Acostada en aquella cama de hospital, después de media hora de haber recibido la noticia, no conseguía procesar, de manera adecuada, la información. Estaba embarazada y, una mezcla de sentimientos, me invadía el cuerpo y la mente. Era maravilloso traer un bebé al mundo, fruto del bonito amor que nos teníamos, pero, por otra parte, mis inseguridades, al enterarme, hicieron acto de presencia, apoderándose de todo mi cuerpo. ¿Sería capaz de adaptarme al bebé sin trasmitirle mis traumas? Me toqué el vientre con delicadeza y miré cautelosa a mi chico que, aún, permanecía en silencio, impactado con la noticia. Durante algunos minutos logré imaginarme la presencia de un pequeño en nuestras vidas. ¿Sería rubio, como su padre? Sonreí ligeramente, observando a Jerry. Finalmente se paró del sillón, acercándose a mí, con lentitud. Sus ojos impenetrables me provocaron miedo. Tenía la extraña sensación de que, sus palabras, no resultarían alentadoras. - Elizabet yo… - dijo inseguro – no sé qu
Sentí que me arrastraban por una pendiente y las piedras hacían estragos en mi piel. El cansancio que experimenté, aún en el sueño, fue perturbador. Quería despertar, pero, mi organismo agotado por los últimos acontecimientos, tenía otros planes. Finalmente abrí los ojos abrumada y, al ver a Jerry, pregunté con angustia. - ¿Y mi bebé? - No te preocupes, mi ángel, el bebé es un luchador, como su madre y está bien, aunque debes guardar reposo. Sonreí, orgullosa de mi pequeño, se había aferrado a la vida con ganas. - Dime quién entregó la nota de Ransés, por favor. - Todavía no sabemos… hemos interrogado al muchacho de limpieza… el que te entregó la nota, pero él solo fue un mediador en esta historia. Recordé aterrada el anuncio de la editora y el exceso de cariño de mis colegas y una duda tormentosa hizo acto de presencia en mi mente para alertarme de posibles accidentes, orquestados por mi verdugo. Observé, a mi guardián, con el temor alterando cada uno de mis rasgos. - ¿
Lloré, desconsolada, toda la noche por la frustración de no lograr ponerle punto final a la agonía que vivía, esperando el proceder de mi verdugo. El diablo se encargó de acabar por completo con mis ilusiones. Sentía que estaba en medio de un círculo vicioso que una y otra vez colmaba de angustia y tensión incomparable mis días. Me acordaba, con tristeza, de cada nota recibida, cada amenaza pronunciada, cada tentativa de secuestro y sentía temor, pero de una forma nueva, y diferente. Mi vida ya carecía de valor, ahora solo mi bebé ocupaba mis pensamientos y, su defensa era mi principal prioridad. Para la mente atormentada de Ransés, mi hijo era considerado una traición, por lo que no le temblaría la mano para ensañarse con mi embarazo. Esa mañana, desperté sacudida por las horribles náuseas matutinas, acompañada de mareos y otros malestares. No podía probar bocado, porque lo devolvía al poco tiempo de haberlos ingerido. El estrés me estaba descontrolando y mi cuerpo no lograba as
Mi chico redobló la vigilancia preocupado por el silencio incómodo que se instaló en el ambiente, tras el escape de mi verdugo, quien se estaba preparando para asestar el golpe definitivo. Cumplido los 5 meses de embarazo, un acontecimiento inesperado nos obligó a replantearnos las decisiones tomadas hasta entonces. Debido a los sucesos anteriores teníamos la sospecha de estar acechados por alguien que conocía el hogar y burlaba al equipo de seguridad, para dejarnos amenazas, por escrito, en los diferentes lugares de la casa, por eso, aquella tarde, en la que daba un corto paseo por el jardín, me sentí inquieta cuando la presencia de un joven, que trabajaba con el equipo de seguridad, apareció en el lugar y se acercó con cautela a mí. - ¿Quiere pasear por los exteriores de la vivienda? - preguntó sonriendo - yo puedo acompañarla. Me quedé mirándolo confundida. ¿Será una trampa orquestada por Ransés? Negué con la cabeza y comencé a caminar rápido hacia el interior de la mansión
Las horas pasaban y todos en la casa estábamos desesperados, no había nada, ni una llamada, o un mensaje que nos diera el más mínimo indicio de cómo estarían los acontecimientos en los refugios del Diablo. El detective irrumpió en la mansión, pero su molestia se hizo evidente cuando relatamos los hechos. - Necesitamos las direcciones, iré con mis hombres - dijo - podrían correr peligro. No creo que Ramsés esté solo. Las deducciones del oficial de la policía me aterraron. Ellos eran jóvenes y fuertes, mi verdugo no podría hacerle daño. ¿Verdad? - Detective - habló Amara en un tono suave, pero desesperado - por favor cuide a mi hijo y a mi nieto y acabe con ese loco. Él afirmó con un movimiento de cabeza, desconcertado y con evidente tristeza. Era difícil enfrentarse a una madre devastada y Amara adorada a su familia, por lo que su súplica era un grito de dolor. En medio del nerviosismo y la desesperación del momento, escuchamos unos toques en la puerta principal, Tamara corri
Los días posteriores al secuestro fueron tranquilos y rutinarios, aunque en el fondo yo sabía que esa calma era aparente. Estaba aterrada, algo en lo profundo de mi alma, me generaba inquietud. El peligro acechaba, vigilante y más presente que nunca. No podía dejar de pensar en Ramsés, quien por haber visto fallidos sus planes, debía de estar cada vez más molesto. Las cosas se complicaban a pesar de mi creciente deseo de querer dar punto final a nuestros terrores. Mis salidas eran limitadas y siempre generaban una paranoia que me mantenía intranquila y en completo estado de vigilia. Cada vez mi verdugo era más osado en sus intentos de hacerme daño. - Jerry ¿El detective no te ha llamado? - él negó - entonces no debe tener noticias alentadoras - agregué con inquietud. El detective Andy se había convertido en nuestro aliado, a raíz del secuestro comenzó a ayudarnos, sabíamos que él personalmente, investigaba las posibles pistas que recibía a diario sobre Ramsés, pero, a pesar de s
Mi madre observó horrorizada el gesto que realicé ante su contacto. El miedo no me dejaba reaccionar, me aparté cuanto pude, porque sentía que, el simple roce de manos ajenas, me quemaba la piel. - Mi niña - dijo llorando aquella mujer dolida - soy yo, nunca te haría daño. Me toqué el vientre devastada, recordando a la pequeña, que se había convertido en mi obsesión y comencé a cantar, tratando de lograr su perdón. Con la mirada perdida y el corazón deshecho decidí acunarla en mis brazos, con la firme certeza de tenerla junto a mí. - Calla, mamá te va a proteger siempre - susurré. Amara entró a la habitación y permaneció en silencio ante mi comportamiento, sus ojos se cristalizaron y le escuché decir, desde la lejanía. - ¡ Pobrecita! Estaba tan ilusionada con esa bebé. - Esos salvajes acabaron con sus ilusiones - dijo Mirian con tristeza y rabia - ojalá pueda reponerse algún día. La molestia se apoderó de mi cuerpo y comencé a realizar movimientos bruscos, tratando de ap
Preferí la soledad de mi mansión después de salir del hospital, ignoré las súplicas de mis padres y me fui cansada, rota y acabada, dispuesta a dejarme abatir por las penas, las paredes, los muebles, mi cuarto y hasta mis sábanas, tenían su olor. Era una mujer enamorada y terriblemente sola. Lo recordaba devastado, dolido y ahogado por la angustia y la desolación. Aquella tarde retrocedí en mis terapias y me introduje en un infierno personal, difícil de vencer, quise llamarlo y retractarme, pero... ¿Cómo quitaba de mi piel el nauseabundo olor de mi verdugo? Una noche la sensación de desamparo fue asfixiante y sentí que moría irremediablemente sola. Llevaba tres meses encerrada en mi vivienda, únicamente visitada por Tamara, que era la encargada de hacer el servicio de la mansión, no podía respirar libremente y, ante la evidente y próxima falta de oxígeno al cerebro, decidí actuar y llamé a mi ángel. - ¿Elizabet? - contestó sorprendido y preocupado - ¿Qué pasa? - Jerry... yo