Luego de terminar de escuchar todas las cosas que dijeron Leviña y Rigoberto. Trinidad se dirigió con su padre el señor Muñóz a realizar una visita. Quería ver con sus propios ojos a Esteban Duarte y enfrentarlo. Tenía que saber quien era el que había mandado a prender fuego a la iglesia con ella adentro. Porque sí, ya sabían que Humberto Fuentes lo habían obligado a confeccionar el mecanismo que accionaba la puerta para que se cerrara. Pero, ¿quién era el que estaba interesado en hacer esa atrocidad? Trinidad no creía que fuera Esteban Duarte, porque él tenía obsesión con casarse con ella, no podía creer que él hubiese hecho eso. Después de salir del área de interrogación, Trinidad y su padre, el señor Muñoz, caminaron por los fríos y sombríos corredores de la prisión. El lugar estaba lleno de un silencio opresivo, roto solo por el eco de sus pasos y el ocasional gruñido de un prisionero. Finalmente llegaron a la celda de Esteban Duarte. A través de las barras podían ver a Esteban
Esteban bajó la mirada, avergonzado. En verdad él había corrido como un loco adentrándose en aquella iglesia en llamas llamándola desesperado, hasta caer inconsciente por el humo y un bombero lo había rescatado. Cuando recobró la conciencia la vio junto a Viviana buscando a Hugo entre los escombros de la iglesia y se sintió muy culpable y corrió lejos de ella. Pero no le dijo nada. —Lo sé, Trinidad. Fue horrible, y lamento profundamente lo que hice. Pero te prometo que no tuve nada que ver con el intento de asesinato en la iglesia. Eso fue obra de mi padre, estoy seguro. Aunque no tengo pruebas para asegurarlo. El señor Muñoz se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. Algo no estaba bien en esa historia, lo sabía por el modo en que Esteban esquivaba la mirada de su hija. —Esteban, si lo que dices es verdad, entonces tu padre es un hombre muy peligroso. Y si él está detrás de todo esto, tenemos que proteger a Trinidad y a sus bebés. Esteban miró el vientre abultado de Trinidad que
Esteban se quedó en silencio por un momento, luchando con sus emociones. Luego, finalmente, habló.—Trinidad, la verdad es que…, tenía miedo,— admitió, su voz apenas un susurro. —Miedo de enfrentarme a mi padre, miedo de lo que él podría hacerle a ti y a Hugo si me oponía a él. Y sí, también tenía miedo de lo que tú pensarías de mí si te contaba toda la verdad. Hizo una pausa, mirando a Trinidad a los ojos. Que lo escudriñaba como si quisiera leer sus pensamientos. —Sabía que mi padre te quería para él. Sabía que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguirlo. Pero no podía soportar la idea de que te convirtieras en su víctima. Así que hice lo único que pensé que podría protegerte: me alejé. Y sí, tienes razón. Fui un cobarde. Debería haber venido a ti y contarte todo. Pero tenía miedo de perder lo único bueno en mi vida: tú. Y por eso, te lastimé más de lo que nunca podría perdonarme. Las palabras de Esteban colgaron en el aire entre ellos, pesadas y llenas de remordimie
Al regresar, la casa del señor Muñóz estaba envuelta en un silencio sepulcral. El único sonido que se escuchaba era el tintineo de los cubiertos en la cocina, indicando que Viviana y la señora Asunción estaban allí. El resto de la casa estaba sumido en la oscuridad y un silencio lúgubre. Hugo avanzó cautelosamente hacia la habitación matrimonial que compartía con su amada esposa Trinidad. Al entrar, la encontró acurrucada en la cama, abrazada a su almohada, durmiendo profundamente. Sin querer molestarla, se dirigió al baño para darse una ducha. Había estado en el hospital y no quería correr el riesgo de transmitirle cualquier posible enfermedad.Con delicadeza, se deslizó en la cama, reemplazando la almohada en los brazos de su esposa por su cuerpo. Fue entonces cuando notó una lágrima que aún permanecía en el rabillo del ojo de Trinidad. ¿Por qué había llorado? Se preguntó, mientras la estrechaba suavemente contra su pecho, tratando de no despertarla. Con un tierno beso, secó esa l
Los ojos de los tres hombres se volvieron con incredulidad y esperanza hacia el señor Muñóz, quien avanzó y estrechó la mano de cada uno antes de sentarse frente a ellos. —Ayer, Esteban Duarte nos reveló toda la verdad.La sorpresa se apoderó del ambiente con esta noticia. No podían creer que Esteban fuera capaz de hacer algo así. Era el presunto cerebro detrás de todo lo ocurrido, o eso era lo que ellos pensaban. Aunque habían logrado arrestarlo y permanecía en prisión, a diferencia de Leviña, Rigoberto y Smith, se había negado a colaborar con las autoridades para resolver los problemas. Viendo las caras llenas de dudas e incredulidad, el señor Muñóz continuó:—Esteban siempre ha estado enamorado de Trinidad y decidió confesarnos todo a ella y a mí ayer cuando fuimos a visitarlo a su celda después de la interrogación a Leviña y Rigoberto. No solo nos reveló todo, sino que también está dispuesto a testificar contra el verdadero cabecilla.—¿Trini fue a ver a Esteban a la prisión? —pr
Viviana pasaba la mayor parte del tiempo acostada en su cama, preocupada por el bienestar de su embarazo. No se sentía bien en absoluto, estaba extremadamente débil. A pesar de ello, se esforzaba por comer la comida que su madre le preparaba todos los días, aunque gran parte de ella terminaba vomitada. Trinidad, como siempre, no dejaba de visitarla cada día y le contaba todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. A Viviana le preocupaba que Trinidad no pudiera contar con su apoyo y no poder estar a su lado en estos momentos difíciles. Por otro lado, su prometido, el señor Muñoz, se había vuelto muy callado. Desde que descubrió todas las adversidades que habían hecho sufrir a su única hija, un gran temor se había apoderado de él. Le preocupaba no poder cuidar adecuadamente a su próximo hijo, especialmente ahora que estaba envejeciendo. El señor Muñoz, con sus cuarenta y cinco años, se encontraba en una etapa de su vida en la que el temor a no poder cuidar adecuadamente a su próx
Hugo miraba a su linda esposa embarazada de gemelos, Trinidad, dormida apaciblemente en su lecho matrimonial. Había acabado de regresar y eran pasadas las doce de la noche. La tenue luz de la luna entraba por la ventana, iluminando a su esposa que le parecía más hermosa que nunca. Debía explicarle tantas cosas, pero esperaría a que amaneciera y ella descansara completamente.Se introdujo en el baño y tomó una larga ducha. Estaba realmente cansado de todo lo que le había sucedido durante toda su vida. Afortunadamente, había recuperado a sus padres y logrado salvar a su adorada esposa de aquel incendio infernal. A pesar de que Esteban Duarte había confesado todo, diciendo que todo era obra de su padre de crianza, Orlando Duarte, Hugo tenía la sospecha de que era obra de alguien más. Además, no podía olvidar a Regina, quien había estado moviendo sus hilos para su propio interés y el de su hijo Marcus, a quien aún no habían logrado atrapar. Hugo salió del baño y se acercó a la cama, obs
Hugo se quedó atónito ante la revelación de Trinidad. La idea de que su propio profesor los hubiera involucrado en algo así desde esa época de estudiantes era impactante.—No puedo creerlo. ¿Estás diciendo que ellos estaban involucrados en algo así desde ese tiempo Trini? ¿Y nosotros también podríamos estar implicados? No recuerdo haber aceptado ni participar en nada de eso —dijo Hugo tratando de recordar si lo había olvidado.Trinidad al verlo frunció el ceño y negó con la cabeza. Estaba claro para ella que su esposo no recordaba bien ese tiempo.—¡No, Hugo! Nosotros rechazamos su oferta y se ofendió. ¿Cómo no te acuerdas? Dijo que nos íbamos a arrepentir por no ver el bien superior sobre las codicias de la gente común. Nos reímos mucho en lo que se alejaba. A lo mejor eso lo ofendió y decidió vengarse de nosotros.Hugo quedó pensativo por un momento, y de repente recordó algo que alguien le había mencionado hacía mucho tiempo en su grupo de compañeros del aula. Se volvió hacia Trini