BriannaApoyé la cabeza contra el cristal del coche llorando en silencio, hasta que el zumbido del motor comenzó a adormecerme, lentamente. Podía entender en aquel preciso momento a que se referían cuando hablaban de un corazón roto, porque sentía que el pecho se me desgarraba lentamente. No era un dolor insoportable de esos que te aniquilan a quema ropa, era más bien un dolor tolerable, pero persistente. De esos que te dejan respirar solo lo suficiente para que sigas desangrándote entre recuerdos un poco más.Me preguntaba qué hubiese pasado si mi embarazo estuviese un poco más avanzado. ¿Él habría escapado conmigo en lugar de enviarme lejos? Solo quería buscar refugio en él, me dolía que no lo entendiese. Apreté mi vientre con fuerza.Estaba tan adormecida con el ronroneo del motor, mis sentimientos heridos, el paisaje que no dejaba de repetirse, los tonos naranjas mezclándose con rojos y celestes propios del amanecer, que no me di cuenta de que el automóvil se estaba desviando de
Brianna En cuanto Pietro me empujó dentro del coche, me vendaron los ojos y me llevaron maniatada durante todo el camino, dándome cortos sorbos de agua, de tanto en tanto. No sabía a donde me llevaban, e intenté con todas mis fuerzas memorizar las curvas, como eran los movimientos del coche. Necesitaba saber cuánto tiempo recorríamos una carretera o si el camino era pedregoso, pero no logré nada de aquello. Me apresaron como un cordero que va al matadero. Era incapaz de defenderme por más que rogué, lloré y me sacudí, esperando que se apiadasen de mí. Pensé en Apolo y en lo que sentiría cuando se enterase que no había llegado al pequeño aeropuerto privado tal como había planeado, lo imaginé destrozado, sintiéndose culpable por no haber ido conmigo. No lo culpaba a él. ¿Cómo lo sabría? Era imposible saber que Pietro me entregaría de esa manera tan cruel. Sin embargo, me desgarraba pensar en su dolor y culpa. El automóvil se detuvo súbitamente cuando un torrente de lágrimas empapó l
ApoloCuando caminé por la acera mojada por la lluvia tuve el presentimiento de que algo no iba bien, era como una sensación extraña en la boca del estómago que me advertía que me diese prisa. En cuanto subí al vehículo, Massimo que se encontraba en el asiento del frente me miró con el ceño fruncido y una expresión dura que me confirmaba que aquel palpito que acababa de tener, no era en lo absoluto infundado. —Tienes que llamar ahora mismo a Ludovico. —Me tendió el móvil. —Dice que es urgente. Tomé el móvil y marqué su número con prisa, sintiéndome a cada instante más y más ansioso. Algo ocurría, podía sentirlo corriendo en mis venas. Aunque iba más allá, Pietro debería haberme llamado dos horas antes y aun no lo hacía. —¿Qué ocurre? —Le pregunté sin rodeos en cuanto atendió. —No puedo hablar por teléfono, es peligroso. —Lanzó el aire que contenía despacio, lo que me helo la sangre, era algo malo, terrible. —Lo mejor es reunirse, cuanto antes. Si es ahora mismo, mucho mejor. —¿Dó
BriannaMe desperté sobresaltada al sentir las sabanas suaves contra mi piel y el perfume de la tela invadiendo mis sentidos. Abrí los ojos de pronto, levantándome de un salto e irguiendo la espalda. Estaba en la habitación a la que Ciro me había llevado después de cenar, en la cama King Size, solamente con camiseta y bragas. Alguien me había quitado los vaqueros, estaba bastante segura de saber quién había entrado a la habitación, me quito la ropa y me metió a la cama. Ciro. Eso me provocó un escalofrío de espanto, de solo imaginar que me había tocado, sentí nauseas. Luego de la cena, le pedí que me dejase retirarme. Él insistió con aquello de que yo era su invitada, que podía hacer lo que desease, menos salir de allí. Lo que para mí significaba claramente que era una prisionera, sin embargo no dije nada, me limité a lanzarle una mirada de odio. En cuanto entré a la lujosa habitación me encerré en el baño, empuñando una botella de shampoo de cristal con fuerza. Solo por si intentab
Brianna —El señor Cavalli la espera en la habitación oeste de tiro. —Me dijo uno de los empleados de la casa. Por lo general tenía la sensación de estar sola, pero sabían que muchas personas trabajaban allí, sirviendo a Ciro como una especie de rey. Me preguntaba si los había amenazado para que no se cruzasen en mi camino. Las revueltas en la ciudad, estaban frenando los planes de todos, por lo que se respiraba una tensa calma. El intercambio tuvo que ser pospuesto luego de la que la policía allanase el lugar donde se realizaría, y Ciro se pasó el día completo en la biblioteca, intentando apagar los incendios. Su consejero estaba completamente furioso. Por suerte para mí, las reuniones se extendieron hasta muy tarde en la madrugada, por lo que me oculté bajo las mantas fingiendo estar dormida. Lo escuché entrar en mi habitación porque a pesar de que tenía ciertas libertades, la habitación no tenía llave. Esa era la razón no pude pegar un ojo, me aterraba la idea de bajar la guardia
Brianna A lo lejos se divisaba la cabaña en la falda de la pequeña colina. A su alrededor se encontraban pululado al menos media docena de hombres, un par de autos estacionados en la entrada y dos camionetas negras apostadas en el único camino que llevaba a la cabaña. Mire a Ciro de soslayo cuando dejo de hablar en un murmullo con uno de ellos, nos encontrábamos agazapados a unos cien metros del lugar. Me apoyé respirando con dificultad contra uno de los troncos y me deslicé agitada. Nunca había asesinado a nadie, tampoco creí que lo haría. Cuando Apolo me enseñó a disparar o pelear, lo hico con la única intención de que usase aquello en caso de que me viese emboscada. El recuerdo de una de las ocasiones donde me enseñó a golpear o zafarme del agarre de algún posible atacante, danzó por mi cabeza. Eso había sido mucho tiempo antes de que todo se volviese una tormenta a nuestro alrededor. Cuando aún podía ir a de cuando en cuando a ver a las niñas en el salón de danza, y él me esper
Brianna —¡Ni se te ocurre, perra! —Me dijo el hombre que me apuntaba, cuando intenté incorporarme. En unos cuantos segundos estábamos rodeados de al menos una docena de hombres que nos apuntaban. Aquello era a todas luces una encerrona de Geraldine. —Brianna, levanta las manos. —Me pidió Ciro, mientras dejaba su arma sobre la hierba para luego alzar las suyas. Imité su movimiento con cuidado. —El arma. —Gruño. Yo aún llevaba el arma en el cinturón cuando fuimos emboscados, por lo que imaginaba que se refería a quitarla del cinturón y dejarla en el piso. Me sentía aturdida, todo me daba vueltas por lo que mis torpes movimientos apenas si permitían que mis manos se moviesen lo suficiente. —Hazlo ahora o le vuelo los sesos al traidor de tu noviecito. —Dijo una de las mujeres que nos había emboscado, apretando el cañón contra la sien de Ciro. Escruté su rostro durante un momento, esperando encontrar algún indicio de si acaso me estaba traicionando. No estaba segura de poder confia
Brianna Me acurruqué tras uno de los vehículos todo terreno que estaba en la entrada de la cabaña, mientras una lluvia de disparos se escucha fuerte casi a nuestro lado. —¿No deberíamos ir a apoyarlos? —Le pregunto inquieta. Uno de los hombres de Geraldine son sorprende y Ciro le dispara, en el abdomen abatiéndolo. —Todavía, no. Debemos esperar la señal, no quiero ponerte en riesgo. —Apuntó hacia el suelo, colocándole el seguro a la pistola para cargarla. —El plan es simple cuando la zona exterior sea segura, me presentaré por la puerta delantera, no soy tan estúpido como para creer que no tiene un grupo de hombres dentro armado hasta los dientes. Por eso mi función en este espectáculo es el de ser farol. —Quitó el cargador y le colocó dos cartuchos, para luego introducir el cargador en la pistola y jaló hacia atrás la corredera hacia atrás, antes de mirarme sonriente. —¿El farol? —Pregunté aturdida. —Una especie de distracción, yo avanzaré hasta la puerta principal, eso los hará