Hugo no podía contener la emoción que lo invadió al enterarse de que sus adorados padres estaban vivos. Una oleada de alegría y felicidad recorrió todo su ser, llenando su corazón de esperanza. Recordaba vívidamente los momentos amorosos que compartieron juntos antes del trágico accidente, el cálido abrazo de su madre, las risas compartidas y el amor incondicional que siempre le brindaron. Durante todos esos años, Hugo había sentido un vacío en su corazón, una sensación de pérdida y soledad que ahora parecía desvanecerse. La noticia de que sus padres estaban vivos le dio una nueva perspectiva llena de esperanza y posibilidades. Ahora tenía la oportunidad de reunirse con ellos, abrazarlos y escuchar sus voces nuevamente. Las lágrimas de felicidad rodaron por sus mejillas mientras dejaba que la realidad de la situación se hundiera en su mente. La idea de tener a sus padres de vuelta en su vida era un sueño hecho realidad, un regalo inesperado que llenaba su corazón de gratitud.—Está
Luego de que Hugo visitara a su mamá y hablara con su papá, que para su asombro decidió irse con él para su casa y no con Máximo para la suya, está emocionado al llegar presentando a Trinidad. Sin embargo, nadie los había preparado para lo que pasaría.—Papá, mira te presento a mi querida esposa y madre de mis hijos, Trinidad.—¡Usted!Fue la reacción tanto de Humberto Fuentes como de Trinidad. Ambos con expresión de sorpresa que cambió a una de rechazo y odio.—¿Qué sucede? —preguntó no solo Hugo, sino el señor Muñóz que por instinto se colocó al lado de su hija. —¿Se conocen?—Que lo expliqué él —dijo Trinidad—lo siento Hugo, no puedo permanecer más en la misma habitación que esté ese hombre.Y sin ninguna explicación se retiró en compañía de su padre que tampoco entendía nada. Hugo ahora receloso se giró para su padre en busca de respuesta. Humberto Fuentes se pasó la mano por la frente como si quisiera aclarar sus pensamientos.—Hugo, esto es complicado. No sé por dónde empezar.—
Por otro lado, Trinidad y su padre, el señor Muñóz, escucharon atentamente toda la conversación entre el señor Humberto Fuentes y su hijo Hugo desde el cuarto de vigilancia. Se miraron el uno al otro, buscando respuestas en sus rostros.—¿Qué opinas de todo esto, papá? —preguntó Trinidad, con una mezcla de preocupación y decepción en su voz.—No lo sé, Trinidad. La situación de ellos es realmente lamentable. Es cierto que Leviña y Rigoberto malversaron una gran cantidad de fondos de la empresa. Lamento haber confiado en ellos y haberles dado la dirección de tu negocio —respondió su padre, con pesar en su voz.—No te disculpes, papá. También fue mi culpa por no confiar en ti y no haberte avisado de inmediato lo que estaba ocurriendo. Pude haber tomado medidas y Viviana podría haberse hecho cargo de todo. Fue una etapa difícil para mí, papá. ¿Qué crees que debería hacer ahora?El señor Muñóz reflexionó por un momento antes de responder. Sabía que su hija buscaba orientación y apoyo en e
Luego de terminar de escuchar todas las cosas que dijeron Leviña y Rigoberto. Trinidad se dirigió con su padre el señor Muñóz a realizar una visita. Quería ver con sus propios ojos a Esteban Duarte y enfrentarlo. Tenía que saber quien era el que había mandado a prender fuego a la iglesia con ella adentro. Porque sí, ya sabían que Humberto Fuentes lo habían obligado a confeccionar el mecanismo que accionaba la puerta para que se cerrara. Pero, ¿quién era el que estaba interesado en hacer esa atrocidad? Trinidad no creía que fuera Esteban Duarte, porque él tenía obsesión con casarse con ella, no podía creer que él hubiese hecho eso. Después de salir del área de interrogación, Trinidad y su padre, el señor Muñoz, caminaron por los fríos y sombríos corredores de la prisión. El lugar estaba lleno de un silencio opresivo, roto solo por el eco de sus pasos y el ocasional gruñido de un prisionero. Finalmente llegaron a la celda de Esteban Duarte. A través de las barras podían ver a Esteban
Esteban bajó la mirada, avergonzado. En verdad él había corrido como un loco adentrándose en aquella iglesia en llamas llamándola desesperado, hasta caer inconsciente por el humo y un bombero lo había rescatado. Cuando recobró la conciencia la vio junto a Viviana buscando a Hugo entre los escombros de la iglesia y se sintió muy culpable y corrió lejos de ella. Pero no le dijo nada. —Lo sé, Trinidad. Fue horrible, y lamento profundamente lo que hice. Pero te prometo que no tuve nada que ver con el intento de asesinato en la iglesia. Eso fue obra de mi padre, estoy seguro. Aunque no tengo pruebas para asegurarlo. El señor Muñoz se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. Algo no estaba bien en esa historia, lo sabía por el modo en que Esteban esquivaba la mirada de su hija. —Esteban, si lo que dices es verdad, entonces tu padre es un hombre muy peligroso. Y si él está detrás de todo esto, tenemos que proteger a Trinidad y a sus bebés. Esteban miró el vientre abultado de Trinidad que
Esteban se quedó en silencio por un momento, luchando con sus emociones. Luego, finalmente, habló.—Trinidad, la verdad es que…, tenía miedo,— admitió, su voz apenas un susurro. —Miedo de enfrentarme a mi padre, miedo de lo que él podría hacerle a ti y a Hugo si me oponía a él. Y sí, también tenía miedo de lo que tú pensarías de mí si te contaba toda la verdad. Hizo una pausa, mirando a Trinidad a los ojos. Que lo escudriñaba como si quisiera leer sus pensamientos. —Sabía que mi padre te quería para él. Sabía que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguirlo. Pero no podía soportar la idea de que te convirtieras en su víctima. Así que hice lo único que pensé que podría protegerte: me alejé. Y sí, tienes razón. Fui un cobarde. Debería haber venido a ti y contarte todo. Pero tenía miedo de perder lo único bueno en mi vida: tú. Y por eso, te lastimé más de lo que nunca podría perdonarme. Las palabras de Esteban colgaron en el aire entre ellos, pesadas y llenas de remordimie
Al regresar, la casa del señor Muñóz estaba envuelta en un silencio sepulcral. El único sonido que se escuchaba era el tintineo de los cubiertos en la cocina, indicando que Viviana y la señora Asunción estaban allí. El resto de la casa estaba sumido en la oscuridad y un silencio lúgubre. Hugo avanzó cautelosamente hacia la habitación matrimonial que compartía con su amada esposa Trinidad. Al entrar, la encontró acurrucada en la cama, abrazada a su almohada, durmiendo profundamente. Sin querer molestarla, se dirigió al baño para darse una ducha. Había estado en el hospital y no quería correr el riesgo de transmitirle cualquier posible enfermedad.Con delicadeza, se deslizó en la cama, reemplazando la almohada en los brazos de su esposa por su cuerpo. Fue entonces cuando notó una lágrima que aún permanecía en el rabillo del ojo de Trinidad. ¿Por qué había llorado? Se preguntó, mientras la estrechaba suavemente contra su pecho, tratando de no despertarla. Con un tierno beso, secó esa l
Los ojos de los tres hombres se volvieron con incredulidad y esperanza hacia el señor Muñóz, quien avanzó y estrechó la mano de cada uno antes de sentarse frente a ellos. —Ayer, Esteban Duarte nos reveló toda la verdad.La sorpresa se apoderó del ambiente con esta noticia. No podían creer que Esteban fuera capaz de hacer algo así. Era el presunto cerebro detrás de todo lo ocurrido, o eso era lo que ellos pensaban. Aunque habían logrado arrestarlo y permanecía en prisión, a diferencia de Leviña, Rigoberto y Smith, se había negado a colaborar con las autoridades para resolver los problemas. Viendo las caras llenas de dudas e incredulidad, el señor Muñóz continuó:—Esteban siempre ha estado enamorado de Trinidad y decidió confesarnos todo a ella y a mí ayer cuando fuimos a visitarlo a su celda después de la interrogación a Leviña y Rigoberto. No solo nos reveló todo, sino que también está dispuesto a testificar contra el verdadero cabecilla.—¿Trini fue a ver a Esteban a la prisión? —pr