Santiago, revisaba unos documentos del banco, luego de terminar de firmarlos y entregarlos a su asistente, se recostó sobre su sillón, la ausencia de Alba, y de Alex le dolía, sentía su corazón cada día irse resquebrajando en su interior.
Apenas habían pasado dos semanas, pero para Santiago, parecían siglos, el no tener noticias de ellos calcinaba su alma. Se puso de pie, tomó sus cosas y salió del banco, necesitaba respirar aire fresco, porque sentía que de un momento iba a enloquecer.
Subió a su auto, encendió su reproductor: «Qué voy a hacer con mi amor by Alejandro Fernández» empezó a sonar:
«Le bajé las estrellas de un solo golpe. Tal vez ese fue mi error. Le ofrecí cada día y cada noche, el alma y el corazón. Pero no le bastó no fue suficiente. No quiso quererme como la quise yo» ...
Gruesas lágrimas brotaron de sus ojos al escuchar la melodía, se aflojó el nudo de la corbata p
Queridos lectores creen que Diana logrará convencer a Alba de dejar que Alex comparta con ellos y su padre. ¿Qué opinan? ¿Creen que huirá de nuevo?¿Qué les parece el relato de Diana, se imaginaron que su vida era así de triste? Dejen sus comentarios y subo otro capítulo. Gracias por el apoyo a esta historia.
La muchacha se quedó callada por varios segundos. —Entonces si me entiende, debe entender que su hijo me lastimó, me rompió el corazón, al igual que usted, yo creía y confiaba en él, en sus juramentos, en sus promesas, me decía que él nunca me iba a dejar pase lo que pase, y todo fue mentira. Alba se cubrió el rostro estallando en llanto, sentía mucho dolor, le dolía el alma. —Te comprendo muy bien, sé que mi hijo actuó mal, y que para ti es muy difícil todo esto, sin embargo, existe un niño de por miedo y te guste o no Santiago, es su papá. —Un padre que no estuvo cuando más lo necesitamos, mientras él paseaba con su novia por el mundo, su hijo nacía en la calle. ¿Le parece justo? — cuestionó con la mirada llena de rencor. Diana derramó un par de lágrimas, condoliéndose del dolor de la joven, sin embargo, debía aconsejarla por el bien de todos.
Entre tanto en trayecto hacia el banco Alex, le contaba a su abuela todas sus aventuras en el nuevo centro comunitario, le iba cantando las canciones que aprendía en clases que ahí recibía, mientras le conseguían escuela. Diana, emocionada lo escuchaba, y aplaudía las hazañas de su nieto; una vez que llegaron al banco, subieron por el ascensor, la doctora Maldonado, se acercó a la asistente de Santiago, quien al verla de inmediato la saludó. —Señora Diana, buenas tardes. —Le brindó una cálida sonrisa. —Hola. ¿Mi hijo está ocupado? —inquirió. —No, señora, ya la anuncio con el economista. —No le diga que estoy aquí. — Diana, se inclinó ante Alex—. Mi niño le vamos a dar una sorpresa a tu papá, quédate escondido tras de mí, y cuando yo te llame entras. ¿Entendiste? El pequeño muy emocionado asintió con la cabeza, enseguida Diana, abrió la
Diana sonreía feliz, ella como madre casi nunca se equivocaba con sus presentimientos hacia los pretendientes de sus hijas. En el pasado no veía con buenos ojos la relación de Enzo e Isabella. La muchacha siempre estuvo enamorada de su actual esposo Fernando. Tampoco era de su agrado Eliana, la mujer con la que Santiago pensaba llevar al altar, y con Joaquín algo le decía que era el hombre ideal para María Paz, ella se casó con alguien parecido y ya llevaba casi más de veinte y cinco años a su lado feliz. —Esta es su casa muchachos, pueden venir a visitarnos cuando quieran. Miguel Ángel ya que somos familia, eres bienvenido también —expresó Rodrigo. El señor Duque estrechó la mano de su consuegro, y luego se dieron un fuerte abrazo. —Cuando quieran ir a Manizales, son bienvenidos, tenemos lugares maravillosos para conocer, me gustaría que nos visitaran en la época de la cosecha, quiero que conozcan la Momposina, qu
Santiago se encontraba de espaldas al ascensor dando unas indicaciones a su asistente, cuando la voz de su hijo hizo que girara de golpe. —¡Papi! —exclamó el niño, era la primera vez que lo llamaba así. Santiago se sorprendió y su corazón se llenó de alegría. Se inclinó a la misma altura de su pequeño para abrazarlo, luego levantó su mirada y observó a Alba sin moverse en la puerta del ascensor. Sus azules ojos cobraron de nuevo el brillo que se había apagado semanas atrás cuando desapareció, entonces volvió su mirada a su hijo. —Alex, me llamaste papá —pronunció, tratando de contener las lágrimas. —¿Te molestó que te dijera así? —inquirió el niño con temor. —Claro que no Alex, no imaginas la felicidad que siento en este momento — aseveró; en ese instante su mirada llena de amor se volcó a Alba, como queriendo expresar su total agradecimiento. Ell
Alba, llegó con las mejillas sonrojadas y bastante agitada hasta el auto donde Diana la esperaba. La señora Vidal, observó el rubor y nerviosismo de la joven.—¿Estás bien Alba? —preguntó con preocupación, al ver en las condiciones que estaba.—Eh... Sí señora —balbuceó con la voz temblorosa, aquel beso con Santiago la descontroló en gran medida.«No Alba, tú no puedes volver a creer en él» se repetía así misma, mientras la señora Vidal, no dejaba de mirarla.—¿Mi hijo te hizo algo? —indagó—, confía en mí, si te ofendió o sucedió alguna cosa que te incomodó, yo debo hablar con él.Alba negó con su cabeza, ellos ya no eran unos niños, como par
Santy regresó con la bandeja entonces le pasó a Alba el vaso del milkshake de frambuesa que sabía él, que era uno de sus favoritos. La joven mordió sus labios al darse cuenta que lo recordaba, suspiró bajito.—Gracias —respondió.Enseguida le sirvió a Alex su copa de helado en forma de payaso, para el pequeño todo eso era tan nuevo, miraba a su alrededor con admiración.—No te vayas a ensuciar —advirtió Alba a su hijo.—Déjalo ser niño —comentó Santiago. —¿Acaso tú nunca te manchaste la ropa cuando tenías su edad? —Enfocó su azulada mirada en ella.Alba inclinó sus párpados, respiró profundo, sus ojos se cubrieron de una ligera capa de lágrimas.<
Después de largas horas en el centro comercial y de varios momentos en los que Santiago se sentía al igual que Alba a ver su hijo tan feliz, después de haber padecido tanto, el pequeño tomó de la mano a su padre y lo llevó corriendo emocionado a una tienda de juguetes.Era algo sorprendente para muchas personas que vivían de forma superficial, ver a un hombre tan elegante, con un metro noventa de estatura, jugando como si fuera un niño con su hijo. Claro que muchas féminas, observaban embelesadas a Santiago y otras decían cosas entre ellas como, por ejemplo.—Qué suerte tener un esposo así de tierno —dijo una mujer por ahí.—¡Y tan atractivo! — suspiró otra.Alba frunció el ceño, apretando sus labios, no podía creer la desfachatez de esas señoras,
Santiago, conducía su vehículo por las calles de New York, llevando a Alba, y su hijo al centro comunitario donde aún vivían. Alex en el asiento de atrás, se quedó dormido.Un profundo silencio se apoderó de ambos por varios kilómetros. Santiago, quería preguntarle tantas cosas, aquel beso había despertado en él las esperanzas, claro que la indiferencia de ella lo confundía.Alba en el camino pensaba y analizaba muchas cosas, varias de esas, referente a su hijo. Cuando llegaron al lugar. Se dirigió a él.—Santiago hay algo con respecto a Alex que quiero dejar claro —pronunció seria y muy segura de sí misma; cuando se trataba de su hijo, olvidaba sus miedos y temores.—¿Qué cosas? —preguntó él girando su rostro hacia ella, mirándola