Brianna
Esa debía ser mi última semana en casa. ¡Casa! ¡Qué locura!Ese nunca había sido mi hogar. Había accedido a mudarme allí, solo porque mi mamá se había enamorado como una loca de Dante y él fue bueno hasta que ella enfermo un año y medio atrás. Luego todo fue de mal en peor, sin embargo las cosas empeoraron después de su muerte. Y ahora mis días allí estaban contados. Solo necesitaba reunir lo suficiente para poder rentar algo decente en cualquier sitio lejos de allí. No podría soportar mucho tiempo más, no después de que el bastardo el esposo de mi madre me hubiera esperado y abordado al pie de las escaleras, cuando intentaba marcharme para trabajar tres días antes. Lo había evadido muchas veces, incluso intenté fingir que no estaba ocurriendo, que esas miradas lascivas eran solo producto de mi imaginación. ¿Él tenía una nueva novia, no? Ella se pavoneaba por la casa algunos días dándome órdenes como si fuese mi jefa. Aunque a veces me aliviaba verla y aprovechaba esas ocasiones para comer y robar algo de comida. Pero mientras lograba juntar el dinero, debía ser silenciosa, muy silenciosa. Por lo que salí a tientas de mi habitación e intenté no tropezar con nada. Bajé pasó a paso las escaleras, rogándole a mi mamá que no crujieran. La casa estaba a oscuras, hacía unos cuantos meses que mi madre había muerto y no me quedaba nada en el mundo, lo que dolía como un cuchillo de acero caliente atravesando la carne. Finalmente llegué al salón y me dispuse a moverme rápidamente hasta el vestíbulo, para salir a la calle. Sin embargo, en cuanto di unos cuantos pasos, lo vi. Dante estaba ebrio, eso estaba claro. Se había apoyado en la pared del vestíbulo, bloqueando la puerta principal para que no pudiera salir.Intenté correr volviendo tras mis pasos, siempre podía salir por la ventana, pero a pesar de estar borracho, se lanzó sobre mí como un depredador hambriento y me acorralo contra la pared en un solo movimiento, acercó su rostro al mío y dijo: —Eres tan hermosa, Brianna. Creo que ya es momento de dejar de fingir. Se que me deseas, siempre lo has hecho y creo que esta noche voy a complacerte. Sentía como el corazón golpeaba en mi pecho e intenté liberarme y llegar a la puerta. Pero sus manos sudorosas me detuvieron nuevamente y me lanzó contra la pared. —Tengo que irme, a trabajar, si no estoy allí en quince minutos, Paul se va a molestar. —¿Paul? ¡Me importa una m****a Paul! —Golpeó la mano contra la pared detrás de mi cabeza, logrando acorralarme —. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir: no quiero que vuelvas a ir a ese maldito lugar? ¡Es peligroso para un ángel como tú! —¡Es mi trabajo y era el de mi mamá antes de conocerte! ¡Y no es peligroso, es terreno neutral! —¡No quiero que vuelvas a pisar ese lugar de m****a! ¡Yo rescaté a tu madre de ese antro asqueroso! Le di la vida de reina que merecía, como te la puedo dar a ti. —Apoyó su frente sobre la mía e intenté gritar, pero las palabras se enredaron en mi garganta.—No puedo soportar pensar que todos esos hombres te miran con deseo. Me perteneces por derecho. —Su voz era casi un susurro. Su aliento se había puesto amargo por el whisky. Levantó una mano para tocarme el rostro, pero lo aparté. —¡Basta! —siseé incrédula—. ¿Qué estás haciendo? ¡Eras la pareja de mi mamá! ¡Basta por favor! Pero me sofocó con su cuerpo.—No puedo detenerme. Te quiero, Brianna. Me vuelves loco, no puedo dejar de pensar en ese espectacular cuerpito tuyo. Eres igual a ella. —Me puso una mano en la cintura y la apretó—. Escuchaba la ducha hace un momento y saber que estabas allí arriba, desnuda… Intenté girarme, apartarme de él, pero me sujetó con ambas manos y me empujó contra la pared.Me besó.O más bien podría decir que aplastó su boca contra la mía y trató de meter su hinchada lengua entre mis labios mientras me mostraba cuán enserió estaba hablando. Unas cuantas lágrimas comenzaron a empapar mi rostro, pero no pensaba dejar que me hiciera daño. Nunca había dejado que me hicieran daño y esta vez no sería la excepción. Aún estaba débil después de perder mi única familia, era cierto, aunque no tanto para permitir que ese cerdo se saliera con la suya. La primera vez que un benefactor de mamá había intentado acariciarme la pierna, le di un puñetazo en la nariz con todas mis fuerzas, y a pesar de que solo logré lastimar mi mano, porque para él fue solo una cosquillas. Al contrario de lo que creía, no se molestó, si no que comenzó a reír como un loco. Entonces me dijo que tenía carácter y que me enseñaría algunos movimientos que me mantendrían segura. Así fue, luego Victor, se volvió un buen amigo, hasta que la policía lo encontró sin vida…ni siquiera lloré, así eran las cosas para nosotras en nuestro mundo y no valía la pena sentir dolor. Sin embargo, Victor me dejó una valiosa lección: Ojos, ingle, garganta. Él siempre decía, aunque estés en desventaja nadie se puede mantener alerta cuando recibió un rodillazo en la ingle o cuando le picaron los ojos…Por lo que le di un rodillazo en los testículos y lo empujé lejos. Lanzó un aullido de dolor y su cuerpo impacto contra la pared contraria. —¡No me toques! ¡Nunca vuelvas a tocarme! ¡Eres un cerdo y me das asco! Azoté la puerta con fuerza, y comencé a correr, no pensaba mirar atrás, ni a volver a poner un solo pie en esa casa. Todo los recuerdos que tenía de mi mamá estaban allí y eso me destruía, sin embargo siempre habíamos sido solo nosotras dos y ahora que no estaba, era sólo yo… Yo me bastaba y nadie iba a lastimarme nunca más. Porque para nosotras siempre lo más importante fue sobrevivir, nada había cambiado. Seguía siendo una presa en una ciudad corrompida. Había huido solamente con mi móvil, el poco efectivo que se había metido en el sostén, la ropa que llevaba puesta y la muda que usaría para el espectáculo de esa noche en el Lounge Pacifyc. Mis pocos ahorros estaban en una lata bajo la cama. Y había llegado allí, con el alma en un puño, cansada de escapar, de fingir ser otra persona. Solo para encontrar a mis supuestas amigas que apenas me prestaban atención. Estaban demasiado ocupadas coqueteando con los potenciales clientes del bar. Intenté decirles lo que había sucedido. ¡Demonios! Por primera vez en la vida sentía que necesitaba hablar con alguien. Amber soltó unos cuantos ruiditos compasivos para luego decirme que debía emborracharme y olvidarme de todo, antes de que Paul me viera con la cara larga. Tenía razón en cierta forma, demasiado flexible fue al dejarme trabajar allí por el cariño que le tenía a mi mamá. Yo no era tan hábil como las demás chicas y nunca me pedían bailes privados o me contrataban para fiestas. Debía conformarme con el show final y todos estaban demasiado desplumados para dar buenas propinas. Me acerqué a la barra y le pedí a uno de los chicos una cerveza, faltaba aún media hora para ir a cambiarme. El lugar estaba atestado de gente. Miré con el ceño fruncido al tiempo que le daba un largo sorbo al vaso que algunas personas comenzaban a moverse, abriéndose con cuidado. Entonces lo vi. Por primera vez en las últimas largas y devastadoras veinticuatro horas, sentí la tensión de mi espalda y cuello aliviarse, como si eso ya no fuera importante. Miré a mi alrededor en el exclusivo club nocturno, y sentí que mi labio se levantaba cuando noté el repentino silencio entre los clientes. Fue efímero. Una ráfaga de furiosos murmullos fluyó como la cresta de una ola, pero las personas se siguieron abriendo ante él. Escuché el murmullo cercano de algunas de las chicas hablando. —Mierd@, es él... —Maldita sea... es un dios... —Oh, Dios mío, es hermoso... —¿Crees que elegirá a alguna de nosotras?... —¿Soy yo, o este, no era sitio neutral..? El miedo y el respeto dominaban las voces mientras todos los ojos, incluyendo los míos, observaban al recién llegado dominando la entrada. Estaba flanqueado a ambos lados por un par de matones, dos hombres de buen tamaño que daban la sensación de poder infligir el máximo daño sin ni siquiera romper a sudar. Entonces cuando finalmente lo vi de cuerpo entero, no logré pensar en otra cosa que no fuese: Él. El estómago se me cayó como si hubiera pasado el pico más alto de una montaña rusa. Todo pensamiento sobre lo que me había ocurrido se evaporó de mi mente como si nunca hubiera existido. El corazón se me aceleró. La sangre corrió por mis venas tan rápido que me quitó el aliento. Parpadeé. Era el hombre más atractivo que había visto en toda mi vida, los músculos de la parte baja de mi abdomen temblaron cuando me miró con una intensidad arrolladora. “Por favor, habla conmigo”. Fue sorpresivo recibir ese pensamiento, nunca antes había deseado que alguien me mirase como deseaba que él lo hiciera. El ruego provino de algún lugar profundo de mi mente, sorprendiéndome. ¿Qué estaba haciendo allí? No era una tonta, era un pez gordo. Lo que era extraño, nunca había visto uno de esos en Lounge Pacifyc antes. Paul no jugaba ni para los Bellomo, ni los Cavalli, por eso su club se consideraba un santuario libre de reyertas. Él dio un paso adelante y contemplé su cabello negro despeinado, más corto en la parte de atrás, pero un poco más largo por delante y peinado hacia arriba. Su mandíbula y pómulos eran duros, angulosos. Su cuerpo en esmoquin era una maravilla. Sus anchos hombros se estrechaban en una cintura firme y unas piernas largas. En mitad de sus treinta, ¿treinta y cinco, tal vez? Me importaba un c@rajo, el hombre era pura perfección, completado con un aura de “peligro” que era tan seductora como desalentadora. Justo el tipo de hombre que mamá hubiera desaprobado para mí y que para ella eran una debilidad. Se detuvo justo delante de mí y me dio un asentimiento cortés y casi pasado de moda, pero que a él le sentaba de maravilla. —Buenas noches. —Saludo. Su voz era profunda y suave, y tan cautivadora que mis rodillas se volvieron de gelatina. De cerca, obtuve una mejor visión de su mandíbula cuadrada, labios firmes y una nariz que parecía que había recibido unos cuantos golpes, pero que aun así era hermosa. Sin embargo, fueron sus ojos los que me mantuvieron inmóvil. De un color gris, estaban rodeados por unas pestañas largas y su mirada era de tal intensidad que casi sentí que la música desaparecía y la gente se esfumaba, de tal forma que éramos los únicos en la habitación. Parpadeó cuando la comisura de sus labios se torció en una mueca. No sonrió. En absoluto, sin embargo fue un intento. Pero su reticente expresión se suavizó ligeramente. Como si se hubiera relajado un poco, como si estuviese aliviado. Todavía no había respondido, ¿o sí? Me aclaré la garganta, sorprendida por la fuerte atracción instantánea que estaba sintiendo. Nunca en mis veintidós años había sentido si quiera un resquicio de la energía que sentía con ese hombre. —Buenas noches. —Dije sintiendo la garganta seca. Él miró a su alrededor y frunció el ceño al ver a Paul acercándose a grandes zancadas. —Señor Cavalli —Paul se inclinó y le besó la mano. ¿Con qué Cavalli? —Estamos muy honrados de contar con su presencia esta noche.—Gracias, Paul —respondió sin dejar de mirarme. —Él que se siente honrado de ser tan bien recibido soy yo. Mi tío te tenía en la más alta estima y espero que podamos continuar con esa larga tradición. —¡Por supuesto, señor! ¡Por supuesto! —Dijo Paul, emocionado y así simplemente todo ese discurso de no inclinarse ante nadie, desapareció. —Preparé un sector privado para usted y sus amigos. Acompáñeme. —Acercó su mano sin llegar a tocarlo para guiarlo y luego se volvió hacia mí. En cuanto Cavalli se alejó un poco me gritó: —¡Y tú! ¿Qué haces ahí tan pancha! ¿No tienes un show que dar? No te pago para que te tomes mi cerveza. ¡A trabajar!
—Ya lo sé, Paul. No me puedes culpar, me quedé paralizada al ver lo rápido que comenzaste a lamer los zapatos del nuevo cliente. —Comencé a reír alzando las manos y Paul puso los ojos en blanco antes de correr tras su objetivo.
—¿Y a ti qué te importa? O ahora eres empresaria, el club necesita una inyección de capital y el señor Cavalli es muy generoso. —Yo no dije nada, —me encogí de hombros mientras apuraba la cerveza —ve antes que el señor Cavalli se arrepienta de darte la inyección que necesitas. Paul me miró con los ojos chispeantes y se dio la vuelta. Yo tomé la mochila y corrí a cambiarme, necesitaba dinero pronto o debería dormir en la calle otra vez.BriannaPacifyc Lounge era un cuchitril con aires de grandeza, pero estaba mucho mejor que otros Clubes de Daimōn y estaba en una zona neutral, antes de esa noche, nunca había visto a uno de los capos pisando ese lugar, quizás a ninguno le interesaba lo suficiente. Pero mamá lo eligió justamente por eso, decía que mientras más alejadas de la familias que controlaban Daimōn mejor y los capos siempre elegían manejar los elegantes clubes el centro de la ciudad en el Distrito financiero.A pesar de que era seguro, podía decir que era un asco y la seguridad no lo dejaba exento de esa obviedad, era como decir: «que revolver la basura de los botes de un hotel de cinco estrellas era más digno que buscar en los botes de un restaurante del Distrito de Nissca». Aún así, el dinero era dinero.Pero ese día en particular no me parecía tan asqueroso, puede que la aparición de ese nuevo Cavalli me hubiese hecho girar la cabeza o puede que me pareciese más
BriannaCerré la puerta tras de mí y vi a Cavalli sentado en un sillón en medio de la estancia con más claridad. La tenue luz que me iluminaba no me dejó ver su cara, sin embargo podía imaginarla a la perfección.Me acerqué hasta él lentamente, caminando de manera sinuosa. Levantó la vista y me miró.—Hola –dije con mi mejor voz de buscona—, ¿alguien ha pedido un baile especial?—Yo fui –respondió con voz cortante.Bueno, parecía mas bien un caso de anti-stripper que había sido arrastrado hasta allí a la fuerza por alguien más. Sonreí. Aunque en este caso, él lo había pedido ¿por qué?—Pero querrás que baile para ti, ¿verdad?Me acerqué más a él
ApoloMe senté en una de las mesas del club, a la espera de que Brianna volviese a salir, me había comportado como un animal hambriento acechando a su presa. Fue un terrible error, no sabía que me había ocurrido, sin embargo simplemente no logré controlarme y las consecuencias habían sido claras, estaba aterrada. Me temía. Adrian tenía razón, abordarla de ese modo fue un error. Más que nada en el mundo, habría deseado acercarme a ella y asegurarle que iba a ser bueno. Que sólo quería hablar con ella.Sin embargo, mi mayor error fue no poder simular lo que provocaba en mí su cercanía. Nunca antes había sentido el deseo acumulándose en mi interior como un volcán a punto de hacer erupción. Mis manos cobraron vida propia y mi cuerpo se sentía atraído con un magnetismo sin igual.Me dispuse a inspirar intensamente para aliviar mis pulmones privados de oxígeno, al recordar como se había colocado sobre mí regazo, intenté quitar aquella imagen de mi
BriannaCuando desperté, recordé el callejón oscuro, los hombres armados, la aguja clavándose en mi piel. Abrí los ojos sobresaltada con el corazón acelerado, como el de un animalito aterrado, que escapaba por su vida.Pero no estaba en el asiento trasero de un coche como recordaba haber estado cuando perdí definitivamente la conciencia. Me incorporé y me senté mirando a mi alrededor: mi cabeza se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, mi cabello enredado caía sobre mi rostro y estaba pegado a mi mejilla.Estaba en una habitación de hotel; una realmente ostentosa, a juzgar por lo que podía observar con ayuda de la luz de una sola lámpara que se encontraba encendida al otro lado de la habitación. ¿Seguía soñando? Algo mareada me froté los ojos, pero poco a poco comencé a recordar la noche anterior. Dante, Paul, el club, el baile privado al Señor Cavalli, el callejón oscuro, los hombres que me rodearon, la intervención oportuna
BriannaEl señor Cavalli era de esos hombres que hacían su voluntad y ni siquiera se detenían a preguntar. No necesitaba hacerlo y no imaginaba a nadie que pudiese contradecirlo. No era simplemente atractivo, cada movimiento que realizaba parecía calculado para generar ráfagas de chispas y adrenalina en el sexo opuesto. No me atrevía a decirle que todo lo que tenía en el mundo era el contenido de esa mochila. Era bastante deprimente, aunque fuese la verdad.—La realidad es que lo poco que tengo, se encuentra en la casa del ex esposo de mi mamá… Aunque dudo que pueda regresar, —¿odiaba dar lastima? Definitivamente sí.—Haré que recojan tus cosas. Puedes quedarte aquí hasta que estés lista para tomar una decisión sobre tus próximos movimientos. Tal vez desees que le avisemos a alguien de tu fami
BriannaProbablemente podría haber permanecido allí sudando y vomitando la comida inexistente de mi estómago durante toda la noche de no ser por el perro de los vecinos que comenzó a ladrar al verme agazapada contra la pared como una sombra.Me sequé con la manga de la chaqueta y caminé hacia la puerta trasera de la casa, mis dedos tantearon debajo de la alfombrilla hasta que dieron con la llave y abrí silenciosamente la puerta trasera. El silencio invadía el interior de la casa que en ese momento me parecía aún más deprimente. Caminé por el vestíbulo asimilando mi entorno en la oscuridad y comencé a subir lentamente las escaleras. La puerta de la habitación de Dante estaba abierta, por lo que supe que no estaba durmiendo, la habitación que había compartido con mi mamá siempre, sin excepción estaba cerrada, aunque nunca nadie la ocupara, era un especie de lugar sagrado.Escuché un ruido y estuve a punto de morir de susto cuando el viejo gato
BriannaAbrí la ventana y vi como un grupo de hombres se precipitaban hacia la entrada. Salí, sujetándome lo mejor que podía del alféizar de la ventana. Me resbalé y mis pies patinaron sobre el techo, pero logré tomarme del filo del tejado. Me lancé al vacío tomándome de la canaleta y estiré mi cuerpo todo cuanto pude para quedar un poco más cerca del suelo, si eso era posible, no tenía demasiado tiempo, así que me lancé al suelo, cayendo pesadamente en sobre el césped perfectamente cortado.Me escondí tras un rosal mientras escuchaba correr por la calle a algunos hombres. Intenté tranquilizarme mientras esperaba que volviesen a la casa seguros de que me habían perdido. Pronto los vi regresar y re agruparse en la puerta principal. Por suerte para mí, no eran exactamente brillantes o me estaban subestimando. Corrí a través de los jardines traseros de un par de casas, intentando perderme entre las sombras, hasta llegar a un callejón que llevaba a la estación del m
BriannaPietro me recogió a una calle de la estación del metro de Bowery, nos separamos porque insistió que así sería más seguro para ambos, por lo que lo esperé en el restaurante de comida rápida que estaba bajo su protección. Desde que subí al coche no pude decir una sola palabra. Me movía vertiginosamente hacia mi destinoFrunció el entrecejo y eligió las palabras con cuidado.—Se que esto puede parecer malo, pero déjame decirte que no lo es. Vito es un hombre violento y cruel, sin embargo Carlo es una bestia sin escrúpulos. Si cree que te cruzaste en su camino, no habrá fuerza humana que logre detenerlo, no parara hasta destrozarte viva. Ya lo he visto antes, hace mucho tiempo atrás con la madre de Apolo y no fue bonito, créeme. Carlo estaba enamorado de ella, tomó su matrimonio y el nacimiento de Apolo como una