ApoloTomé el rostro de Brianna entre mis manos y atrapé con los pulgares las lágrimas gordas que se deslizaban por su hermoso rostro que ahora estaba un poco hinchado y congestionado. Había pasado horas llorando desde que le comunique que estaba todo listo para que se marchase a las siete de la tarde con Pietro. Solo unos minutos después mis chicos fingirían un atentado contra uno de mis autos. Encontrarían tres cuerpos masculinos y uno femenino completamente calcinados.Eso los haría mover, si todo salía como esperaba las serpientes sacarían la cabeza cuando la noticia se esparciera y podría cortarles la cabeza, pero mientras eso ocurría, tenía que subirla al auto, aunque aquello me doliese más de lo que nunca imaginé.Ella gimoteaba entre mis brazos, como una pequeña niña, destruyéndome poco a poco.—¡No me obligues a abandonarte y separarme de ti! —Dijo con voz temblorosa y tuve que controlarme para no lanzarme a sus pies y rogarle que no me dejase en ese infierno.Mi pequeña Beat
Apolo Tres horas más tarde, vimos las luces del coche, reflejándose en el interior de la casa de Leone. Era un bonita propiedad de estilo minimalista, nunca hubiese creído que alguien como él fuese tan aficionado a la decoración, ya que los muebles eran pocos, pero completamente perfectos para su estilo. La propiedad tenía un inmenso jardín, bien cuidado y un sistema de seguridad envidiable, nada de lo que Adrián no pudiese ocuparse, aun así hablaba de que era muy meticuloso a pesar de lo que aparentaba.Aunque probablemente lo que más me sorprendió fue la cantidad de dulces y postres que estaban regados por la casa. Su refrigerador estaba repleto de pasteles y postres de todo tipo. En cada rincón se podían ver recipientes de cristal con bombones, chocolates, bolsas de piruletas y caramelos.Habíamos registrado completamente la casa, y encontrado varias armas. Una pegada detrás del apoya brazo del sillón de la sala, en la alacena de la cocina, en la mesita de noche, en la parte poste
BriannaApoyé la cabeza contra el cristal del coche llorando en silencio, hasta que el zumbido del motor comenzó a adormecerme, lentamente. Podía entender en aquel preciso momento a que se referían cuando hablaban de un corazón roto, porque sentía que el pecho se me desgarraba lentamente. No era un dolor insoportable de esos que te aniquilan a quema ropa, era más bien un dolor tolerable, pero persistente. De esos que te dejan respirar solo lo suficiente para que sigas desangrándote entre recuerdos un poco más.Me preguntaba qué hubiese pasado si mi embarazo estuviese un poco más avanzado. ¿Él habría escapado conmigo en lugar de enviarme lejos? Solo quería buscar refugio en él, me dolía que no lo entendiese. Apreté mi vientre con fuerza.Estaba tan adormecida con el ronroneo del motor, mis sentimientos heridos, el paisaje que no dejaba de repetirse, los tonos naranjas mezclándose con rojos y celestes propios del amanecer, que no me di cuenta de que el automóvil se estaba desviando de
Brianna En cuanto Pietro me empujó dentro del coche, me vendaron los ojos y me llevaron maniatada durante todo el camino, dándome cortos sorbos de agua, de tanto en tanto. No sabía a donde me llevaban, e intenté con todas mis fuerzas memorizar las curvas, como eran los movimientos del coche. Necesitaba saber cuánto tiempo recorríamos una carretera o si el camino era pedregoso, pero no logré nada de aquello. Me apresaron como un cordero que va al matadero. Era incapaz de defenderme por más que rogué, lloré y me sacudí, esperando que se apiadasen de mí. Pensé en Apolo y en lo que sentiría cuando se enterase que no había llegado al pequeño aeropuerto privado tal como había planeado, lo imaginé destrozado, sintiéndose culpable por no haber ido conmigo. No lo culpaba a él. ¿Cómo lo sabría? Era imposible saber que Pietro me entregaría de esa manera tan cruel. Sin embargo, me desgarraba pensar en su dolor y culpa. El automóvil se detuvo súbitamente cuando un torrente de lágrimas empapó l
ApoloCuando caminé por la acera mojada por la lluvia tuve el presentimiento de que algo no iba bien, era como una sensación extraña en la boca del estómago que me advertía que me diese prisa. En cuanto subí al vehículo, Massimo que se encontraba en el asiento del frente me miró con el ceño fruncido y una expresión dura que me confirmaba que aquel palpito que acababa de tener, no era en lo absoluto infundado. —Tienes que llamar ahora mismo a Ludovico. —Me tendió el móvil. —Dice que es urgente. Tomé el móvil y marqué su número con prisa, sintiéndome a cada instante más y más ansioso. Algo ocurría, podía sentirlo corriendo en mis venas. Aunque iba más allá, Pietro debería haberme llamado dos horas antes y aun no lo hacía. —¿Qué ocurre? —Le pregunté sin rodeos en cuanto atendió. —No puedo hablar por teléfono, es peligroso. —Lanzó el aire que contenía despacio, lo que me helo la sangre, era algo malo, terrible. —Lo mejor es reunirse, cuanto antes. Si es ahora mismo, mucho mejor. —¿Dó
BriannaMe desperté sobresaltada al sentir las sabanas suaves contra mi piel y el perfume de la tela invadiendo mis sentidos. Abrí los ojos de pronto, levantándome de un salto e irguiendo la espalda. Estaba en la habitación a la que Ciro me había llevado después de cenar, en la cama King Size, solamente con camiseta y bragas. Alguien me había quitado los vaqueros, estaba bastante segura de saber quién había entrado a la habitación, me quito la ropa y me metió a la cama. Ciro. Eso me provocó un escalofrío de espanto, de solo imaginar que me había tocado, sentí nauseas. Luego de la cena, le pedí que me dejase retirarme. Él insistió con aquello de que yo era su invitada, que podía hacer lo que desease, menos salir de allí. Lo que para mí significaba claramente que era una prisionera, sin embargo no dije nada, me limité a lanzarle una mirada de odio. En cuanto entré a la lujosa habitación me encerré en el baño, empuñando una botella de shampoo de cristal con fuerza. Solo por si intentab
Brianna —El señor Cavalli la espera en la habitación oeste de tiro. —Me dijo uno de los empleados de la casa. Por lo general tenía la sensación de estar sola, pero sabían que muchas personas trabajaban allí, sirviendo a Ciro como una especie de rey. Me preguntaba si los había amenazado para que no se cruzasen en mi camino. Las revueltas en la ciudad, estaban frenando los planes de todos, por lo que se respiraba una tensa calma. El intercambio tuvo que ser pospuesto luego de la que la policía allanase el lugar donde se realizaría, y Ciro se pasó el día completo en la biblioteca, intentando apagar los incendios. Su consejero estaba completamente furioso. Por suerte para mí, las reuniones se extendieron hasta muy tarde en la madrugada, por lo que me oculté bajo las mantas fingiendo estar dormida. Lo escuché entrar en mi habitación porque a pesar de que tenía ciertas libertades, la habitación no tenía llave. Esa era la razón no pude pegar un ojo, me aterraba la idea de bajar la guardia
Brianna A lo lejos se divisaba la cabaña en la falda de la pequeña colina. A su alrededor se encontraban pululado al menos media docena de hombres, un par de autos estacionados en la entrada y dos camionetas negras apostadas en el único camino que llevaba a la cabaña. Mire a Ciro de soslayo cuando dejo de hablar en un murmullo con uno de ellos, nos encontrábamos agazapados a unos cien metros del lugar. Me apoyé respirando con dificultad contra uno de los troncos y me deslicé agitada. Nunca había asesinado a nadie, tampoco creí que lo haría. Cuando Apolo me enseñó a disparar o pelear, lo hico con la única intención de que usase aquello en caso de que me viese emboscada. El recuerdo de una de las ocasiones donde me enseñó a golpear o zafarme del agarre de algún posible atacante, danzó por mi cabeza. Eso había sido mucho tiempo antes de que todo se volviese una tormenta a nuestro alrededor. Cuando aún podía ir a de cuando en cuando a ver a las niñas en el salón de danza, y él me esper