Brianna
Pietro me recogió a una calle de la estación del metro de Bowery, nos separamos porque insistió que así sería más seguro para ambos, por lo que lo esperé en el restaurante de comida rápida que estaba bajo su protección. Desde que subí al coche no pude decir una sola palabra. Me movía vertiginosamente hacia mi destino
Frunció el entrecejo y eligió las palabras con cuidado.—Se que esto puede parecer malo, pero déjame decirte que no lo es. Vito es un hombre violento y cruel, sin embargo Carlo es una bestia sin escrúpulos. Si cree que te cruzaste en su camino, no habrá fuerza humana que logre detenerlo, no parara hasta destrozarte viva. Ya lo he visto antes, hace mucho tiempo atrás con la madre de Apolo y no fue bonito, créeme. Carlo estaba enamorado de ella, tomó su matrimonio y el nacimiento de Apolo como unaApolo—Entonces es verdad, cuando Bruna lo dijo durante la cena, Leone se hecho a reír como un loco y le dijo: “¡Estás loca, Bruna! Si Apolo todavía está llorando por Geraldine”. —Hice una mueca de disgusto cuando la nombró, pero intenté disimular lo mejor que pude. —Pero entonces es verdad, debe ser una belleza, si logró sacarte de la cabeza a la hija de Abruzzo.Nadie podía saber la verdadera razón por la que me casaba con Brianna. Tenía claro que Bruna, la hermana de mi tío no estaba para nada satisfecha con la idea de que Don Doménico me hubiese dejado sus acciones de los bancos y la empresa de construcción, además del manejo de sus negocios menos visibles.Bruna había dirigido la familia durante algunos años de forma fantástica, pero mi tío no confiaba en ella, ni en sus hijos.Miramos las calles silenciosas en aquella zona desde el asiento de atrás del coche, de camino ni más ni menos que a la bodega abandonad
BriannaTenía un sueño muy bonito, algo relacionado con un lugar verde, un prado quizás, la brisa chocaba en mi rostro y los rayos del sol me acariciaban, había un cachorro que me tironeaba constantemente invitándome a jugar, me sentía en paz, cuando me di cuenta de que lo que creía que era un cachorro juguetón, en realidad, dos manos que me tiraban para que me levantase. Me senté de un salto.Cuando abrí los ojos la habitación de la suite parecía la estación del metro de la Tercera avenida en hora pico. Allí estaban Pietro, un hombre con una carpeta en la mano, otro hombre que corría de un lado al otro, varias mujeres y un joven muy atractivo que era el asistente del primero. El chico tenía los brazos cargados de ropa: vestidos de blancos de todos los tamaños y diseños, la habitación estaba repleta de flores. Tamb
Brianna Sentía que me balanceaba como una brizna en el viento y cuando llegó el momento de los votos, me puse de pie automática. El novio me había recorrido con la mirada cuando caminé hacia él y luego me realizó una reverencia cortes, pero luego sentía que evitaba mirarme y por supuesto ni siquiera llegaba a tocarme. En el caos de mis pensamientos ni siquiera lograba dilucidar la razón por la cual me importaba tanto. Fue cuando tomó mis manos, dejándome entre aturdida y fascinada con su contacto, observé cómo mis dedos helados desaparecían en la enorme mano de mi novio. La mano de Apolo era cálida, suave, reconfortante. Me pregunté lo que se sentiría que ese hombre me acariciase. Apretó mis manos ligeramente y por primera vez, se me ocurrió que pese a su aparente exterior imperturbable, quizás estuviera tan nervioso como yo. Hasta entonces, no lo había mirado. Por lo que levanté la vista y lo encontré mirándome. Tenía el rostro pálido
Apolo—¡Por los clavos de Cristo, Bruna! Es la boda del muchacho, déjanos celebrar en paz. —Exclamó Pino Calo, que estaba más preocupado por el vino que por los negocios de la familia. —¿Dónde dejaste a tu linda esposa, Apolo?—Con Adrián, él cuidara de ella. —Le lancé una sutil mirada a Bruna.—Buena elección, muchacho. Después dicen que los negocios y el placer no se pueden mezclar. —Comenzó a reír sosteniéndose la barriga.Sonreí sin decir nada más, ¿qué diría? Qué no podía quitar el sabor de los labios de mi esposa de los míos, que había deseado desesperadamente tomarla y llevarla a la habitación más cercana mientras la veía bailar con Ciro.Le pedí a Adrian q
Brianna Él no reaccionó como creí que lo haría. Lo había escuchado decirle a Adrian el hombre al que me encargo que no tenía intenciones de realizar el primer baile tradicional… “ no puedo estar cerca de ella”, le dijo. Eso me hizo sentir incomoda el resto de la noche. Pasé de mano en mano, intentando ser fuerte, aunque la verdad era que solo quería escapar de todo, de todos. Me sentía una idiota al tirarme sobre él de aquella forma.Apolo se quitó la chaqueta, la dejó en la cama y se sentó a mi lado en el suelo. Él clavó la vista en mis pies y después fue subiendo hacia arriba, sin saber lo que aquello estaba provocando en mí. –¿Te has quitado los zapatos? Sonreí. —Me estaban matando. No puedes pretender que sea una princesa durante más de cuatro horas, en algún momento se debía terminar el hechizo —él lanzó una sonora carcajada. —No te rías de mí. —Lo empujé ligeramente y su s
BriannaVer esa expresión cargada de anhelo me hacía arder de deseo. Apolo me miraba esperando una respuesta. Sus manos se movieron con lentitud a mis mejillas.—Per me sei come una divinità… —Su voz era casi imperceptible, aunque divina y sentía que me deshacía entre sus manos.—Tócame…no me interesa que nadie más lo haga. —dije a duras penas y con voz temblorosa.Lo miré expectante esperando que se quitara la ropa o me besara, pero ninguna de aquellas dos opciones era la correcta. Se limitó a trazar la curva de mi cuello, la clavícula, hasta llegar al montículo de mis senos, dibujando la línea del sostén blanco de encaje casi sin tocarlo.Me contempló con avidez, esperando arrepentimiento, pero eso no ocurrió. Mi silencio nervioso fue suficiente r
ApoloTenía la sensación de que el universo estaba jugando conmigo. Después de que Geraldine me abandonará en el altar, juré que nunca volvería a pensar en ninguna mujer luego de haberme acostado con ella. Mis relaciones se limitaban a una noche y nunca volvía a pensar en ninguna de ellas en cuanto nos separábamos. Sin embargo ya habían pasado casi cinco días desde nuestra noche de bodas y no lograba sacar a Brianna de mi cabeza.Lo que había hecho con mi inocente esposa en la habitación matrimonial lograba que solo de recordarlo me sonrojara. De hecho, no había podido dejar de pensar en ello durante todos los días que había estado en Londres para reunirme con los rusos que estaban dispuestos de llevar a cabo el golpe a la bóveda de los Bellomo.Hasta había soñado con ella, cada vez que la recordaba sentí
BriannaCuando la señora Nicolleta cocinaba, no bromeaba. Era una señora regordeta y adorable a la que todos querían, los hombres de Apolo, incluso Pietro la trataba con respeto y cariño como si casi fuese la madre de todos ellos. Era gracioso ver a esos monos de casi dos metros actuar como pequeños niños ansiosos por la atención de su madre, robando a hurtadillas dulces o levantando las tapas para aspirar el delicioso aroma que desprendía el humeante contenido de las cazuelas de todos los tamaños.Ella se movía con gracia frente a la gigantesca isleta de cocina llena de moldes, cuencos y un montón de artilugios que no sabía para que eran, incluso antes de irnos a vivir con Dante mamá no cocinaba demasiado, por lo que verla cocinar era fascinante para mí.—¡Brianna! ¡Estoy terminando de prepararlo todo! —Estaba resplande