Junio de 2018. Londres – Inglaterra. Celebración del 25avo aniversario de Vineyard Agency
Acomodó una última vez el antifaz negro y se limpió las manos con nerviosismo. El espejo le regresó su reflejo: en el vio una hermosa mujer vestida con un traje tipo esmoquin femenino y una sonrisa de alegría. Llevaba suelto su cabello largo y los labios pintados de un intenso rojo carmesí, aquello creó un contraste sensual con sus expresivos ojos azules. Por primera vez se vio a sí misma tan hermosa, sin embargo, un sentimiento de preocupación la empujó a la realidad al recordar que ella y su mejor amiga se habían fugado del orfanato para asistir a ese lugar.—Katy, esto es una locura. Somos insoportables, lo sé, pero nunca habíamos llegado a estos extremos. Deberíamos volver. —Tomó la mano de su amiga y le dio un apretón.—¡Solo hagámoslo! Estas cosas solo pasan una vez en la vida —respondió emocionada, restando importancia a las preocupaciones. Le escondió un mechón de cabello detrás de la oreja y depositó un beso en la mejilla de Jessica—. Lo haremos bien...—Chicos, es hora… —Eliot, el encargado del evento, ingresó al pequeño vestidor, guiando a los bailarines hacia el salón principal.A medida que caminaban, el barullo se fue disipando y las luces se apagaron de repente hasta permanecer en total oscuridad. El corazón de Jessica pareció saltar dentro de su pecho, y hasta casi le pareció sentir la adrenalina correr por sus venas. De repente, una melodía de piano se escuchó fuertemente en todo el lugar y una especie de mariposas alocadas hicieron cosquillas en su estómago. Lentamente cambiaron el rumbo hacia el centro del salón y las luces comenzaron a proyectarse poco a poco. Las miradas de las personas se centraron en ellos y en el oscuro y brillante antifaz de Jessica. Max, el chico con el que había practicado los últimos días, le regaló una mirada pícara y se acercó a ella, sus manos se conectaron e iniciaron un ritmo lento, se movieron con melancolía y erotismo al compás del piano, y después de algunos segundos separaron sus cuerpos de manera apasionante. La melodía llegó a su fin y comenzó una nueva, con un ritmo más movido, sensual y aventurero. Los cuerpos de ambas parejas sintieron aquellas vibraciones que los empujaron a moverse con pasión y sensualidad, con hambre por sentir lo que en realidad es bailar por placer.Jessica deseaba continuar y hacer que el tiempo se detuviera, para seguir así, con aquellas miradas de interés y admiración sobre sobre su cuerpo. En esos momentos la creencia de sentir que nació para bailar, se arraigó en su alma. Hubiese querido que la canción sonara por toda la eternidad, pero como todo tenía un final, se fue retirando junto a sus compañeros a paso lento, mientras las luces volvían a ser tenues de nuevo. Se quedó al final del pasillo, entre la puerta que lleva a los servicios higiénicos y los vestidores, algo que desconocía la hizo detenerse allí.Miró hacia el lado derecho y su vista reparó en un hombre. No, no era cualquier hombre, era alguien que captaba la atención como un imán: sus ojos azules como el mar se clavaron en los suyos y cuando llegó a su lado el corazón casi se le fue volando. Las luces se apagaron, sintió la cálida mano rozar la de ella y quedó embelesada cuando él se acercó un poco más. Quizá la oscuridad de esos momentos provocó emoción en ambos, ninguno lo sabía. Al sentir el aroma varonil impregnarse en su nariz, le pareció advertir mariposas revolotear dentro de su estómago. El hombre elevó la barbilla de Jessica con su mano y posó sus labios sobre los de ella, moviendolos lentamente y disfrutando ese sabor dulce del labial. Cuando reaccionó de aquel extraño momento, notó que sus compañeros ya se habían ido, entonces volvió la mirada hacia aquel hombre cautivador, pero él ya no estaba. De inmediato se alejó de allí y caminó rápidamente hacia el vestidor, dobló a la izquierda y enseguida se rompió la burbuja. Dejó salir todo el aire que llevaba retenido en los pulmones.—Jessica, ¿te encuentras bien?La voz de Katy la sacó de sus pensamientos.—Jamás olvidaré este día… —susurró casi extasiada y observó el antifaz entre sus manos, con ojos soñadores.—¡Yo tampoco! Ha sido alucinante. —Katy juntó ambas manos y cerró los ojos, como evocando aquellas sensaciones vividas momentos atrás.Minutos después, Eliot entró al vestidor y agradeció la maravillosa presentación. Les entregó a cada uno un sobre con el pago de esa noche y después se despidió de ellos con un abrazo.Jessica y Katy no se molestaron en cambiarse la ropa y decidieron volver así al orfanato, caminando juntas en medio de la solitaria calle y el silencio que pronto iba a ser interrumpido.—Corran… ¡Por más que corran no se van a salvar!La voz de la señorita Ruperts sonó chillona al gritarles desde cinco metros de distancia. Se alarmaron y corrieron aún más rápido cuando vieron a la monja caminar detrás de ellas, con el ceño fruncido y una regla de matemáticas entre las manos. Al final de la calle las alcanzó y obligó a subirse en su mazda viejo y empolvado. Minutos después llegaron al orfanato y las envió a sus habitaciones con despotismo.—Cuando hace esto, el castigo es peor el día siguiente. —Katy susurró aquello que tanto atemorizaba a los niños del orfanato—: Dicen que Ruperts se hace más perversa con los años.—Esperemos que no nos haga lavar retretes sucios de nuevo...Se rieron al unísono mientras Jessica sacudía el esmoquin para luego doblarlo, pero el olor exquisito de aquel hombre que la cautivó con solo mirarla unos pocos segundos, emanó de la tela como una ráfaga. Así jamás iba a poder sacarlo de su cabeza. Deseó verlo pronto, pero supuso que esas cosas solo sucedían en las novelas y que era mejor no divagar. Aunque, el destino ya se encargaría de hacerla cambiar de opinión.JESSICA Las rejas del orfanato se cierran para dejarme ir y hacer de mi vida lo que mejor me parezca, valiéndome por mí misma. Miro por última vez a mi mejor amiga Katy y escucho sus sollozos al verme del otro lado. Le lanzo un beso volado y lo atrapa en el aire mostrando mucha congoja. Prometí que vendría por ella cuando sea mayor de edad, ya que todavía le falta un año. Ya tengo la edad adulta aquí en Inglaterra y debo irme de este lugar, ya que para mi mala suerte, ninguna familia quiso adoptarme y el tiempo pasó, convirtiéndome en una mujer sola ante la vida. Las monjas sonríen felices porque me voy y al fin van a descansar de mis travesuras y rebeldía. ¿Y quién no?, si yo fuera ellas, también me alegraría. Acomodo mi mochila y camino hacia la estación de buses, me dirijo a una pensión barata aquí en Kensington. En este barrio de Londres puedes ver lugares de lujo y al otro extremo casas humildes, así que no será problema encontrar algo que se adapte a mi estrecho bolsillo. En el
Da suaves golpes en mi gorra y busco en mi bolso los lentes de sol con desesperación. Cuando los encuentro me los pongo con las manos temblorosas y lo veo sentado a mi lado. —Hola. —Levanto un poco la cabeza, aún así hay sombra sobre mi rostro y no puede verme muy bien. —Tanto tiempo sin verte, ¿qué tal va el baile? —Muy bien... ¿Y a usted que tal le va con su lujosa vida? Chasqueo la lengua y sonrío mientras observo su bello rostro. Sus ojos azules me estudian con entusiasmo y reprochan mis lentes. —Haces trampa, así nunca podré saber quién eres. —Esa es la idea, ¿no? —Sonrío y tomo mi bolso para irme. —Espera, no te vayas ¿Por qué eres así? —Me sujeta de la muñeca y tengo que volver a sentarme por la especie de energía que recorre mi cuerpo. —¿Me sigues, verdad? ¿Cómo eres capaz de reconocerme donde sea? —Miro su perfil sin perderme ningún detalle, ahora sé que tiene un lindo lunar negro en la barbilla. —¿Y quién se perdería algo de ti?, si eres inolvidable. Además, siempre
Camino decidida por el corredor principal de la agencia. Es el sexto día de trabajo y mi nuevo uniforme me hace ver muy diferente y llamativa con las medias veladas, falda corta y camisa ejecutiva ceñida al cuerpo. Debo admitir que hubo un error con las medidas de mi ropa, ya que me dieron una talla menos, pero al final el error resultó favorecedor y me siento renovada de pies a cabeza.Me observo una última vez en el espejo de mano, retoco mis labios con un color rojo suave y acomodo las discretas ondas naturales de mi cabello azabache. Subo al elevador y al llegar, entro en la oficina. Matthew ya está sentado en su cómoda silla, tan perfecto y apuesto como siempre.—Buenos días, señor.Lo saludo con un tono de voz neutral, ocultando mi inquietante emoción y enojo por verle de nuevo. Voy hacia mi escritorio para dejar mi bolso a un lado y revisar los correos que saltan a la vista en la pantalla de la computadora.—Buenos días —responde luego de unos largos segundos.He decidido seguir
Tomo el elevador y subo al décimo piso, con café en mano y un dolor de cabeza terrible que me hace sentir más débil de lo normal. Quizá nos excedimos ayer con la última práctica del baile y ahora es que estoy sintiendo el cansancio. Entro a la oficina, sin ver a Matthew por ninguna parte, tal vez llegue algo retrasado.—A ver, ¿qué tenemos aquí? —susurro.Veo un pequeño grupo de cajas y sobres encima del escritorio de mi jefe. Ha llegado la correspondencia y tengo que organizar todo antes que llegue. Clasifico las cosas, dejando lo más importante a la vista, pero uno de los sobres capta mi atención. Sin pensarlo dos veces lo abro con cuidado y leo una última vez la frase “para la boda”. Un bloque de invitaciones cae al suelo y con manos temblorosas escojo una y leo con atención: “Nos complace compartir con ustedes nuestro mejor momento. Acompáñanos en nuestra boda civil este 12 de octubre a las 5 de la tarde, en el salón de eventos Diamond”.Me entran unas ganas terribles de arrugar el
El día siguiente llega y me dirijo a mi empleo, Matthew llega después y entra como un vendaval a la oficina.—Buenos días.—Buenos días, señor. Aquí tiene la agenda de hoy y su capuchino que me pidió. —Dejo todo sobre el escritorio.—Gracias, ve a tu sitio y habla solo cuando yo te lo pida —espeta con desprecio—. Tampoco te muevas tanto, me mareas, mujer.Me quedo boquiabierta por su trato.—Creo que se está pasando de grosero conmigo. ¿Qué le sucede? —pregunto de forma retadora.Levanta la mirada, me observa furibundo.—¿Quieres perder el empleo? —Niego—. Entonces mantén la boca cerrada y ve a tu sitio.—No necesita vengarse de mí de esta forma tan tonta e inmadura. —Me cruzo de brazos—. Además, si no quiero cerrar la boca e ir a mi sitio, ¿qué hará usted?Resopla y mira al techo, después viene y empuja mi cuerpo hacia la pared, hasta hacerme chocar y quedar sin salida.—No aprendes. Jessica, no me desautorices, soy tu jefe y yo mando aquí te guste o no.Mira mis ojos con insistencia
Frunzo el ceño al reconocer las voces de Gian Franco y Matthew. Abro los ojos despacio mientras toco mi frente, debido al molesto mareo que continúa haciendo que todo a mi alrededor parezca dar vueltas. Al incorporarme, me llevo la sorpresa de estar sentada en la camilla de urgencias de un hospital, con una bata puesta y el brazo conectado a una bolsa de suero.—¿Qué me pasó? —Escucho mi propia voz rasposa.—Te desmayaste, bella… ¿Cómo te sientes? —Gian se acerca, pero Matthew se adelanta e impide que me toque.Qué extraño comportamiento. Ignoro su actitud que me molesta y vuelvo la mirada a Gian, quien me observa con preocupación.—Me siento fatal. —Cierro los ojos y vuelvo a recostarme.—Eso es porque tienes anemia crónica. Sufriste una descompensación, tu cuerpo ya no soportaba más. Tienes que cuidarte mucho y no comer comida chatarrua... —dice Gian y yo no puedo evitar reír. —Es chatarra... Ahorrense los regaños, ¿quieren? No me siento bien como para revivir los sermones de la dir
Deshacemos el beso y juntamos nuestras frentes. Suspiro y toco su ancho hombro, algo dudosa.—¿Todo bien? —Toma mi barbilla de nuevo, levantando mi cabeza hacia su rostro.—Sí, todo bien. —Le sonrío y él asiente.—Te dejo descansar. Mañana guarda reposo todo el día, vendré a verte después del trabajo.Me da un beso en la frente antes de marcharse, yo suspiro. Me asomo por la ventana segundos después para verlo partir y me recuesto de nuevo. Estoy tan agotada que podría dormir toda la noche y el día de mañana, pero esta emoción late dentro de mí como si me hubiera nacido un corazón en la barriga... Despierto mucho mejor, con bastante ánimo. Me arreglo, y antes de desayunar un poco de pan, tomo mis medicinas.Bajo al primer piso para dar una vuelta, pero el encargado me interrumpe.—Buenos días, señor Ralph.Me acerco a la escuálida recepción.—Ha llegado una encomienda para ti, aquí tienes. —Deja una gran cesta de mimbre con tapa sobre la mesa y un ramo de rosas rojas que huelo ensegui
Camino hacia el closet y cuelgo algunos vestidos, lo demás lo guardo en las gavetas. Tomo mi liga de cabello para recoger mi pelo, hago un moño un poco desenfadado mientras que tarareo una canción de Sia y muevo mi cuerpo lentamente de un lado a otro, sintiendo la suave tela de mi vestido rozar mis muslos. De repente siento las tibias manos de Matt sostener mis caderas desde mi espalda y su cuerpo pegarse al mío, moviéndose de la misma forma que yo lo hago. Me detengo debido a que mi temperatura corporal parece haberse elevado en segundos, sin embargo, se acerca aún más a mí y me susurra al oído con voz ronca:—No te detengas, me encanta cuando mueves tus caderas así… —Aparta el cabello y muerde el lóbulo de mi oreja, provocando que gima, cierre los ojos y pose mi cabeza sobre su pecho, experimentando de nuevo aquella cálida sensación manifestándose en mi entrepierna.Abro los ojos cuando siento su lengua tibia dejar un camino de saliva sobre la piel de mi cuello, mientras que sus mano