Capítulo 4: Marido inútil

AVRIL STEEL

—¡¿Cincuenta por ciento más?! —exclamé en cuanto revisé la copia del contrato ya firmado por Derek.

—¡¿Qué haces?! —gritó entrando al despacho y arrancándome el contrato de la mano, haciéndome un corte inofensivo, pero molesto sobre la palma.

Después de esa llamada que había tomado durante la noche, decidí buscarlo antes de que saliera rumbo al trabajo. Necesitaba hablar con él, tenía que saber qué significaban esas llamadas casuales, así como esas cenas que acababan hasta altas horas de la madrugada. Quería confiar en él, no solo como el CEO de mi empresa sino como mi esposo, pero ahora no sabía en qué enfocarme, si en el contrato o en su manera nerviosa de comportarse. 

—Perdón… —dijo tomando mi mano con gentileza y limpiando esa línea carmín que se dibujó en todo lo largo de mi palma—. No quería que supieras de esto, quería… arreglarlo antes de que…

—¿Por qué aceptaste un trato tan injusto? —pregunté con voz temblorosa. Sabía lo que eso significaba. El precio de producción de cada vestido sería igual o superior al precio de venta. ¡Nos iríamos a la quiebra! ¡Tantos años trabajando arduamente, se irían a la basura!—. Dime que es un error, dime que hablarás con el señor Roberts para corregir esto.

Frunció el ceño mientras seguía concentrado en mi herida. —No es tan fácil… No puedo renegociar el contrato, tampoco puedo rehusarme a no proceder con la compra, no solo nos multarán sino que terminaríamos en problemas legales por las cláusulas del contrato. 

Mi corazón dio un vuelco, se me subió a la cabeza y terminó en mi estómago, tenía ganas de vomitarlo. Retrocedí un par de pasos y deslicé mi mano de entre las suyas, provocando que me mirara a los ojos.

—Amor… Sé que fue negligente de mi parte, que me confié, creyendo que la empresa podría adquirir algo tan costoso, pero encontraré la forma de solucionarlo como cada problema que he solucionado desde que estoy a cargo, ¿entendido? Todo saldrá bien —dijo Derek tomándome por los hombros mientras yo seguía perdiendo el color de mis mejillas. 

—¡¿Cómo lo harás?! ¡Esto es diferente! —No pude contenerme y terminé gritando—. ¡Esto no es un error cualquiera! ¡Es un caos que tú mismo provocaste! ¡Los números no salen y no saldrán! ¡Tu error pondrá la empresa en riesgo! 

Cubrí mi boca con ambas manos y por escasos segundos pude ver su gesto furibundo con una mirada que parecía querer matarme. Cerró los ojos, suspiró y trató de relajarse, aunque sus mandíbulas seguían tensas. En ese momento mi mirada se enfocó en Amber quien, al escuchar los gritos, se fue a asomar. Abrazaba la muñeca que Derek le había traído y, con medio cuerpo detrás de la puerta, nos veía con los ojos llorosos y su labio inferior temblando. 

—Amber… —pronuncié su nombre, arrepentida por haber gritado.

—Lo arreglaré… —dijo Derek en un susurro antes de acercarse a Amber y tomarla en brazos—. Mi amor, ¿qué haces despierta tan temprano?

—¿Por qué están peleando? —preguntó mi pequeña con voz temblorosa, limpiándose sus ojitos.

—Yo no lo llamaría, «pelea», solo estamos… discutiendo, como todas las parejas lo hacen. Es normal, pero eso no significa nada —contestó Derek acariciando la mejilla de Amber—. Anda, vamos a tu habitación, aún faltan un par de horas para la escuela. 

Me senté a la orilla del sillón y tallé mi rostro. No podía quedarme y esperar a que a Derek se le ocurriera una idea millonaria para que mi empresa no se fuera a la m****a. Necesitaba un plan.

Encargué a la sirvienta que cuidara de Amber durante la tarde-noche, pues saldría a una reunión muy importante. Sabía que Derek se esforzaría por arreglar las cosas, pero… no podía confiar en él después del error que tuvo. Mi empresa me necesitaba, mis empleados, sobre todo, no podía acabar con la confianza que mis padres habían depositado en mí al darme todo el dinero de sus ahorros, así que había hecho un par de llamadas y logré convencer a uno de los empresarios más exitosos de la ciudad para que me escuchara, justo en ese momento me estaba esperando en uno de los clubes más exclusivos y exóticos de la ciudad. 

Me puse un lindo vestido, no tan formal, tampoco provocativo. El equilibrio perfecto que demostrara mis ganas de hablar en serio, pero una actitud relajada para que no creyera que estaba desesperada, eso atraía las malas intenciones como la sangre a los tiburones. 

No recordaba hacía cuánto tiempo no visitaba un lugar así. Mi atuendo parecía demasiado conservador comparado con la mayoría de las chicas. Decidí ignorar las luces neón y los sonidos fuertes y le pedí a un mesero que me dijera dónde podría encontrar al señor Smith. 

Al pasar por la zona VIP del lugar, vi un sitio en especial, con sillones de piel, atascado de mujeres jóvenes y voluptuosas y, en la oscuridad, un hombre bien vestido, pero con el rostro oculto por las sombras, aun así, pude sentir su mirada siguiéndome.

Llegué a la mesa correcta, donde el señor Smith ya tenía una botella lista y dos copas. —¡Señora Malone! Bienvenida… —dijo con una gran sonrisa, invitándome a sentarme a su lado.

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