CAPÍTULO 12
—¿Ya estás más calmada? —Me guía hacia el mullido sofá y sirve dos copas de vodka.

Suspiro y asiento con un semblante de derrota, observando las tenues lámparas que no alumbran mucho, ya que él parece adorar la oscuridad, pero conmigo aquí ha tenido que regular la luz algo más fuerte, pero aún así la oficina luce un poco triste. Cierro los ojos y acaricio la palma de mi mano, aún sintiendo el apretón de mi madre sobre mi piel. Sin poder evitarlo, de nuevo las lágrimas comienzan a recorrer mis mejillas y las manos me tiemblan debido a la impotencia que resulta casi asfixiante.

—Finge no conocerme, me desprecia… y eso me duele mucho, siento que me muero… —Tomo mi copa de un gran sorbo.

Ahora tengo tos, por tan cálido líquido recorrer mi garganta.

—Es que son idénticas. Te juro que no la conocía… —Hago un gesto de pesadumbre y se detiene—. Lo siento, no era mi intención incomodarte.

—No lo has hecho, entiendo tu confusión, así también lo estoy yo —suspiro—. Esa mujer es muy joven. Tu padr
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