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Señales de un INFIEL: REENCUENTRO DEL AMOR
Señales de un INFIEL: REENCUENTRO DEL AMOR
Por: Sathara
Capítulo 1: Un matrimonio "perfecto"

AVRIL STEEL

Fui la presidenta de la

empresa que fundé, una mujer fuerte e independiente. Pero desde que estaba embarazada mi esposo insistía que yo debía estar en casa para cuidar nuestra niña y dejar los negocios a él. Y yo estaba de acuerdo ya que me confiaba en él, y también porque todo el mundo creía que tenía suerte de tener un matrimonio perfecto, incluía yo mismo. 

Y de esa manera pasaron cinco años, donde poco a poco me estabilicé en mi nueva rutina de ser madre, mientras Derek era quien trabajaba, a veces llegando hasta altas horas de la noche o hasta al día siguiente, demostrando que él podía comprometerse tanto como yo lo hacía.

Esa tarde de primavera me preparé para ir por Amber, revisé el GPS y me di cuenta de que habían cerrado la avenida por la que siempre pasaba, así que tuve que tomar un atajo por una calle larga llena de restaurantes y cafeterías. Era agradable el olor a grano recién tostado, así que pasé lento, hasta que pisé el freno abruptamente, deteniendo mi avance. 

Sobre la acera vi a mi esposo, estaba segura de que era él, iba de la mano de una chica joven y hermosa, de ojos grandes y cintura reducida. Un rayo me partió cuando ella se estiró para robarle un beso, su boca fue bien recibida por él, quien la envolvió en un abrazo firme que la presionaba contra su cuerpo. Después de que Derek le susurrara un par de cosas al oído, ella se sonrojó antes de que ambos comenzaran a reírse divertidos. 

Mis manos se aferraron al volante con tanta fuerza que mis nudillos se pusieron blancos. Estiré mi mano hasta alcanzar mi celular, necesitaba hacerle una videollamada y terminar de confirmar mis sospechas, pues a mi entendimiento, Derek había salido en un viaje de negocios muy importante. 

Llame una, dos, tres veces y nada. Lo intenté otras diez, recibiendo el mismo resultado. La pareja desapareció de mi vista y la desesperación inundó mi corazón, me dolía la boca del estómago, era como si me fuera a infartar. Aventé el teléfono al asiento del copiloto y cubrí mi rostro, intentando respirar. Volví a encender el auto, deseosa de buscarlos, encontrarlos y encararlos. ¿Qué tan lejos podrían haber ido? 

De pronto la maestra de Amber llamó. Antes de contestar noté que el tiempo había transcurrido más rápido de lo que yo creí y de seguro estaba preocupada porque aún no llegaba por mi bebé. Hice las respiraciones que había aprendido en el curso prenatal, apreté mi corazón con fuerza, y me dirigí hacia la escuela. 

Apenas llegamos a la casa, Amber subió corriendo las escaleras, en busca de sus juguetes. 

En ese momento mi teléfono sonó, era Derek. De nuevo colapsé entre dolor, angustia y decepción. No sabía cómo enfrentar esta situación, aun así, contesté:

—¿Qué ocurre, cielo? —preguntó Derek, era una video-llamada y se veía bastante elegante. Su ropa no coincidía con la del hombre que había visto en la calle con esa mujer—. ¿Todo bien?

—Sí… Yo… Es que… —Mi cerebro había hecho corto circuito. 

—Amor, estoy en una reunión muy importante, a punto de cerrar un trato… —dijo apenado e incómodo, mostrándome un poco de lo que había en esa sala llena de hombres viejos, trajeados, rodeando una mesa que parecía infinita y llena de papeles. 

—¡Lo siento, no quise preocuparte! —contesté apenada—. Mejor hablamos cuando estés desocupado. 

—Bien, te llamo en cuanto termine —agregó guiñándome un ojo—. Te amo. 

En cuanto colgó me quedé de pie como estúpida en medio de la sala, pensando. Tanto la ropa que tenía ese hombre en la calle, como la que estaba usando en la video-llamada, era parte de cada atuendo que le ayudé a guardar en las maletas. ¿No había más hombres con una camisa del mismo color? ¡Dios! ¡Me estaba volviendo loca!

—Señora, la comida está lista —dijo la sirvienta en cuanto me vio pasar corriendo por su lado. 

—¡Gracias! ¡Por favor, que Amber comience, yo en un momento la alcanzo! —exclamé antes de entrar al despacho que Derek tenía en la casa. Tomé su agenda y comencé a hojear hasta que encontré el contacto del dueño de la empresa con el que firmaría esos valiosos contratos en su viaje de negocios. 

Prestando una atención casi absurda, presioné los números en mi teléfono, los verifiqué dos veces más y marqué. 

Mientras el sonido de llamada sonaba, sentí que comenzaba a acobardarme y cuando estaba a punto de colgar, alguien me contestó del otro lado de la línea: —¿Sí? Al habla Roberts, ¿con quién tengo el gusto?

—Soy… —Tragué saliva, noté que tenía la garganta seca—. Soy la esposa del señor Derek Malone. 

Un silencio profundo en la línea. 

—¿Señora Malone? ¿A qué debo su llamada?

—Disculpe la molestia, solo quería hablar en completa confidencialidad con usted. Se trata de mi esposo… —De nuevo el señor Roberts guardó silencio—. Quisiera saber si las negociaciones ya fueron…

De pronto me interrumpió: —Señora Malone, no quiero ofenderla, pero… ¿Por qué me pregunta esto a mí, sí puede llamarle a su esposo? ¿No sería más inteligente tocar esos temas con el CEO de su empresa y no conmigo? 

—Mi intención solo es saber si las negociaciones llegaron a su fin —contesté malhumorada.

—Volvemos a lo mismo… —contestó divertido—. Eso lo debería de hablar con su esposo, no conmigo. 

No me sorprendía el trato de este hombre. Desde que había decidido dedicarme a mi casa y a mi hija, todos me veían solo como una mantenida, mi nombre se había comenzado a borrar del mundo de los negocios y la gente creía que solo aspiraba a sacarle dinero a mi esposo—. Lo que yo quiero es saber si estuvo conforme con la participación de mi esposo en la reunión y si los términos a los que llegaron fueron los deseados para usted —recordé esa manera elegante de hablar que tenía cuando era yo quien hacía las negociaciones, pero de nuevo obtuve un silencio prolongado que se rompió con un resoplido cansado. 

—Sí, señora Malone —canturreó, podía apostar que estaba torciendo los ojos o sobándose las sienes—. Todo salió de maravilla, nuestro arreglo fue más que conveniente y estoy satisfecho con las capacidades intelectuales de su esposo. ¿Hay algo más en lo que la pueda ayudar? —preguntó con ironía. 

—Sí, me gustaría saber cuándo firmaron el contrato. 

—¿Cuándo firmamos el contrato? —preguntó confundido y molesto—. ¿Qué clase de pregunta estu…?

Lo interrumpí antes de que ahora fuera él quien acabara con mi paciencia. —Por favor, solo quiero saber para estimar cuándo regresará y darle una sorpresa. 

La pausa se volvió insoportable, ¿no planeaba contestarme? Abrí la boca una vez más, dispuesta a exigirle una respuesta al señor Roberts hasta que volví a escuchar su voz. 

—Después de una reñida conversación, apenas hoy pudimos firmar el contrato —dijo sin una pizca de molestia, por el contrario, su tono dócil y servicial me desconcertó—. Como entenderá, por experiencia propia, estos procesos son largos y tediosos. Nos ha tomado toda la semana llegar a un buen acuerdo que sea convincente para ambas empresas. 

Ahora fui yo la que se quedó en silencio, mientras mi cabeza empezaba a agitarse como un avispero embravecido. Por un lado, le creía, por el otro… algo me daba mala espina. Aun así, le di el beneficio de la duda.

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