AVRIL STEEL
—¡¿Cincuenta por ciento más?! —exclamé en cuanto revisé la copia del contrato ya firmado por Derek.
—¡¿Qué haces?! —gritó entrando al despacho y arrancándome el contrato de la mano, haciéndome un corte inofensivo, pero molesto sobre la palma.
Después de esa llamada que había tomado durante la noche, decidí buscarlo antes de que saliera rumbo al trabajo. Necesitaba hablar con él, tenía que saber qué significaban esas llamadas casuales, así como esas cenas que acababan hasta altas horas de la madrugada. Quería confiar en él, no solo como el CEO de mi empresa sino como mi esposo, pero ahora no sabía en qué enfocarme, si en el contrato o en su manera nerviosa de comportarse.
—Perdón… —dijo tomando mi mano con gentileza y limpiando esa línea carmín que se dibujó en todo lo largo de mi palma—. No quería que supieras de esto, quería… arreglarlo antes de que…
—¿Por qué aceptaste un trato tan injusto? —pregunté con voz temblorosa. Sabía lo que eso significaba. El precio de producción de cada vestido sería igual o superior al precio de venta. ¡Nos iríamos a la quiebra! ¡Tantos años trabajando arduamente, se irían a la basura!—. Dime que es un error, dime que hablarás con el señor Roberts para corregir esto.
Frunció el ceño mientras seguía concentrado en mi herida. —No es tan fácil… No puedo renegociar el contrato, tampoco puedo rehusarme a no proceder con la compra, no solo nos multarán sino que terminaríamos en problemas legales por las cláusulas del contrato.
Mi corazón dio un vuelco, se me subió a la cabeza y terminó en mi estómago, tenía ganas de vomitarlo. Retrocedí un par de pasos y deslicé mi mano de entre las suyas, provocando que me mirara a los ojos.
—Amor… Sé que fue negligente de mi parte, que me confié, creyendo que la empresa podría adquirir algo tan costoso, pero encontraré la forma de solucionarlo como cada problema que he solucionado desde que estoy a cargo, ¿entendido? Todo saldrá bien —dijo Derek tomándome por los hombros mientras yo seguía perdiendo el color de mis mejillas.
—¡¿Cómo lo harás?! ¡Esto es diferente! —No pude contenerme y terminé gritando—. ¡Esto no es un error cualquiera! ¡Es un caos que tú mismo provocaste! ¡Los números no salen y no saldrán! ¡Tu error pondrá la empresa en riesgo!
Cubrí mi boca con ambas manos y por escasos segundos pude ver su gesto furibundo con una mirada que parecía querer matarme. Cerró los ojos, suspiró y trató de relajarse, aunque sus mandíbulas seguían tensas. En ese momento mi mirada se enfocó en Amber quien, al escuchar los gritos, se fue a asomar. Abrazaba la muñeca que Derek le había traído y, con medio cuerpo detrás de la puerta, nos veía con los ojos llorosos y su labio inferior temblando.
—Amber… —pronuncié su nombre, arrepentida por haber gritado.
—Lo arreglaré… —dijo Derek en un susurro antes de acercarse a Amber y tomarla en brazos—. Mi amor, ¿qué haces despierta tan temprano?
—¿Por qué están peleando? —preguntó mi pequeña con voz temblorosa, limpiándose sus ojitos.
—Yo no lo llamaría, «pelea», solo estamos… discutiendo, como todas las parejas lo hacen. Es normal, pero eso no significa nada —contestó Derek acariciando la mejilla de Amber—. Anda, vamos a tu habitación, aún faltan un par de horas para la escuela.
Me senté a la orilla del sillón y tallé mi rostro. No podía quedarme y esperar a que a Derek se le ocurriera una idea millonaria para que mi empresa no se fuera a la m****a. Necesitaba un plan.
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Encargué a la sirvienta que cuidara de Amber durante la tarde-noche, pues saldría a una reunión muy importante. Sabía que Derek se esforzaría por arreglar las cosas, pero… no podía confiar en él después del error que tuvo. Mi empresa me necesitaba, mis empleados, sobre todo, no podía acabar con la confianza que mis padres habían depositado en mí al darme todo el dinero de sus ahorros, así que había hecho un par de llamadas y logré convencer a uno de los empresarios más exitosos de la ciudad para que me escuchara, justo en ese momento me estaba esperando en uno de los clubes más exclusivos y exóticos de la ciudad.
Me puse un lindo vestido, no tan formal, tampoco provocativo. El equilibrio perfecto que demostrara mis ganas de hablar en serio, pero una actitud relajada para que no creyera que estaba desesperada, eso atraía las malas intenciones como la sangre a los tiburones.
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No recordaba hacía cuánto tiempo no visitaba un lugar así. Mi atuendo parecía demasiado conservador comparado con la mayoría de las chicas. Decidí ignorar las luces neón y los sonidos fuertes y le pedí a un mesero que me dijera dónde podría encontrar al señor Smith.
Al pasar por la zona VIP del lugar, vi un sitio en especial, con sillones de piel, atascado de mujeres jóvenes y voluptuosas y, en la oscuridad, un hombre bien vestido, pero con el rostro oculto por las sombras, aun así, pude sentir su mirada siguiéndome.
Llegué a la mesa correcta, donde el señor Smith ya tenía una botella lista y dos copas. —¡Señora Malone! Bienvenida… —dijo con una gran sonrisa, invitándome a sentarme a su lado.
AVRIL STEEL Mientras el señor Smith veía con atención cada página del informe del último mes, platicábamos animadamente de la empresa y sus beneficios, sintiéndome incapaz de negar cada copa que servía para mí. Todo estaba en orden y parecía prometedor. —¿Necesitas un inversionista fuerte que mantenga a flote tu negocio? Estoy dispuesto a apoyarte. ¿Qué clase de caballero sería si no acudo al llamado de auxilio de una criatura tan encantadora como tú? —Me dedicó una mirada brillosa que me incomodó. —Señor Smith… —De pronto su mano comenzó a acariciar mi antebrazo mientras volvía a llenar mi copa. —No te preocupes, con mi experiencia y dinero, tu empresa saldrá adelante de cualquier conflicto en el que te hayas metido, ya lo verás… —Sí, bueno… estoy dispuesta a ofrecerle un porcentaje de… No me dejó terminar cuando me interrumpió. —Olvídate de eso, no necesito ningún porcentaje de nada. —Pero… —Podemos llegar a otro acuerdo —contestó acercándose un poco más, dejando que su a
JOHN FOSTER Jamás creí que una mujer casi me vomitaría encima. Por lo general recibía halagos, tragos, coqueteos, incluso lencería, pero… ¿vómito? Para completar su hazaña, terminó desmayándose. ¿Había tomado tanto como para perder el conocimiento o el patán con el que había estado hablando le había echado algo en su bebida? La tomé en brazos y le pedí a mi asistente que se encargara de todo aquí mientras yo la llevaba a un lugar seguro, donde sabía que nadie le haría daño. Desde que la había visto pasar frente a mi mesa, no pude despegar mi atención de ella. Era curioso que vistiera tan elegante en un lugar así. Se veía tan refinada y distinguida que no podía pasar desapercibida entre tantas mujeres con ropa diminuta y comportamiento vulgar. ↓ —Señor Foster, bienvenido —dijo la recepcionista del hotel al verme llegar. No pudo ocultar su rostro sorprendido al ver a Avril en mis brazos. —Necesito una habitación… Le pedí a un grupo de mucamas que prepararan el baño, que buscara
AVRIL STEEL Regresé a casa, con la cabeza vuelta un caos. Cuando rebasé las puertas noté que Derek y mi pequeña osita jugaban en el jardín. ¿No me había extrañado? ¿No estaba preocupado por saber dónde estaba? Por el contrario, se levantó tranquilamente, sacudiéndose las manos en el pantalón mientras se acercaba con parsimonia. —¡Mamita bonita! ¡¿Dónde habías estado?! —exclamó Amber ansiosa, viéndome con sus enormes ojos angustiados—. ¿Por qué no llegaste a casa? ¡Estaba preocupada! —Mi bebé… ya estoy aquí —respondí tomándola entre mis brazos y llenándola de besos. —¿Qué es eso? —preguntó Derek al notar el cheque en mi mano. Había ido al banco y efectivamente el cheque era real y funcional. La cifra de dinero era impresionante e hice que la transfirieran a mi cuenta bancaria. Sabiendo lo mucho que estaba sufriendo Derek por lo ocurrido, decidí hacer un cheque a mi nombre y entregárselo. Abrió los ojos con sorpresa cuando lo inspeccionó. —¿De dónde sacaste todo este dinero?
AVRIL STEEL Después de pensarlo mucho, decidí ir a la joyería que él frecuentaba. El lugar era hermoso, lleno de opulencia y elegancia. —¡Buenos días! ¿Hay algo en lo que la pueda ayudar? ¿Hay alguna joya que quiera ver? —preguntó la vendedora con exceso de cordialidad. La chica parecía sencilla, joven y agradable, pero lo que más me llamó la atención fue ver ese collar alrededor de su cuello, era idéntico al mío. No sabía qué me indignaba más, que mi collar no fuera exclusivo o que claramente esta vendedora tuviera un benefactor adinerado, pues ese collar costaba más de $100,000 y dudaba mucho que su sueldo fuera suficiente para solventarlo. Podía apostar que tenía un CEO adinerado capaz de darle ese lujo. Sin comprar nada y con el corazón acelerado, atragantándose con la rabia que corría por mis venas, decidí salir de ahí y dejar de hacerme ideas. Esa chica no tenía la culpa de mi falta de confianza en mi esposo, no tenía porqué ser víctima de mi histeria y mi dolor. Así que, a
JOHN FOSTER Traté de revisar unos documentos importantes, pero por más que leía cada renglón, no lograba concentrarme. Dejé todo frente a mí y saqué de mi cajón esa vieja foto que me había acompañado en mis días más solitarios y tristes. —No has cambiado nada, Avril… Los años solo te han vuelto más hermosa —susurré mientras veía su foto, luciendo esa sonrisa que le migraba hasta los ojos. —¿Señor Foster? Tiene una llamada… —dijo mi ayudante asomándose, acabando con mi melancolía. —No estoy disponible —contesté malhumorado sin apartar la mirada de la fotografía. —Es la recepcionista del hotel y dice que es muy importante —me interrumpió, dejándome en claro que no podía quejarme de su intromisión y me ofreció el teléfono. ↓ AVRIL STEEL Me sentía particularmente sola en la casa. Se veía tan grande y oscura, como si de pronto hubiera dejado de ser mi hogar. De pronto mi celular comenzó a vibrar insistentemente, había recibido una serie de mensajes de un número desconocido. Eran
AVRIL STEEL —Sí deseas divorciarte… Solo te advierto que, al casarse por bienes compartidos, él tendrá derecho a la mitad de todo lo que adquirieron, incluyendo la empresa —dijo mi abogado con las manos sobre su escritorio y los dedos entrelazados. Su mirada por encima de los lentes me advertía lo complicado de la situación. —No puedo seguir al lado de un hombre infiel —dije en un susurro, sintiéndome atrapada, sofocada. De pronto el matrimonio se había convertido en unas pesadas cadenas que amenazaban con sumergirme en lo más profundo del mar. —Y eso que aún no hablamos de la custodia de la niña —agregó resoplando al tiempo que bajaba la mirada y levantaba sus cejas tupidas. —¿La custodia de Amber? ¿No le dan siempre preferencia a la madre? —pregunté angustiada. —Por lo general, pero eso no significa que él no vaya a pelear por la niña. Solo necesitaría encontrar un solo error en tu forma de criar y cuidar de Amber. Si él, a parte de todo, se queda con la custodia de su hija,
AVRIL STEEL Regresé a ese hotel, con la frente en alto, pero sabiendo que mis ojos estaban enrojecidos. Me planté frente a la recepcionista y jalé aire antes de abrir la boca. —Hola, disculpa… —¡Hola! Buenas tardes. ¿En qué le puedo ayudar? —inquirió con cordialidad y una sonrisa mecánica. —Yo sé que esto es inusual y que no es sencillo lo que te voy a pedir, pero… ¿Puedo ver el registro? Necesito saber quién ocupa la habitación 404. —Esa era información confidencial del hotel. Estaba lista para el rechazo. La recepcionista se puso a teclear en su computadora y no supe si me estaba ignorando o incluso llamando a seguridad. Eché un vistazo a mi alrededor, pero nada parecía fuera de su lugar, ningún hombre uniformado se acercaba a nosotras. De pronto giró el monitor de su computadora hacia mí. Al principio no comprendí nada, hasta que vi nombres y horarios acomodados en una enorme lista. ¡Era el registro! Me pegué al monitor y comencé a inspeccionar con atención, recordando la ho
AVRIL STEEL —Listo… parece que con esto será suficiente —dijo John regresándome al presente. Se inclinó, tomando mi tobillo y apoyándolo sobre su muslo. Me puso la zapatilla con sumo cuidado mientras sus manos ardían al tomar mi tobillo y mi pantorrilla. No pude evitar sonrojarme en cuanto su mirada se levantó hacia mí. Aún así, estaba más llena de dudas que de vergüenza. —¿Dónde estuviste? ¿Por qué desapareciste sin despedirte? Desvió la mirada y frunció el ceño. No parecía querer hablar. —Avril… —mencionó mi nombre, haciendo vibrar mi corazón. Me incliné hacia él, acercando mi rostro al suyo mientras su mano se mantuvo suavemente sobre mi corva y su pulgar acariciaba mi rodilla. —¿Dónde estuviste? —insistí, suplicando. De pronto redujo el espacio entre los dos y cuando sus labios estuvieron tan cerca que pude sentir su aliento, posé mis dedos sobre su boca y cerré los ojos, adolorida. —Estoy casada… —Mis palabras fueron una estocada que cortó el aire entre los dos. John