Lolita casi habla demás, no olviden dejar sus reseñas.
Las manos de María Dolores cubrieron su rostro al instante que Alex le contaba todo lo que había dicho, después de beber los tragos de mezcal. —¡Qué vergüenza! —exclamó. —Contaste nuestras intimidades —reprochó negando con la cabeza. Lola frunció los labios, y luego sonrió. —Tus amigos son peores que nosotros. — Encogió sus hombros, y bajó de la cama para dirigirse a la ducha y alistarse para el evento de la noche. Después de eso se comunicó con Emma, la niña sonreía feliz al otro lado de la pantalla del computador, y le contaba a su madre los increíbles lugares que conocía junto a los padres de Alex. Instantes después cuando Alejandro ingresó a la ducha ella aprovechó para buscar a Samantha, sabía qué la suite de ella, quedaba junto a la suya. Tomó dos vestidos, salió y tocó a la puerta de la otra habitación. Sam apareció enfundada en un elegante y seductor vestido dorado. Sonrió al ver a María Dolores, sobria. —¿Todo bien? — indagó ladeando los labios. Las mejillas de Lola
Chicago, Illinois. Alexa miró con ternura como sus compañeros se despedían de sus padres con abrazos y besos, anhelaba en algún momento percibir aquella calidez; sin embargo, en su caso no era así, a su madre no le gustaba que la tocara, siempre la regañaba diciendo que la iba a ensuciar. La pequeña parpadeó, y se despidió agitando su manita de la niñera, muy pocas veces su mamá la iba a dejar en la escuela. Sus ojitos azules se cristalizaron al ver a sus compañeras de la mano de sus padres, ella tan solo tenía una madre ausente y carecía de papá, aunque sabía que lo tenía, desconocía de su existencia. «Diosito, haz que algún día conozca a mi padre» rogó en su mente, y se limpió las pequeñas lágrimas que rodaron por su blanca y tierna piel. Entre tanto la madre de la pequeña en su oficina hablaba con el investigador. —Así que la tipa esa es casada —gruñó apretando sus puños. —Sí, señora —respondió el hombre, y le colocó sobre el escritorio un folder—, esos son los datos del suj
Días después. María Dolores y Alex llegaron hasta el edificio en el cual funcionaba el grupo hotelero Vidal Espinoza y Asociados, en la sala de juntas los esperaban Oliver y el arquitecto Jacob Carter, quién iba a reemplazar a Andrew. El arquitecto era un hombre maduro, atractivo, alto, algunos cabellos canos adornaban su cabeza, poseía una mirada profunda color aceituna. Cuando observó ingresar a María Dolores, sus labios se abrieron en una gran O, ella entró sola pues Alex había tenido que quedarse a firmar unos documentos. —Buenos días —saludó Lolita enfundada en una elegante falda de lino en tono uva, y una blusa de seda lila, calzaba stilettos negros, y su cabello lo había dejado suelto. De inmediato ambos caballeros se pusieron de pie y la saludaron. —María Dolores, es el arquitecto Carter, nos va a colaborar desde ahora en adelante con los nuevos proyectos —indicó Oliver y los presentó. Lola esbozó una cálida sonrisa, y de inmediato extendió su mano. Jacob tomó la
Alex parpadeó, y la voz no le salió de los labios, observó aquel delicado rostro, esos enormes ojos azules mirándolo con expectación, buscando una respuesta que él no se la podía dar, debía comprobar que en verdad aquella niña era su hija, aunque su rostro era muy parecido al de su abuela: Alba. Entonces observó a Jacqueline y la sangre reverberó en sus venas, la ira lo abordó, en un par de zancadas se aproximó a ella, la tomó de los hombros, y la zarandeó. —¡Estás mintiendo! —exclamó. —¿Por qué hasta ahora? ¿Qué pretendes? —bramó agitado, con las pupilas dilatadas. Alexa inclinó su rostro, y estalló en llanto, abrazó a su osito, atemorizada. María Dolores negó con la cabeza, y de inmediato se aproximó a la pequeña, la abrazó. —No temas, tranquila —le dijo y la colocó detrás de ella—. Alex, cálmate, estás asustando a la niña —habló en voz alta. Alejandro soltó a Jacqueline con rudeza, se llevó las manos al cabello y tiró de él, volvió a mirar a la niña, y se reprendió por su mal
La puerta de la suite del hotel retumbó en los oídos de la pequeña Alexandra, la niña se estremeció por completo, sabía que su madre estaba muy molesta, en el auto que las trajo de regreso no había pronunciado una sola palabra. Entonces presionó fuerte sus párpados, y varias lágrimas corrieron por sus mejillas al instante que los dedos de Jacqueline hicieron presión en su brazo. —¡Me duele! —sollozó. —¡Eres una inútil! —recriminó—, habíamos ensayado tanto lo que tenías que hacer —bramó la mujer mirando a la pequeña con profundo enojo—, y te quedaste paralizada, como boba. —Me dio miedo ese señor —contestó balbuceando. —Es tu papá, repite eso en tu cabezota: Alex Vidal es mi padre —enfatizó punzando sus dedos en la frente de la chiquilla—. Ve a la habitación y no salgas, estás castigada, te quedas sin cenar —enfatizó y la soltó. Alexandra con el rostro empapado de lágrimas corrió a la alcoba y se sentó en el suelo, abrazó sus piernas, y empezó a sollozar, entonces recordó el dulc
María Dolores sintió como si le clavaran un puñal en el pecho al ver la reacción de Emma, sus orbes se cristalizaron de inmediato, y su barbilla tembló. Miró a Alex, apenada, después de todo lo que él y su familia habían hecho por Emma consideró injusto lo que la niña le gritó. Alex por su parte se quedó estático sin entender que había pasado minutos antes, no podía negar que la mirada llena de rencor de Emma le dolió; sin embargo, necesitaba conocer los motivos. —Lo lamento —expuso Lola y se cubrió el rostro, avergonzada. Alex se aproximó a ella, la abrazó, y Lola lo estrechó con fuerza, refugiándose en el calor del cuerpo de él. —No la comprendo —comentó, y de inmediato le contó a Alejandro la charla que sostuvieron antes de que él apareciera. —Quizás en el fondo extraña a su padre —murmuró Alex—, es una niña, ellos no saben de rencores, tal vez anhela que Ricardo venga por ella. Lola tembló cuando escuchó eso, sabía que su ex pareja de inmediato le quitaría a la niña, y se la
María Dolores se encontraba en su oficina, miraba con atención las imágenes que Carter le mostraba; sin embargo, su mente se hallaba ausente, pensaba en una sola cosa: Alex, y ese sentimiento de intranquilidad que tenía desde que se marchó a visitar a Jacqueline. —Pondremos unos sofás aquí, y en la mesa de centro una especie de chimenea artificial —señaló con su mano, mientras se acercaba demasiado a Lolita, e inhalaba su exquisita fragancia a lirios. María Dolores parpadeó, y se sintió incómoda y prefirió ponerse de pie, miró su reloj, y luego su móvil y no tenía una sola llamada de Alex, bufó al desconocer lo que estaba sucediendo, y eso causaba que su estómago se hiciera nudos, temía tanto que Jacqueline lo hubiera vuelto a indisponer en delante de la pequeña. —Me encanta —expresó sin mucho ánimo. —Parece que no —contestó Jacob con un gesto de disgusto. Lola sacudió su cabeza. —Lo siento, estoy algo distraída —expresó entonces se movió de nuevo hacia el escritorio y tomó asie
La pizza humeaba sobre la mesa, y aquel aroma activó los sentidos de las pequeñas, en especial de Alexa, pues no estaba acostumbrada a ese tipo de alimentos, pero esa noche iba a ser la excepción. Lola colocó en los platillos las rebanadas, y Alex ayudó a su hija a colocarse una servilleta para que no ensuciara su ropa. La pequeña empezó a cortar con un cubierto y un tenedor un pedazo; sin embargo, varios champiñones cayeron, entonces volvió a presionar sus ojos y se encogió, creyendo que su padre la iba a regañar. —No pasa nada —le dijo Lola a la niña—, si no puedes cortar toma la rebanada con la mano, así —sugirió y le mostró como hacerlo. La pequeña sonrió, imitó a Lola, mientras Alex pensativo consideró importante aprovechar estos días junto a Alexa para llevarla a terapia. Después de compartir la cena jugaron un rato con las niñas, la más pequeña empezó a bostezar y a frotarse los ojos. Jacqueline había dejado las cosas de la niña en recepción del hotel, y Alejandro mandó po