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Capítulo 2: Seguir adelante

6 meses después

Las hojas de otoño caían una detrás de otra cada segundo, la ciudad se mantenía fresca y algo tranquila lo cual era extraño. Las personas entraban y salían de la cafetería a cada instante, Kim se ocupaba delas mesas junto conmigo y los demás empleados, su madre había venido hoy, manejaba con rapidez la caja registradora. Mientras anotaba los pedidos de los clientes mi mente se mantenía ocupada, así me gustaba, la vida continuaba y yo también debía seguir adelante.

— ¿Todo bien, Susan?—la señora White, la madre de Kimberly me sonreía un poco.

—Sí, todo bien—repetí colocando las cosas en la bandeja regresando a las mesas.

La mayoría de los presentes en el lugar se encontraban metidos en su celular, llamadas importantes, mensajes urgentes, reuniones que organizar, papeles por firmar, etc. Pocas personas parecían darse cuenta del mundo que los rodeaba, en otra oportunidad me hubiera sentido algo triste de que el trabajo consumiera a las personas pero ahora lo entendía y comprendía a la perfección.

Mientras la hora avanzaba me mantuve en el mismo ritmo, atender, servir y limpiar. Sentía la mirada de Kim en ocasiones, le sonreía un poco para demostrarle que todo estaba bien.

La chica había sido de gran ayuda desde ese desagradable encuentro de hace seis meses, intentaba olvidarlo pero en algunos momentos del día solía recordarlo sin poder evitarlo. Kim se había mudado a mi departamento, había dicho que no podía dejarme sola y menos en ese momento tan terrible. Sabía lo emocionada que estaba con mi boda, incluso yo no lo había creído en un principio, ¿Yo, Susan Reed casándose? Todo había sido muy perfecto para ser cierto.

Nadie tocaba el tema frente a mí, agradecía que no lo hicieran, aún intentaba demostrarme a mí misma que lo había superado.

Max había llamado millones de veces, preferí cambiar de número, creí que se aparecería por la cafetería o en el edificio pero eso no pasó, seguramente Teresa lo había convencido de que era mejor terminar de dejarme ir. ¿Cómo mi mejor amiga podía hacer eso? ¿Qué señales ignoré? ¿Tan estúpida había sido? Todo me parecía sacado de una novela.

Kim había insistido en que alguien más llegaría a mi vida pero después de esto no quería más relaciones. Quería estar sola, así me sentía mejor y así iba a ser.

— ¿Qué te parece si al salir de aquí pasamos por unas exquisitas hamburguesas de la esquina?—propuso mi amiga con una sonrisa. Su cabello rubio estaba recogido en un moño desarreglado, algunas veces era tan dulce pero otras veces daba miedo.

—Me parece bien—me encogí de hombros limpiándola bandeja.

— ¿Has notado al cliente que viene a lastres?—susurró acercándose un poco más para que sólo yo pudiera escucharla.

—Hay muchos clientes que vienen a esa hora—bromeé.

— ¿Todos se te quedan mirando de la forma en que él lo hace?—levantó una de sus cejas.

— ¿De qué estás hablando, Kim?

—Mira a tu derecha, a la esquina, frente a la ventana—fingió mirar alrededor sin interés. Intenté imitarla pero no me salió muy bien, en la mesa número cinco estaba un chico joven con la cabeza baja, leía un libro.

—Está leyendo, no sabes cuánto me impacta su mirada—me burlé recogiendo el nuevo pedido junto a la bandeja—Ya sabes lo que dije, nada de relaciones.

— ¿Morirás sola? Eres muy joven, Susan, tienes veinticuatro años...

—Y estoy bien así, gracias, no quiero más decepciones—me alejé sirviendo a las demás mesas. Algunas veces quisiera que me entendiera en ese punto pero nunca cambiaría.

  • ••

Cuando el reloj marcaba las 17:00 me sentía algo ansiosa por salir, quería acostarme un rato y descansar. El chico de la mesa número cinco seguía allí, ¿Cuántas tazas de café había bebido en una tarde? Intenté ver la portada del libro, al parecer era algo referente a la cocina, sorprendida levanté mis cejas, un hombre que le gustaba cocinar. Que novedad, Max odiaba preparar la cena, no era bueno en el arte culinario.

¿Por qué estoy pensando en él?

El chico notó que alguien más lo veía, aparté de inmediato la vista fingiendo revisar mi libreta, sentí el leve calor en mis mejillas, al regresar mi atención a la mesa sonreía de lado leyendo. ¿Me habrá pillado?

Su cabello era oscuro, con la luz tenía reflejos castaños, sus labios eran no muy finos, manos fuertes que parecían ser hábiles, buen cuerpo, piel no muy pálida, sentí curiosidad por ver sus ojos. Mordí mi labio algo pensativa, según Kim, aquel hombre solía mirarme pero en toda la tarde ha estado concentrado en su libro.

Me reproché por ser tan idiota, era mi amiga se suponía que intentaba animarme. Bufé negando con la cabeza.

—Susan, te necesitan allí—indicó la señora White. Me giré hacia donde señalaba, justamente era él. ¿Por qué requería de los servicios ahora? Me apresuré en verificar que mis compañeros estuvieran ocupados, en efecto, todos estaban atendiendo a los últimos clientes. Maldita sea. Respiré profundo tomando mi bandeja vacía, mientras avanzaba a su mesa me obligué a ser cortés, si la madre de Kim me pillaba siendo grosera con sus clientes probablemente me despediría.

No, la mujer era muy dulce para hacerlo. Debía seguir dando un buen ejemplo.

— ¿Podría traerme la cuenta por favor?—su voz era algo ronca. Miré las cuatro tazas de café y un plato con restos del pastel de manzana.

—En un momento, señor—recogí todo estando algo incómoda. Aquel hombre me estaba mirando, ¿Por qué me recordaba tanto a Max? ¿A qué venía ese idiota ahora? Me alejé pidiendo la cuenta de la mesa número cinco, la madre de Kim parecía notar mi nerviosismo y sonrió con diversión. Esta vez sí noté el color de sus ojos, eran de un color café oscuros, tan cálidos como el café que bebió esta tarde. Sonreí ante mis pensamientos.

—Parece estar de buen humor, señorita—de inmediato borré mi sonrisa. Aquel chico vestía con unos pantalones oscuros y un suéter blanco que marcaban sus brazos fuertes, le quedaba muy bien siendo honesta.

—Lo siento—me disculpé aclarando mi garganta.

— ¿Por sonreír? No te preocupes, es difícil sonreír en estos tiempos, ¿No cree?

No sabes cuánto...

—Completamente.

Se levantó y me sentí pequeña, era más alto que yo, quizás de la altura de Max, apenas le llegaba al cuello, tomó su chaqueta colocándosela, miré el libro de cocina sintiendo las ganas de preguntarle. Controlé mi curiosidad de niña pequeña, dejó el dinero junto a un extra de propina, agradecí con una pequeña sonrisa sintiéndome algo triste al verlo desaparecer por la puerta.

—Entonces... ¿Qué tal?—preguntó una Kim curiosa cuando regresé a la barra.

— ¿Qué tal qué?

—No seas tonta, sabes a que me refiero—rodeé los ojos—Y no vengas a decir que nada de relaciones, debes darle una oportunidad...

—Es un completo extraño, Kimberly, ¿Estás loca?

—Probablemente, quizás por eso sigo soltera—guiñó un ojo riendo. Sonreí negando con la cabeza. Definitivamente estaba loca, eché un vistazo rápido a la mesa donde hace segundos estaba aquel chico, recordé su perfume entre vainilla y masculinidad, suspiré sacudiendo la cabeza.

Sigue adelante, Susan.

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