El Nuevo Capo

Brianna 

Pacifyc Lounge era un cuchitril con aires de grandeza, pero estaba mucho mejor que otros Clubes de Daimōn y estaba en una zona neutral, antes de esa noche, nunca había visto a uno de los capos pisando ese lugar, quizás a ninguno le interesaba lo suficiente. Pero mamá lo eligió justamente por eso, decía que mientras más alejadas de la familias que controlaban Daimōn mejor y los capos siempre elegían manejar los elegantes clubes el centro de la ciudad en el Distrito financiero. 

A pesar de que era seguro, podía decir que era un asco y la seguridad no lo dejaba exento de esa obviedad, era como decir: «que revolver la b****a de los botes de un hotel de cinco estrellas era más digno que buscar en los botes de un restaurante del Distrito de Nissca». Aún así, el dinero era dinero.

 Pero ese día en particular no me parecía tan asqueroso, puede que la aparición de ese nuevo Cavalli me hubiese hecho girar la cabeza o puede que me pareciese más acogedor que la casa del desgraciado de Dante, aunque realmente me inclinaba por lo primero. Si en ese momento hubiese tenido un portátil y conexión a internet, lo habría buscado para poder deleitarme un poco más en esa cara perfecta, pero mi viejo ordenador estaba  roto y no tenía dinero para sustituirlo. ¡JA! En realidad no tenía dinero para nada. 

 Siempre que estaba en una situación como aquella pensaba en mi padre, muchas veces le había preguntado a mamá por él, cuando me levantaba a las tres de la mañana para escapar por la ventana de algún casero enojado, tomando lo poco que teníamos y corriendo por la acera helada. Entonces supongo que era como cuando tu hijo te dice «Mamá, háblame de papá» y tú te encuentras en un aprieto y sueltas de golpe el primer nombre  te viene  a la cabeza porque estás escapando a mitad de la noche: «Esto… se llamaba, eh, Frank y no nos puede ayudar porque murió, cielo». En el fondo yo sabía que mentía, pero me ayudaba a soportar aquello. Era como bueno, no es que sea súper egoísta, es solo que papá no puede ayudarnos. 

Pero ahora odiaba pensar que mamá me mintió. Siempre habíamos sido sinceras la una con la otra y hubiese deseado que me dejase un teléfono para llamar o una dirección a la que acudir, ni siquiera debía ser de mi padre. Sin embargo me había dejado completamente sola, sin nadie que me tendiese una mano. En ocasiones me preguntaba, ¿por qué no quería decirme quiénes eran mis abuelos? ¿Acaso tenía tíos? No podía haber nacido de un repollo, sin embargo siempre se mostraba evasiva y hermética al respecto. 

Sacudí la cabeza intentando olvidar todo lo que estaba mal en mi vida, que era más de lo que podía soportar. 

Intente olvidarme de todo, de que no tenía casa a la que volver, nada en el estómago desde la mañana anterior que me aventure a la cocina como si fuese un espía secreto o el capo mafioso que me había desnudado con la mirada hacía solo un momento. Esa era la noche es mi debut como stripper central  y no podía dejar un extraño de mediana edad vestido con un traje de dos mil dólares me distrajera. Ya había  suficientes hombres de mediana edad en el sitio para ocupar mis pensamientos. Hombres que si tenía suerte me iban a financiar un cuarto en un motel por esa noche. Desde que había comenzado a bailar, le dije a Paul que no estaba dispuesta a acostarme con nadie por dinero; ese era el precio para ser espectáculo central. Sin embargo realmente no quería entregar mi flor por un montón de billetes.  Así era hasta hacía un tiempo, pero a la luz de las circunstancias y con él estómago gruñendo después de el segundo día sin probar bocado, digamos simplemente que las cosas cambian. 

El local estaba lleno. La noche de la escuela católica era una gran atracción, todos alucinaban con estudiantes en poca ropa. Las mesas y los reservados de la zona principal estaban todos ocupados, pero la planta superior que  acogía la sala vip estaba ocupada por él.  No me sorprendía. No había muchos tipos que se lo pudiesen permitir casi en las afueras de Daimōn.

El vestuario estaba en la parte de atrás de mi mochila, abarrotado. Mujeres medio desnudas me miraron al pasar por la puerta. Algunas asentían cordialmente y solo un par  un par sonreían para después volver a centrarse en ajustarse el maquillaje frente a los grandes espejos. Como suponía que pasaría en cualquier trabajo, carne fresca significaba competencia y yo era por decirlo de alguna forma; su competencia. 

Me coloqué frente a los espejos para comenzar a maquillarme cuando vi a Cora entrar a toda prisa a los vestuarios y buscarme con la mirada. 

En cuanto me vio, se acercó a mí. 

—¡Aquí estabas! ¿Cómo estás pequeña? —me preguntó Cora. —¿Estás nerviosa? Paul me pidió que te ayudará, ya que Amber se queda está noche en el salón. Consiguió un fijo que está consumiendo como loco y la pidió por la noche completa. 

Siempre habia una mamá gallina en cada club, una mujer mayor a la que con el tiempo le faltaba elasticidad, pero le sobraba experiencia. Y Cora, era justamente esa mujer, nos ayudaba y preparaba en el fino arte de obtener lo que más pudiésemos de los impávidos tipos que estaban fuera. 

Saqué el uniforme de colegiala de la mochila, pero Cora me detuvo y chasqueo la lengua. 

—No, eso te lo pondrás después. H**o un ligero cambio de planes, no serás la bailarina central está noche.

—¿Por qué? —Protesté, tomándole la mano con la que sostenía el vestuario. —Paul me lo prometió, le dije que si pedían un extra accedería…¡cretino mentiroso! ¿Fue por la cerveza? 

Cora negó con la cabeza sonriendo. 

—Te vas a morir cuando te lo diga porque no eres espectáculo central, cariño. —Sacó lentamente mi mano de su brazo y me miró con las cejas alzadas. —¿Viste llegar al nuevo Capo?

—Sí, ¿qué tiene eso que ver? 

—Bueno te pidió para un show privado en el vip. —Me puse pálida. —Paul, dijo que le habías dicho que estabas segura de dar el paso. 

—Sí, aunque no creí que fuese tan pronto…

Antes de que me diera cuenta, me estaba ayudando a ponerme el sostén y un tanga negro de encaje.

—¿Voy a bailar con esto luego de quitarme el vestido? —Apenas si dejaba algo a la imaginación, me sentía muy expuesta y avergonzada, solo de pensar en que tendría sus ojos en mí nuevamente. 

—Olvídate de todo y piensa en lo bien que te vendrá el dinero, además el resto de tus compañeras bailan con menos que eso. —Tomó uno de los vestidos dispersos sobre el mueble. — Sabes que me gustaría ofrecerte mi casa, pero desde que Stefano trabaja con los Bellomo…

—Lo sé, no te preocupes. —La tranquilice mientras tomaba el sugerente vestido negro que me pasaba. 

—¿Tu mamá no te dejó un número telefónico o una dirección a la que acudir en caso de que algo le sucediera? 

—No, siempre fue muy evasiva respecto a su familia, mucho menos me habló sobre mi padre, me decía que se trataba simplemente de un donante de esperma y que no valía la pena. ¿A ti? 

—Tampoco…a pesar de haber bailado juntas por años, sabía muy poco sobre su vida, a excepción de que te amaba más que a nada —Suspiré profundamente. 

—Un misterio para todos…

Cora  sonrió cuando percibió  mi respiración entrecortada. 

—Limítate a hacer lo que sabes y a seducir desde la  barra del tipo rico y todo irá bien. ¿Tienes dudas, verdad? —Me rodeó y me subió la cremallera, cambiando de tema. 

—Es que… ¿Por qué me eligió a mi? Ni siquiera estoy en el catálogo. 

—¿Importa acaso? — preguntó Cora —. El tipo rico ha entrado como si fuese el dueño del club, le ha dado a Paul un sobre con billetes y le pidió que te llevé, creo que lo deslumbraste—.Me guiñó un ojo—. Juega bien tus cartas y le sacarás más billetes. Ya sabes lo que debes hacer y puede que hasta te asegures unos cuantos meses de renta. 

Después comenzó a peinarme y una vez que estuve lista, fijó su atención en otra  bailarina mientras yo debatía conmigo misma y pensaba si todo aquello no era un terrible error. Me avergonzaba tener que presentarme allí con ese hombre que lograba que mi corazón se detuviera a menearme como un objeto que es vendido al mejor postor. 

Me gustaba fingir que era dura, y sí, lo era, hasta cierto punto. Fui pobre y pasé hambre. Me crío una stripper que me cortaba el cabello y me vestía de niño para poder dejarme durmiendo mientras ella hacía el show. Sabía pegar un puñetazo si debía hacerlo. Pero solo tenia veintidós años y a veces me parecía muy poco para haber vivido lo que viví. A veces , miraba a mi alrededor y pensaba:  «No debería estar aquí». Debería estar estudiando. Muy gracioso…a duras penas podía leer, ¿cómo pensaba que podría estudiar? 

No sabía que se sentía estar en una cena familiar, ni tener amigos, ni que un buen chico me llevara a tomar un helado o a pasear. Mi vida se reducía a escapar, conseguir algo de comida y evitar el peligro. Por eso a veces deseaba ser otra persona. Alguien que pudiese tener sueños, mientras otras chicas soñaban con una gran carrera, un esposo maravilloso o una enorme casa. Mi sueño era tener comida, un lugar donde vivir y algo de paz, una vida normal. 

Pero estaba allí, en ese antro, sin banca, y si quería en algún momento ser la chica normal que intentaba ser con todas mis fuerzas  necesitaba salir de ese vestuario y bailarle al nuevo Capo, tal y como había  señalado Cora con tanta vehemencia. 

Paul estaba esperándome en la puerta e cuanto salí del vestíbulo. Era un hombre fornido con barba abundante, ojos amables y ambicioso, muy ambicioso. 

—¿Te ha hablado Cora del pedido del nuevo Capo? Está esperándote.

Asentí y tragué saliva incómoda.

—No tengo que hacer nada sofisticado, ¿no? ¿Solo es un baile privado normal?

Él rio.

—Haz los movimientos que quieras, ya le advertí yo que no eras la mejor chica que tenía para satisfacer necesidades tan especiales, y no le importó. Intenté disuadirlo de elegir a alguien con mayor experiencia, pero me dijo que desde que te vio en la barra supo que no le interesaba nadie más. Como te dije necesitamos una inyección de capital, sin embargo, si te toca sin pagar el extra, Bruno lo sacará a rastras a la calle. Y me va a importar muy poco si es el Don, el papa o nuestro señor. 

Me aliviaba oír que en Pacifyc Lounge se imponía la regla de no tocar la mercancía hasta haber acordado un extra hasta con un hombre tan poderoso. Bailar para hombres babosos era más fácil de digerir cuando sabías que tenías algún tipo de garantía, porque Paul nos preguntaba si estábamos dispuestas y cuanto creíamos que valía aquel extra. 

—Lo harás bien, chica. —Paul me dio una palmadita en el brazo—. Y el tipo está muy bien, no todas tienen tanta suerte de debutar con un espécimen como ese. Muchas de tus compañeras matarían por estar en tu lugar.

 

Paul desapareció en el vestuario y yo tomé aire profundamente antes de encaminarme por el vestíbulo. 

La sensual música de fondo me dio la bienvenida cuando llegue a la sala principal. La bailarina del escenario acababa de desabrocharse la camisa blanca del uniforme, y los hombres se volvieron locos en cuanto vieron su sujetador. Llovieron los billetes en el escenario. Debía concentrarme en eso. En el dinero. Que le den a todo lo demás.

 Me detuve en seco, en cuanto llegué a la puerta del vip. Estaba aterrada, tomé el pomo y pude sentir el arrepentimiento recorriendo mi cuerpo, no quería que fuese de esa forma. Sin embargo era demasiado tarde y abrí la puerta suavemente. Allí estaba entre las sombras y envuelto en un tenue halo de luz, la vergüenza me engulló por completo y sentí la cara ardiendo tras verlo tomar una profunda calada de un puro. Con el corazón palpitando respiré profundamente y el olor de su perfume mezclado con el del puro, me hizo salivar.  Verlo tras las sombras fue suficiente para llenarme el cuerpo de escalofríos. 

Mi corazón estaba echo un caos, podía  percibir el violento: “boom, boom, boom". Entonces percibió mi presencia como un depredador siente la frágil presencia de un cervatillo y ladeo ligeramente la cabeza e hizo algo que me confundió aún más, algo que se me antojo provocativo, prohibido y pecaminoso: se inclinó hacia atrás en el sillón, se mordió ligeramente el labio inferior y esbozó una tenue sonrisa. 

Su mirada devorándome por segunda vez en la noche provocó un violento escalofrío sobre mí espalda que me hizo apretar las piernas al instante al sentir una punzada de placer que no esperaba. ¿Qué me estaba ocurriendo? 

Sus ojos se veían casi negros mientras me escudriñaba y centellaban con intensidad depredadora. Una sonrisa lobuna se extendió en su rostro, una sonrisa que se quedaría por siempre clavada en mi piel. Me costaba respirar, me pregunté entonces cuánto me costaría bailar. Tenía miedo, pero no deseaba huir…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo