AVRIL STEEL
Fui la presidenta de la
empresa que fundé, una mujer fuerte e independiente. Pero desde que estaba embarazada mi esposo insistía que yo debía estar en casa para cuidar nuestra niña y dejar los negocios a él. Y yo estaba de acuerdo ya que me confiaba en él, y también porque todo el mundo creía que tenía suerte de tener un matrimonio perfecto, incluía yo mismo.Y de esa manera pasaron cinco años, donde poco a poco me estabilicé en mi nueva rutina de ser madre, mientras Derek era quien trabajaba, a veces llegando hasta altas horas de la noche o hasta al día siguiente, demostrando que él podía comprometerse tanto como yo lo hacía.
Esa tarde de primavera me preparé para ir por Amber, revisé el GPS y me di cuenta de que habían cerrado la avenida por la que siempre pasaba, así que tuve que tomar un atajo por una calle larga llena de restaurantes y cafeterías. Era agradable el olor a grano recién tostado, así que pasé lento, hasta que pisé el freno abruptamente, deteniendo mi avance.
Sobre la acera vi a mi esposo, estaba segura de que era él, iba de la mano de una chica joven y hermosa, de ojos grandes y cintura reducida. Un rayo me partió cuando ella se estiró para robarle un beso, su boca fue bien recibida por él, quien la envolvió en un abrazo firme que la presionaba contra su cuerpo. Después de que Derek le susurrara un par de cosas al oído, ella se sonrojó antes de que ambos comenzaran a reírse divertidos.
Mis manos se aferraron al volante con tanta fuerza que mis nudillos se pusieron blancos. Estiré mi mano hasta alcanzar mi celular, necesitaba hacerle una videollamada y terminar de confirmar mis sospechas, pues a mi entendimiento, Derek había salido en un viaje de negocios muy importante.
Llame una, dos, tres veces y nada. Lo intenté otras diez, recibiendo el mismo resultado. La pareja desapareció de mi vista y la desesperación inundó mi corazón, me dolía la boca del estómago, era como si me fuera a infartar. Aventé el teléfono al asiento del copiloto y cubrí mi rostro, intentando respirar. Volví a encender el auto, deseosa de buscarlos, encontrarlos y encararlos. ¿Qué tan lejos podrían haber ido?
De pronto la maestra de Amber llamó. Antes de contestar noté que el tiempo había transcurrido más rápido de lo que yo creí y de seguro estaba preocupada porque aún no llegaba por mi bebé. Hice las respiraciones que había aprendido en el curso prenatal, apreté mi corazón con fuerza, y me dirigí hacia la escuela.
↓
Apenas llegamos a la casa, Amber subió corriendo las escaleras, en busca de sus juguetes.
En ese momento mi teléfono sonó, era Derek. De nuevo colapsé entre dolor, angustia y decepción. No sabía cómo enfrentar esta situación, aun así, contesté:
—¿Qué ocurre, cielo? —preguntó Derek, era una video-llamada y se veía bastante elegante. Su ropa no coincidía con la del hombre que había visto en la calle con esa mujer—. ¿Todo bien?
—Sí… Yo… Es que… —Mi cerebro había hecho corto circuito.
—Amor, estoy en una reunión muy importante, a punto de cerrar un trato… —dijo apenado e incómodo, mostrándome un poco de lo que había en esa sala llena de hombres viejos, trajeados, rodeando una mesa que parecía infinita y llena de papeles.
—¡Lo siento, no quise preocuparte! —contesté apenada—. Mejor hablamos cuando estés desocupado.
—Bien, te llamo en cuanto termine —agregó guiñándome un ojo—. Te amo.
En cuanto colgó me quedé de pie como estúpida en medio de la sala, pensando. Tanto la ropa que tenía ese hombre en la calle, como la que estaba usando en la video-llamada, era parte de cada atuendo que le ayudé a guardar en las maletas. ¿No había más hombres con una camisa del mismo color? ¡Dios! ¡Me estaba volviendo loca!
—Señora, la comida está lista —dijo la sirvienta en cuanto me vio pasar corriendo por su lado.
—¡Gracias! ¡Por favor, que Amber comience, yo en un momento la alcanzo! —exclamé antes de entrar al despacho que Derek tenía en la casa. Tomé su agenda y comencé a hojear hasta que encontré el contacto del dueño de la empresa con el que firmaría esos valiosos contratos en su viaje de negocios.
Prestando una atención casi absurda, presioné los números en mi teléfono, los verifiqué dos veces más y marqué.
Mientras el sonido de llamada sonaba, sentí que comenzaba a acobardarme y cuando estaba a punto de colgar, alguien me contestó del otro lado de la línea: —¿Sí? Al habla Roberts, ¿con quién tengo el gusto?
—Soy… —Tragué saliva, noté que tenía la garganta seca—. Soy la esposa del señor Derek Malone.
Un silencio profundo en la línea.
—¿Señora Malone? ¿A qué debo su llamada?
—Disculpe la molestia, solo quería hablar en completa confidencialidad con usted. Se trata de mi esposo… —De nuevo el señor Roberts guardó silencio—. Quisiera saber si las negociaciones ya fueron…
De pronto me interrumpió: —Señora Malone, no quiero ofenderla, pero… ¿Por qué me pregunta esto a mí, sí puede llamarle a su esposo? ¿No sería más inteligente tocar esos temas con el CEO de su empresa y no conmigo?
—Mi intención solo es saber si las negociaciones llegaron a su fin —contesté malhumorada.
—Volvemos a lo mismo… —contestó divertido—. Eso lo debería de hablar con su esposo, no conmigo.
No me sorprendía el trato de este hombre. Desde que había decidido dedicarme a mi casa y a mi hija, todos me veían solo como una mantenida, mi nombre se había comenzado a borrar del mundo de los negocios y la gente creía que solo aspiraba a sacarle dinero a mi esposo—. Lo que yo quiero es saber si estuvo conforme con la participación de mi esposo en la reunión y si los términos a los que llegaron fueron los deseados para usted —recordé esa manera elegante de hablar que tenía cuando era yo quien hacía las negociaciones, pero de nuevo obtuve un silencio prolongado que se rompió con un resoplido cansado.
—Sí, señora Malone —canturreó, podía apostar que estaba torciendo los ojos o sobándose las sienes—. Todo salió de maravilla, nuestro arreglo fue más que conveniente y estoy satisfecho con las capacidades intelectuales de su esposo. ¿Hay algo más en lo que la pueda ayudar? —preguntó con ironía.
—Sí, me gustaría saber cuándo firmaron el contrato.
—¿Cuándo firmamos el contrato? —preguntó confundido y molesto—. ¿Qué clase de pregunta estu…?
Lo interrumpí antes de que ahora fuera él quien acabara con mi paciencia. —Por favor, solo quiero saber para estimar cuándo regresará y darle una sorpresa.
La pausa se volvió insoportable, ¿no planeaba contestarme? Abrí la boca una vez más, dispuesta a exigirle una respuesta al señor Roberts hasta que volví a escuchar su voz.
—Después de una reñida conversación, apenas hoy pudimos firmar el contrato —dijo sin una pizca de molestia, por el contrario, su tono dócil y servicial me desconcertó—. Como entenderá, por experiencia propia, estos procesos son largos y tediosos. Nos ha tomado toda la semana llegar a un buen acuerdo que sea convincente para ambas empresas.
Ahora fui yo la que se quedó en silencio, mientras mi cabeza empezaba a agitarse como un avispero embravecido. Por un lado, le creía, por el otro… algo me daba mala espina. Aun así, le di el beneficio de la duda.
DEREK MALONE —Ya escuchó, señor Malone… Está hecho —dijo el señor Roberts, podría jurar que estaba sonriendo por la manera en la que se escuchaban sus palabras, arrastradas y venenosas—. Le mandaré el contrato corregido de esta… «renegociación», para que lo firme y me lo envíe por correo cuanto antes. Hacía un par de minutos, el señor Roberts me había informado de la llamada de Avril, desesperado, no pude más que pedirle su ayuda, aunque el costo iba a ser elevado. —Cincuenta por ciento extra es demasiado —agregué entre dientes. —Pero es lo que acordamos por mi aportación a su «causa» —contestó con sorna, sabía que tenía la sartén por el mango—. Solo le recuerdo que, en caso de que no quiera firmar o se tarde más tiempo de lo acordado, tengo la llamada grabada, tanto la de su esposa como la suya. —Usted también terminará embarrado con esto… —¿Cree que el público querrá atacarme a mí o al marido infiel que solicitó una grabación de una junta cualquiera para engañar a su espos
JOHN FOSTER Había comprado ese periódico y estaba tentado a recortar la fotografía. Avril se veía tan bella y realizada. Eso era lo que ella siempre había querido, tener éxito al forjar una empresa y formar una familia. Lo había logrado sin mí, aunque todo eso lo hubiéramos planeado juntos. Arrugué la primera plana de ese periódico y me quedé con la mirada perdida. Mi amor por ella aún vivía dentro de mi pecho, mi corazón latía por ella, pero… si la amaba, no podía acercarme después de tantos años y destruir su familia, no podía intentar volver a conquistarla. Había llegado tarde y tenía que aceptar mi derrota y respetar sus decisiones y al hombre que estaba a su lado. Por algo lo había escogido como su esposo y padre de su hija. Yo ya no tenía un lugar ni en su vida ni en su corazón, y tenía que aceptarlo por mucho que doliera. ↓ AVRIL STEEL Esa tarde, en cuanto la cena estaba puesta en la mesa, la puerta se abrió. Amber salió disparada, corriendo hacia su padre, quien tenía
AVRIL STEEL —¡¿Cincuenta por ciento más?! —exclamé en cuanto revisé la copia del contrato ya firmado por Derek. —¡¿Qué haces?! —gritó entrando al despacho y arrancándome el contrato de la mano, haciéndome un corte inofensivo, pero molesto sobre la palma. Después de esa llamada que había tomado durante la noche, decidí buscarlo antes de que saliera rumbo al trabajo. Necesitaba hablar con él, tenía que saber qué significaban esas llamadas casuales, así como esas cenas que acababan hasta altas horas de la madrugada. Quería confiar en él, no solo como el CEO de mi empresa sino como mi esposo, pero ahora no sabía en qué enfocarme, si en el contrato o en su manera nerviosa de comportarse. —Perdón… —dijo tomando mi mano con gentileza y limpiando esa línea carmín que se dibujó en todo lo largo de mi palma—. No quería que supieras de esto, quería… arreglarlo antes de que… —¿Por qué aceptaste un trato tan injusto? —pregunté con voz temblorosa. Sabía lo que eso significaba. El precio de pr
AVRIL STEEL Mientras el señor Smith veía con atención cada página del informe del último mes, platicábamos animadamente de la empresa y sus beneficios, sintiéndome incapaz de negar cada copa que servía para mí. Todo estaba en orden y parecía prometedor. —¿Necesitas un inversionista fuerte que mantenga a flote tu negocio? Estoy dispuesto a apoyarte. ¿Qué clase de caballero sería si no acudo al llamado de auxilio de una criatura tan encantadora como tú? —Me dedicó una mirada brillosa que me incomodó. —Señor Smith… —De pronto su mano comenzó a acariciar mi antebrazo mientras volvía a llenar mi copa. —No te preocupes, con mi experiencia y dinero, tu empresa saldrá adelante de cualquier conflicto en el que te hayas metido, ya lo verás… —Sí, bueno… estoy dispuesta a ofrecerle un porcentaje de… No me dejó terminar cuando me interrumpió. —Olvídate de eso, no necesito ningún porcentaje de nada. —Pero… —Podemos llegar a otro acuerdo —contestó acercándose un poco más, dejando que su a
JOHN FOSTER Jamás creí que una mujer casi me vomitaría encima. Por lo general recibía halagos, tragos, coqueteos, incluso lencería, pero… ¿vómito? Para completar su hazaña, terminó desmayándose. ¿Había tomado tanto como para perder el conocimiento o el patán con el que había estado hablando le había echado algo en su bebida? La tomé en brazos y le pedí a mi asistente que se encargara de todo aquí mientras yo la llevaba a un lugar seguro, donde sabía que nadie le haría daño. Desde que la había visto pasar frente a mi mesa, no pude despegar mi atención de ella. Era curioso que vistiera tan elegante en un lugar así. Se veía tan refinada y distinguida que no podía pasar desapercibida entre tantas mujeres con ropa diminuta y comportamiento vulgar. ↓ —Señor Foster, bienvenido —dijo la recepcionista del hotel al verme llegar. No pudo ocultar su rostro sorprendido al ver a Avril en mis brazos. —Necesito una habitación… Le pedí a un grupo de mucamas que prepararan el baño, que buscara
AVRIL STEEL Regresé a casa, con la cabeza vuelta un caos. Cuando rebasé las puertas noté que Derek y mi pequeña osita jugaban en el jardín. ¿No me había extrañado? ¿No estaba preocupado por saber dónde estaba? Por el contrario, se levantó tranquilamente, sacudiéndose las manos en el pantalón mientras se acercaba con parsimonia. —¡Mamita bonita! ¡¿Dónde habías estado?! —exclamó Amber ansiosa, viéndome con sus enormes ojos angustiados—. ¿Por qué no llegaste a casa? ¡Estaba preocupada! —Mi bebé… ya estoy aquí —respondí tomándola entre mis brazos y llenándola de besos. —¿Qué es eso? —preguntó Derek al notar el cheque en mi mano. Había ido al banco y efectivamente el cheque era real y funcional. La cifra de dinero era impresionante e hice que la transfirieran a mi cuenta bancaria. Sabiendo lo mucho que estaba sufriendo Derek por lo ocurrido, decidí hacer un cheque a mi nombre y entregárselo. Abrió los ojos con sorpresa cuando lo inspeccionó. —¿De dónde sacaste todo este dinero?
AVRIL STEEL Después de pensarlo mucho, decidí ir a la joyería que él frecuentaba. El lugar era hermoso, lleno de opulencia y elegancia. —¡Buenos días! ¿Hay algo en lo que la pueda ayudar? ¿Hay alguna joya que quiera ver? —preguntó la vendedora con exceso de cordialidad. La chica parecía sencilla, joven y agradable, pero lo que más me llamó la atención fue ver ese collar alrededor de su cuello, era idéntico al mío. No sabía qué me indignaba más, que mi collar no fuera exclusivo o que claramente esta vendedora tuviera un benefactor adinerado, pues ese collar costaba más de $100,000 y dudaba mucho que su sueldo fuera suficiente para solventarlo. Podía apostar que tenía un CEO adinerado capaz de darle ese lujo. Sin comprar nada y con el corazón acelerado, atragantándose con la rabia que corría por mis venas, decidí salir de ahí y dejar de hacerme ideas. Esa chica no tenía la culpa de mi falta de confianza en mi esposo, no tenía porqué ser víctima de mi histeria y mi dolor. Así que, a
JOHN FOSTER Traté de revisar unos documentos importantes, pero por más que leía cada renglón, no lograba concentrarme. Dejé todo frente a mí y saqué de mi cajón esa vieja foto que me había acompañado en mis días más solitarios y tristes. —No has cambiado nada, Avril… Los años solo te han vuelto más hermosa —susurré mientras veía su foto, luciendo esa sonrisa que le migraba hasta los ojos. —¿Señor Foster? Tiene una llamada… —dijo mi ayudante asomándose, acabando con mi melancolía. —No estoy disponible —contesté malhumorado sin apartar la mirada de la fotografía. —Es la recepcionista del hotel y dice que es muy importante —me interrumpió, dejándome en claro que no podía quejarme de su intromisión y me ofreció el teléfono. ↓ AVRIL STEEL Me sentía particularmente sola en la casa. Se veía tan grande y oscura, como si de pronto hubiera dejado de ser mi hogar. De pronto mi celular comenzó a vibrar insistentemente, había recibido una serie de mensajes de un número desconocido. Eran