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Capítulo 5: Lo que fuimos

Kassidy

Pequeños rayos del sol se filtraban entre las cortinas cuando Kassidy abrió los ojos y decidió levantarse e ir al baño. Al salir, buscó ropa en el armario. La mantenía allí por si decidía quedarse un fin de semana con su amiga. Candace hacía lo mismo en la que hasta la noche anterior era su casa.

Justo en el momento de salir de su habitación y caminar por el pasillo, una de las puertas dobles de la entrada se abrió y se encontró a Candace vestida con ropa deportiva y una toalla sobre el cuello. El edificio donde vivía contaba con un gimnasio bien equipado, así como otras áreas recreativas. Era un buen lugar para vivir y de no haberse mudado con Roger, habría elegido hacerlo allí y cumplir el plan de vivir juntas que nunca pudieron realizar una vez graduadas. 

—Me baño mientras preparas nuestro desayuno, pequeña víbora —dijo Candace socarrona, golpeándole el hombro con el suyo al pasar a su lado—. Y no te olvides de nuestra conversación pendiente, ¿escuchaste? —gritó antes de entrar a su habitación. 

Kassidy no contestó, ¿para qué? Sabía que no tenía opción. Quizás ella le daría otra perspectiva de la situación. Preparó una ensalada de frutas con gotas de leche condensada encima. Justo acomodaba el cuchillo en el lavavajillas cuando su amiga llegó a la cocina y le hizo un gesto para que la siguiera al comedor. 

—Nunca usamos el comedor —dijo con cierto recelo, pero Candace la ignoró.

Se sentaron una frente a la otra y su amiga extendió ambas manos indicando que esperaba escuchar lo que tenía que decir. 

—Terminé con Roger —comenzó Kassidy después de tomar suficiente aire en sus pulmones. 

—¿Y él lo sabe?, porque ayer se volvió loco e insistió tanto después que hablé contigo, que debe haber tomado un vuelo directo a Londres para encontrarte —respondió divertida mientras masticaba un pedazo de pera.

—No creo que se atreva a estar frente a mí en los próximos días, pero hablaré con él cuando me sienta preparada.

—No preguntaré qué pasó, porque me queda claro que al hablarme del efecto y no la causa no dirás más. Pero, sí tengo curiosidad en esto: ¿estás segura?

—¡Claro que sí! 

—No de dejarlo, boba. Eso no me importa. Sabes de sobra que él nunca me gustó para ti. Me refiero a tu plan de anoche de salir del país a hurtadillas y abandonarnos. Comprendo que es trabajo, pero cambiar tu vida de esta forma tan radical, sin explicaciones y que saliera así, de la nada se me hace extraño. No me queda claro si lo haces por él o por ti. 

Kassidy se quedó pensando, un tanto contrariada, en las palabras de Candace. Estaba de acuerdo con que fue impulsiva al decidirlo, y en definitiva, se dio cuenta que para ella solo fue una salida, una buena opción que tomó sin más. 

—Además, no creo que debas decidirlo de inmediato. Lo de Suecia era una posibilidad y tienes tiempo para pensarlo, ¿no? Y más ahora, cuando Kilian ha vuelto a tu vida…

—No tengo idea de qué quieres decir con esa frase, pero ni se te ocurra insinuar que entre él y yo hay algo más que una amistad, ¿te quedó claro?

Kassidy frunció el ceño como si en vez de una uva hubiese probado un limón. 

Se puso de pie molesta y Candace abrió los ojos como si fueran a salir de sus cuencas. Eso la hizo cerrar los ojos al percatarse de la munición que le había entregado en bandeja de plata y del momento exacto que decidió para dispararla.

—¡Qué rayos te pasa! Actúas como una bipolar, ¿te estás medicando? —La siguió hasta la sala, saltando como niña y le gritó cada vez más fuerte—: ¡Oh, mi dulce amiga! A mí no me engañas. Tu amiga Candy te entiende. Sé que estás tentada por ese duro trasero —Hizo gestos como si diera nalgadas y Kassidy se negó a seguir mirando—. Entiendo que darías todo por probarlo tan solo una vez, yo también. —Suspiró y puso una mano sobre su frente fingiendo desmayarse y luego se arrodilló sobre el sofá simulando azotar uno de los cojines como si tuviera a alguien a su merced—. Ese hombre se ha puesto divino con los años.

—Estás loca, Candy. Eres un pequeño demonio en el cuerpo de una rubia hueca —respondió de mala gana, pero evitando el más mínimo contacto visual con su amiga. Luchando por mantener el control después del espectáculo dado en el comedor. 

—¿Y tú crees que me ofendes con eso? Pobre, pobre mortal. Pero no cambies de tema. Ustedes dos siguen teniendo un par de secretos que no he descubierto, pero tarde o temprano lo haré, aunque ese no es el punto justo ahora. Ordenemos tus prioridades, cariño. Vuelves a tu soltería, ¿te das cuenta? Necesitas dónde vivir y este demonio te ofrece su humilde morada. —Hizo una reverencia—. Tengo el espacio, la ubicación geográfica ideal y, además, unos vecinos que se caen de buenos y están disponibles. ¿Qué dices? Por fin viviríamos juntas. No me hagas rogarte, porque lo haré. Soy capaz de ponerme a gritar con un megáfono en los bajos del edifico donde trabajas. 

Kassidy no hizo más que reír al imaginarlo, porque sabía que lo haría. A veces su preocupación por la salud mental de su amiga era real, justo como en ese momento. 

—Me gusta tu propuesta, Candy, pero antes debo corroborar el tema de tus vecinos. Si mal no recuerdo, tuviste una etapa donde te gustaban los de la tercera edad y yo a eso no juego —respondió, provocando que la otra se pusiera roja como un tomate. 

Con fingida indignación, Candace alzó su mentón y salió airada de la estancia para gritarle desde el pasillo: 

—¡Prepárate! Iremos por tus cosas en una hora. Voy a llamar a Mary para saber cómo va todo en el hospital. 

Kassidy entró a la habitación de nuevo, feliz por haber obtenido esa pequeña victoria frente a su mejor amiga y hacerle olvidar el interrogatorio, porque si insistía un poco más tendría que contárselo con todos los detalles posibles y seguía sin querer hacerlo. 

Abrió el armario y vio una de las creaciones de Candace que estaba casi segura no haber visto en años. El vestido palabra de honor, largo, azul turquesa y adornado con pedrería que usó tres años antes, justo la noche en la que todo se estropeó entre ella y Kilian. 

No quería recordar aquella noche, pero la textura de la tela la llevó allí sin poderlo evitar.

 

Kassidy preguntó la hora por enésima vez. Era la fiesta de compromiso de su amiga Candace, y quería presentarles a Roger, su «conquista seria», como ellos llamaban a quien durara más de un mes en sus vidas.  Era un hecho que los tres disfrutaban más de las salidas que de la estabilidad afectiva que alguien pudiese proveerles, pero jamás imaginó que a partir de esa noche se separarían sus vidas en un antes y un después. 

Kilian llegó en tal estado de embriaguez, que se le hizo incapaz mantenerse erguido sin ayuda. Se portó grosero con todos e inició una pelea al peor estilo callejero con Roger; al afirmar que tocó a su cita bajo la mesa, dejándole la nariz rota como resultado. Pero cuando haló con fuerza a Kassidy y le exigió que se fuera con él, todo empeoró, porque otros hombres se involucraron. 

Para cerrar con broche de oro, cuando ella creyó finalizado el escándalo, Candace corrió en su dirección bañada en lágrimas y le suplicó casi sin poder hablar bien que la sacara de allí después de que encontró a su prometido teniendo relaciones con su asistente en el baño de damas. Ambas salieron de allí, pero hacia el hospital para que revisaran a Roger y allá se apareció Kilian y creó un nuevo escándalo cuando la acorraló para besarla y como se negó, terminó por culparla de cosas que ella no tenía idea. Todo acabó tan mal que los dejó a los tres llenos de resentimiento, culpa y vergüenza y no lo pudieron superar. 

Con el tiempo, el resentimiento se fue disipando hasta desaparecer por completo y con su llamada, Kassidy admitió que fue una buena forma de eliminar la distancia que se obligaron a mantener desde entonces. Ella esperó al menos una disculpa de su parte, que le demostrara remordimiento por su proceder, pero nunca llegó. Así que empezaron a evitarse con los amigos y lugares en común. Llegó un punto en que no pudieron evadirse más y abiertamente aceptaron el deterioro en la relación frente a una Candace confusa que no tenía ni idea de lo que sucedió entre los dos, así que decidieron ignorarse cuando fue inevitable el compartir espacios. Terminaron actuando como simples conocidos, limitándose a saludos cordiales y a salir por la salida opuesta cuando uno de los hacía que se enfadara el otro con alguna demostración o un comentario .

Kassidy volvió al presente y se obligó a dejar de pensar en eso. Debía concentrarse en el ahora. Si bien Kilian y ella no volvieran a hablar como los grandes amigos que fueron, él estaba en problemas y lo apoyaría sin duda alguna. 

Por el momento, agradeció el ofrecimiento de su amiga para ir por sus cosas al apartamento que compartía con Roger, porque sola no se atrevía. Solo esperaba que si él estaba allí, se comportara y no quisiera ponerse en el papel de víctima o tergiversar las cosas como hacía cada vez que discutían.

Después de maquillarse, salió de la habitación con un atuendo deportivo de pantalón corto de mezclilla, blazer azul cielo, camiseta y zapatillas blancas y se acomodó en el sofá para mirar la televisión mientras Candace terminaba de arreglarse. 

Escuchó un estridente silbido y al voltear, vio a su amiga con la boca abierta. 

—Vaya, por fin puedo morir tranquila sabiendo que aprendiste a vestirte sin mi ayuda. Vas preparada para que Roger se muerda a sí mismo viendo lo que perdió. Me gusta. No, me encanta. —Se acercó dándole un fuerte abrazo y luego un fuerte azote en el trasero que la obligó a empujarla, pero la rubia se rio. 

—¿Acaso esperabas verme en pijama, con los ojos inflamados y el maquillaje corrido para rogarle volver? 

—Tranquila, sé que dentro de ese pecho hay un hueco vacío lleno de telarañas donde debió haber un corazón —contestó resignada—. Ahora vámonos, tengo muchos compromisos.

Le dio espacio de salir primero del apartamento, pero la noticia que estaban transmitiendo en la televisión las detuvo. Hablaban sobre el accidente de los modelos y ella le comentó que trabajó con ambos en algunos desfiles. 

Apareció en pantalla Axel Kovac, el representante de los dos y brindó una conferencia de prensa sin ofrecer pormenores de la tragedia. 

—¿Por eso vas vestida así? 

Su amiga iba toda de blanco, incluso el bolso y los altos tacones.

—Sí, voy al funeral de Damien Pietri. Iniciaba su carrera y lo hacía como pocos, fue muy talentoso, pero se mezcló con gente equivocada —dijo con genuina consternación. 

Kassidy la conocía y se daba cuenta del genuino aprecio que le tuvo. 

—Era muy joven —suspiró al ver su fotografía en la esquina derecha de la pantalla. 

—Sí, pero Anna es como un desastre natural que daña todo a su paso. No le deseo mal alguno, pero lamento haberla ayudado a cruzarse en la vida de Kilian. Para ser sincera, jamás pensé que duraran tanto. 

—No te culpes. Él es un adulto que tomó sus decisiones y ella es hermosa. Sin duda debe tener algo especial para que se haya mantenido a su lado. 

—Ya no conoces a Kilian, enana. Ahora es sombrío y distante. Como si tuviese un vacío que no pudiera llenar con nada, ni nadie. Ella fue como un escape para él, pero no sé de qué. Sigo sin entenderlo. Deberías hablar con Mary para que te cuente. 

—Hablo con ella con frecuencia. 

—Hablar, no saludar. Hay diferencia en ello, querida. A mí tampoco me has preguntado por él en mucho tiempo. Solo espero que con lo de anoche, se acabe la tontería entre ustedes. Extraño como éramos. Los tres juntos contra el mundo. 

Apagó el televisor y salieron del apartamento en silencio. Kassidy no quería remover ese pasado.

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