AVRIL STEEL —Listo… parece que con esto será suficiente —dijo John regresándome al presente. Se inclinó, tomando mi tobillo y apoyándolo sobre su muslo. Me puso la zapatilla con sumo cuidado mientras sus manos ardían al tomar mi tobillo y mi pantorrilla. No pude evitar sonrojarme en cuanto su mirada se levantó hacia mí. Aún así, estaba más llena de dudas que de vergüenza. —¿Dónde estuviste? ¿Por qué desapareciste sin despedirte? Desvió la mirada y frunció el ceño. No parecía querer hablar. —Avril… —mencionó mi nombre, haciendo vibrar mi corazón. Me incliné hacia él, acercando mi rostro al suyo mientras su mano se mantuvo suavemente sobre mi corva y su pulgar acariciaba mi rodilla. —¿Dónde estuviste? —insistí, suplicando. De pronto redujo el espacio entre los dos y cuando sus labios estuvieron tan cerca que pude sentir su aliento, posé mis dedos sobre su boca y cerré los ojos, adolorida. —Estoy casada… —Mis palabras fueron una estocada que cortó el aire entre los dos. John
DEREK MALONE Martina y yo abandonamos la habitación después de esa idílica noche. El viaje de negocios tenía que terminar, era hora de enfrentarme a esa asquerosa realidad donde tenía que plantar una enorme sonrisa, lidiar con mi odiosa esposa y soportar a esa impertinente niña. Llegamos a la recepción sin tomarnos de la mano ni intercambiar palabras. Sabía cómo debía comportarse, era una niña obediente a cada cosa que le pedía. ¡¿Por qué Avril no podía ser igual?! —¿Disfrutó su estancia? —preguntó la recepcionista mientras tecleaba y me ofrecía una sonrisa. —Sí… —Vi mi reloj de pulso, el que me había regalado Avril la última vez—. Todo en orden. —Bien, su cuenta es de veinte mil dólares —contestó la señorita haciendo que me atragantara con mi propia saliva—. ¿Su pago será con tarjeta o en efectivo? Apreté los dientes, tomé mi cartera y revisé. No cargaba con suficiente efectivo, no creí que fuera tanto, pero… ¿por qué? ¿la cama tenía sábanas de oro o qué carajos? —¿Puedo preg
DEREK MALONE —¿Dónde está la niña? —pregunté después de notar ese silencio imperioso como si la casa sufriera de su ausencia. —Está con mis papás, hacía mucho tiempo que no la veían y ella quiso quedarse —contestó Avril con tranquilidad, sentándose del otro lado de la mesa, como siempre—. Espero que te guste. Tomé mi lugar al otro extremo. Aunque el comedor no era muy grande, era la primera vez que no intentaba sentarse a mi derecha, cerca de mí. En cuanto levanté la mirada, me sonrió con calidez antes de meter un trozo de pollo a su boca. Parecía la de siempre y al mismo tiempo, algo había cambiado. ¿Se habría enterado de lo ocurrido anoche? ¡No! Era imposible, había sido cuidadoso, no había dejado ninguna pista ni huella. —Quiero volver al trabajo… —dijo con su atención perdida en su plato. —¿Qué? —Extraño mucho ir a la oficina y convivir con los empleados. Ya sabes, seguir todo el proceso desde que se planea una prenda hasta que sale al mercado —contestó con una sonrisa y u
AVRIL STEEL Departamento por departamento, proyecto por proyecto, revisé cada cambio, cada despido y cada decisión que tomó Derek en todo este tiempo. Entre más revisaba, más coraje me daba. ¡¿Cómo pude confiar ciegamente en él?! Todas sus mentiras salieron a la luz conforme inspeccionaba cada contrato y acuerdo. ¡Era un caos! Le pedí a mis padres que pasaran por Amber y cuidaran de ella, me quedaría todo el día en la oficina arreglando sus estupideces. Alissa, gustosa de volver a trabajar conmigo, se quedó hasta que el sol se escondió. Reprendí a cada jefe de departamento que encubrió las pésimas decisiones de mi esposo. Incluso algunos fueron despedidos. Era notoria la predilección que le daban, no quería más traidores en mi vida, mucho menos en mi empresa. Las cosas cambiarían de ahora en adelante. ↓ JOHN FOSTER —¡¿Cómo pudiste terminar con la relación que teníamos con el señor Smith?! —exclamó mi madre entrando a mi oficina, sacudiendo todos los acuerdos cancelados. —¿Por
DEREK MALONE El sonido de la bofetada resonó en toda la habitación y, cuando me di cuenta, Martina estaba en el suelo, cubriendo su mejilla y con los ojos bien abiertos. Nunca había levantado mi mano contra ella, pero me había hecho explotar de ira cuando la vi subiendo las fotos a I*******m. —¡¿Cómo carajos se te ocurre?! ¡¿Eres estúpida?! —grité furioso mientras borraba las imágenes no solo de su perfil, sino también de su teléfono. —¡¿Por qué me pegaste?! ¡¿Estás loco?! ¡¿Qué hice mal?! —Su voz se quebró mientras lloraba desconsolada. Su mejilla se había inflamado, pero no fue suficiente ver su miseria para que mi enojo cediera. —¿Por qué subiste las fotos? ¿Quieres que nos descubran? ¿Quieres perder lo que tenemos? ¡Te recuerdo que ese puto collar y cada cosa «bonita» que te he comprado a sido gracias a la empresa de mi esposa! ¡¿Qué crees que pase si nos descubre?! —exclamé tratándola como si fuera una retrasada. —¡¿Eso qué importa?! ¡Avril jamás las vería! ¡Ni siquiera m
AVRIL STEEL Sentada en una incómoda silla de plástico, con los codos sobre mis muslos y mi rostro apoyado en mis manos, esperaba impaciente fuera de la oficina de mi abogado. Le entregué mi teléfono y llamó a unos especialistas para que valoraran las pruebas. Mi mirada se paseaba por el pasillo mientras mis ojos se clavaban en las manecillas del reloj o en el tecleo constante de la secretaria, cuando por fin la puerta se abrió. El hombre entrado en años, con mi teléfono entre sus manos me sonrió. —Funcionará… —dijo iluminándome con una luz celestial, rompiendo las cadenas y dándome una mano para salir de esas oscuras aguas—. Con esto podemos solicitar el divorcio y meter las fotos como prueba de que no se merece ni una sola parte de la empresa, y mucho menos la custodia de tu hija. Salí prácticamente corriendo de su despacho, ansiosa por llegar a casa, sin saber cómo abordaría el tema con Derek, pero estaba segura de que lo haría llena de emoción. En cuanto atravesé la puerta de m
AVRIL STEEL Llegué a la joyería donde trabajaba esa m*****a mujer, recorrí con la mirada cada vitrina, fingiendo interés, prestando atención a cada joya mientras la rabia palpitaba dentro de mis venas. —¿Señorita, hay algo en lo que la pueda ayudar? —preguntó la encargada con una sonrisa cordial, lamentaba mucho lo que estaba a punto de hacer, pues ella no era la culpable. —Ahora que lo menciona, estoy buscando a una de sus empleadas, se llama Martina Díaz —contesté con una sonrisa mecánica y los dientes apretados. Ladeó la cabeza, confundida, pero al final alzó la voz. —¡Martina! ¡Te buscan! En ese momento la jovencita se asomó, con su cuerpo esbelto, sus ojos grandes y su sonrisa cordial, se acercó a mí. —Buenas tardes, bienvenida. ¿En qué le puedo ayudar? Inhalé profundamente y agrandé mi sonrisa. —Verás… Ya me quitaste a mi esposo y aunque me dolió, puedo sobrevivir bastante bien sin él. Un hombre tan débil como para fijarse en otras mujeres, no es necesario en mi vida… —com
AVRIL STEEL La comida estaba lista y el vino en la cubeta con hielos. Cualquiera que viera el comedor pensaría que se trataba de una cena romántica, pero en realidad era una de despedida. En cuanto escuché el sonido de la puerta, mi corazón se aceleró. Estaba emocionada, pero también triste. Mi madre siempre decía que un divorcio era un fracaso. Jamás creí que fuera algo para tomarse tan en serio o verlo de esa manera tan agresiva, pero ahora lo entendía. Mi matrimonio había fracasado. Yo había fracasado al escoger a mi compañero y… ¿por qué no admitirlo? Tal vez yo también había fracasado como esposa. Los ojos se me llenaron de lágrimas que tuve que limpiar en cuanto sentí su presencia. —¿Avril? ¿Qué es todo esto? —preguntó emocionado, acercándose a la mesa antes de voltear hacia mí. Su sonrisa y su mirada gentil podrían hacer que, cualquiera que lo viera, dudara de su infidelidad. ¿No parecía el esposo perfecto?—. ¿Me extrañaste tanto como yo a ti? Se acercó con intenciones d