Persigo a mi pequeño solecito por el jardín. Hoy es uno de esos días en los que no quiere hacerme caso. Niño inquieto. —¡Vamos cariño, déjame ponerte los calcetines! —Cedric se rehúsa a hacerlo, es un niño muy quisquilloso. —No mami... —responde negando y haciendo uno de sus pucheros. Intenta verse molesto, pero solo consigue ser más tierno. —Papá pronto llegará a casa a cenar, no le agradará verte con los pies asquerosos. Estás todo sucio de barro, Cedric... Me siento a su lado y dejo las calcetas sobre mis piernas, observando a mi pequeño que es idéntico a su padre, tan hermoso y con rasgos delicados y a la vez masculinos. —¿Mamá? —Me interpela con su aguda vocecita. —¿Hmm? —Estoy exhausta, miro hacia el extenso jardín repleto de flores y pequeños castillos de arena creados por mi pequeño. —No estés triste... Mira, ya me puse los calcetines, y yo solito... Desvío la mirada hacia sus pies y luego a su sonriente rostro. Tuerzo la boca, haciéndome la dura, pero termino derritié
Junio de 2018. Londres – Inglaterra. Celebración del 25avo aniversario de Vineyard Agency Acomodó una última vez el antifaz negro y se limpió las manos con nerviosismo. El espejo le regresó su reflejo: en el vio una hermosa mujer vestida con un traje tipo esmoquin femenino y una sonrisa de alegría. Llevaba suelto su cabello largo y los labios pintados de un intenso rojo carmesí, aquello creó un contraste sensual con sus expresivos ojos azules. Por primera vez se vio a sí misma tan hermosa, sin embargo, un sentimiento de preocupación la empujó a la realidad al recordar que ella y su mejor amiga se habían fugado del orfanato para asistir a ese lugar. —Katy, esto es una locura. Somos insoportables, lo sé, pero nunca habíamos llegado a estos extremos. Deberíamos volver. —Tomó la mano de su amiga y le dio un apretón. —¡Solo hagámoslo! Estas cosas solo pasan una vez en la vida —respondió emocionada, restando importancia a las preocupaciones. Le escondió un mechón de cabello detrás de la o
JESSICA Las rejas del orfanato se cierran para dejarme ir y hacer de mi vida lo que mejor me parezca, valiéndome por mí misma. Miro por última vez a mi mejor amiga Katy y escucho sus sollozos al verme del otro lado. Le lanzo un beso volado y lo atrapa en el aire mostrando mucha congoja. Prometí que vendría por ella cuando sea mayor de edad, ya que todavía le falta un año. Ya tengo la edad adulta aquí en Inglaterra y debo irme de este lugar, ya que para mi mala suerte, ninguna familia quiso adoptarme y el tiempo pasó, convirtiéndome en una mujer sola ante la vida. Las monjas sonríen felices porque me voy y al fin van a descansar de mis travesuras y rebeldía. ¿Y quién no?, si yo fuera ellas, también me alegraría. Acomodo mi mochila y camino hacia la estación de buses, me dirijo a una pensión barata aquí en Kensington. En este barrio de Londres puedes ver lugares de lujo y al otro extremo casas humildes, así que no será problema encontrar algo que se adapte a mi estrecho bolsillo. En el
Da suaves golpes en mi gorra y busco en mi bolso los lentes de sol con desesperación. Cuando los encuentro me los pongo con las manos temblorosas y lo veo sentado a mi lado. —Hola. —Levanto un poco la cabeza, aún así hay sombra sobre mi rostro y no puede verme muy bien. —Tanto tiempo sin verte, ¿qué tal va el baile? —Muy bien... ¿Y a usted que tal le va con su lujosa vida? Chasqueo la lengua y sonrío mientras observo su bello rostro. Sus ojos azules me estudian con entusiasmo y reprochan mis lentes. —Haces trampa, así nunca podré saber quién eres. —Esa es la idea, ¿no? —Sonrío y tomo mi bolso para irme. —Espera, no te vayas ¿Por qué eres así? —Me sujeta de la muñeca y tengo que volver a sentarme por la especie de energía que recorre mi cuerpo. —¿Me sigues, verdad? ¿Cómo eres capaz de reconocerme donde sea? —Miro su perfil sin perderme ningún detalle, ahora sé que tiene un lindo lunar negro en la barbilla. —¿Y quién se perdería algo de ti?, si eres inolvidable. Además, siempre
Camino decidida por el corredor principal de la agencia. Es el sexto día de trabajo y mi nuevo uniforme me hace ver muy diferente y llamativa con las medias veladas, falda corta y camisa ejecutiva ceñida al cuerpo. Debo admitir que hubo un error con las medidas de mi ropa, ya que me dieron una talla menos, pero al final el error resultó favorecedor y me siento renovada de pies a cabeza.Me observo una última vez en el espejo de mano, retoco mis labios con un color rojo suave y acomodo las discretas ondas naturales de mi cabello azabache. Subo al elevador y al llegar, entro en la oficina. Matthew ya está sentado en su cómoda silla, tan perfecto y apuesto como siempre.—Buenos días, señor.Lo saludo con un tono de voz neutral, ocultando mi inquietante emoción y enojo por verle de nuevo. Voy hacia mi escritorio para dejar mi bolso a un lado y revisar los correos que saltan a la vista en la pantalla de la computadora.—Buenos días —responde luego de unos largos segundos.He decidido seguir
Tomo el elevador y subo al décimo piso, con café en mano y un dolor de cabeza terrible que me hace sentir más débil de lo normal. Quizá nos excedimos ayer con la última práctica del baile y ahora es que estoy sintiendo el cansancio. Entro a la oficina, sin ver a Matthew por ninguna parte, tal vez llegue algo retrasado.—A ver, ¿qué tenemos aquí? —susurro.Veo un pequeño grupo de cajas y sobres encima del escritorio de mi jefe. Ha llegado la correspondencia y tengo que organizar todo antes que llegue. Clasifico las cosas, dejando lo más importante a la vista, pero uno de los sobres capta mi atención. Sin pensarlo dos veces lo abro con cuidado y leo una última vez la frase “para la boda”. Un bloque de invitaciones cae al suelo y con manos temblorosas escojo una y leo con atención: “Nos complace compartir con ustedes nuestro mejor momento. Acompáñanos en nuestra boda civil este 12 de octubre a las 5 de la tarde, en el salón de eventos Diamond”.Me entran unas ganas terribles de arrugar el
El día siguiente llega y me dirijo a mi empleo, Matthew llega después y entra como un vendaval a la oficina.—Buenos días.—Buenos días, señor. Aquí tiene la agenda de hoy y su capuchino que me pidió. —Dejo todo sobre el escritorio.—Gracias, ve a tu sitio y habla solo cuando yo te lo pida —espeta con desprecio—. Tampoco te muevas tanto, me mareas, mujer.Me quedo boquiabierta por su trato.—Creo que se está pasando de grosero conmigo. ¿Qué le sucede? —pregunto de forma retadora.Levanta la mirada, me observa furibundo.—¿Quieres perder el empleo? —Niego—. Entonces mantén la boca cerrada y ve a tu sitio.—No necesita vengarse de mí de esta forma tan tonta e inmadura. —Me cruzo de brazos—. Además, si no quiero cerrar la boca e ir a mi sitio, ¿qué hará usted?Resopla y mira al techo, después viene y empuja mi cuerpo hacia la pared, hasta hacerme chocar y quedar sin salida.—No aprendes. Jessica, no me desautorices, soy tu jefe y yo mando aquí te guste o no.Mira mis ojos con insistencia
Frunzo el ceño al reconocer las voces de Gian Franco y Matthew. Abro los ojos despacio mientras toco mi frente, debido al molesto mareo que continúa haciendo que todo a mi alrededor parezca dar vueltas. Al incorporarme, me llevo la sorpresa de estar sentada en la camilla de urgencias de un hospital, con una bata puesta y el brazo conectado a una bolsa de suero.—¿Qué me pasó? —Escucho mi propia voz rasposa.—Te desmayaste, bella… ¿Cómo te sientes? —Gian se acerca, pero Matthew se adelanta e impide que me toque.Qué extraño comportamiento. Ignoro su actitud que me molesta y vuelvo la mirada a Gian, quien me observa con preocupación.—Me siento fatal. —Cierro los ojos y vuelvo a recostarme.—Eso es porque tienes anemia crónica. Sufriste una descompensación, tu cuerpo ya no soportaba más. Tienes que cuidarte mucho y no comer comida chatarrua... —dice Gian y yo no puedo evitar reír. —Es chatarra... Ahorrense los regaños, ¿quieren? No me siento bien como para revivir los sermones de la dir