Teresa?—interrumpió con cierta curiosidad.

—Era mi mejor amiga desde la secundaria—suspiré.

—Y por lo visto ya no lo son—se mostró serio. Sonreí un poco bajando la vista— ¿No es sencillo, cierto?

— ¿Qué cosa?

— ¿Seguir adelante?

Me tensé un poco, como si algo en el ambiente se hubiera quebrado. Aquella paz y tranquilidad desapareció, miré a Matt algo seria. Sus ojos se mantuvieron fijos en mí como si ya me conociera desde mucho antes.

—Tienes algo que me recuerda a alguien muy importante—susurré—Significó mucho para mí.

— ¿Está muerta esa persona?

—No, sigue respirando y supongo que ya no piensa en mí de la misma forma que antes.

— ¿No crees que podría ser al revés?—me crucé de brazos sobre la mesa.

— ¿Quién eres Matt?

Sonrió de lado, el camarero trajo nuestros platos y bebidas dejándolas sobre la mesa, en cuanto se fue, no pude comenzar a comer. Matt estaba ocultándome algo y él sabía que lo había descubierto.

—No estarás contenta con mi respuesta—tragó ante el primer bocado—Y no quiero arruinar la cena.

¿Cómo podía sacarle información?

—No arruinaré la cena.

—No creo que estés lista para saberlo—me miró con dulzura—Créeme.

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