CAPÍTULO 4

Tomo el elevador y subo al décimo piso, con café en mano y un dolor de cabeza terrible que me hace sentir más débil de lo normal. Quizá nos excedimos ayer con la última práctica del baile y ahora es que estoy sintiendo el cansancio. Entro a la oficina, sin ver a Matthew por ninguna parte, tal vez llegue algo retrasado.

—A ver, ¿qué tenemos aquí? —susurro.

Veo un pequeño grupo de cajas y sobres encima del escritorio de mi jefe. Ha llegado la correspondencia y tengo que organizar todo antes que llegue. Clasifico las cosas, dejando lo más importante a la vista, pero uno de los sobres capta mi atención. Sin pensarlo dos veces lo abro con cuidado y leo una última vez la frase “para la boda”. Un bloque de invitaciones cae al suelo y con manos temblorosas escojo una y leo con atención: “Nos complace compartir con ustedes nuestro mejor momento. Acompáñanos en nuestra boda civil este 12 de octubre a las 5 de la tarde, en el salón de eventos Diamond”.

Me entran unas ganas terribles de arrugar el suave y decorado papel, pero me contengo y guardo todo como estaba.

—Buenos días, Jackson, ¿llegó el correo? —Mi jefe deja el maletín de cuero sobre la mesa y toma asiento, observándome con atención.

Pensé que me había descubierto, sin embargo, su comportamiento parece decir lo contrario y el alma me vuelve al cuerpo. Es un alivio.

—Buenos días, señor. Sí, aquí está lo más importante. Llegaron unas cajas con papelería, lo demás es personal.

Le dedico una última mirada un tanto molesta y me siento en mi silla, para empezar un nuevo día de trabajo. Me pregunto cómo puede decirme todas esas cosas románticas cada vez que va a verme al local de eventos si ya faltan menos de tres semanas para que se case. Me parece que es un total descarado y creo que voy a volverme loca por su culpa.

Pasan unos minutos y lo veo removerse en su asiento, algo desesperado.

—Recoge tus cosas, tenemos un viaje de imprevisto hacia… —Apaga el ordenador y toma su maletín—, Manchester.

Frunzo el ceño por tan rápido viaje y tomo mis cosas rápidamente para seguirlo. Subimos en el elevador hasta el último piso del edificio y vamos hacia un helicóptero. La molesta brisa no me deja ver con claridad, pero aún así logro subir con su ayuda y después se sienta a mi lado. Acomoda mi cinturón y pone en mis orejas una especie de diadema, enseguida el corazón me traiciona y empieza a latir más rápido debido a su cercanía y exquisito olor varonil.

Matthew se concentra en su móvil inteligente, se parece al que me dio a mí, pero el suyo es más costoso. Teclea con destreza, mientras que yo no aparto mi vista de él ni de sus hermosos gestos que me eclipsan.

El helicóptero comienza a elevarse y no puedo disimular la sorpresa, este sentimiento de algo que vivo por primera vez. Me tapo la boca con las manos y sonrío cuando veo el grupo de edificios hacerse pequeños justo debajo de nosotros. ¡Jamás hubiera pensado en observar la ciudad desde arriba! Es algo casi mágico, algo así como de película. Miro a mi lado y lo veo sonreír como niño, dejando su teléfono y ceño fruncido a un lado, centrándose en mí y en la hermosa perfección que se alza ante nosotros...

Alrededor de cuatro horas después aterrizamos sobre la azotea de un gran edificio moderno, aunque a lo lejos se pueden ver algunos de aspecto antiguo, pero no dejan de ser llamativos. Me ayuda a bajar y luego él también lo hace, ya dentro del edificio descendemos por unas largas escaleras de metal y aparecemos en un lujoso pasillo con las palabras Vineyard Agency en la pared.

—Señor, señorita… —Cuatro hombres se acercan a nosotros y solo uno de ellos nos saluda muy educado, representando a todos.

—¿Qué es lo que ha ocurrido, Joseph? —Matthew interpela al hombre.

—Es que… —Se acomoda los lentes, algo incómodo.

—Señor, tenemos que…

Matthew levanta la mano y frena a la elegante mujer que se acerca caminando un tanto desesperada.

—Habla con Jessica, ella luego me comunicará todo. —Se gira de nuevo hacia el hombre.

La mujer se acerca a mí y me toma del hombro con un gesto cortés. Obviamente suspiro y trato de serenarme, ya que no comprendo lo que está pasando.

—¿Qué es lo que ocurre? —inquiero y la mujer suspira con pesadez, clavando sus ojos miel en los míos.

—Se ha presentado un bloqueo en el sistema, solamente aquí en Manchester. Los clientes están pidiendo que les devolvamos el dinero de los boletos y tours, y…

—Espere, espere… Cálmese y dígame qué es lo que está ocurriendo ahora mismo. —Intento tranquilizarla y entender lo que dice.

—El sistema se ha bloqueado y no podemos devolver el dinero, muchos clientes han creado un caos en la entrada y alegan que somos ladrones… —Se pasa una mano por su corto cabello castaño.

—Entiendo. ¿Y ya están tratando de averiguar el problema? ¿Qué hay de los encargados del mantenimiento del sistema, no sé…, de los servidores? —Según lo poco que sé, trato de buscar una solución.

—Apenas están tratando de descubrir la raíz del problema. Pero lo peor es que el señor Michelangelo ya está aquí y está exigiendo ver a su hijo. —La chica abre los ojos y se expresa como si aquel hombre fuera el demonio en persona—. Quizá usted pueda hablar con él y comunicarle lo que dice el señor Matthew.

—Yo… —Echo vistazo a mi jefe y lo veo manotear mientras discute efusivamente con los cuatro hombres y al mismo tiempo habla por teléfono.

La mujer me toma del brazo y lleva casi a rastras hacia el elevador. Sin más remedio y con la intención de ayudar, la sigo sin oponerme. Minutos después llegamos a un gran pasillo que al final tiene una gran puerta, esta agencia es bastante parecida a la que está en Londres. Cruzamos el umbral y me quedo paralizada al captar la total atención de más de veinte personas, me muevo buscando la ayuda de la mujer y ella se acaba de marchar cerrando la puerta detrás de ella.

¿Ahora qué voy a hacer? Me ha traído al matadero y yo caminé tan inocente como un corderito.

—¡Señorita Jessie! Qué bueno que ha llegado pronto… —Un hombre estilizado y con comportamientos femeninos, me toma de la mano y guía hacia un mullido asiento que recibe mi trasero con total comfort.

¿Jessie? Vaya, no sabía que ya hablaran de mí aquí, parecen tan considerados.

—Bienvenida, señorita. —Un hombre mayor, pero muy apuesto y con acento italiano me saluda con una expresión neutral.

Su mirada azulada me parece un poco conocida, pero no recuerdo muy bien de dónde puede ser. Lo saludo con un gesto de cabeza y una leve sonrisa. No entiendo qué es lo que ocurre, pero no voy a demostrar que estoy lógicamente desubicada. Una jovencita se acerca a cada persona y deja una hoja de papel en frente de cada quien, la tomo y leo con atención toda la problemática de la que me habló la traidora que me abandonó en este lugar, sino que aquí lo explican más a fondo. Me centro en que dice que los servidores no responden y que el sistema parece empeñarse en negar las devoluciones del dinero y emitir compras. Esto me parece muy extraño.

Los hombres y mujeres intercambian opiniones e ideas, pero noto que ninguno va más allá de un simple pensamiento pesimista, están estancados en la obviedad.

—No, no… Necesito otra opinión. —El hombre con acento italiano fija su vista en mí y levanta la barbilla inquisitivamente—. ¿Qué opina usted?

Carraspeo y sopeso si lo que quiero decir no les va a parecer algo tonto.

—Dice aquí muy claramente que el mantenimiento del sistema está en perfecto estado, pero, ¿y si se trata de un sabotaje o algo parecido? Aquello podría estar provocándolo alguien o manipulando la información sin que nadie sospeche, eso es lo que creo. ¿Quizá algún hacker informático o alguien que trabaja aquí mismo? Sin ofender a nadie, claro está...

Paseo mi vista por todo el lugar y noto que todas las miradas se han posado sobre mí. Algunos fruncen el ceño o beben agua, y otros solo se quedan pensativos.

—Concuerdo con usted. —El señor apuesto de ojos azules me dedica una mirada intensa y después toma su móvil, para marcar rápidamente un número telefónico. Se aleja con el móvil en el oído y parece dar órdenes sin más, autoritario y con voz firme—. Ya he puesto en marcha las investigaciones y he tomado las medidas necesarias. Por ahora regresen a sus lugares de trabajo, los mantendré informados.

Las personas se levantan y salen rápidamente de la sala, casi corriendo. Cuando ya todos se han ido me levanto para marcharme, pero la silueta de Matthew se hace presente y el hombre mayor parece querer fulminarlo con la mirada. Entonces noto el gran parecido que tienen, el señor Michelangelo debe ser a quien tengo frente a mí.

—Al fin te dignas a llegar, inepto. —Se acerca a él con una expresión de desagrado y Matthew me da una mirada extraña, apenada quizá.

—Padre… —Trata de hablar, pero el hombre no lo deja y se acerca aún más a él, con ímpetu violento.

Reacciono a tiempo y me interpongo entre los dos tratando de evitar una pelea, pero recibo una bofetada en su lugar. Mi rostro gira bruscamente hacia un lado, el ardor es inexplicable y llevo mi mano a mi mejilla para masajearla.

—¡Maledizione! —El señor se acerca a mí de inmediato y quita la mano de mi cara, para acariciar la piel enrojecida—. Perdóneme muchacha, no quería…

Suspira cansado y acaricia por última vez mi rostro, antes de alejarse hacia la gran mesa redonda. Me quedo atónita por su gesto, pensé que continuaría discutiendo con su hijo, pero en realidad parece arrepentido por golpearme accidentalmente. Las manos de Matthew me giran hacia su cuerpo y veo sus hermosos ojos azules escrutar mi rostro.

—¿Por qué te interpusiste así? Ahora te ha quedado una marca, ¿te duele mucho? —Acaricia mi piel y luego deposita un beso allí, enseguida el escozor desaparece y es reemplazado por los latidos presurosos de mi corazón.

—Yo… n-no quería que lo golpeara... —Mi voz sale en un susurro y me grito mentalmente por haberle dicho aquello.

¡Me siento como una tonta!

—Ven, vamos por hielo. —Me toma de la mano y suspira hastiado, después dedica una mirada cargada de odio a su padre.

El mundo parece desaparecer para mí, solo estamos nosotros dos. Caminamos hacia la salida, pero la voz del hombre nos interrumpe.

—Ya están solucionando el problema, pero Matthew, no te puedes marchar por ahora. —Dirige su mirada de él hacia la mía y sonríe levemente—. Un gusto conocerla y conocer sus brillantes ideas, señorita Lindemann. Gratos saludos a su madre y padre de mi parte…

Matthew y yo fruncimos el ceño, pero olvidamos el tema y me guía rápidamente hacia la salida. Creo que me están confundiendo con alguien más. ¿Por qué me ha llamado por ese apellido y de qué padres hablaba?

Almorzamos juntos hace un corto momento y después de eso, hemos regresado a la agencia para cumplir con la nueva reunión que convocó su padre. Espero que el problema se haya solucionado y logremos regresar a Londres muy pronto. Miro la hora en mi reloj y noto que ya es pasada la una de la tarde, aún nos da tiempo de volver y alistarme para ir con mi grupo.

—Bienvenidos, señor y señorita… —Una jovencita muy elegante nos abre la puerta, esbozando una gran sonrisa.

Caminamos alrededor de la mesa y las miradas de los presentes se clavan en nosotros, pero solo nos dedicamos a tomar asiento juntos. Michelangelo cruza la entrada y se acerca a una pantalla que muestra algunos gráficos y diapositivas, la jovencita que nos recibió se pone de pie a su lado y permanece erguida, mirando hacia el frente.

—Buenas tardes a todos. El inconveniente ha sido resuelto gracias a la eficacia de los ingenieros que contraté. —Frunce el ceño y su rostro se torna airado de repente. Las personas de inmediato se tensan y Matthew también, no entiendo el porqué. Continúa diciendo—: ¡Por que los que tengo aquí son unos inútiles! ¡No son capaces de resolver un problema y ser honestos! ¡Regreso de Italia y me encuentro con esto!

Lanza una carpeta al suelo y resopla airado.

Todos nos quedamos atónitos viendo cómo el hombre mayor se sale de casillas. Yo por mi parte, no puedo dejar de preguntarme si Matthew y su papá serán tan parecidos, ¿hombres demasiados serios, malhumorados, pero también alegres por ratos, apasionados en la intimidad y buenos el amor? No lo sé, sin embargo, no dejo de compararlos y notar su gran similitud.

—Padre, cálmate. —Matthew le habla desde el asiento, intentando hacerlo volver a su estado inicial de calma.

—Necesito que te transfieras aquí y reemplaces a Derek y Ava. En la agencia de Alemania se están presentando otros problemas y ellos no pueden venir hasta aquí, sé que eres capaz de levantar esta franquicia.

Matthew eleva una ceja y frunce el ceño.

—¿Y qué hay de su hija? Yo soy el encargado de las dos agencias de Londres, son mías, no puedo dejarlas al cuidado de alguien más. Lo siento pero no puedo ayudarte esta vez.

—Jessie es la única que está aquí en Manchester y solo acaba de comprar acciones, eso es todo. Está iniciando apenas... —Me señala con la mano y frunzo el ceño, pero vuelve la mirada hacia su hijo—. Tienes que ayudarme hijo, no podemos permitir que esta agencia se vaya a la quiebra por los malos manejos que tiene. Necesito que saques la basura, ya sabes a lo que me refiero…

Casi fulmina a los presentes con la mirada y resopla enojado de nuevo.

—Hablaré con Miranda, mi mano derecha. Ella es muy capaz como yo de levantar la agencia, seguro que acepta. La enviaré aquí mañana, pero que no sea más de un mes, la necesito conmigo.

—Gracias, como siempre tan condescendiente, hijo. Bien, la reunión termina aquí, a partir de mañana la señorita Miranda Smith será la nueva gerente temporal. Buenas tardes a todos. —Regresa la mirada a Matthew mientras que las demás personas abandonan la sala—. Puedes regresar a Londres, nos vemos pronto, se acerca fin de año.

—Nos veremos para Navidad, hasta entonces. —Estrechan la mano y asienten.

¡Qué frialdad!

—Hasta pronto señorita Lindemann. —El señor estrecha también mi mano y yo la suya, pero demuestro mi incomodidad.

—Disculpe señor, creo que me está confundiendo con otra persona. —Me acerco un poco a él—. Mi nombre es Jessica Jackson y soy la asistente de su hijo.

Su rostro demuestra sorpresa y confusión.

—Juraba que era... —No puede terminar la frase y mueve su rostro hacia la joven que parece ser su asistente, viene con un teléfono en la mano y se lo tiende con prisa, él toma la llamada y se despide con un movimiento de cabeza.

Sin más que hacer nos giramos y salimos del lugar.

—Volveremos a Londres, vamos a la azotea.

—¡Qué bien! Pensé que íbamos a quedarnos aquí… —Se me escapa un pequeño murmullo emocionado.

Al estar frente al helicóptero, el viento sacude nuestro cabello azabache y por un momento pienso en lo curioso que es: ambos tenemos cabello negro como la noche y ojos azules, excepto que los míos son de un azul bastante oscuro, pero humildemente creo que no dejan de ser bonitos. Nos subimos rápidamente y comenzamos el viaje hacia Londres. ¡Cuento los minutos para llegar!

Al fin, poco tiempo después el helicóptero llega a la azotea de la agencia en Londres. Observamos por un momento la puesta de sol resplandeciente con esos destellos anaranjados que surcan el inmenso cielo. Bajamos en el ascensor hacia nuestra oficina, pero la voz aguda de una mujer nos detiene en el umbral de la gran puerta.

—Hola mi príncipe... Oh, ¿quién es esta niña?

La mujer mayor se encuentra enfundada en un enterizo negro de seda y su voz ronca con acento italiano la hace parecer alguien importante. Avanza hacia nosotros moviendo su largo cabello tinturado de rubio y frunciendo los labios pintados de un rojo potente. Me mira con altivez y rodea el brazo de Matthew con el suyo, alejándolo de mí.

—Hola mamá, ¿qué tal te va? —Le da un casto beso en la mejilla y permanece a su lado.

—¡Estoy de maravilla! ¿Y tú, cariño? Oh, hoy no he visto a Libby. —Nos ve a ambos una y otra vez, su mirada viaja de mí hacia su hijo y luego regresa a mí de nuevo, solo para verme con desprecio.

—Quiero presentarte a Jessica Jackson, es mi asistente personal. —Nos presenta amablemente.

—M-mucho gusto señora… —No extiendo la mano porque ya presiento que va a dejarla estirada.

Vuelve a mirarme con asco y se dirige a su hijo.

—Espero que no te estés equivocando, porque recuerda la estupidez aquella cuando te enamoraste de esa asistente —musita muy bajito.

—Respeta mis decisiones, es la última vez que te lo digo. Tampoco andes tratando mal a mis empleados, ellos son muy importantes para la agencia. Que tengas una buena noche mamá, voy a ocuparme y no tengo tiempo para discutir contigo.

La mujer dirige su mirada a Matthew y le dice algo que no puedo entender:

—Nutrisci il corvo e ti caverà gli occhi…

*Cría cuervos y te sacarán los ojos*

Se atraviesa violentamente en medio de ambos y se marcha pisando fuerte contra el suelo, haciendo más ruido de lo debido con sus zapatos. ¡Resultó ser más insoportable que Libby!

—No le hagas caso, es una pesada —susurra y va hacia su escritorio con una expresión seria en el rostro.

Veo la hora en mi reloj, ha terminado la jornada de trabajo.

—Me retiro, señor, hasta mañana.

—Hasta mañana… —responde con desdén.

Sigue tecleando y no me dirige ni una mirada, por lo que me retiro del lugar.

Salgo corriendo por toda la agencia y tomo el autobús. Minutos después llego a un gran hotel pintado de un blanco inmaculado que se alza ante mí, en grandes letras doradas brilla el apellido Blackwell, como para que no quepa duda de quién es el propietario. El lugar permanece tranquilo, pero imagino que cuando empiece el evento no van a caber las personas.

—¡Jess! —Escucho la voz de Raquel detrás de mí—. ¡Qué bueno que viniste! Pero vamos, pronto tenemos que estar listos.

Me toma de la mano, llevándome casi a rastras hacia el fondo. Rápidamente llegamos al famoso salón de eventos y me llevo una sorpresa al ver un cúmulo de personas correr de aquí para allá, organizando mesas y manteles; construyendo una especie de pirámide con copas de vino blanco, un hombre probando el sonido de los equipos y otros acomodando un gran rollo de cables. ¡Es alucinante!

Saludo a todos mis compañeros con un abrazo y escuchamos la voz de Raquel, quien a pesar de ser muy estricta, es una excelente líder y amiga.

—Cuando nos anuncien, caminaremos hasta ese punto, ahí en el medio. —Señala un pequeño logo con el apellido Blackwell en la tarima y vuelve a vernos—. Apenas la pista suene, quiero ver que todos miren a Jessica, ya saben que ella es quien va a iniciar. Estén seguros de su papel y tengan siempre presente en su mente que lo están, para que la coreografía sea más creíble.

Todos sonríen y tocan mi hombro como dándome apoyo. Les devuelvo la sonrisa y suspiro un poco preocupada, no puedo fallar. Practicamos la coreografía por última vez y después vamos a la cafetería, para refrescarnos un poco y comer algo antes de empezar a alistarnos para el evento. Pronto serán las siete de la noche y a las nueve en punto debemos estar vestidos y preparados, pero aún nos sobra algo de tiempo...

Tiempo después entramos a los vestidores que están detrás de la tarima y nos ponemos el vestuario adecuado. Sonrío al verme en el espejo: llevo el cabello suelto con ondas y un maquillaje donde el color vino se roba toda la atención, acentuando mis rasgos y resaltando la belleza opacada por el cansancio. De mi top sedoso y de color beige, desciende un delgado tirante de tela que entrelaza mi brazo izquierdo y finaliza en un lazo a la altura de mi muñeca, por último, el pantalón es muy corto y lleva una especie de cola que nace desde encima de mis caderas y las arropa delicadamente.

Miro mis pies descalzos y dejo escapar un suspiro, intentando sacar los nervios de mi sistema, ya que me pone muy nerviosa bailar tan expuesta, aunque por lo menos llevo mi antifaz puesto en el rostro y eso me tranquiliza un poco.

—¿Todos listos? —Raquel entra de nuevo y se acerca a mí.

Asentimos afirmativamente.

—¿Ya es hora? —La interpelo y niega.

—Debemos esperar a que nos anuncien, ahora están haciendo un brindis y hay un cantante… —Le resta importancia moviendo su mano.

Me siento en un mullido sofá, pensando en Matthew y en qué estará haciendo en estos momentos en su evento de beneficencia.

Minutos después un hombre vestido con traje de esmoquin, llega al lugar y nos indica que nos preparemos para nuestra salida. Nos agrupamos ansiosos detrás de un gran telón que abren después de unos segundos y vemos la tarima esperarnos con una tenue luz grisácea. Me asomo disimuladamente en la oscuridad y muevo la cabeza un poco, mis ojos ven un gigantesco grupo de personas sentadas frente a la tarima en mesas de banquete, con atención escuchan lo que dice el hombre que habla por el micrófono, el cual se encuentra en medio del lugar.

—Gracias David, por esa espectacular canción… —Un hombre agraciado y bastante alto se va por el camerino que vemos frente a nosotros—. Ahora, recibamos con un fuerte aplauso al grupo de danza que se presentará hoy, aquí, en el evento anual de beneficencia de Vineyard Agency. ¡Con ustedes, Synergy!

El hombre se va por el otro camerino y una luz opaca de color violeta ilumina la tarima.

¿Dijo Vineyard?, debí escuchar mal. No puede ser el mismo evento.

Todos avanzamos hacia el centro y levanto la vista, de inmediato se instala un pitido en mis oídos y el corazón bombea la sangre más rápido, haciéndome sentir mareada. El montón de personas y flashes de cámaras han provocado más nervios de lo habitual en mí, sin embargo, respiro profundo mientras uno mis brazos con los de mis compañeros y agacho la cabeza, en posición y lista para comenzar. Segundos después, la canción Crystallize de Linday Stirling, inunda el lugar e inicio yo, levantando mi pierna y desatándome junto a Raquel y Eileen del nudo de manos que hemos creado. Corremos hacia el frente y comenzamos una danza contemporánea, con movimientos delicados y también marcados. Luego nos desplazamos hacia el lado izquierdo y nuestras dos compañeras más se sueltan del nudo, dejando a los hombres atrás y uniéndose a nuestra danza. Después, vamos hacia ellos mientras que desarman el nudo y los ayudamos a moverse simbólicamente. Comenzamos a bailar en círculos y luego nos organizamos en forma de zig zag, acompañando nuestros movimientos con el sonido relajante del violín y el golpeteo bajo del dubstep. Casi finalizando, siento una especie de mareo que me hace trastabillar, pero rápidamente me estabilizo y continúo mi parte del baile hacia el frente. «¡Ya casi acaba, solo aguanta un poco más!», me grito mentalmente para no desvanecer y desmayarme en frente de todos. Pero no cuento con que en un movimiento rápido mi antifaz cae al suelo, y no me da tiempo de recogerlo. Qué más da, solo me limito a terminar el show. Me sostengo fuertemente de mis compañeros y volvemos a entrelazar nuestras manos para finalizar la presentación...

Escucho los aplausos y vítores provenientes del público al final. Nos despedimos con una venia y mientras me enderezo fingiendo una sonrisa, mis ojos captan la mirada atónita y confusa de Matthew. Volteo el rostro hacia la izquierda y me oculto con mi cabello, aprovecho que mis compañeros corren hacia el camerino y yo también lo hago con prisa. ¡Dios mío! Me ha descubierto, ¿qué voy a hacer ahora? ¿Qué estará pensando Matthew de mí?

Tomo asiento mientras una sensación extraña se instala en mi cabeza, es un malestar bastante insoportable. Huelo un olor a sangre y siento mi nariz humedecerse de algo tibio, así que llevo mi mano allí y la sangre espesa mancha mis dedos rápidamente hasta gotear...

—Jess, ¿te encuentras bien? —Raquel se acerca y acaricia mi espalda.

—Sí, solo fue un pequeño sangrado, debe ser por el cansancio de hoy.

Miro una última vez más mi nariz y ha quedado limpia, el malestar también ha desaparecido lentamente.

—¿Segura? —Me mira dudosa.

—Sí, claro que sí.

Nos sentamos juntas y poso la mirada sobre el cuerpo de un hombre que viene entrando, al ver su rostro un inevitable jadeo asustado se me escapa.

—¡Felicidades chicos! La presentación ha sido magnífica. —Aplaude y sonríe.

No tengo donde esconderme como un topo, no me queda más que dar la cara y enfrentarme a su mirada acusadora. Está enfundado en un traje de esmoquin, a excepción que no lleva corbata, sino una camisa con cuello de tortuga bajo el saco. Luce un cabello brillante y peinado hacia atrás, se ve definitivamente distinto a lo habitual y muy guapo.

Nuestros ojos se encuentran, iniciando una disputa en silencio. Mis compañeros nos observan entre impresionados y atónitos, no entienden lo que sucede. De manera intempestiva me toma de la mano y agarra mi mochila, para después sacarme del lugar sin mediar palabra alguna. Cuando ya estamos fuera del hotel me suelto de sus manos y desvío la mirada, permaneciendo en silencio. En realidad me siento descubierta, no sé qué decir.

Se peina el cabello y resopla enojado.

—¿Por qué me mentiste? Has jugado conmigo como si yo fuera un chiquillo. —Lleva sus manos a la cintura.

De repente me asalta el enojo también.

—Necesitaba el trabajo, cuando me di cuenta que eras mi nuevo jefe, ya no pude hacer nada. Era aceptar o seguir comiendo solamente pan cada día, ¿tú qué harías? Pero eso no significa que todas las cosas que te haya dicho o hecho no sean ciertas, en realidad he sido yo misma siempre, no ha habido hipocresía ni he querido hacerte daño o mentirte a propósito.

Sigue en silencio, como sopesando mis palabras.

—Yo ya sospechaba que eran la misma persona, pero eso no quita que seas una mentirosa —suspira.

Me echo a reír.

—Pero si tú eres un mentiroso también, y sin ningún motivo de fuerza mayor. ¡Te vas a casar con Libby!, ¿crees que no lo sé?

Gira su cuerpo hacia el mío, esbozando una expresión seria y cansada.

—Mi madre quiere que yo me case y hasta se toma atribuciones de hacer cosas sin mi consentimiento, amenaza con desheredarme si no me uno a Libby en matrimonio.

—¿Y ya no estás muy mayor para dejarte chantajear por tu sagrada mamá?

—No lo entenderías... Las dos agencias que están aquí son mías, yo las levanté con sudor y mucho trabajo, pero hay un problema, y es que están a nombre de mi padre. No soportaría que me las quiten.

—Entiendo, entiendo. Tu madre debe tener influencia sobre él, es su esposa después de todo. —Me cruzo de brazos y lo miro de frente—. ¿Qué hay de la ex que te visita en la agencia?

Matthew ríe negando con la cabeza.

—Ella fue quien me dejó por otro antes de casarnos, la perdoné para no guardar resentimiento, pero ella se tomó muy en serio li perdón y ahora busca ser mi amiga debido a la culpa que siente... No cambies de tema, me has mentido y decepcionado. ¿Cómo pudiste vivir una doble vida y engañarme?

De pronto mis ojos arden debido al llanto inminente, me duelen sus palabras.

—Te pido perdón por eso. Lo siento, de verdad —digo entre susurros. Él ya no responde nada, ni siquiera se inmuta. Me acerco y le doy un beso en los labios, pero separa su rostro del mío y niega con la cabeza—. ¿No vas a perdonarme? Matt, por favor...

—La quiero en su puesto de trabajo como siempre, hasta mañana, Jackson...

¿Qué haré ahora? Se marcha con prisa, dejándome ahí de pie y sola, a la deriva y sin su perdón...

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