Hace algunos años atrás, en las clases de teatro de mi escuela, evitaba a toda costa participar si había alguna escena donde implicara sangre, claramente era sangre falsa, pero eso no evitaba que sintiera náuseas de solo verlo.
A mi yo del pasado le daría un paro cardíaco si le dijeran que estaría involucrada en estas escenas de ahora, ni siquiera hubiese pensado en salir de Nueva York hace tres años y medio en busca de vengarme de mi padre por la supuesta muerte de mi madre, que al final resultó toda una mentira.
Pero ahora esa era mi vida, era mi realidad, el mundo de mentiras, traiciones, corrupción y mafia solo traía esto: muerte y mucha, mucha sangre.
—Dios, señorita debemos irnos de inmediato —mencionó Jey, pero mis pies no obedecían, estaban como clavados al suelo.
Tragué aire con avidez, sintiendo mi corazón latir muy rápido, en vez de dar un paso atrás lo hice hacia adelante, intentando ver más de la horrible escena.
El olor de la sangre me invadió en seguida y mi boca estaba ligeramente abierta, no podía creer quién había hecho esto ¿Y si este también iba hacer mi destino? Si no hubiese ido al cementerio quizás yo estaría en el lugar de ellos.
Los hombres de Nikolay, doce para ser exactos, estaban dispersos en la sala, con disparos en sus cuerpos y el cuello cortado. Había cinco de ellos sentados en mis sillones, como si los hubiesen colocado dé adrede allí, tres sobre lo que quedaba de la mesita del centro, uno sobre el otro y uno sobre la isla de la cocina, los demás estaban en el suelo sobre su propio charco de sangre ensuciando la alfombra que tanto le había pedido traer a Nikolay de Brasil, pero era lo que menos importaba en estos momentos.
Todos estaban muertos, los responsables de esto entraron a la casa y no encontraron lo que buscaban.
Jey fue a inspeccionar las habitaciones con su arma listo para dispararle al primer extraño que encontrara. Toqué mis bolsillos en busca de mi celular, debía llamar a Nikolay y ponerlo al tanto de lo que estaba pasando.
El chofer volvió con el ceño fruncido, no había encontrado nada más, su cara se contrajo de la sorpresa al ver lo que estaba detrás de mí, poniéndome alerta al instante, solté el celular y rápidamente saqué mi arma que tenía escondido bajo mi abrigo para apuntarle a la persona desconocida.
Mi agarre era firme y estaba lista para apretar el gatillo, pero el hombre desconocido solo levantó las manos en forma de paz.
—No te muevas —advirtió Jey.
—Señorita Moretti, su madre me envió para llevarla a casa, no está a salvo en este lugar —dijo el sujeto con calma, fingiendo no importarle las dos armas que le estaban apuntando.
—¿Fuiste tú quién hizo esto? — pregunté con intriga y el hombre negó con la cabeza.
—Su madre contrató a unas personas para que la vigilaran, ellos le avisaron del problema y ella me envió a buscarla, en mi bolsillo está mi celular, puede llamarla para verificar mis palabras.
Entorné los ojos, desconfiada.
Jey se le acercó y sacó el celular de su bolsillo para dármelo, sin bajar mi arma desbloqueé el móvil y lo primero que vi fue el contacto de mi madre, ella contestó al instante.
—Fede ¿La encontraste? ¿Está bien mi hija? —preguntó con desesperación, tragué grueso y relamí mis labios resecos antes de hablar.
—Soy yo, Abigail.
—Oh, gracias a Dios, cariño debes venir con Federico, estarás a salvo conmigo.
—Estaré bien, me quedaré en un hotel hasta que regrese Nikolay.
—Cariño, es peligroso, te ruego que vengas conmigo, al menos hasta que el chico ruso vuelva, te mantendré a salvo —su voz se escuchaba preocupada.
Suspiré y asentí.
—De acuerdo, solo hasta que Nikolay regrese —escuché un suspiro de tranquilidad de su parte. Cerré la llamada y bajé mi arma, Jey hizo lo mismo.
Miré a mi alrededor, viendo la masacre y conteniendo las ganas de vomitar. Quería llevarme un par de cosas, pero la verdad no tenía ganas de seguir en este lugar, así que luego mandaría a Jey a buscarlas.
Seguimos a Federico hasta llegar a casa de mi madre, era una casa enorme, custodiada por muchos guardias y un enorme jardín.
—No he podido contactar al señor Petrov —anunció Jey, mirándome rápidamente por el retrovisor.
—Yo tampoco —murmuré tras un suspiro. Durante los últimos minutos había intentado llamarle y siempre me enviaba al buzón de voz, le envié varios mensajes, pero no obtuve respuesta alguna.
¿Y si le pasó algo?
No. De seguro está bien.
Me mentalicé que debía ser fuerte al ver a mi madre, porque a pesar de todo yo la amaba, fue la que me dio la vida y siempre me cuidó a pesar de estar sola, pero me resultaba imposible perdonarla por haber fingido su muerte y dejarme sufrir su pérdida por varios meses.
—Jey, quiero que estes a mi lado en cualquier momento —él me volvió a mirar por el retrovisor una vez estacionado dentro de la mansión —No dudo en las palabras de mi madre de querer protegerme, pero si en su esposo, no es un hombre de confiar.
Él asintió y salimos del auto.
Los nervios se hicieron presente al momento que atravesé la puerta principal, vi a mi madre bajar rápidamente las escaleras y corrió hacia mí resonando sus tacones.
Recuerdo hace años cuando el padre de Nikolay me dijo que me parecía mucho a mamá y si, tenía razón.
Ella me abrazó con fuerza, por mucho, mucho tiempo.
—La dejaras sin aire —Mencionó Stefano al llegar a nuestro lado, su compostura de superioridad y su semblante frío y arrogante me daban mala espina.
—Oh, lo siento cariño —sonrió mamá con nerviosismo, sus ojos marrones miraban con emoción y melancolía los míos —Sigues tan hermosa como siempre —acarició mi mejilla antes de retroceder y limpiar sus lágrimas que empezaban a arruinar su maquillaje.
Había dos hombres custodiando la espalda del señor Walker y uno más en la puerta, queriendo quitarle el arma a Jey, pero este se negó.
—Déjalo —ordenó Stefano, su guardia dejó tranquilo a Jey y retrocedió unos pasos —Él está aquí para cuidar a la señorita Moretti, no hay que quitarle su arma, nadie sabe lo que puede pasar —dijo estas últimas palabras en un tono amenazante.
—Bueno, es mejor que te lleve a tu habitación cariño, debes estar cansada —mi madre me tomó por los brazos dispuesta a guiarme, antes de ir con ella miré Jey para que me siguiera.
No podía confiar ni un poco en Stefano Walker, alias: "Mi padrastro".
Mi madre me llevó a mi habitación y me aseguró que Jey estaría en la habitación del frente, una vez sola me tiré a la cama y saqué mi celular para volver a marcarle a Nikolay, otra vez no obtuve respuesta.
Ya era media noche, los párpados me empezaban a pesar, pero no quería dormir, lo único que quería era que el estúpido ruso me contestara el celular. Podría estar muerta y él ni enterado, además ¿Por qué lo tiene apagado? No creo que la reunión con su hermano sea tan importante que deba apagar su maldito móvil.
Alguien tocó la puerta, me levanté de la cama con cautela y busqué mi arma.
—¿Quién es?
—Señorita Moretti, soy Federico, le traje un té para calmar sus nervios, su madre lo envió.
Abrí la puerta y allí estaba él, semblante serio, cabello castaño y ojos verdes, se veía joven, quizás unos cuatro o cinco años mayor que yo; Su barba lo hacía ver más serio de lo que quizás era.
—Gracias —guardé el arma en mi espalda antes de tomar la taza de té —¿Se te ofrece algo más? —pregunté al ver que seguía allí parado.
—Disculpe mi descaro, pero debo confesarle que es más bonita en persona.
—¿Disculpa?
—Me refiero a las fotografías de las revistas, usted es más bonita en persona —Lo miré incrédula por un par de segundos, él llevó su mano a su cuello y se rascó nerviosamente la nuca —Lo lamento, no debí haber dicho eso, me disculpo, que tenga buenas noches —Y sin más nada que decir, desaprecio rápidamente de mi vista.
Ok. Esto había sido un poco incómodo e inesperado, pero no lo culpo por reconocer la belleza de una mujer.
No me tomé el té, quizás podía tener algo y la última Moretti no iba a tomar esos riesgos.
Mi madre me había traído una ropa, pero no tenía ánimos de cambiarme, solo me quité las botas y me abrigué muy bien con la frazada y me obligué a dormir, no sin antes volver a marcarle a Nikolay, pero volvió a enviarme al buzón de voz.
Lancé el celular en una esquina de la habitación del estrés, solo escuché el ruido del objeto estrellarse con el suelo y cerré los ojos.
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En la mañana me levanté temprano, me duché y dudé en ponerme la misma ropa, pero opté por la que mi madre me había traído mientras aún dormía, algo que me sorprendió porque le había puesto seguro a la puerta.
Quería armarle un show por eso, pero me contuve, no era momento de perder mi tiempo en eso.
Alguien tocó la puerta, al abrir me encontré con mi madre sonriendo de oreja a oreja.
—Buenos días mi pequeña —Entró sin permiso y colocó un par de zapatos sobre la cama —Puedes ponerte el que más te guste —los señaló.
—Buenos días —me crucé de brazos y me recosté contra el marco de la puerta.
Su sonrisa dejó de ser grande y juntó los labios antes de suspirar con cansancio.
—Abigail, mi hermosa hija —se acercó y puso sus manos en mis hombros —Aún no puedo creer que estés aquí, conmigo, la vida nos volvió a dar a una segunda oportunidad de enmendar nuestros errores, tienes que confiar en mí...
—¿Confiar en ti? Te recuerdo que tú te fuiste, fingiste tu muerte y me dejaste allí, sola.
—Lo hice para protegerte.
—¿En serio? —me alejé de ella y solté una risa sarcástica —Pensé que había sido culpa de mi padre el que murieras, vine a Italia a vengarme de él y lo único a lo que me expuse fue al peligro, casi muero en un atentando en la casa de mi padre, hasta en un mall estuve en peligro y fui secuestrada dos veces ¿crees que así me protegías? además, yo... —me mordí el puño y miré al techo para contener las lágrimas que amenazaban por salir —¿Sabes quién mató a Leonardo Moretti? —ella frunció el ceño y en sus ojos pude notar el brillo de sus lágrimas —Yo lo hice ¡Yo le disparé! Tuve que hacerlo para salvar la vida de Miguel, pero aun así él murió, murió en mis brazos y no pude hacer nada para evitarlo —A estas alturas ya veía borroso por las lágrimas, mis labios temblaban y cada diez segundos absorbía mi nariz.
—¡Lo siento tanto cariño! —me volví alejar cuando intentó abrazarme.
—No quiero tu lastima, nada de esto hubiera pasado si me hubieses dicho la verdad desde el principio, si no hubieses fingido tu muerte, así que no me pidas que confíe en ti.
—¿No crees que es injusto? Tú acabas de volver porque también fingiste tu muerte, no me dejaste explicarte nada.
—Pues aprendí de la mejor, además, no hay nada que explicar, mentiste, me dejaste sola con el dolor de haber perdido a lo único que tenía en este mundo. —Me limpié las lágrimas con enojo, se supone que no debería estar llorando, no debía verme vulnerable.
—Lamentó interrumpir, pero el señor Petrov acaba de llegar —Federico anunció al entrar a la habitación.
—Hazlo pasar, mi madre ya se iba —mencioné, ella se limpió las lágrimas y se retiró sin decir nada más.
—Por cierto, llegó esto para usted —Él me tendió una rosa blanca antes de retirarse e ir tras mi madre.
Estaba a punto de leer la nota cuando Nikolay entró a la habitación con angustia, al verlo dejé la rosa en la cama y corrí a sus brazos.
—Discúlpame, nos quitaron nuestros celulares sin darnos cuenta, qué alivio que estés bien —murmuró, besó mi frente, mejillas, nariz y terminó con un beso feroz en los labios —No volveré a dejarte sola nunca más —aseguró antes de volver abrazarme.
Escondí mi rostro en su pecho, con él me sentía segura, no quería volver a vivir una escena similar a la de anoche, ya no quería estar rodeada de muerte y con el temor de que algo así podría pasarme.
—Estoy bien —dije, él sostuvo mi rostro entre sus manos y me miró fijamente, sus ojos grises eran encantadores — ¿Quién crees que pudo haber hecho esto? —pregunté.
—Creo que tengo a alguien en mente.
Fruncí el ceño, sabía que Nikolay tenía muchos enemigos, pero no podía imaginarme quién haría algo así.
Stefano se aclaró la garganta para llamar nuestra atención, contuve el impulso de poner los ojos en blancos y solo miré a Nikolay quien había vuelto a su postura de hombre serio y superior.
—Ya que estás aquí, debemos hablar, todos —su mirada cayó en mí —Y hacer negocios de una vez por todas —el rostro de Nikolay no mostraba ninguna emoción y solo asintió —Bien, los espero en mi despacho.
—En seguida voy —dije. El ruso acarició mi mejilla y sonrió de medio lado antes de salir de la habitación.
Suspiré con alivio, porque él estaba bien y lo mas importante, estaba nuevamente a mi lado.
Corrí hacia la cama y levanté la rosa para leer la nota:
"Volver a ver tus ojos, me devolvió la vida."
—D. R.
Esas iniciales...
Darío Rinaldi... Cerré los ojos e inhalé el aroma de la rosa con una sonrisa estúpida en la cara. Los sentimientos hacia él nunca iban a desaparecer de mi corazón y eso, lo sabía perfectamente.
Negocios... eso era lo único que importaba en esta vida de corrupción, buscar socios con la misma mentalidad de vanidad o débiles a quienes quitarle todo su dinero, pero en este caso, o el de Nikolay, había mentalidad de vanidad, vanidad y poder.En mi caso solo había una: Venganza.Y se me hacía muy difícil no sacar a relucir mi odio hacia Stefano Walker, quien detrás de su escritorio bebiendo Tequila desprendía una energía negativa.― ¿Qué te hace pensar que haré negocios contigo? ―Pregunté con los brazos cruzados ―Te recuerdo que fuiste tú quien mandó a quemar la casa de mi padre junto con mi familia dentro.Nikolay agarró mi antebrazo para que me calmara y mi madre se interpuso entre su esposo y su hija. —Cariño, él no sabía que ellos estaban dentro de la mansión. —Por favor, no lo defiendas, él sabía perfectamente que en la mansión había personas y aun así la mandó a quemar. —No fue nada personal —mencionó Stefano, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, tomando un
“Narra Darío”Acomodé mi corbata y alisé mi saco, por el reflejo del espejo noté a Silvina, su cabello canoso se veía opaco por la poca oscuridad de la habitación. Esta mañana ni siquiera tuve ánimos de abrir las cortinas. Silvina traía una taza de café en sus manos y al sonreír las arrugas bajo sus ojos hicieron acto de presencia. —Buenos días —saludé. Ella dejó la taza en mi mesita de noche y jugó con sus manos nerviosamente. Quería decirme algo —¿Está todo bien? —Si, sí. Todo bien —respondió —¿Irás hoy al hospital?—En la tarde ¿Por qué? Ella suspiró y sus ojos me observaron con melancolía. —Tu... ¿La has vuelto a ver? —preguntó. La observé por un instante sin mencionar palabra alguna, sabía exactamente de quien me estaba hablando, así que solo me limité a negar con la cabeza. Ella suspiró y bajó la cabeza con decepción.Aún recuerdo su entusiasmo cundo se enteró de que Abi estaba viva, los doctores tuvieron que venir a controlar su presión alta cuando descubrió que fue su ador
"Narra Abigaíl" Ya eran casi las seis de la tarde, me vestí rápidamente, aprovechando la ausencia de Nickolay y de mi madre. Le pedí a Jey que me llevara al hospital, pero antes de llegar compré un ramo de flores. Lo sé, qué patética era. Después de dispararle le traigo flores, que ridículo. —Iré sola, puedes esperar en los estacionamientos —Le ordené a Jey, este asintió y lo vi alejarse después de bajarme del auto. Apreté las flores contra mi pecho y suspiré antes de entrar al hospital, al hacerlo mis tacones resonaron contra las baldosas y el frío me invadió, si afuera hacía frío, aquí hacia el doble. Le sonreí a la señorita de la recepción con la esperanza de que no me impidiera avanzar. Ella solo me observó por unos segundos y volvió su vista a su revista. Una vez dentro del ascensor me recosté en este, tenía un enorme espejo reflejando mi arreglado físico. Al salir me escondí rápidamente en la esquina de un pasillo, la habitación de Beatriz estaba custodiada por dos enor
Sentí un tirón de brazo, mis labios se apartaron bruscamente y la ausencia de su tacto me provocó escalofríos.Nickolay me hizo a un lado y estrelló a Darío contra la pared, con una mano apretó su cuello y con la otra le apuntó con su arma en la cien.—¡Suéltalo! —grité, intenté alejarlo y ponerme en el medio, pero era inútil, Darío no ayudaba en lo absoluto, no hacía esfuerzo alguno por defenderse.—Te lo advertí Rinaldi, te dije que no te metieras con lo que me pertenece —soltó el ruso entre dientes.—¡Vasta! Suelto, por favor —tiré de su brazo con el que estaba sujetando el arma, una y otra vez, el miedo de que Nickolay apretara el gatillo me tenía al borde de la desesperación.El pasillo se empezaba a llenar de personas curiosas, pero el señor Stefano los mandó a sus puestos de trabajo antes de acercarse al caos.—Vaya, vaya, sus ganas de matarse duró más de lo que pensaba —confesó con ironía, él mantenía sus manos en los bolsillos y esa mirada de superioridad que me irritaba.—Nic
Mi cabeza dolía, sentía como si fuera a explotar y ni hablar de mi cuerpo, intenté levantarme, pero caí nuevamente sobre la cama, sentía que había peleado con un ninja y me había dado tremenda paliza.Observé mi habitación, Nickolay estaba durmiendo en una silla a mi lado, sus hombros subían y bajaban lentamente al respirar. Sobre su regazo descansaba un libro, aparentemente llevaba ahí horas.Volví a intentar levantarme, esta vez solo me senté, cerré fuertemente los ojos en espera a que el dolor pasara, los recuerdos del hombre intentando secuestrarme me invadieron, sus ojos claros apagándose mientras su garganta se desangraba me provocaron escalofríos."Vas a morir" repetí aquellas palabras en la mente, fue lo último que dijo ese sujeto en los estacionamientos antes de morir.No entendía nada de lo que estaba pasando, pero de algo estaba segura: alguien quería hacerme daño.—Abi...Nickolay se despertó, se acercó a mí con preocupación.—¿Qué me pasó? —pregunté en un susurro, tocándo
“Narra Darío”...¿El amor duele? Sí. ¿Debería hacerlo? No. Pero así es la realidad.Para mí el amor es un arma mortal, puede destruirte silenciosamente desde tu interior, atacando no al corazón, sino a tu alma, tu ser, rompiéndolo a pedazos sin poder contenerlo.Mis pies ya no podían con mi propio peso, mi espalda se deslizó por la pared para caer al suelo, maldecí cuando el whisky se derramó torpemente sobre mi ropa.Podía ver mi reflejo en el vidrio del estante de licores, recosté con cansancio mi cabeza en la pared, viendo en lo que me había convertido.Tomé otro sorbo de la misma botella, el líquido quemó mi garganta.Aflojé mi corbata con desesperación.Desde que llegué de la fiesta no he podido dejar de pensar en ella.Sus palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez, como si mi mente me estuviera castigando.“Solo fue un insignificante beso” dijo sin filtros, como si ese no fuera nuestro primer beso después de tres años desde que decidió abandonarme. Para ella fue eso, ins
"Narra Abigaíl"...Alguien intentó matarme. Otra vez.Estos actos crueles se estaban volviendo parte de mi rutina diaria.¿Hasta cuando?No esperaba que alguien sintiera tanto odio hacia mí para acabar con mi vida. Pero al parecer, así era.Me observé en el espejo, últimamente lo solía hacer muy a menudo. Mis dedos fueron directamente hacia mi cicatriz en el pecho, mandando de inmediato aquellos recuerdos a mi cabeza.Ya habían pasado casi dos meses desde que me dispararon, dos meses en los que no salía de casa por temor.—Estás hermosa —murmuró Nickolay al posicionarse tras mi espalda, sus labios dejaron besos húmedos por mi cuello, apartando el cabello, besó mi hombro mientras sus manos acariciaron mis pechos.—Es muy temprano para decir mentiras —mencioné, observándolo por el espejo.Las ojeras debajo de mis ojos las veía cada vez más oscuras y mi cabello había perdido totalmente su brillo.Dios, parecía una maldita muerta viviente.—Me encantas —respondió el ruso con jadeos, ig
Sus labios, sus suaves y carnosos labios se movían con lentitud, su mano presionaba mi cuello para evitar que me alejara, pero eso era lo último que quería hacer.Abracé su cuello e incliné un poco más la cabeza hacia un lado para profundizar el beso.Me quité el cinturón de seguridad, Darío me agarró por la cintura y me levantó hacia él, en segundo ya estaba sobre su regazo. Sus labios reclamaron los míos, pero esta vez con rudeza.Nuestras lenguas se chocaban, transmitiéndome un cosquilleo de excitación por todo el cuero.Una de sus manos acarició mi cintura mientras la otra presionaba mi cabeza con delicadeza, necesitaba más que un beso, lo quería todo.Nos separamos unos segundos para respirar, pero nuestros labios únicamente se rozaron antes de que alguien tocara la ventana a nuestro lado.Me bajé de Darío y retomé nuevamente el asiento del copiloto. Me arreglé el cabello mientras él bajaba la ventana para atender a una señora mayor quien nos sonreía apenada.Intenté controlar a