Tenía un sueño muy bonito, algo relacionado con un lugar verde, un prado quizás, la brisa chocaba en mi rostro y los rayos del sol me acariciaban, había un cachorro que me tironeaba constantemente invitándome a jugar, me sentía en paz, cuando me di cuenta de que lo que creía que era un cachorro juguetón, en realidad, dos manos que me tiraban para que me levantase. Me senté de un salto.
Cuando abrí los ojos la habitación de la suite parecía la estación del metro de la Tercera avenida en hora pico. Allí estaban Pietro, un hombre con una carpeta en la mano, otro hombre que corría de un lado al otro, varias mujeres y un joven muy atractivo que era el asistente del primero. El chico tenía los brazos cargados de ropa: vestidos de blancos de todos los tamaños y diseños, la habitación estaba repleta de flores. TambBrianna Sentía que me balanceaba como una brizna en el viento y cuando llegó el momento de los votos, me puse de pie automática. El novio me había recorrido con la mirada cuando caminé hacia él y luego me realizó una reverencia cortes, pero luego sentía que evitaba mirarme y por supuesto ni siquiera llegaba a tocarme. En el caos de mis pensamientos ni siquiera lograba dilucidar la razón por la cual me importaba tanto. Fue cuando tomó mis manos, dejándome entre aturdida y fascinada con su contacto, observé cómo mis dedos helados desaparecían en la enorme mano de mi novio. La mano de Apolo era cálida, suave, reconfortante. Me pregunté lo que se sentiría que ese hombre me acariciase. Apretó mis manos ligeramente y por primera vez, se me ocurrió que pese a su aparente exterior imperturbable, quizás estuviera tan nervioso como yo. Hasta entonces, no lo había mirado. Por lo que levanté la vista y lo encontré mirándome. Tenía el rostro pálido
Apolo—¡Por los clavos de Cristo, Bruna! Es la boda del muchacho, déjanos celebrar en paz. —Exclamó Pino Calo, que estaba más preocupado por el vino que por los negocios de la familia. —¿Dónde dejaste a tu linda esposa, Apolo?—Con Adrián, él cuidara de ella. —Le lancé una sutil mirada a Bruna.—Buena elección, muchacho. Después dicen que los negocios y el placer no se pueden mezclar. —Comenzó a reír sosteniéndose la barriga.Sonreí sin decir nada más, ¿qué diría? Qué no podía quitar el sabor de los labios de mi esposa de los míos, que había deseado desesperadamente tomarla y llevarla a la habitación más cercana mientras la veía bailar con Ciro.Le pedí a Adrian q
Brianna Él no reaccionó como creí que lo haría. Lo había escuchado decirle a Adrian el hombre al que me encargo que no tenía intenciones de realizar el primer baile tradicional… “ no puedo estar cerca de ella”, le dijo. Eso me hizo sentir incomoda el resto de la noche. Pasé de mano en mano, intentando ser fuerte, aunque la verdad era que solo quería escapar de todo, de todos. Me sentía una idiota al tirarme sobre él de aquella forma.Apolo se quitó la chaqueta, la dejó en la cama y se sentó a mi lado en el suelo. Él clavó la vista en mis pies y después fue subiendo hacia arriba, sin saber lo que aquello estaba provocando en mí. –¿Te has quitado los zapatos? Sonreí. —Me estaban matando. No puedes pretender que sea una princesa durante más de cuatro horas, en algún momento se debía terminar el hechizo —él lanzó una sonora carcajada. —No te rías de mí. —Lo empujé ligeramente y su s
BriannaVer esa expresión cargada de anhelo me hacía arder de deseo. Apolo me miraba esperando una respuesta. Sus manos se movieron con lentitud a mis mejillas.—Per me sei come una divinità… —Su voz era casi imperceptible, aunque divina y sentía que me deshacía entre sus manos.—Tócame…no me interesa que nadie más lo haga. —dije a duras penas y con voz temblorosa.Lo miré expectante esperando que se quitara la ropa o me besara, pero ninguna de aquellas dos opciones era la correcta. Se limitó a trazar la curva de mi cuello, la clavícula, hasta llegar al montículo de mis senos, dibujando la línea del sostén blanco de encaje casi sin tocarlo.Me contempló con avidez, esperando arrepentimiento, pero eso no ocurrió. Mi silencio nervioso fue suficiente r
ApoloTenía la sensación de que el universo estaba jugando conmigo. Después de que Geraldine me abandonará en el altar, juré que nunca volvería a pensar en ninguna mujer luego de haberme acostado con ella. Mis relaciones se limitaban a una noche y nunca volvía a pensar en ninguna de ellas en cuanto nos separábamos. Sin embargo ya habían pasado casi cinco días desde nuestra noche de bodas y no lograba sacar a Brianna de mi cabeza.Lo que había hecho con mi inocente esposa en la habitación matrimonial lograba que solo de recordarlo me sonrojara. De hecho, no había podido dejar de pensar en ello durante todos los días que había estado en Londres para reunirme con los rusos que estaban dispuestos de llevar a cabo el golpe a la bóveda de los Bellomo.Hasta había soñado con ella, cada vez que la recordaba sentí
BriannaCuando la señora Nicolleta cocinaba, no bromeaba. Era una señora regordeta y adorable a la que todos querían, los hombres de Apolo, incluso Pietro la trataba con respeto y cariño como si casi fuese la madre de todos ellos. Era gracioso ver a esos monos de casi dos metros actuar como pequeños niños ansiosos por la atención de su madre, robando a hurtadillas dulces o levantando las tapas para aspirar el delicioso aroma que desprendía el humeante contenido de las cazuelas de todos los tamaños.Ella se movía con gracia frente a la gigantesca isleta de cocina llena de moldes, cuencos y un montón de artilugios que no sabía para que eran, incluso antes de irnos a vivir con Dante mamá no cocinaba demasiado, por lo que verla cocinar era fascinante para mí.—¡Brianna! ¡Estoy terminando de prepararlo todo! —Estaba resplande
Apolo—¡No quiero sus malditas excusas! —Rugí ante la inoperancia de mis hombres de confianza. —¡Quiero que me traigan en este maldito momento a quien recibió la caja! Los cinco idiotas que estaban frente a mí palidecieron cuando coloqué mi pistola en el escritorio del despacho. Hijos de put@. Como era posible que hubiesen puesto en riesgo la vida de Brianna de esa forma. Tuve un mal presentimiento desde que vi el paquete sin una tarjeta visible. No sabría explicar por qué, pero algo no terminó de cuadrarme, tal vez la hora de entrega, que Pietro no me había informado nada sobre un regalo. Cuando escuché el grito de Brianna, antes de que mis ojos lograsen percibir lo que ocurría, temí lo peor. Cuando vi la piel blanca del animal cubierto de sangre ya era muy tarde, estaba cubriéndose el rostro con las manos manchadas de sangre y sus ojos color azul devolviéndome la mirada completamente horrorizada, comp
Brianna El calor se filtró en la bruma de mi sueño. El sol me dio de lleno en la cara y traspasó la delgadez de mis párpados cerrados. Era consciente de la sensación pegajosa de la piel de mi espalda; esa que es producto de una fina capa de sudor. También, era ligeramente consciente de la presión impuesta sobre el hueso de mi cadera.Tenía deseos de hundirme nuevamente en el sueño profundo, pero era imposible. Lo intenté manteniendo los ojos cerrados el mayor tiempo que pude, pero pronto comprendí que no iba a poder dormir por más tiempo. Intenté moverme, pero algo me lo impedía. Descubrí con cierto placer que algo pesado rodeaba mi cadera y algo ligeramente liviano mi cintura. Una sonrisa me hizo abrir los ojos y levantar la cara para saber si estaba en lo cierto y era el cuerpo de Apolo el que me impedía moverme o solo era un sueño bonito que se había colado justo a último momento. Levanté la cabeza un tanto perezosa y f