El auto se detuvo en el estacionamiento subterráneo y dos hombres con máscaras oscuras ya lo esperaban, resguardando la entrada al club. Franco palpó su arma con sigilo mientras veía a los guardias abrir las puertas metálicas. La música estridente le dio la bienvenida y una rubia despampanante lo esperaba a medio pasillo con una copa en la mano. Él la ignoró. No estaba allí por diversión. La mujer lo miró con cautela. Era su preferida, aunque ahora ya no la encontraba tan atractiva como semanas atrás. Deslizó su mirada por su piel descubierta y se dio cuenta de lo estúpido que era al imaginarse sobre esa piel clara los tatuajes que le pertenecían a Livia. Suspiró ofuscado, necesitaba aliviar toda la opresión que esa mujer le provocaba, con urgencia. Siguió a la rubia que se contoneaba cada vez más al sentir su mirada sobre su cuerpo y abrió la puerta de la oficina para él, donde tres de sus hombres se pusieron de pie al verlo entrar. —Que te avisen cuando termine —le dijo cerca d
La cortina celeste ondeó con suavidad sobre la piel de la modelo, su expresión era sensual, de pleno éxtasis, como si la acariciara un amante y le susurrara al oído todo lo que aún les faltaba por experimentar. Elías sonrió en su dirección y Livia no pudo evitar sentir admiración por la composición que habían logrado. La portada para la propuesta estaba lista.Era un equipo talentoso que se movía bajo una sinergia que ella nunca había experimentado. Era como si se leyeran el pensamiento unos a otros y cuando no concordaban sobre un tema, surgía algo mucho mejor de lo que se había planeado. Livia se dio cuenta que eso era lo que había buscado por tantos años. Amaba trabajar sola, pero cuando tuvo la oportunidad de hacerlo con otros se sentía fuera de lugar. Ahora todo era distinto, fluía con naturalidad y el trabajo de cada uno se complementaba de una forma casi mágica con el resto. Era palpable cuanto amaban lo que hacían y eso le encantaba cual canto de sirenas. No había observado í
Livia detuvo un taxi al llegar a la calle y en pocos minutos estaba frente a la puerta de la casa de su amiga, mirando las vetas de madera envejecida sin atreverse a tocar. No estaba de ánimo para conversar y mucho menos para hacer confesiones, así que le dio la espalda a la puerta dispuesta a salir de allí. Pensó en que quizá un bar podía ser lo que necesitaba en realidad, pero la puerta se abrió de pronto y Clara la miró con recelo por un momento.—¿Llegaste hace mucho? —preguntó a su amiga sujetándola de la mano y arrastrándola hacia las gradas del siguiente piso que estaba a pocos metros de su puerta. Livia negó—. Tu jefe llamó…, Baumann —aclaró como si fuese necesario. Su sonrisa fue breve, pero sabía que debía darle algo a cambio si no la quería en modo mamá impertinente.—Regresó de viaje y llevo el teléfono apagado —mintió. La verdad era que había sentido la vibración, pero no tenía la fuerza para ver ni siquiera quién era. Estuvo casi segura de que era Elías y esa fue la ve
Franco no olvidaría ese día con facilidad, ni siquiera estaba seguro de que todo lo que había vivido en el transcurso del mismo fuese del todo real. Eran las extrañas sensaciones que aún pululaban dentro de su pecho lo único que lo convencía de que no era producto de su retorcida imaginación.El cargamento que encontró en Holanda se encontraba en un estado tan deplorable que estuvo a punto de hacer desaparecer a cada uno de los miembros del grupo que lo había desafiado. No se iba a quejar por el pago que recibió como retribución y mucho menos del acuerdo por dejar a cada uno de los chicos en el estado con el que llegaron inicialmente a sus manos, pero las vidas que cobró por ello eran parte del juego para no perder el respeto. Esos muchachos no habían sido atrapados como esclavos sexuales, habían sido reclutados como empleados de una red gigantesca, que, aunque se movía entre sombras, no podía darse el lujo de una denuncia por maltrato debido al tipo de clientes exclusivos que sosten
Ante él se desplegaba una azotea convertida en una maravilla, donde incluso había un par árboles de limón y diferentes hortalizas, flores en maceteros, tres tumbonas alrededor de un jacuzzi que había tenido mejores épocas y un sofá largo, con una pequeña mesa de madera desvencijada justo frente a una baranda metálica que rodeaba el perímetro. Franco se movió hasta el sofá para admirar la vista de la ciudad. A lo lejos, se divisaba la zona comercial y el tránsito ininterrumpido de un habitual viernes por la noche.—¿Quieres beber algo? —preguntó ella moviendo varias cajas de madera. Él se puso de pie para ayudar, pero ella negó con la cabeza y Franco volvió a tomar asiento. Livia abrió un minibar antiguo, pero parecía funcionar y sacó varias latas de cervezas. Le ofreció una y ella se quedó con tres.—Gracias —dijo él recibiendo la bebida y mirando de reojo cómo Livia se sentaba sobre una de sus piernas y flexionaba la otra. Con ello obtuvo respuesta a su duda, llevaba un pantalón co
El amanecer solía traer consigo escenarios que a Livia le encantaba fotografiar. Su alma se calmaba cuando captaba esos colores que parecían creados solo para su deleite. Abrió los ojos y parpadeó un par de veces, tuvo que sonreír al notar al sol que tímidamente salía por el este de la ciudad que parecía invitarla a esa cita que solían tener cada tanto. Escuchó el golpeteo del corazón acompasado de Franco bajo su cuerpo y se distrajo con la tibieza de los músculos firmes que la rodeaban. Pensó en ir por café para ambos, pero no estaba segura de la posición en que la dejaría el hacerlo. No eran una pareja, aunque él hubiese usado esa línea con ella horas atrás.Recordar que fue por ella que terminaron teniendo sexo la hizo suspirar con desgana y el movimiento de su cuerpo causó que Franco la abrazara con posesividad.Un dedo le golpeó la cabeza con insistencia y eso la hizo girar y voltear hacia arriba. Clara le hizo señas para que se levantara y aunque eran amigas de muchos años, no
A regañadientes tuvo que entregarle el teléfono de Livia a Patricia. Sus planes de desayunar con ella y hablar con Elías se desmoronaron en el momento en que su secretaria le daba el mensaje de su tía, convocándolos a una reunión extraordinaria de accionistas. Ni siquiera habían tenido tiempo de ultimar los detalles de sus respectivas propuestas y eso lo puso de peor humor. No le gustaba que ella se impusiera de esa forma. Estaba muy consciente de que fue ella quien dio la cara cuando él decidió irse del país y también sabía que había actuado como un niño consentido, al negarse volver cuando se lo pidió, pero desde que decidió asumir su lugar con todas sus consecuencias, ella le había dado luz verde para manejar los negocios según su criterio. No entendía por qué había empezado a actuar a sus espaldas.Entró a la sala de juntas sin saludar y le irritó sobremanera la sonrisa burlona que se le dibujó a la anciana en los labios cuando lo miró. La tía Viviana había sido una mujer dura al
La música se escuchaba embotada desde el lugar donde estaban. Su madre le acariciaba el cabello con esa delicadeza tan suya que lo hacía relajarse y que solo las manos de Livia habían logrado reproducir el mismo efecto sobre él.—Háblame de ella —le pidió en tono divertido.—No, aún no tenemos nada en concreto —dijo sin abrir los ojos, pero con una sonrisa pugnando por salir de sus labios—. Mejor dime cómo te sientes. —Franco, no. No quiero hablar de mí. Siempre estas angustiándote y eso me hace infeliz. —Mamá… sabes que no puedo venir tanto como quisiera. El que no respondas mis llamadas me preocupa —dijo sincero. Esta vez abrió los ojos y le dio un beso sobre las heridas de las muñecas que ya empezaban a sanar. Las costras de las rodillas ya estaban mejor, pero en su rostro seguían los vestigios del impacto de la caída.—El día que saliste de esta casa, ¿qué me prometiste?—Que viviría mi vida —recordó él con un nudo en la garganta. Se aflojó el corbatín para poder respirar mejor