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Sola
Sola
Por: Yalimar Yanez
Capítulo 1: Típico desastre

La lluvia aliviaba la cantidad de clientes en la cafetería, adoraba estos días, limpiaba algunas mesas llevando todo hacia la barra donde Kim organizaba todo. Recogí mi cabello en una coleta baja dejando algunos mechones libres.

— ¿Has pensado cuándo buscarás el vestido para tu boda?—recordó encargándose de la bandeja con los platos sucios.

—Tenemos tiempo de sobra—sonreí revisando mi celular donde se encontraba de fondo de pantalla una foto donde Max y yo nos besábamos. Suspiré como tonta, era increíble como aquel chico me había enamorado. Negué con la cabeza regresando a la realidad—Además, siempre estamos ocupadas.

—Sólo porque te encanta venir a trabajar—se encogió de hombros— ¿Te parece si vamos este sábado?

—De acuerdo pero no usaré nada ajustado ni muy corto, odio esos vestidos de novia modernos...

 —Pues Max piensa distinto—acusó sonrojándome.

—Estaba pensando en ir a su casa y prepararle algo de comer, ya sabes, una cena sorpresa—sus ojos azules brillaron mirándome.

—Entiendo, comida, vino, cama, sábanas...—río en cuanto golpeé su hombro—Deberías irte de una vez, no hay mucho trabajo.

— ¿Crees que tu madre esté de acuerdo con eso?

La madre de Kim era la dueña de la cafetería que tantos empresarios conocían, era una mujer dulce y trabajadora. En un principio no estuvo de acuerdo con dejar que su hija trabajara para ella pero Kim parecía gustarle lo que hacía, encargarse de que todo esté limpio, algunas veces se encontraba en la caja manejando el dinero y otras veces era camarera como yo.

La chica hacía de todo un poco.

—Puedo decirle que te sentías mal—guiñó un ojo con picardía—Ve, consiente a tu prometido sexy.

Sin pensarlo dos veces me apresuré a cambiarme en los vestidores, me abrigué bien con el pésimo clima de la tarde, miré la hora en mi celular, eran las 17:30. Max estaría trabajando en la ferretería, no vivíamos juntos por decisión mía, quería hacerlo cuando estuviéramos realmente casados, salí de la cafetería con mi bolso en el hombro, el paraguas me protegió de las gotas que caían por unos minutos ya que el resto fue rápido gracias al taxi.

Se detuvo frente a uno de los edificios a la hora después, comenzaba a pensar en los ingredientes que usaría para nuestra cena. Estaba segura de que le encantaría, el chico se la pasaba trabajando todo el tiempo, solíamos hacernos sorpresas mutuas y éste era mi turno.

Introduje la llave girándola y entrando, para mi sorpresa las luces estaban encendidas, dejé mi bolso sobre la pequeña mesa que estaba junto a la puerta. Cerré la puerta escuchando algo a lo lejos, miré el departamento de Max temiendo que mi sorpresa se hubiera arruinado, no, no podía ser posible, por la mañana me había dicho que estaría trabajando hasta tarde. ¿Quién más podría estar en su departamento?

Caminé hacia el sofá encontrando un bolso de mujer, era oscuro y de cuero, se me hizo parecido al de mi mejor amiga Teresa, confusa aún, noté la puerta de la habitación entreabierta, de allí venían los ruidos. Me acerqué lentamente escuchando con más claridad, aquellos ruidos eran gemidos y gemidos de placer, mi pecho comenzó a doler, mis manos temblaron y mi cabeza parecía estar siendo golpeada contra el suelo. Contuve la respiración al ver dos figuras frotarse una y otra vez entre las sábanas, la figura masculina tenía el cabello cobrizo, espalda ancha y atractiva, noté algunos lunares desde donde estaba, ambos giraron, las lágrimas no tardaron en aparecer cuando identifiqué a la chica.

Cabello rubio y largo, piel pálida, labios rellenos y ojos azules. Era Teresa y ese chico era Max, cubrí mi boca con mi mano retrocediendo. Se estaban besando con intensidad, sus manos acariciaban la piel del otro, sus cuerpos estaban juntos y se movían al mismo ritmo. Mi cintura tocó el jarrón haciéndolo caer, ambos se separaron notando que alguien más los acompañaba.

— ¡Susan!

La voz de Max me hizo correr, respirando con dificultad tomé mi bolso saliendo de allí, presioné varias veces el ascensor, ¡Maldita sea! ¿Por qué no funcionaba? Escuché de nuevo mi nombre, esta vez se encontraba vestido pero sin camisa. Miré las escaleras dispuesta a correr pero su mano tomó mi brazo antes de que pudiera moverme.

— ¡Suéltame!—sollocé— ¡No quiero que me toques!

—Puedo explicarlo, enserio...

— ¡Suéltame!—logré zafarme de él, corrí hacia los escalones apresurándome en salir de ese maldito lugar.

  • ••

La lluvia seguía cayendo afuera, al parecer nunca iba a parar, las sábanas de mi cama cubrían mis piernas, lloraba sin poder detenerme, ¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿En qué había fallado? ¿Acaso no fui lo suficientemente buena para él? ¿Y cómo mi mejor amiga pudo traicionarme así? ¡Dios mío! Acostarse con el hombre que iba a casarse conmigo...

Las lágrimas regresaron con más fuerza, me dejé caer por completo en la cama abrazando mi almohada, cada vez que cerraba mis ojos los veía juntos, uno disfrutando del otro. Intenté respirar con calma, debía ser fuerte, ¿Por qué lloraba por un hombre? No, nunca hiciste nada malo Susan, él fue quien falló, él fue quien necesitó tener a alguien más. El cobarde aquí es Max, no tú.

Mi celular sonaba una y otra vez, ni siquiera me molesté en ver su nombre. Debía hablar con Kim, después de planificar lo del vestido esto tenía que pasar, limpié mis mejillas, ¿Y si era una señal? ¿Y si siendo la esposa de Max él se atrevía a engañarme? ¿Cuántas veces se habrán visto Teresa y él? ¿Cuántas veces ese "Llegaré tarde" era un encuentro con ella?

El llanto se detuvo de repente, mi cabeza dolía al igual que mi pecho, miré mi celular ignorando las llamadas perdidas de Max y hasta algunas de Teresa, busqué el número de Kimberly llamándola. Suspiré controlando mis ganas de asesinar a alguien.

— ¡No me digas! ¿Qué se te olvidó ahora? ¿Qué necesitas?—su tono alegre provocó un nudo en mi garganta pero me contuve, no quería llorar por un idiota que no supo valorarme, dolía, sí, pero mi madre no estaría contenta de verme así.

—Necesito un momento de tu atención—mi voz se quebró al final. Tragué con dificultad limpiando las lágrimas silenciosas que caían por mis mejillas.

— ¿Qué sucedió?—toda su alegría se había esfumado. 

—No lo sé, no sé qué sucedió, Kim—mordí mi labio dejando salir un rato más el dolor—Sólo sé que todo se arruinó, todo se perdió, de nada vale recordarlo.

Oh, no, cielo, ¿Por qué dices eso, cariño?—ahí estaba ese lado dulce que usaba para suavizar los momentos difíciles. Sollocé obteniendo su silencio—Susan, ¿Con quién lo viste?

— ¿Cómo lo sabes?

Cariño, no es la primera vez que una amiga me llama para decirme algo así—suspiró— ¿Con quién lo viste?—insistió.

Los recuerdos vinieron con más nitidez al igual que los gemidos. Cubrí mi oreja libre negando con la cabeza.

—Teresa Brown—más lágrimas.

— ¿Tu mejor amiga? ¿La de la secundaria?—noté su asombro y luego su enojo—Es una zorra de m****a, ¿Qué demonios estaba pensando? Voy a matarla si llega a aparecer por aquí, lo mismo haré con el idiota de Max, ¡¿Qué le sucede al mundo hoy?!

—No, no es necesario, créeme.

Sí lo es, Susan, ese idiota se iba a casar contigo...

—Y por eso mismo no es necesario reclamarle a un idiota—limpié mis lágrimas aclarando mi garganta—Mañana te contaré mejor en el trabajo, necesito una amiga en este momento.

—Y aquí la tienes, no te preocupes cielo.

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