María Dolores se encontraba en su oficina, miraba con atención las imágenes que Carter le mostraba; sin embargo, su mente se hallaba ausente, pensaba en una sola cosa: Alex, y ese sentimiento de intranquilidad que tenía desde que se marchó a visitar a Jacqueline. —Pondremos unos sofás aquí, y en la mesa de centro una especie de chimenea artificial —señaló con su mano, mientras se acercaba demasiado a Lolita, e inhalaba su exquisita fragancia a lirios. María Dolores parpadeó, y se sintió incómoda y prefirió ponerse de pie, miró su reloj, y luego su móvil y no tenía una sola llamada de Alex, bufó al desconocer lo que estaba sucediendo, y eso causaba que su estómago se hiciera nudos, temía tanto que Jacqueline lo hubiera vuelto a indisponer en delante de la pequeña. —Me encanta —expresó sin mucho ánimo. —Parece que no —contestó Jacob con un gesto de disgusto. Lola sacudió su cabeza. —Lo siento, estoy algo distraída —expresó entonces se movió de nuevo hacia el escritorio y tomó asie
La pizza humeaba sobre la mesa, y aquel aroma activó los sentidos de las pequeñas, en especial de Alexa, pues no estaba acostumbrada a ese tipo de alimentos, pero esa noche iba a ser la excepción. Lola colocó en los platillos las rebanadas, y Alex ayudó a su hija a colocarse una servilleta para que no ensuciara su ropa. La pequeña empezó a cortar con un cubierto y un tenedor un pedazo; sin embargo, varios champiñones cayeron, entonces volvió a presionar sus ojos y se encogió, creyendo que su padre la iba a regañar. —No pasa nada —le dijo Lola a la niña—, si no puedes cortar toma la rebanada con la mano, así —sugirió y le mostró como hacerlo. La pequeña sonrió, imitó a Lola, mientras Alex pensativo consideró importante aprovechar estos días junto a Alexa para llevarla a terapia. Después de compartir la cena jugaron un rato con las niñas, la más pequeña empezó a bostezar y a frotarse los ojos. Jacqueline había dejado las cosas de la niña en recepción del hotel, y Alejandro mandó po
Alex sostenía el sobre con los resultados de la prueba de ADN, sus manos temblaban mientras Alexa permanecía sentada inmóvil en una de las sillas del laboratorio. Alejandro se acomodó junto a ella, y abrió el sobre, entonces varias lágrimas rodaron por sus mejillas, apretó con fuerza aquel papel, y su corazón empezó a golpetear con fuerza. —¡Eres mi hija! —exclamó mirando a la pequeña, con una emoción que no le cabía en el pecho. De inmediato la estrechó entre sus brazos—, prometo que te cuidaré y protegeré con mi propia vida —sentenció. La pequeña cerró sus ojitos sintiéndose segura en los brazos de su padre. Enseguida salieron del laboratorio y fueron hasta el consultorio de la terapista de María Dolores, en ese mismo piso laboraba una psicóloga infantil, y Lola había sacado turno para Alexandra. Entre tanto Lola tomó una gran bocanada de aire, ingresó al consultorio de su doctora.—Hola, María Dolores. ¿Qué te trae por aquí? —cuestionó, y con un gesto de la mano, la invitó a to
Alexa con sus pequeños dedos desgarraba el papel de regalo abriendo los obsequios que sus abuelos y tías le habían llevado. —¡Es preciosa! —susurró Alba a Santiago. —Se parece mucho a ti —comentó él. Alba liberó un suspiro y contempló a la niña, mientras Alma y Aurora le ayudaban con los presentes. —¿En dónde están Lola y Emma? —cuestionó Alba a su hijo. Alex resopló, bebió un poco de agua, y de inmediato procedió a contarles lo ocurrido con la hija de su novia. —Es un golpe bajo —refirió Santiago y centró su mirada en Alex—, hay que tener cuidado con ese hombre —enfatizó. Alejandro suspiró profundo, asintió. —Lo sé —expuso—, lo tengo vigilado, pero por ahora no ha hecho nada indebido, imagino que sospecha. —Es un hombre muy astuto —dijo Alba—, está presionando a Lola, utilizando a la niña —bufó y negó con la cabeza, entonces observó con ternura a su nieta—, y no dudo que Jacqueline haga lo mismo.Alex resopló y apretó sus puños. —Voy a pelear la custodia de Alexa —expuso co
Lola se hallaba envuelta en un albornoz de Alex, claro que el largo le quedaba grande, pero no le importaba. Alexandra se hallaba sentada en un taburete intentando batir los huevos como se lo había pedido María Dolores. Desde el móvil de Lolita se escuchaba: «Eres by Myriam Hernández»—Eres, mi talla perfecta. Eres la luz de mis sueños. Eres mi mundo pequeño. Eres todo para mí —canturreaba Lolita mientras se aproximaba a Alexa y finalizaba de mezclar los huevos con la harina para preparar los pancakes. —Huele delicioso —dijo la niña inhalando el aroma de la esencia de vainilla. María Dolores le brindó una sonrisa y le acarició la cabeza. —Y van a quedar exquisitos —aseveró, y se llevó la masa al sartén. —Eres como el horizonte. Eres como la nostalgia. Eres mi melancolía. Eres todo para mí —prosiguió cantando María Dolores y mientras retiraba de la sartén los primeros pancakes, liberó un largo suspiro, y pensó en Emma en lo mucho que disfrutaba de su comida. Entre tanto Alexa sac
—No te la vas a llevar —bramó Alex enfurecido Jacqueline—, ya sé todo lo que le haces a mi hija, y no voy a permitir que le hagas daño. Jacqueline asestó una bofetada en el rostro de Alejandro. —Esas son mis reglas y las debes respetar —informó con el rostro enrojecido. Lola al mirar aquella discusión de inmediato se aproximó a la pareja. Alex sobaba su rostro y miraba con resentimiento a la madre de su hija. —No te vas a salir con la tuya —advirtió Alejandro—, la niña está en tratamiento. Jacqueline bufó, miró con desdén a Lola. —Jamás voy a permitir que mi niña esté a cargo de esta mujerzuela —bramó. Alex enfureció, su mirada se volvió oscura, tomó de los brazos a Jacqueline. —A María Dolores no la ofendes —bramó—, aquí solo existe una mujerzuela, y esa eres tú —enfatizó, y la soltó con fuerza. La mujer trastabilló un poco y logró sostenerse de un muro, observó a la pareja con profundo resentimiento. «Se van a arrepentir» sentenció en la mente. Entre tanto Lola y
Alejandro resopló, se llevó las manos al cabello, y se dirigió hasta la dirección que le dio su ex amigo, instantes después frunció el ceño al darse cuenta de que lo esperaba en una delegación de policía. Bajo del auto extrañado, y se aproximó a Andrew. —¿Qué pretendes? —indagó. —Demostrarte que soy tu amigo, y que te han estado engañando —contestó el pelinegro. Alex plantó sus ojos en aquel hombre, y de inmediato ingresaron al despacho de un agente. —Señor Vidal, buenas noches, soy el agente Robinson, su amigo me contactó para dar con los culpables de su intento de secuestro —expuso. Alejandro resopló, y elevó una de sus cejas. —¿Y qué descubrió? —indagó. —Es mejor que te sientes —sugirió Andrew. Alex negó con la cabeza, cruzó sus brazos, irguió su barbilla, y miró al agente. —Capturamos a dos de los hombres que participaron en ese acto, aquella noche —comunicó Robinson—, ambos declararon en contra de una mujer. —¿Qué mujer? —cuestionó Alejandro exasperado—, por
Caranavi - Bolivia. —¡NO QUIERO COMER! —gritó Emma enfurecida, los ojos de la pequeña estaban cristalinos, estaba cansada de ver a su madre como un guiñapo, solo dormida, y las pocas veces que estaba consciente no le permitían hablar con ella. —Es mejor que obedezcas —gruñó Lourdes la enfermera que había contratado Ricardo para mantener sedada a Lola, y cuidar a la niña—. O le avisaré a tu padre que no haces caso —advirtió. La pequeña de mala gana empezó a servirse los alimentos, y de pronto María Dolores apareció, mareada, ojerosa, pálida. —Señora Lolita, qué bueno que despertó —dijo la mujer—, tome asiento, y desayune, que le hace falta alimentarse para que tome sus medicinas. Lola asintió, se sentó junto a Emma, y mientras la enfermera se dirigió a la cocina, Lolita se aproximó a la pequeña. —Necesito tu ayuda —susurró al oído—, ya no quiero tomar las medicinas, debes ir a botarlas lo más lejos —solicitó. La niña asintió, entonces la enfermera sirvió los alimentos, Lola