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Capítulo 02

"Narra Darío"

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Mi cabeza dolía, no solo por el hecho de a ver visto a Nikolay después de tres años, sino porque Beatriz no dejaba de hablar, ella podía ser muy irritable a veces.

Drake conducía el auto y miraba con frustración algunas veces por el retrovisor, hasta mi amigo no toleraba la voz de ella.

—Había una chica en el baño con un hermoso vestido rojo, le quedaba tan bien, les dije a mis amigas que quizás su cuerpo era operado, es que si tú hubieses visto —Empezó a contarme la rubia a mi lado, como si me importara —y su cabello se veía maltratado, en serio, estaba a punto de recomendarle la marca de mi Shampoo, pero se fue antes de que pudiera hacerlo, fue una pena.

—Beatriz, no estoy de humor para escuchar tus anécdotas ―murmuré.

—¿Entonces invitaste a Nikolay Petrov a nuestra fiesta? —preguntó, ignorando mis palabras y pegando su cuerpo al mío.

—Si, le di la invitación.

—Muy bien cariño, deben ir personas muy importantes ¿También invitaste a Stefano? Ese hombre me da un poco de miedo, pero igual debes invitarlo, aunque su esposa no me agrada para nada, su físico nos trae recuerdos que queremos olvidar —mencionó.

—¿Podrías cerrar la boca? —pedí, ella se asustó por mi mal genio y empezó a revisar su celular, pero al fin había dejado de hablar

Suspiré, apoyando mi cabeza en el asiento para frotar mi sien, si seguía así tendría un infarto del estrés.

—Entonces ¿Cómo lo viste? —preguntó Drake, refiriéndose a Nikolay.

—Engreído, antipático y con facha de superioridad —respondí, mi amigo soltó una risa y negó con la cabeza.

Era verdad, Nikolay Petrov podía ser una completa copia de su padre, claro, quitando el físico y la obesidad del difunto mafioso.

No estaba seguro de invitarlo a la fiesta, pero escuché que había empezado a tener negocios con Stefano Walker y debía tenerlo a los dos vigilados, ninguno me agradaba, además del peligro que podrían ser estos dos juntos.

Al llegar a la mansión me encerré en mi oficina, este espacio era como mi escape, Beatriz no tenía permitido entrar aquí, así que este era mi lugar favorito hasta ahora. Me dejé caer en la silla y apoyé los codos en la mesa.

Abrí el primer cajón y saqué de allí una fotografía, en la imagen ella sonreía, estaba distraída mientras admiraba la fuente de Trevi, aquel lugar donde le había declarado mi amor.

Abigail... esa noche ella abrió su corazón, me dijo lo que sentía con respecto a su madre y yo no fui capaz de decirle la verdad, no fui capaz de decirle que no sufriera más porque su madre estaba viva. Ella murió odiándome, no me dejó decirle cuánto lo sentía, cuánto la amaba y que no podía vivir sin ella, él fuego me la arrebató sin dejarme decirle la verdad sobre su familia.

Guardé la fotografía de Abi al escuchar los toques en la puerta, Silvina entró con una taza de café.

—Hola Silvina —saludé, ofreciéndole una sonrisa de boca cerrada.

—Beatriz no quiso cenar, se encerró en su habitación y no para de llorar —mencionó, dejando la taza de café sobre la mesa —¿Va todo bien? —preguntó.

—Si, solo que me hace perder el control, en serio es irritable.

—Darío, tesoro, debes entenderla un poco, está emocionada por la boda.

—Hablando de eso, no creo que sea buena idea.

—Lo sé, cariño.

—Ayer se cumplieron tres años, tres años desde que la perdí.

—Todos la extrañamos, Abigail siempre vivirá en nuestros corazones, pero no puedes seguir así, debes seguir adelante, Beatriz será una buena esposa, además está embarazada de tu hijo, debes empezar a vivir tu nueva vida.

Quería lanzar todo lo que estaba a mi paso, pero me controlé, debía hacerlo, ya no podía seguir perdiendo el control cada vez que la recordaba.

—Tienes razón —murmuré, tomando la taza de café y bebiendo de ella rápidamente.

Silvina sonrió antes de retirarse de la oficina, los papeles de mis próximos negocios estaban esparcidos en el escritorio, había convertido esto en un desorden esta mañana.

Desde la muerte de Leonardo Moretti, recuperé todo lo que me pertenecía, todo lo que le había pertenecido a mi padre ahora era mío, incluyendo esta casa, mi casa, donde había crecido.

Tomé las llaves de mi auto y salí para montarme en él, estaba empezando a nevar así que debía conducir rápido. Era tarde, pero las personas seguían activas en la calle, haciendo sus compras.

No me gustaba mucho esta época, se supone que este mes era de fiestas y de pasarla bien en familia y con los que amaban, yo no estaba con quien amaba, así que no tenía nada que festejar.

Conduje hacia las afuera de la ciudad, las farolas en esta parte de Roma casi no funcionaban, dándole un aspecto terrorífico, por eso casi nadie venía aquí, además de ser un lugar abandonado.

Llegué a una casa, la cual parecía estar abandonada y en mal estado por fuera, apreté el botón del garaje y este se abrió, entré el auto rápidamente y lo cerré.

Aún hacía frío aquí así que bajé las escaleras que daban a la puerta principal, este lugar estaba oculto, en tres años nadie se había percatado que algunas personas vivían aquí.

Abrí la puerta y encendí la luz, caminé con pasos ligeros por el pasillo y subí otra escalera, al llegar le di cinco toques a la puerta, esa era nuestra contraseña.

Escuché cómo quitaban los seguros de la puerta, esta rechinó al abrirse.

Sonreí ampliamente al verlos. Los gemelos corrieron al verme y me abrazaron.

—Hola, Darío —saludó la mujer que había abierto la puerta, su cabello rubio caía sobre sus costados y sus labios carmesí decoraban su sonriente rostro.

—Hola, Maya.

Si tan solo Abigail estuviera aquí para decirle que Maya y sus hermanos estaban aún con vida, que no murieron en el incendio de la mansión porque yo los había sacado antes de eso…

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Había llegado a casa después de visitar a Maya y a sus hijos, debía tener mucho cuidado de no levantar sospechas, no sabía quién podría estar vigilándome.

—Bienvenido a casa cariño ¿Dónde estabas? —Beatriz intentó abrasarme, pero esquivé su muestra de afecto.

—Veo que ya estás mejor, iré a descansar —mencioné, su semblante cambió rápidamente, como si estuviera forzando su rostro para llorar.

—¿No vas a decirme dónde estabas?

—No tengo porque hacerlo, tómate algún tranquilizante y déjame en paz.

—¡Darío! —gritó. Me volteé hacía ella y fruncí el ceño.

— Beatriz, es muy tarde para discutir ¿de acuerdo? Deberías de estar durmiendo.

— Quiero que me digas dónde estabas o empezaré crear historias en mi cabeza —pronunció, solté una risa amarga ante su exigencia, ella se acomodó la bata rosada que tenía puesta y mantuvo su cabeza en alto. Me incliné para estar a la altura de su rostro enojado.

—Déjame ser lo bastante franco contigo, Beatriz, tú cabeza puede imaginarse todo lo que quiera y eso nunca me va a importar, tú y yo nos vamos a casar solamente porque llevas en tu vientre a mi hijo y necesita nacer dentro de una familia, pero sabes perfectamente que esa es la única razón, así que ahórrate tus papeles ridículos, ahora ve a dormir, por favor —mencioné con tranquilidad, debía tenerle paciencia a ella como dijo Silvina.

—Muy bien —Balbuceó y se dirigió hacia su habitación. Vi cómo su pequeño cuerpo se perdía por el oscuro pasillo resonando sus pantuflas.

Beatriz siempre se ha mostrado transparente a la hora de mostrar sus sentimientos, sé que está enamorada de mí, u obsesionada quizás, pero lo cierto era que yo no sentía absolutamente nada por ella, quizás un poco de aprecio por ser la única chica que pude rescatar de las manos de Moretti, pero solo eso. Nunca podría darle lo que ella de verdad quería de mí.

Me quité con brusquedad la corbata y desabroché la camisa antes de tirarme a la cama, el suave contacto con la sábana me relajó.

En la mañana siguiente los rayos del sol me levantaron, el toque de la puerta llamó mi atención.

—Adelante —hablé, me senté en la orilla de la cama y froté mi rostro. Uno de mis hombres asomó su cabeza por la puerta.

—Señor, lamento despertarlo, pero lo están buscando, dice ser importante —Informó.

—¿Quién?

—El señor Petrov, dijo que se comunicó con usted hace dos días.

—Si, si —recordé —Llévalo a mi oficina y ofrécele algo de beber, bajaré en un momento.

—Si señor.

Caminé hasta el baño y desabroché mi camisa, la cicatriz en mi costado aún era visible, nunca olvidaré ese día en el que Elso Petrov mandó a secuestrar a Abi, y ahora estoy a punto de tener una reunión con su hijo mayor. Tal vez nunca me pueda librar de esa familia.

Después de alistarme salí directo hacia mi oficina, respiré hondo antes de lidiar con el ruso.

—Buenos días —saludé, Lex se levantó de su silla dejando a un lado el vaso de whisky y me tendió la mano.

—buenos días, Darío, pensé que habías olvidado nuestra reunión de hoy —comentó volviendo a sentarse y cruzar las piernas en una postura relajada.

—Para nada —En realidad si lo había olvidado, simplemente no le había dado tanta importancia a nuestro encuentro de hoy —Muy bien, vayamos al grano —Me acomodé tras mi escritorio para mirarlo fijamente, sus ojos eran iguales a los de Nikolay, pero sus facciones eran más marcadas —Se que estás consiente de que tu familia nos ha dado muchos problemas y me sorprende que quieras estar en estos negocios cuando ambos sabemos que ustedes se dedican a otra cosa — opiné, él solo sonrió de lado analizando mis palabras.

—Tienes razón, lo admito, mi padre fue un hombre cruel que no tenía intenciones de esconder su lado malo, todo este asunto con Leonardo Moretti y sus hijos, también sé que mi amado hermano menor atribuyó en ayudarlos a ustedes, estando consiente que al hacerlo estaba traicionando a su propio padre.

—Eso es algo que tendrías que hablar con él, desconozco el porqué de sus acciones pasadas, pero seguro tiene una muy buena explicación, creí que su familia era muy unida —Al decir eso, Lex soltó una carcajada amarga y bebió todo el líquido de su vaso.

—Nikolay siempre fue la sombra de mi padre, yo me había ido a estudiar a América y por lo tanto me alejé de todos ellos, pero ahora que mi padre ya no está se necesita un verdadero hombre que lleve los negocios al siguiente nivel.

—¿Y exactamente a qué te refieres? Porque mis negocios solo son de licores y casinos que heredé de mi padre, no veo que puede serte beneficioso para tus negocios.

—Creí que los negocios de Moretti habían quedado en tus manos, ya sabes, cómo toda su descendencia está —se pasó la mano por el cuello haciendo referencia a “muertos”.

Apreté el puño y me contuve para no golpearlo, lo menos que quería era problemas con estos rusos.

—Así fue, la mayoría de los casinos pasaron a Nikolay por ser su socio y los otros negocios los cambié por unos que beneficiarían a la humanidad.

—Entiendo tus palabras —dijo —Quiero abrir un club nocturno en la ciudad y pensé que podrías asesorarme, como sabrás, soy nuevo en este país y no quiero que la competencia se sienta amenazada.

—Si solo será un club nocturno, puedes contar conmigo —mencioné, él sonrió y asintió.

—Te enviaré los planes que tengo —aseguró.

—El fin de semana será mi fiesta de compromiso ¿Te parece bien si hablamos ese día? Te enviaré la invitación y podrás presentarme los planes después de la fiesta.

—Fantástico, nos veremos pronto entonces —ambos nos levantamos para estrechar nuestras manos.

Lo observé retirarse de mi oficina y me bebí un vaso entero de Whisky. Genial, ahora tenía que soportar a dos de los Petrov en mi fiesta de compromiso.

“Compromiso” esa simple palabra me causaba gracia, ni siquiera era un compromiso por amor, una noche tomé de más y cuando desperté al día siguiente tenía a Beatriz a mi lado en la cama, no recuerdo cómo fue, solo sé que después de eso ella salió embarazada y yo siempre fui un hombre de honor, así que debía hacerme responsable de mis actos, por eso este compromiso no era más que eso, responsabilidad.

Recuerdo cuando le conté a Maya que iba a casarme, ella fue testigo del amor que sentía por Abigail, así que empezó a llorar cuando le di la noticia de que también sería padre, pero sin juzgarme solo sonrió, se secó las lágrimas y me deseó la más sincera felicidad dentro de mi futura familia. En cambio, Mey no me habló por dos semanas hasta que aceptó mi realidad y solo me dijo: “Espero que no te arrepientas” y los gemelos si se alegraron al enterarse que tendría un hijo.

Silvina asomó su cabeza por la puerta y sonrió al verme.

—Buenos días, Darío, el desayuno está listo —informó, asentí y me levanté para seguirla hasta el comedor, Beatriz ya estaba en la mesa bebiendo un jugo de naranja, su cabello rubio estaba perfectamente peinado hacia atrás y su vestido rosa le quedaba muy bien. Debía ser honesto, ella era hermosa.

—Buenos días, querido —saludó.

—Buenos días.

—Hoy tenemos que ir a revisar el salón, todo debe estar casi listo.

—¿No puedes ir con alguna amiga? Drake te llevará.

—Cariño, pero creí que iríamos juntos.

—Lo siento, tengo mucho trabajo —mencioné, Beatriz bajó la cabeza y absorbió su nariz, los ojos de Silvina estaban por atravesar mi alma, ante su intensa mirada resoplé y puse los ojos en blanco —Bien, te acompañaré ¿De acuerdo? —De reojo vi cómo Silvina sonreía y se retiraba del comedor. Beatriz levantó la cabeza sonriente y asintió varias veces antes de seguir desayunando.

Si iba a formar una familia debía poner de mi parte, mucho más ahora que está en su estado gestante y necesitaba sentir todo mi apoyo posible.

Mientras desayunábamos no podía dejar de pensar en la propuesta de Lex, estaba seguro de que sus intenciones no eran del todo honestas, nunca se sabía que tramaban los Petrov detrás de esa sonrisa falsa.

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Todo había salido bien, la decoración, la comida y las invitaciones, la mayoría de las personas a las que había invitado ya estaban en el salón.

El fin de semana llegó rápido y con él la fiesta, Beatriz acomodó mi corbata y me dedicó una amplia sonrisa, ella entrelazó nuestros brazos mientras caminábamos entre la gente y saludábamos a los invitados. Ella se veía muy elegante hoy, con su cabello recogido, su vestido largo color dorado y la sortija reluciente en su dedo, era la mujer que muchos desearían tener a su lado.

Un chico se nos acercó para ofrecernos algo de tomar, escogí una copa de champán y le agradecí, en cambio la rubia a mi lado miró al hombre con desprecio.

—¿Acaso no ves que estoy embarazada? No puedo tomar nada de eso.

La miré bruscamente haciéndola callar de inmediato y me dirigí al joven.

—Tráele un jugo natural, por favor —pedí, él asintió con algo de timidez y se alejó lo más rápido posible.

Quería recalcarle a mi prometida que no volviera hablarle a nadie más así, pero me mantuve callado ante la llegada del señor Walker y su esposa, pude sentir como el cuerpo de Beatriz se tensó al ver a la madre de Abigail.

—Hermosa noche ¿no es así? —preguntó el hombre, estréchamos las manos.

—Bienvenidos, gracias por venir —Saludé. Ana me sonrió con simpatía y se aferró al brazo de su esposo. Supongo que al verme le traían recuerdos de su hija.

Drake se puso a mis espaldas como si fuese un guardaespaldas, los dos intercámbiamos una mirada y en ese instante llegó Lex, estrechó la mano de Walker y después la mía.

—Bienvenido —habló Beatriz.

—Es una hermosa fiesta, lo admito, felicidades por su compromiso —mencionó el ruso.

En unos minutos ya habíamos entablado una conversación de negocios hasta que mis ojos captaron a las personas que acababan de entrar al salón, en ese instante fruncí el ceño y quizás mi corazón se detuvo, mis oídos dejaron de escuchar todo a mi alrededor y mi pulso se aceleró.

Era ella.

¿Qué era esto? ¿Una broma de mal gusto?

No podía ser realmente ella, quizás una chica muy parecida, pero no. Su cabello castaño caía en ondas hasta su cintura, el vestido negro le amoldaba cada curva de su cuerpo y sus ojos, tan marrones e intensos como la primera vez que la vi en aquel aeropuerto hace más de tres años.

Ella estaba aquí, era ella, Abi estaba viva y a unos cuantos metros de mí.

Podía jurar que todos a mi alrededor se quedaron en silencio, hasta la música había parado, ni siquiera le tomé importancia a la copa que se había resbalado de mi mano y ahora era pedazos en el suelo. Todos habían seguido mi mirada hacia la pareja que había formado un gran revuelco en mi interior en tan solo unos segundos.

Ana se desmayó de la impresión y Walker la sostuvo entre sus brazos, Lex y Beatriz empezaron ayudar, pero mi mente no reaccionaba, no podía hacerlo, estaba en shock y mi corazón a punto de salirse.

Abigail Moretti estaba viva y nuestros caminos se habían vuelto a cruzar.

Esto era imposible.

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