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Capítulo 06

Negocios... eso era lo único que importaba en esta vida de corrupción, buscar socios con la misma mentalidad de vanidad o débiles a quienes quitarle todo su dinero, pero en este caso, o el de Nikolay, había mentalidad de vanidad, vanidad y poder.

En mi caso solo había una: Venganza.

Y se me hacía muy difícil no sacar a relucir mi odio hacia Stefano Walker, quien detrás de su escritorio bebiendo Tequila desprendía una energía negativa.

― ¿Qué te hace pensar que haré negocios contigo? ―Pregunté con los brazos cruzados ―Te recuerdo que fuiste tú quien mandó a quemar la casa de mi padre junto con mi familia dentro.

Nikolay agarró mi antebrazo para que me calmara y mi madre se interpuso entre su esposo y su hija.

 —Cariño, él no sabía que ellos estaban dentro de la mansión.

 —Por favor, no lo defiendas, él sabía perfectamente que en la mansión había personas y aun así la mandó a quemar.

 —No fue nada personal —mencionó Stefano, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, tomando una pose despreocupada.

—Fue muy personal para mí —murmuré apretando los dientes.

La mano de Nikolay abrazó mi cintura y sus ojos hablaron por sí solos "Déjame hablar a mí".

Desvíe la mirada hacia un lado, dejando tomar a Nikolay el control de la conversación.

 — Hablemos del negocio —Mencionó para cambiar de tema.

 —Bien —puso unas carpetas sobre su escritorio —Quiero ampliar mi cadena de hoteles, desde Estados Unidos a Italia, ya está terminado el edificio central de la administración aquí y en construcción dos hoteles de lujo, quiero que seamos socios y poder seguir expandiendo el negocio hotelero. Con Abigail como la arquitecta principal —Intercambie una mirada con el ruso y fije mi vista en mi padrastro, con desconfianza —Si aceptan podrían empezar lo antes posible, estos son los contratos, léanlos y hablaremos de ello luego —Miró su reloj y le hizo señas a mi madre para que se retirara.

 —Ten querida, vamos a desayunar —Ella me dio el contrato y me guío hasta la salida, Nikolay se quedó a solas con Stefano. Tenía curiosidad de saber de qué hablarían, pero le sacaría aquella información a Nikolay en la noche.

Observé a mi madre comer con delicadeza su ensalada de frutas, ella me había llevado a la terraza para desayunar, frente a nosotras estaba el enorme jardín.

—¿Dónde estuviste estos tres años? —preguntó despacio y con cautela.

—En Rusia —metí un trozo de piña a mi boca —Antes de regresar a Italia estuve los últimos cinco meses en Brasil.

—Nunca entenderé cómo pudiste...

—Ninguna entenderá jamás las acciones de la otra.

—Yo lo hice para protegerte...

—¿En serio quieres volver a hablar de eso? —ella cerró la boca ante mi mirada, suspiré con fastidio y me recosté al respaldar de la silla cruzando mis brazos —¿Eres feliz con tu nuevo esposo? —pregunté.

—Se que no te agrada Stefano.

—Cómo podría agradarme, él asesinó a mi familia.

—Tu familia soy yo, Abi —mencionó con su semblante serio —Y sí, soy feliz ¿Tú lo eres? —miró hacia la entrada donde Nikolay acaba de salir —¿Él te hace feliz? —Miré al ruso, nuestra relación era complicada, nunca usamos la palabra oficial de "novios" pero siempre nos comportamos como tal.

Y si, él me hacía sentir segura, él me protegía y me ayudaba en todo, pero... ¿realmente yo era feliz?

—Tengo que irme —me levanté dispuesta a abandonar la conversación, ella quiso decir algo más, pero la interrumpí —Regresaré, tranquila —dije, ella asintió y suspiró como si se le librara de una preocupación.

Caminé con pasos ágiles hacia Nikolay y sonreí.

—¿Qué te gustaría más? ¿Un apartamento o una casa? —preguntó con la vista fija en el jardín.

—¿Por qué no lo decidimos juntos? —tomé su mano para entrelazarla con la mía y lo llevé hasta su auto.

Una buena forma para distraerme de todo este drama era visitar nuevos lugares para vivir.

.

.

.

Luego de unas horas había quedado exhausta de ver varios departamentos y algunas mansiones, pero yo solo quería una casa sencilla, como la anterior donde mataron a los hombres de Nikolay, esa era una casa pequeña, acogedora, solo éramos el ruso y yo, no era necesario tanto espacio.

—¿Y qué te parece esta?  a mí me gusta —mencionó abrazándome por la cintura y apoyando su mentón en mi cabeza.

—Es linda, pero como ya te dije, es muy grande, no necesitamos demasiado espacio —me volteé y levanté la mirada para encontrarme con sus ojos grises —Busquemos una casa pequeña, o el último departamento que vimos estaba bien.

—Pero hay que pensar en el futuro, está casa es perfecta para nuestros hijos.

¿Acaso dijo "nuestros hijos"?

Tragué grueso y desvié la mirada. Nunca me había puesto a pensar en mi futuro, en formar una familia y tener hijos del hombre cuyo padre fue el responsable de mi sufrimiento, de la muerte de mi padre y de Miguel.

—No ahora, claro, en un futuro —soltó una risa burlona ante mi mirada de desconcierto —Aún nos quedan muchas cosas que hacer, como terminar tu venganza, es por eso por lo que volvimos a Italia después de todo ¿no?

Me separé de él y me apoyé sobre el barandal del balcón, si, había venido a vengarme.

—Si, es por eso por lo que vinimos —murmuré —¿Puedo pedirte un favor? —Nikolay se me acercó y me miró con curiosidad —Beatriz aún sigue en el hospital... ¿Puedes llevarme allí?

—No creo que sea buena idea.

—Lo sé —me adelanté a decir —es solo que... quiero ver con mis propios ojos que ella y su bebe están bien, si hubiera sabido que estaba embaraza juro que nunca le habría disparado.

—Yo lo sé, cariño, lo sé —él me abrazó al ver que estaba a punto de alterarme, suspiré entre sus brazos y apoyé mi rostro entre su pecho.

No se supone que debía sentir culpa por dispararle, porque si ella sufría, Darío igual y se supone que ese era mi objetivo, pero todo se salió de control y terminé sufriendo más que ellos por la carga de culpa.

Nikolay cedió a mi petición y me llevó al hospital, al entrar me abracé a mí misma a causa del frío, nos dirigimos al elevador después de preguntarle a la enfermera quién nos indicó amablemente el piso y número de habitación. Nikolay tuvo que influir para que nos dijera, ya que solo los familiares podían visitarla.

Mis pies empezaron a temblar y rápidamente lo disimulé, estaba segura de que, si Nikolay veía una sola cosa rara en mí, me arrastraría fuera del lugar sin importar mis berrinches.

No me sorprendió ver a dos hombres fuera de la habitación, a uno de ellos lo reconocí, era Drake.

—Buenas tardes, caballeros —saludó el ruso, Drake se puso frente a la puerta listo para sacar su arma.

—Tranquilo, no queremos problemas —Me apresuré a decir, poniéndome frente a Nikolay, Drake me miró sorprendido, pero no bajó en ningún segundo la guardia.

—Estos italianos... siempre con la agresividad —murmuró Nikolay con molestia, tomando una pose de indiferencia y recostando su espalda a la pared.

—Quiero ver cómo está Beatriz, eso es todo —mencioné.

—No creo que sea buena idea... —la puerta de la habitación se abrió, interrumpiendo a Drake. Una mujer mayor salió con una bolsa en sus manos, al verme sus ojos se expandieron y casi gritó de la sorpresa.

—¡No lo puedo creer! Las noticias lo decían, pero me negaba a creerlo hasta verlo con mis propios ojos —Silvina prácticamente le tiró el bolso a Drake y corrió a abrazarme.

—Eres de las pocas personas que me alegra ver, mi querida Silvina —dije, ella acabó con el abrazo para verme directo a los ojos.

—Estás hermosísima —sonrió, sus piernas se debilitaron un poco y tuve que sostenerla para evitar su caída —creo que son muchas emociones para este viejo corazón —murmuró mientras Drake y yo la ayudábamos a sentarse.

—¿Estás bien? —pregunté con preocupación. Silvina asintió y volvió a sonreír sin dejar de mirarme.

La puerta volvió a abrirse y por unos segundos dejé de respirar, sus ojos me atraparon rápidamente y noté cómo su ceño se fruncía.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, claramente estaba sorprendido y su humor no mejoró al notar a Nikolay, miró a Drake buscando respuestas.

—La señorita Abigail quería ver a Beatriz —informó Drake.

—¿En serio? ¿Y cuál es el motivo? —Darío fijó su vista en mí de forma intimidante —Creo que fui bastante claro ayer, cuando te dije que ella y el bebé estaban bien.

Podía sentir la mirada inquietante de Nikolay en mí, pero él solo se mantenía en el mismo lugar como si le aburriera la situación, pero sé que no era así.

—Escucha, no quiero molestar a nadie, solo quería ver... —empecé a decir, pero me callé al instante en que dio un paso hacia mí.

—No tienes nada que hacer aquí, Abigail —pronunció, en su tono podía notar la molestia y el desprecio, pero ¿Por qué?

Está mañana me había enviado una rosa blanca diciéndome que lo había vuelto a la vida ¿Entonces por qué me trataba de esta manera?

—Escucha Rinaldi —Nikolay se puso frente a mí —Ella solo quería ver con sus propios ojos que tu prometida estaba bien, eso es todo.

"Su prometida" esas palabras le daban un amargo sabor a mi paladar.

Darío se le acercó demasiado al ruso, sus miradas eran tan desafiantes que pusieron el ambiente tenso en tan solo unos segundos.

—Si ella hubiera querido de verdad que Beatriz estuviera bien, en primer lugar, no le hubiese disparado. —mencionó el pelinegro, sus ojos azules se oscurecieron y apreté mis puños para contener mi ira, Silvina se cubrió la boca con sorpresa ante la revelación de Darío. —Drake los acompañará a la salida —dijo mi ex guardaespaldas, esta vez me miraba sobre el hombro de Nikolay.

—No hace falta, conocemos la salida —respondí, entrelacé mi mano con la de Nikolay y nos alejamos del lugar, conteniéndome de no mirara atrás, porque sentía su mirada clavada en mi espalda.

—Estás temblando —susurró Nikolay cuando entramos al elevador. Obvio que estaba temblando, las ganas de gritarle y golpear a Darío me carcomían por dentro, no me sorprendería verme al espejo y notar mi cara roja de la ira.

Nikolay se mantuvo callado hasta llegar al auto, su ceño estaba fruncido y sus labios apretados. Ya sabía lo que estaba pensando.

—Es un idiota —murmuré.

—Aun así, te viste con él ayer, cuando creí que estarías en casa, estabas esperando la oportunidad exacta en la que me fuera que verte con él ¿verdad?

—No fue así —suspiré, creo que se me iba a subir la presión —Le pedí a Jey que me llevara al cementerio, necesitaba aire fresco —puse mi mano sobre su pierna, él se esforzó por fingir indiferencia ignorando mi afecto y mantener la vista fija en la carretera —Darío me encontró allí, fue una casualidad —Me di por vencida con su silencio y cerré la boca.

Ya di la explicación suficiente, sería su problema si me creía o no. Además, no me arrepiento de haber salido ayer, si no lo hubiera hecho seguramente estaría muerte en este momento.

Al llegar a la casa de mi madre ya estaba preparada la cena, ella había mandado a preparar "Pansotti Alla Genovese" era una pasta similar al ravioli, pero más grandes, ella solía preparar esta comida cada fin de semana cuando vivíamos en New York, era una de mis comidas favoritas. Cabe recalcar que intenté no mostrar mi emoción con cada bocado que daba, cuando el sabor del relleno de verduras de esparcía por mi boca, esto me había alegrado la vida.

Mamá me observaba cada que podía, reaccionaba al más mínimo movimiento que hiciera, como si temiera que me evaporara en el aire.

La cena estuvo en silencio, Stefano al terminar se levantó y pidió disculpas antes de retirarse y atender su celular que no dejaba de sonar. Nikolay comía con aburrimiento mientras jugaba con su pasta, yo él hubiese devorado eso en segundos, pero quizás no le gustaba tanto como a mí.

—Puedes quedarte el tiempo que quieras —mencionó ella antes que me retirara.

—Gracias por tu amabilidad, pero no quiero molestar.

—Eres mi hija, Abigail, nunca me molestará que estés a mi lado —mencionó, sus ojos marrones brillaron con nostalgia.

—Gracias por la pasta, estuvo deliciosa —agradecí, le regalé una sonrisa de boca cerrada y me retiré hacia mi habitación, Nikolay aún seguía luchando con la Pansotti Alla Genovese, pensando en si comérsela o no.

—Buenas noches, señorita Moretti —Federico salió de una esquina y maldecí del susto.

—Vaya, me asustaste —solté una pequeña risa nerviosa —Buenas noches, Federico.

Sus ojos eran grandes y curiosos, él sonrió de medio lado antes volver a hablar.

—Puedo escoltarla a su habitación, si así lo desea.

—No hace falta, puedo encontrarla por mi cuenta —sonreí, no quería parecer maleducada.

—Espero verla más seguido por los pasillos, es un placer estar cerca de su presencia —murmuró y se despidió con un asentimiento de cabeza. Me quedé observando su espalda mientras se alejaba, Federico se veía interesante y despertaba una curiosidad extraña en mi interior, su forma de hablarme me parecía un poco liberal tomando en cuenta que trabajaba para mi madre.

Al llegar a la habitación me tomé una larga ducha caliente, diciembre cada vez se ponía más frío, que bueno que en la habitación había calefacción. Al salir del baño noté a Nikolay sentado en la cama, leyendo uno de sus libros en idioma ruso.

—¿Estarás así el resto de la noche? —pregunté, acostándome a su lado.

—¿Por qué no me dijiste que te había encontrado con él? —dejó a un lado el libro para fijar su vista en mí.

—¿Eso es lo que te molesta? Nik, al llegar a casa encontré a todos tus hombres asesinados en nuestra sala, hoy lo que menos quería era recordar el día de ayer —respondí, él suspiró y asintió.

—Tienes razón, no quiero imaginarme lo que hubiera pasado si no hubieses salido.

—Estoy a tu lado ¿Ok? —me acerqué a su rostro, nuestras narices se rozaron y dejé un beso húmedo sobre sus labios.

Él se levantó de tal forma que quedó sobre mi cuerpo, sus labios buscaron los míos con desesperación, enredé mis piernas en su cintura mientras sus labios bajaban a mi cuello y se desplazaban a mis pechos. La toalla que cubría mi cuerpo quedó en el suelo en unos segundos, acaricié su cabello y arqueé mi espalda cuando besó mi parte íntima.

Acomodó mis piernas sobre sus hombros para tener una mejor vista de lo que iba a probar.

—Oh... —solté los gemidos sin miedo a qué me escucharan, Nikolay sabía hacerme perder el control fácilmente.

Su lengua recorría cada parte de mi intimidad y sus dedos explotaron mi interior, provocando que pusiera los ojos en blanco y me perdiera en el placer. Si fuera por mí, podría estar así toda la noche.

Miré al lado de la cama donde estaba la rosa blanca sobre la mesita de noche y el recuerdo de Darío me desconcentró, rápidamente me deshice de él, este no era el momento de pensar en él.

Hundí mis dedos en el cabello rubio de Nikolay evitando que se alejara de la zona. Iba hacer una noche muy larga y placentera.

Me lo merecía después de todo.

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