—3 horas antes de la fiesta de compromiso—
Movía mis piernas con impaciencia, estos últimos días habían sido como un cuchillo afilado para mí, quería estar segura de que podía enfrentar mi pasado con la cabeza en alto, pero ahora que había llegado el momento de hacerlo no me sentía tan segura, era como si toda la confianza y ganas de venganza hubieran salido corriendo.
La puerta principal se abrió y corrí hacia ella, uno de los hombres de Nikolay entró con un paquete entre sus manos.
—Es para usted señorita.
—Muchas gracias —tomé el paquete y corrí hacia mi habitación para abrirlo, parecía una niña pequeña abriendo sus regalos de navidad.
Saqué con cuidado el vestido color negro, su tela era tan suave que froté mi rostro contra ella.
Me miré al espejo y puse el vestido sobre mi cuerpo y sonreí al imaginármelo puesto.
—Es un vestido muy bonito —me sobresalté al escuchar a Nikolay.
—No escuché cuando llegaste —mencioné, puse el vestido delicadamente sobre la cama y me acerqué a él para besar su mejilla —Hola —saludé y sin esperar respuesta me dirigí al baño, no quería otro sermón de "¿En serio estás lista para esto?" Ya tenía bastante con los nervios carcomiéndome las venas.
Esto no se trataba si estaba lista o no, la cuestión era que debía estarlo, quiera o no, este era el momento que había estado esperando desde hace tres años.
Me di una ducha caliente y al salir envolví mi cuerpo en una bata, Nikolay estaba sentado en el borde de la cama mirando a un punto fijo de la habitación.
—¿Pasa algo? —pregunté.
—El vestido ¿Para qué es?
Fruncí el ceño ante su pregunta y me senté a su lado.
—Para la fiesta de ahora ¿Se te olvidó? —él suspiró con frustración y se frotó el rostro —¿En serio lo olvidaste?
—¿Cómo voy a olvidar esa m*****a fiesta? solo esperaba que tu si lo hicieras —alzó la voz y se levantó de la cama, alterado.
—Tranquilízate, habíamos estado de acuerdo en que iríamos.
—¿En serio? Porque la única que tomó esa decisión fuiste tú —su cara se estaba poniendo roja del enojo, eran poca las veces que lo había visto así —Dime ¿Cuál es tu plan? Solo llegar y oh, mírenme, soy Abigail Moretti y surgí de las profundidades del más allá ¿Ese es tu plan? ¿Y luego qué? Vamos, dime.
Apreté la boca en una sola línea para evitar reír ante sus palabras, pero él tenía razón, después de esta noche lo que vendrían serían problemas, la vida que habíamos construido en estos tres años cambiaría y sabía perfectamente cuál era su miedo, porque a pesar de que Nikolay era un hombre frío, arrogante, controlador y en cierto modo despiadado (porque así su padre le enseñó) él seguía siendo un ser humano y toda persona siempre tiene una debilidad y es ahí donde entraba yo.
Yo soy su debilidad, Nikolay tiene miedo de perderme si todos descubren que sigo con vida.
—Tranquilo —me puse frente a él y tomé su rostro entre mis manos —Estamos juntos en esto ¿de acuerdo? —sentía que sus claros ojos podrían atravesar mi alma —Mi plan es que se den cuenta que el legado Moretti aún vive y que está de la mano con uno de los rusos más importantes, tú —su ceño seguía fruncido —me haré cargo de la empresa de mi padre y tú serás mi aliado, ambos seremos intocables —quise besarlo, pero su mano en mi cuello me detuvo.
Estampó mi espalda contra la pared, pero sin lastimarme y apretó su agarre.
—¿Cómo sé que no estás jugando conmigo para que al final corras a los brazos de Darío?
—Los celos no que quedan, querido —dije, él sonrió de lado y aflojó un poco su agarre en mi cuello, en realidad no me estaba haciendo daño, su agarré en esa parte de mi cuerpo solo encendía las hormonas.
—¿Estás nerviosa? —preguntó y asentí.
Nikolay bajó la mirada a mi cuerpo, soltó mi cuello y deslizó su mano hacia abajo, tocando mis pechos sobre la tela de la bata.
Sin pensarlo cerré los ojos y me relajé, él se puse de rodillas para poner una de mis piernas sobre su hombro y darle más facilidad de llegar a mi intimidad.
Solté un gemido al sentir su lengua en mi punto débil, siguió torturándome con sus movimientos suaves mientras mis dedos jugaban con su cabello e impedían que parase lo estaba haciendo.
Una de sus manos apretó mi cadera y la otra se unió a su lengua, dándole paso a sus dedos.
—Oh, no pares por favor — murmuré entre jadeos. Mis piernas se habían vuelto de mantequilla.
Después de unos minutos el placer explotó en mi interior, Nikolay se apartó un poco para verme con diversión y una sonrisa de satisfacción.
—No hemos terminado —informó, sus manos guiaron mi débil cuerpo a la cama y me puso boca abajo, apreté las sábanas entre mis puños al sentirlo dentro de mí, fuertes gemidos se escaparon de mi boca mientras él hacía un exquisito trabajo con su miembro.
Sus movimientos eran rápidos, teniendo un solo objetivo: volverme loca.
—Eres mía —dijo, acelerando sus movimientos, estaba otra vez por estallar en pacer hasta que sentí el líquido caliente dentro de mí y un orgasmo se escapó de mi boca.
Mi respiración estaba entrecortada al igual que él, se apartó de mí dándome una pequeña palmada en el trasero y dejó un beso en mi cabeza para dirigirse al baño.
—Espero que tus nervios hayan disminuido, hay que dar una buena impresión esta noche —habló desde el baño hasta que sus palabras fueron sustituidas por el agua de la regadera.
Tardé unos minutos para recomponerme. Ojalá todos nuestros problemas los pudiera arreglar de esta manera. Me levanté con debilidad para ir al baño y unirme a él en la ducha.
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—¿Estás lista? —preguntó el ruso, acomodando su corbata.
—Lo estoy —terminé de ponerme el labial rojo y me admiré en el espejo, mi cabello caía perfectamente en ondas y el vestido amoldaba muy bien mi figura ejercitada, la parte de arriba estilo corset levantaban mis pechos, haciéndolos sobresaltar. El vestido tenía una abertura donde podía verse mi pierna derecha, pero no el arma que escondía allí.
—Stefano también asistirá y probablemente tú madre igual —anunció, se colocó el abrigo y puso el mío sobre mis hombros.
—Lo sé, ahora sentirá lo mismo que yo sentí cuando descubrí que ella estaba viva.
—Esta noche será incomoda, además mi querido hermano también estará allí. Espero que no empiece a nevar o nos quedaremos atrapados en la carretera y no podrás hacer tu dramática entrada —mencionó al subir al auto, Jey ya sabía la dirección así que puso el auto en marcha rápidamente.
—No quiero hacer una entrada dramática —me quejé, pero en realidad eso era exactamente lo que quería.
—Como tú digas —fue lo último que dijo antes de poner su atención a su móvil e ignorar mi presencia por el resto del camino.
Mientras íbamos en camino no podía dejar de mirar los copos de nieve que empezaban a caer, unos cuantos caían sobre la ventana y se derretían al instante.
Mi pierna empezó a moverse nuevamente con nerviosismo, rápidamente la palma de Nikolay intentó tranquilizarme con suaves apretones en la pierna, lo miré inquieta, pero su vista seguía fija en su móvil así que solo cubrí su mano con la mía y volví mi atención a la ventana.
Las farolas iluminaban la ciudad de Roma con elegancia, carros lujosos pasaban a nuestros lados y se mezclaban con los demás vehículos, en unos minutos Jey se detuvo frente a un gran salón rodeado de un jardín encantador. Algunos paparazis estaban en la entrada y otros intentaban rodear el lugar, pero eran claramente escoltados de vuelta a la entrada por hombres de trajes que gritaban en cada poro "Soy rudo, no te metas conmigo".
—Tienen mucha seguridad —le susurré al ruso mientras caminaba entrelazada a su antebrazo.
—Era lo más probable, hay muchos invitados importantes y peligrosos, si algo sale mal, por favor, ve directamente con Jey, él sabrá qué hacer —informó.
—Se cuidarme sola.
—Abi, estoy hablando en serio —frunció el ceño y se detuvo, su mirada se había vuelto fría.
—Está bien —accedí para calmarlo, seguimos nuestro camino hasta llegar a la entrada, en seguida las cámaras empezaron a cegarme con sus flashes.
—Señor Petrov, una fotografía para la revista empresarial M.A. —pidió un joven de piel morena y ojos marrones llenos de curiosidad.
Nikolay me abrazó por la cintura pegando aún más nuestros cuerpos.
—¿Quién es la dama que lo acompaña esta noche? —preguntó una chica.
—¿Acaso no la reconocen? —el ruso me miró con una sonrisa divertida —Es Abigail Moretti —Anunció.
Sonreí ante las cámaras y entramos al lugar, el interior tenía un aroma agradable, un joven nos pidió nuestros abrigos y antes de entrar a la segunda puerta me detuve, respiré hondo y prácticamente clavé mis uñas en el brazo de Nikolay.
—Tranquila —susurró cerca de mi oreja, erizándome la piel.
Mantuve la mirada en alto, volviendo a recordar todo lo que me había pasado, todas las mentiras y las traiciones por parte de mis seres queridos. Estaba lista.
Al llegar a la puerta empezamos a bajar las escaleras con lentitud, muchas miradas cayeron sobre nosotros al instante, mientras caminábamos entre la gente sonreía y saludaba con la cabeza aun sin conocer a las personas, simplemente era amabilidad de mi parte y por supuesto los murmullos no tardaron en llenar el salón.
—Creo que mataste a tu madre —mencionó Nikolay en un tono bajo, busqué con la mirada a mi madre tras escuchar sus palabras, a unos cuantos metros entre la elegante multitud estaba ella, su cuerpo tendido en los brazos de su nuevo esposo y rodeada de mi ex guardaespaldas y su prometida.
Contuve la respiración al verlos, Beatriz intentaba hacer algo ante el desmayo de mi madre y Darío solo estaba parado allí, viéndome, su rostro era de sorpresa, como si estuviera en shock. La copa que tenía en su mano yacía en el suelo, quebrada en muchos pedazos.
Algunas de las personas cercanas avanzaron hacia ellos para ver lo que pasaba y un sujeto se nos acercó para saludar a Nikolay, tomé este momento para escapar.
—Necesito ir al baño —mencioné casi sin aliento, él intentó sujetarme la muñeca, pero fue muy tarde, ya me encontraba pidiendo permiso entre la multitud para salir de allí.
Mi respiración se había empezado a entrecortar ¿Como fui capaz de creer que lo podía enfrentar cara a cara?
No estaba lista para esta explosión de emociones encontrados, es más debía reclamarle a Nikolay por dejarme hacer estas estupideces.
Encontré el baño y rápidamente me adentré en él, estaba vacío por suerte, apreté mi espalda contra la pared y toqué mi pecho, temiendo que mi corazón pudiese salirse de su lugar de lo rápido que palpitaba.
Tardé unos minutos en calmarme, aunque sabía perfectamente que al poner un pues fuera de este baño volvería a alterarme.
Un estruendo seguido por gritos me sobresaltó.
¿Qué estaba pasando ahora?
Salí del baño y caminé con rapidez por el pasillo resonando mis tacones, pero me detuve en seco cuando lo ví, él también se detuvo al verme, su rostro seguía sorprendido y mis piernas volvieron a temblar. Logré notar cómo sus labios se movían al pronunciar mi nombre y cómo lo valiente que era justo ahora, di media vuelta dispuesta a alejarme.
—¡Abi! —gritó, despertándome los sentimientos al escuchar su voz después de tres años —Detente por favor —pidió, prácticamente estaba corriendo y él cada vez se acercaba más.
Sentí el roce de sus dedos en mi hombro, antes de girarme en un breve movimiento tomé mi arma y le apunté.
—Aléjate de mí —murmuré, fue lo primero que se me ocurrió decir.
Sus ojos estaban muy abiertos por la sorpresa y ese color azul brillaba en ellos.
—¿Qué haces? —preguntó en voz baja, como si estuviera sufriendo por dentro.
—Aléjate —repetí, sin apartarme la mirada levantó sus manos en forma de rendición y retrocedió unos cuantos pasos.
Los pasos de alguien llamaron nuestra atención, Beatriz corría hacia nosotros lo más
que podía con sus altos tacones, ahogó un gritó al ver el arma apuntando a Darío.—Vuelve a la fiesta —le ordenó él, pero ella no estaba escuchándolo, estaba perpleja al verme.
—Está viva —susurró, cubriendo su boca con sus manos por la sorpresa.
—Abi, baja esa arma, no es necesario —Darío se me quiso acercar, pero le quité el seguro al arma y le apunté a Beatriz.
—Si das un paso más, le dispararé a tu adorada prometida —mencioné, ella intentó ocultarse detrás del pelinegro. Quizás si lo amenazaba con dispararle a ella él retrocedería y me dejaría en paz.
—Tu no harías eso —dijo, como si todavía me conociera, quizás hace tres años ni siquiera me hubiese atrevido a levantar un arma por mi propia cuenta. Así que sonreí de lado y levanté una ceja, Darío vio en mis ojos la diversión y se atrevió a dar el paso hacia mí.
Grave error.
Apreté el gatillo y por mi excelente puntería gracias a Nikolay, la bala impactó en el hombro de Beatriz. Ella gritó y calló al suelo, empezó a llorar por el dolor y la sangre que salía de la herida.
—Maldita sea Abi ¡Estás loca! —me gritó Darío, poniéndose de rodillas para parar la sangre.
—Solo es una herida superficial —puse los en blanco, pero la cara de Darío era completamente de preocupación.
—Mi bebe, Darío, nuestro bebe —chilló Beatriz entre lágrimas. Su mano se posó en su vientre y sus ojos miraban con miedo a Darío.
Ella... está embarazada.
Aprovechando el desastre que había hecho pasé por su lado y corrí hacia el salón de la fiesta, encontrando un ambiente poco amigable.
—¿Dónde demonios estabas? —Nikolay me agarró del brazo y me llevó hacia la salida. Pasamos al lado de las personas, todos estaban alterados y con ganas de abandonar el lugar.
—¿Qué ocurrió? —pregunté, miré a mi alrededor y noté el gran candelabro lujoso que antes colgaba del techo en el centro del salón, ahora estaba hecho trizas en el suelo, había cristales por todos lados y algunas personas heridas siendo ayudadas por otras —¡Se cayó! —solté sorprendida.
—No creo que se haya caído sola, nos vamos de aquí —dijo Nikolay, mirando con desconfianza a su alrededor.
Salimos rápidamente y una vez en el auto solté un gran suspiro de frustración.
Esta noche no había resultado como lo esperaba, ni siquiera se acercaba a lo que pensé que pasaría.
Todo resultó un desastre.
Desde la enorme ventada junto a mí podía apreciar la nieve caer, le di una última calada a mi cigarrillo y lo apagué.Volví a lo que estaba haciendo durante toda la mañana: ver películas con finales tristes y comer helado como si el frío del exterior no fuese suficiente.Después del alboroto de ayer en la fiesta me encerré en mi habitación y al salir esta mañana, Nikolay ya no estaba, así que me libré de preguntas estresantes.La puerta principal se abrió y Jey entró temblando del frío, aun estando bien abrigado.—Lo siento señorita ¿Puedo tomar algo caliente? El invierno amaneció muy agresivo hoy —comentó, le hice señas con la mano para que tomara lo que quisiera.—Hay chocolate caliente, puedes llevarle también a los guardias que están en la entrada —mencioné sin apartar la mirada del televisor y metiendo una cucharada de helado a mi boca —¿Acaso no puedo tener un romance como de películas? —exclamé —Dime Jey ¿No crees que me lo merezco? —Jey se quedó en silencio, pensativo, quizás
Hace algunos años atrás, en las clases de teatro de mi escuela, evitaba a toda costa participar si había alguna escena donde implicara sangre, claramente era sangre falsa, pero eso no evitaba que sintiera náuseas de solo verlo. A mi yo del pasado le daría un paro cardíaco si le dijeran que estaría involucrada en estas escenas de ahora, ni siquiera hubiese pensado en salir de Nueva York hace tres años y medio en busca de vengarme de mi padre por la supuesta muerte de mi madre, que al final resultó toda una mentira. Pero ahora esa era mi vida, era mi realidad, el mundo de mentiras, traiciones, corrupción y mafia solo traía esto: muerte y mucha, mucha sangre. —Dios, señorita debemos irnos de inmediato —mencionó Jey, pero mis pies no obedecían, estaban como clavados al suelo. Tragué aire con avidez, sintiendo mi corazón latir muy rápido, en vez de dar un paso atrás lo hice hacia adelante, intentando ver más de la horrible escena. El olor de la sangre me invadió en seguida y mi boca es
Negocios... eso era lo único que importaba en esta vida de corrupción, buscar socios con la misma mentalidad de vanidad o débiles a quienes quitarle todo su dinero, pero en este caso, o el de Nikolay, había mentalidad de vanidad, vanidad y poder.En mi caso solo había una: Venganza.Y se me hacía muy difícil no sacar a relucir mi odio hacia Stefano Walker, quien detrás de su escritorio bebiendo Tequila desprendía una energía negativa.― ¿Qué te hace pensar que haré negocios contigo? ―Pregunté con los brazos cruzados ―Te recuerdo que fuiste tú quien mandó a quemar la casa de mi padre junto con mi familia dentro.Nikolay agarró mi antebrazo para que me calmara y mi madre se interpuso entre su esposo y su hija. —Cariño, él no sabía que ellos estaban dentro de la mansión. —Por favor, no lo defiendas, él sabía perfectamente que en la mansión había personas y aun así la mandó a quemar. —No fue nada personal —mencionó Stefano, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, tomando un
“Narra Darío”Acomodé mi corbata y alisé mi saco, por el reflejo del espejo noté a Silvina, su cabello canoso se veía opaco por la poca oscuridad de la habitación. Esta mañana ni siquiera tuve ánimos de abrir las cortinas. Silvina traía una taza de café en sus manos y al sonreír las arrugas bajo sus ojos hicieron acto de presencia. —Buenos días —saludé. Ella dejó la taza en mi mesita de noche y jugó con sus manos nerviosamente. Quería decirme algo —¿Está todo bien? —Si, sí. Todo bien —respondió —¿Irás hoy al hospital?—En la tarde ¿Por qué? Ella suspiró y sus ojos me observaron con melancolía. —Tu... ¿La has vuelto a ver? —preguntó. La observé por un instante sin mencionar palabra alguna, sabía exactamente de quien me estaba hablando, así que solo me limité a negar con la cabeza. Ella suspiró y bajó la cabeza con decepción.Aún recuerdo su entusiasmo cundo se enteró de que Abi estaba viva, los doctores tuvieron que venir a controlar su presión alta cuando descubrió que fue su ador
"Narra Abigaíl" Ya eran casi las seis de la tarde, me vestí rápidamente, aprovechando la ausencia de Nickolay y de mi madre. Le pedí a Jey que me llevara al hospital, pero antes de llegar compré un ramo de flores. Lo sé, qué patética era. Después de dispararle le traigo flores, que ridículo. —Iré sola, puedes esperar en los estacionamientos —Le ordené a Jey, este asintió y lo vi alejarse después de bajarme del auto. Apreté las flores contra mi pecho y suspiré antes de entrar al hospital, al hacerlo mis tacones resonaron contra las baldosas y el frío me invadió, si afuera hacía frío, aquí hacia el doble. Le sonreí a la señorita de la recepción con la esperanza de que no me impidiera avanzar. Ella solo me observó por unos segundos y volvió su vista a su revista. Una vez dentro del ascensor me recosté en este, tenía un enorme espejo reflejando mi arreglado físico. Al salir me escondí rápidamente en la esquina de un pasillo, la habitación de Beatriz estaba custodiada por dos enor
Sentí un tirón de brazo, mis labios se apartaron bruscamente y la ausencia de su tacto me provocó escalofríos.Nickolay me hizo a un lado y estrelló a Darío contra la pared, con una mano apretó su cuello y con la otra le apuntó con su arma en la cien.—¡Suéltalo! —grité, intenté alejarlo y ponerme en el medio, pero era inútil, Darío no ayudaba en lo absoluto, no hacía esfuerzo alguno por defenderse.—Te lo advertí Rinaldi, te dije que no te metieras con lo que me pertenece —soltó el ruso entre dientes.—¡Vasta! Suelto, por favor —tiré de su brazo con el que estaba sujetando el arma, una y otra vez, el miedo de que Nickolay apretara el gatillo me tenía al borde de la desesperación.El pasillo se empezaba a llenar de personas curiosas, pero el señor Stefano los mandó a sus puestos de trabajo antes de acercarse al caos.—Vaya, vaya, sus ganas de matarse duró más de lo que pensaba —confesó con ironía, él mantenía sus manos en los bolsillos y esa mirada de superioridad que me irritaba.—Nic
Mi cabeza dolía, sentía como si fuera a explotar y ni hablar de mi cuerpo, intenté levantarme, pero caí nuevamente sobre la cama, sentía que había peleado con un ninja y me había dado tremenda paliza.Observé mi habitación, Nickolay estaba durmiendo en una silla a mi lado, sus hombros subían y bajaban lentamente al respirar. Sobre su regazo descansaba un libro, aparentemente llevaba ahí horas.Volví a intentar levantarme, esta vez solo me senté, cerré fuertemente los ojos en espera a que el dolor pasara, los recuerdos del hombre intentando secuestrarme me invadieron, sus ojos claros apagándose mientras su garganta se desangraba me provocaron escalofríos."Vas a morir" repetí aquellas palabras en la mente, fue lo último que dijo ese sujeto en los estacionamientos antes de morir.No entendía nada de lo que estaba pasando, pero de algo estaba segura: alguien quería hacerme daño.—Abi...Nickolay se despertó, se acercó a mí con preocupación.—¿Qué me pasó? —pregunté en un susurro, tocándo
“Narra Darío”...¿El amor duele? Sí. ¿Debería hacerlo? No. Pero así es la realidad.Para mí el amor es un arma mortal, puede destruirte silenciosamente desde tu interior, atacando no al corazón, sino a tu alma, tu ser, rompiéndolo a pedazos sin poder contenerlo.Mis pies ya no podían con mi propio peso, mi espalda se deslizó por la pared para caer al suelo, maldecí cuando el whisky se derramó torpemente sobre mi ropa.Podía ver mi reflejo en el vidrio del estante de licores, recosté con cansancio mi cabeza en la pared, viendo en lo que me había convertido.Tomé otro sorbo de la misma botella, el líquido quemó mi garganta.Aflojé mi corbata con desesperación.Desde que llegué de la fiesta no he podido dejar de pensar en ella.Sus palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez, como si mi mente me estuviera castigando.“Solo fue un insignificante beso” dijo sin filtros, como si ese no fuera nuestro primer beso después de tres años desde que decidió abandonarme. Para ella fue eso, ins