Terrible el fin de Ricardo, pero se lo merecía, que bueno que López y Lourdes ayudaron, esperemos esa mujer, no diga nada.
Caranavi- Bolivia. En esa carretera inhóspita, y en medio de la penumbra regresaron a la finca en donde minutos antes residían, todos. Lourdes curó el roce de la bala que tenía el agente López en el brazo. Lola abrazó a Emma, la niña se durmió en sus brazos sin aún comprender con exactitud lo que había ocurrido con su padre. En horas del amanecer el canto de las aves alertó a los habitantes de la casa. —Es hora de irnos —avisó López a Lola y Emma. María Dolores asintió, no recogió más de lo que había empacado días antes decidida a escapar, sabía que no podía andar en tierras desconocidas con demasiado equipaje y una niña pequeña. —¿Quién te contrató? —cuestionó con seriedad acercándose a Lourdes. —El señor Ricardo —informó ella con seguridad—, yo no sé de quién recibía órdenes, siempre que hablaba por el móvil, y yo me acercaba, hacía silencio, mencionó alguna vez el nombre de una mujer, pero no recuerdo más. Lola apretó sus puños con impotencia. —Señora Lolita la voy
—¿No hay una posibilidad de que estén vivas? —cuestionó Alba, mientras Santiago ayudaba a Rose a tomar asiento. Antonio bebió un poco de agua de un vaso. —La profundidad del abismo es muy hondo, los rescatistas no descienden tanto —informó—. Es una carretera de tierra, sin barandales, la llaman la ruta de la muerte —explicó. Rose cubrió el rostro con ambas manos al escucharlo. —¡No es justo! —bramó—. Lola y Emma no merecían morir de esa forma, y menos no tener una tumba digna —gruñó y se limpió las lágrimas—. Dígame a quién tengo que contratar para que busquen los cuerpos —cuestionó a Antonio. El agente negó con la cabeza. —Hay grupos en la policía de operaciones especiales, señora —explicó y la miró a los ojos—, pero ellos ya rastrearon hasta donde pudieron, los fierros retorcidos del auto cayeron al fondo. —¡No me resigno! —enfatizó—, haré lo que sea por recuperar el cuerpo de las dos. Buenas tardes —expresó y se marchó. —¿Existe manera de rescatar los cuerpos? —inqui
—¿Cómo me reconociste? —averiguó Aurora, reflejándose en los iris verdes de la pequeña. —Por las mechas azules de tu cabello —contestó la niña sonriendo. —¿Vienes con Alex? El corazón de Lola tembló al escuchar a su hija preguntando por el hombre que ahora la acusaba de secuestradora, la garganta se le secó, y un nudo se le formó en el estómago. Aurora dejó de sonreír, su mirada perdió el brillo, y se cubrió de nostalgia. —Mi hermano tuvo un accidente —comunicó. Lola abrió sus ojos de par en par, y percibió como si una punzada se le clavara en el pecho. —¿Qué le pasó? ¿Está bien? —indagó María Dolores con la voz temblorosa. Aurora soltó un respingo. —Sufrió un atentado, estuvo varios días inconsciente, y cuando despertó, no recuerda nada —resopló. Lola se cubrió el rostro con ambas manos, y soltó su llanto. —Yo soy inocente —gimoteó—, se lo juro señorita Aurora, sería incapaz de hacerle daño a su hermano, sé que él me denunció, y me duele que dude de mi, pero comprend
La Paz- Bolivia.Lolita se unió de nuevo a la cena, inhaló el delicioso aroma que emanaba de la comida japonesa, sonrió al ver a Emma disfrutar, sin embargo, sabía que debía hablar con la niña, y contarle lo ocurrido con Ricardo, pues no había querido hacerlo aún, no se sentía preparada para eso. Luego de cenar y disfrutar un rato más en el restaurante, Aurora decidió ir al salón de bowling, ahí pasaron el resto de la noche jugando y bromeando con el agente López, después de eso acudieron al hotel en La Paz que era la ciudad donde se encontraban. —Señora Lolita, me despido, y me alegra haberla ayudado —dijo el joven—. Recuerde que desde mañana debe utilizar su nueva identidad. María Dolores respingó, miró a al agente con ternura. —Eres un hombre correcto, te debo la vida, muchas gracias —enfatizó, le sonrió y se aproximó a él para besarlo en la mejilla. El agente López le brindó una sonrisa. —Solo hice mi trabajo, yo no soy un asesino —enfatizó. —Vienes de un hogar de personas
Manizales - Colombia. Lolita presionó con fuerza la mano de Emma, al instante que el avión aterrizó en tierras cafeteras, cuando se presentó en migración en el aeropuerto de La Paz el corazón le retumbaba, salió de Bolivia bajo el nombre de Dalia Pineda, y a la pequeña le colocaron su segundo nombre Giselle. Bajaron del avión y de nuevo el revoloteo del estómago de Lola apareció cuando entraron a la oficina de migración. Inhaló profundo haciendo caso las recomendaciones del agente López de mostrarse nerviosa. —Bienvenidas a Colombia —dijo el oficial—. Qué su estancia sea grata. Lola sonrió y respiró aliviada. —Gracias —expresó y salió con su hija de la oficina. De inmediato tomaron su equipaje, entonces caminaban por el aeropuerto buscando con la mirada a las gemelas Duque. —Lo… —¡No! —exclamó Malú—, recuerda que se ahora se llama…Dalia. —Cierto —dijo Mafer golpeando su frente. —¡Dalia! —gritó, pero ella no hizo caso, era obvio, aún no se acostumbraba a su nuevo nombre
El corazón de María Dolores dio un vuelco al enterarse de que Alex había confirmado su visita a Manizales, inhaló profundo intentando contener la emoción, y el nerviosismo que le causaba aquel encuentro. —Alba se va a encargar que la bruja de Jacqueline no se le pegue —dijo Paz gruñendo—, y yo te voy a convertir en otra persona. —Elevó una de sus cejas, y sonrió divertida—, además te daré unos consejos buenísimos. —Chasqueó los dedos—, como vos comprenderás no es nada fácil estar casada con el hombre más bello de Colombia. —Suspiró profundo. María Dolores sonrió al escucharla.—Me conmueve mucho escucharlos hablar así tan bonito uno del otro, y la forma en que se miran, se respira mucho amor entre ustedes —habló Lolita con melancolía. —Desde que yo era niña, soñaba con él, anhelaba casarme con un Duque, y aunque este me salió falso. —Carcajeó—, es todo lo que en la vida esperé de un hombre —expresó con el corazón henchido—. Con Joaquín la palabra aburrimiento, no existe —enfatizó—,
New York - Usa. —¿Cómo que te vas a Colombia? —cuestionó arrugando el ceño Jacqueline—, yo me voy contigo, aún estás delicado —expuso caminando de un lado a otro por el apartamento. Alex colocaba un par de camisas en la maleta mientras su novia refutaba agitada. —No iré solo, mis papás también viajan —informó. Jacqueline golpeó la madera del piso con la punta del pie. —Voy contigo —sentenció. Alex lanzó con fuerza la tapa de la maleta. Jacqueline se sobresaltó. —Te dije que no, voy por asunto familiar —recalcó y la miró a los ojos con seriedad.Jacqueline apretó los dientes. —Soy tu pareja, y por ende parte de tu familia. Alex resopló y negó con la cabeza. —Nadie va a llevar a sus novios, es una reunión solo de miembros familiares, por eso me voy con mi hija —enfatizó—, cuando seas mi esposa, ahí sí —recalcó, cogió sus cosas y arrastró la maleta por el piso—. Volveré en un par de días. Salió sin despedirse de ella, ya que estaba molesta, mirando hacia la ventana y con los b
Cuando la mirada llena de confusión de Alejandro se clavó en ella, Lola sintió que el piso de la casa temblaba bajo sus pies, y que de un momento a otro desfallecería, de no ser por la oportuna intervención de la señora Duque. —Ella es Dalia, cariño —le habló con dulzura a Alexa—, creo que te estás confundiendo de persona —le dijo a la niña y le acarició el cabello—. Ella es una antigua amiga mía, y ahora nos colabora con la publicidad de nuestros producto —expuso y miró a su sobrino. María Dolores volvió a respirar, sin embargo, temía delatarse, tomó una gran bocanada de aire, y de la mano de Emma bajó. Alexa frunció el ceño, y miró a la niña, entonces Alba al darse cuenta de inmediato se aproximó a su nieta. —Vamos a que pruebes el arequipe que aquí preparan, es delicioso —propuso y la tomó de la mano y se la llevó a la cocina. —Mucho gusto —le dijo Lola a Alex, lo miró a los ojos y escuchó los fuertes latidos de su corazón, y extendió su mano temblorosa a él. Como hechizad