6 meses después
Las hojas de otoño caían una detrás de otra cada segundo, la ciudad se mantenía fresca y algo tranquila lo cual era extraño. Las personas entraban y salían de la cafetería a cada instante, Kim se ocupaba delas mesas junto conmigo y los demás empleados, su madre había venido hoy, manejaba con rapidez la caja registradora. Mientras anotaba los pedidos de los clientes mi mente se mantenía ocupada, así me gustaba, la vida continuaba y yo también debía seguir adelante.
— ¿Todo bien, Susan?—la señora White, la madre de Kimberly me sonreía un poco.
—Sí, todo bien—repetí colocando las cosas en la bandeja regresando a las mesas.
La mayoría de los presentes en el lugar se encontraban metidos en su celular, llamadas importantes, mensajes urgentes, reuniones que organizar, papeles por firmar, etc. Pocas personas parecían darse cuenta del mundo que los rodeaba, en otra oportunidad me hubiera sentido algo triste de que el trabajo consumiera a las personas pero ahora lo entendía y comprendía a la perfección.
Mientras la hora avanzaba me mantuve en el mismo ritmo, atender, servir y limpiar. Sentía la mirada de Kim en ocasiones, le sonreía un poco para demostrarle que todo estaba bien.
La chica había sido de gran ayuda desde ese desagradable encuentro de hace seis meses, intentaba olvidarlo pero en algunos momentos del día solía recordarlo sin poder evitarlo. Kim se había mudado a mi departamento, había dicho que no podía dejarme sola y menos en ese momento tan terrible. Sabía lo emocionada que estaba con mi boda, incluso yo no lo había creído en un principio, ¿Yo, Susan Reed casándose? Todo había sido muy perfecto para ser cierto.
Nadie tocaba el tema frente a mí, agradecía que no lo hicieran, aún intentaba demostrarme a mí misma que lo había superado.
Max había llamado millones de veces, preferí cambiar de número, creí que se aparecería por la cafetería o en el edificio pero eso no pasó, seguramente Teresa lo había convencido de que era mejor terminar de dejarme ir. ¿Cómo mi mejor amiga podía hacer eso? ¿Qué señales ignoré? ¿Tan estúpida había sido? Todo me parecía sacado de una novela.
Kim había insistido en que alguien más llegaría a mi vida pero después de esto no quería más relaciones. Quería estar sola, así me sentía mejor y así iba a ser.
— ¿Qué te parece si al salir de aquí pasamos por unas exquisitas hamburguesas de la esquina?—propuso mi amiga con una sonrisa. Su cabello rubio estaba recogido en un moño desarreglado, algunas veces era tan dulce pero otras veces daba miedo.
—Me parece bien—me encogí de hombros limpiándola bandeja.
— ¿Has notado al cliente que viene a lastres?—susurró acercándose un poco más para que sólo yo pudiera escucharla.
—Hay muchos clientes que vienen a esa hora—bromeé.
— ¿Todos se te quedan mirando de la forma en que él lo hace?—levantó una de sus cejas.
— ¿De qué estás hablando, Kim?
—Mira a tu derecha, a la esquina, frente a la ventana—fingió mirar alrededor sin interés. Intenté imitarla pero no me salió muy bien, en la mesa número cinco estaba un chico joven con la cabeza baja, leía un libro.
—Está leyendo, no sabes cuánto me impacta su mirada—me burlé recogiendo el nuevo pedido junto a la bandeja—Ya sabes lo que dije, nada de relaciones.
— ¿Morirás sola? Eres muy joven, Susan, tienes veinticuatro años...
—Y estoy bien así, gracias, no quiero más decepciones—me alejé sirviendo a las demás mesas. Algunas veces quisiera que me entendiera en ese punto pero nunca cambiaría.
Cuando el reloj marcaba las 17:00 me sentía algo ansiosa por salir, quería acostarme un rato y descansar. El chico de la mesa número cinco seguía allí, ¿Cuántas tazas de café había bebido en una tarde? Intenté ver la portada del libro, al parecer era algo referente a la cocina, sorprendida levanté mis cejas, un hombre que le gustaba cocinar. Que novedad, Max odiaba preparar la cena, no era bueno en el arte culinario.
¿Por qué estoy pensando en él?
El chico notó que alguien más lo veía, aparté de inmediato la vista fingiendo revisar mi libreta, sentí el leve calor en mis mejillas, al regresar mi atención a la mesa sonreía de lado leyendo. ¿Me habrá pillado?
Su cabello era oscuro, con la luz tenía reflejos castaños, sus labios eran no muy finos, manos fuertes que parecían ser hábiles, buen cuerpo, piel no muy pálida, sentí curiosidad por ver sus ojos. Mordí mi labio algo pensativa, según Kim, aquel hombre solía mirarme pero en toda la tarde ha estado concentrado en su libro.
Me reproché por ser tan idiota, era mi amiga se suponía que intentaba animarme. Bufé negando con la cabeza.
—Susan, te necesitan allí—indicó la señora White. Me giré hacia donde señalaba, justamente era él. ¿Por qué requería de los servicios ahora? Me apresuré en verificar que mis compañeros estuvieran ocupados, en efecto, todos estaban atendiendo a los últimos clientes. Maldita sea. Respiré profundo tomando mi bandeja vacía, mientras avanzaba a su mesa me obligué a ser cortés, si la madre de Kim me pillaba siendo grosera con sus clientes probablemente me despediría.
No, la mujer era muy dulce para hacerlo. Debía seguir dando un buen ejemplo.
— ¿Podría traerme la cuenta por favor?—su voz era algo ronca. Miré las cuatro tazas de café y un plato con restos del pastel de manzana.
—En un momento, señor—recogí todo estando algo incómoda. Aquel hombre me estaba mirando, ¿Por qué me recordaba tanto a Max? ¿A qué venía ese idiota ahora? Me alejé pidiendo la cuenta de la mesa número cinco, la madre de Kim parecía notar mi nerviosismo y sonrió con diversión. Esta vez sí noté el color de sus ojos, eran de un color café oscuros, tan cálidos como el café que bebió esta tarde. Sonreí ante mis pensamientos.
—Parece estar de buen humor, señorita—de inmediato borré mi sonrisa. Aquel chico vestía con unos pantalones oscuros y un suéter blanco que marcaban sus brazos fuertes, le quedaba muy bien siendo honesta.
—Lo siento—me disculpé aclarando mi garganta.
— ¿Por sonreír? No te preocupes, es difícil sonreír en estos tiempos, ¿No cree?
No sabes cuánto...
—Completamente.
Se levantó y me sentí pequeña, era más alto que yo, quizás de la altura de Max, apenas le llegaba al cuello, tomó su chaqueta colocándosela, miré el libro de cocina sintiendo las ganas de preguntarle. Controlé mi curiosidad de niña pequeña, dejó el dinero junto a un extra de propina, agradecí con una pequeña sonrisa sintiéndome algo triste al verlo desaparecer por la puerta.
—Entonces... ¿Qué tal?—preguntó una Kim curiosa cuando regresé a la barra.
— ¿Qué tal qué?
—No seas tonta, sabes a que me refiero—rodeé los ojos—Y no vengas a decir que nada de relaciones, debes darle una oportunidad...
—Es un completo extraño, Kimberly, ¿Estás loca?
—Probablemente, quizás por eso sigo soltera—guiñó un ojo riendo. Sonreí negando con la cabeza. Definitivamente estaba loca, eché un vistazo rápido a la mesa donde hace segundos estaba aquel chico, recordé su perfume entre vainilla y masculinidad, suspiré sacudiendo la cabeza.
Sigue adelante, Susan.
Desperté con la poca luz que entraba por la ventana del balcón de mi habitación. Suspiré con pereza y cansancio cerrando mis ojos unos segundos más, me concentré en el departamento escuchando algunos pasos. Kim ya estaba despierta, miré el despertador identificando la hora, las 10:25 de la mañana. Tomé mi celular encendiéndolo, esperando que sus funciones y aplicaciones se cargaran decidí levantarme entrando al baño.Me miré al espejo recogiendo mi cabello despeinado en una coleta, era de piel pálida, labios un poco rellenos y rosados, nariz fina, ojos verdosos no muy pequeños, delgada, dela estatura de Kim, término medio, digámoslo así, cejas oscuras y cabello ondulado completamente negro. A Max le gustaba jugar con las puntas, las ondulaba más de lo normal, sus manos en mi cabello solían calmarme siempre que algo salía mal. Sonre
El auto se detuvo frente a mi edificio, Matt se encargó de ayudarnos pero insistí en que no era necesario. Kim tomó las bolsas decidiendo dejarme a solas con el chico. Iba a matarla por eso.—Gracias por traernos—sonreí un poco. Duke se había quedado en el asiento de copiloto mirando jugando con una pequeña pelota.—De nada, señorita.—Puedes llamarme Susan, señorita es algo...incómodo—pedí. Río bajo haciéndome sentir algo de felicidad, sus ojos café brillaron.—De acuerdo, Susan—caminó hacia su auto. Subí los escalones con el bolso que había llevado al parque, me giré mirándolo.— ¿Te veré en la cafetería?—alcé un poco la voz. Abrió la puerta del auto pero antes de subir asintió con una sonrisa la cual ya estaba acostumbrada a ve
¡Lunes! Inicio de la semana, el día que tiene más alboroto y más clientes en la cafetería a mi parecer. Llegué al trabajo como a las 12:50. A la 1:00 comenzaba mi turno, saludé algunos de mis compañeros cambiándome en los vestidores de mujeres. El uniforme de aquí no era la gran cosa. Unos pantalones de vestir negro, camisa de tirantes blanca con un chaleco de pocas mangas color gris, Kimberly lo odiaba pero yo lo amaba. Era mejor que caminar entre los hombres con una falda.Preferí dejar mi cabello suelto notando algunos rulos en las puntas, tomé unos débiles mechones sosteniéndolos con una liga blanca, sonreí un poco frente al pequeño espejo de mi casillero. Un día común y corriente.—Adivina quién me acaba de escribir—escuché decir a una muy contenta Kim.—No lo sé pero estoy segura de que vas a de
La cena había sido demasiado buena para mi gusto, a pesar de las dudas que Matt me dejaba todo había transcurrido bien. Me sorprendí a mí misma al descubrir que quería repetirlo pero no, no volvería a caer. Mientras Matt conducía, la música sonaba en un volumen perfecto para el momento. Algunos autos circulaban por la ciudad mientras las luces nos acompañaban a cualquier lugar que fuéramos.— ¿Qué te pareció la cena? ¿Valió la pena mi invitación?—preguntó sacándome de mis pensamientos.—Creo que sí—sonreí un poco—Gracias por esa exquisita comida.—No hay de qué—sonrió satisfecho por ese cumplido— ¿Mañana debes trabajar?—Así es—suspiré—A la misma hora de siempre.— ¿Sabes? Este viernes hay un
Era jueves finalmente, la semana se había ido con lentitud, Kim terminaba de arreglarse para ir con Carlos a la fiesta, veía una película de acción en la televisión, ya me sabía el final la había visto miles de veces.—¿Qué te parece?—miré a mi amiga que había salido con una falda algo corta que se movía con cada movimiento, blusa negra que brillaba con cualquier tipo de luz y una chaqueta blanca sin ignorar las botas de tobillos con tacones. Su cabello iba suelto completamente liso, sonrió esperando una respuesta.—Todo lo que tienes grita tu nombre.—Gracias—río un poco acercándose a su celular que dejo en la mesa— ¿Te quedarás aquí sola?—Estaré bien.— ¿Segura que no quieres ir?—se sentó a mi lado suplicando—Podrías invitar a Matt.
La fiesta había transcurrido sin problema, creí que el ambiente sería incómodo pero no, Matt realmente hacía que todo estuviera bien. De vez en cuando lo miraba pensativa, ¿Realmente iba a besarlo? ¿Realmente sentía algo lo suficientemente fuerte como para querer besarme o simplemente era un juego? Perfecto, era la chica perfecta para esos estúpidos juegos.Kim había salido a encontrarse con su madre, debían hacer algunas remodelaciones a la cafetería, yo en cambio me encontraba sentada frente a un espejo, estaba en la peluquería, después de tanto pensarlo decidí que era momento de cambiar de apariencia. Quizás el hecho de ver a Matt era de ayuda también.Después de salir de allí quise ir a comprar algo adecuado para esta noche, la tarde en la cafetería fue muy estresante, no supe cuántos clientes había atendido, mant
Era la hora de cenar, mantenía mi vista en mis cubiertos. Sentía las miradas no tan discretas de Max, la tensión en mis hombros comenzaba a doler, miré la mano que se acercaba tomando la mía, Matt me sonreía un poco intentando animarme, quise devolverle el gesto pero no, el muy idiota sabía que seguía furiosa con él. ¿Qué planeaba con todo esto?Aparté mi mano enderezándome en mi lugar pinchando la pasta que estaba en mi plato, los señores Miller hablaban sobre algo que no podía comprender. Aquellos señores iban a ser mis suegros, lo fueron por un tiempo pero su hijo tuvo el descaro de engañarme con mi mejor amiga. Aris, la prima de los gemelos, se encontraba frente a mí, sonrió un poco mirándome.—Matt me dijo que trabajas en la cafetería del centro.—Sí, así es.Max charlaba ahora co
Desperté con un dulce y exquisito olor acompañándome, no me costó identificarlo, sabía de quien era. Estiré mis brazos y piernas intentando despertar cada parte de mi cuerpo, bostecé un poco abriendo mis ojos encontrándome con las ventanas llenas de gotitas, estaba lloviendo y... ¿Dónde estaba? Esta no era mi habitación.Me levanté quedando sentada en la suave cama, mi cabello estaba hecho un desastre, pasé mis manos por mis ojos para despertarme. Cierto, me había quedado despierta hasta tarde charlando con Matt, me sonrojé al caer en cuenta de que estaba durmiendo en su habitación. Sonreí mordiendo mi labio incorporándome, sentía la madera fría bajo mis pies descalzos, salí del cuarto bajando las escaleras a la sala pero el ruido de la cocina llegó hasta mí.— ¡Duke!—sonreí en cuanto e