JOHN FOSTER
Jamás creí que una mujer casi me vomitaría encima. Por lo general recibía halagos, tragos, coqueteos, incluso lencería, pero… ¿vómito? Para completar su hazaña, terminó desmayándose. ¿Había tomado tanto como para perder el conocimiento o el patán con el que había estado hablando le había echado algo en su bebida?
La tomé en brazos y le pedí a mi asistente que se encargara de todo aquí mientras yo la llevaba a un lugar seguro, donde sabía que nadie le haría daño.
Desde que la había visto pasar frente a mi mesa, no pude despegar mi atención de ella. Era curioso que vistiera tan elegante en un lugar así. Se veía tan refinada y distinguida que no podía pasar desapercibida entre tantas mujeres con ropa diminuta y comportamiento vulgar.
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—Señor Foster, bienvenido —dijo la recepcionista del hotel al verme llegar. No pudo ocultar su rostro sorprendido al ver a Avril en mis brazos.
—Necesito una habitación…
Le pedí a un grupo de mucamas que prepararan el baño, que buscaran ropa y que cuidaran de ella hasta que despertara. Vi una vez más su rostro de apariencia angelical, dormía tan profundamente que ni siquiera el tacto de mis dedos acariciando su mejilla fue suficiente para despertarla.
Antes de abandonar la habitación, mi atención se posó en ese par de anillos que adornaban su dedo anular, el de compromiso y el de bodas, gritando con fuerza que era una mujer casada.
Salí del hotel, malhumorado y cansado, para regresar al club. Pasé entre las mesas, evadí a cada mujer que se atravesó en mi camino, no tenía tiempo para más distracciones, y llegué a la zona VIP donde me recibió mi asistente.
—El hombre con el que discutió la señora Malone, es el señor Smith —dijo en un susurro, como si la música no fuera suficiente para esconder su voz.
El señor Smith era uno de los hombres más adinerados de la ciudad y, no solo eso, también un gran socio de mi familia. Eso no evitó que la sangre me hirviera de solo pensar en ese maldito hombre queriendo abusar de Avril.
—Perfecto —contesté acomodándome los puños de la camisa por debajo de las mangas de mi saco, acercándome hacia la mesa donde se encontraba.
—¡Oye! ¡Tú! Creí que te habías ido a divertir con mi presa —exclamó el viejo Smith mientras un par de jovencitas ya habían comenzado a consolarlo.
—De ahora en adelante cada negocio que tenga con la familia Foster será concluido, así como cada contrato futuro será rechazado. La familia Foster no tiene intenciones de hacer negocios con un hombre tan despreciable y asqueroso como usted —dije tajante, entre dientes, viendo como la expresión de su rostro cambiaba por sorpresa y enojo.
—¿Perdón? ¿Cómo dices? —preguntó desconcertado y tiró a la mujer sobre sus piernas—. ¡¿Quién te crees para hablarme así?!
—Hágame caso y evítese la vergüenza de ser rechazado la próxima vez que quiera llevar a cabo un proyecto con la familia Foster. En el transcurso de la semana le haré llegar la rescisión de cada contrato. —Con una última sonrisa me despedí—. Que pase buena noche, señor Smith.
—¡¿Quién eres?! ¡¿Quién te crees?! —exclamó poniéndose de pie mientras le daba la espalda—. Eres el hijo de los Foster… ¿cierto? —comenzó a carcajearse con fuerza, como si quisiera que escuchara con claridad su risa—. ¡El moribundo! ¡Creí que te habías muerto de cáncer! ¡Desapareciste tanto tiempo que esta ciudad te cree muerto! ¡No eres nadie!
Seguí con mi camino, ignorando las blasfemias de un borracho. Ya veríamos quien salía bien parado de esto.
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AVRIL STEEL
Me quedé en el borde de la cama viendo ese cheque. La suma era impresionante, más de lo que necesitaba para corregir el horrible error de Derek, pero lo que me desconcertaba era el nombre escrito con una caligrafía impecable. Era imposible que hubiera dos personas con el mismo nombre y apellido, incluso la misma firma.
Esto debía de ser una m*****a broma y me dolió el corazón, tanto que casi termino llorando, mojando ese cheque con mis lágrimas.
La única manera de corroborar la validez de esto era yendo al banco. Ahí me dirían si era solo una burla o en verdad el hombre que me había dado el cheque se llamaba igual que el chico que había marcado mi corazón.
AVRIL STEEL Regresé a casa, con la cabeza vuelta un caos. Cuando rebasé las puertas noté que Derek y mi pequeña osita jugaban en el jardín. ¿No me había extrañado? ¿No estaba preocupado por saber dónde estaba? Por el contrario, se levantó tranquilamente, sacudiéndose las manos en el pantalón mientras se acercaba con parsimonia. —¡Mamita bonita! ¡¿Dónde habías estado?! —exclamó Amber ansiosa, viéndome con sus enormes ojos angustiados—. ¿Por qué no llegaste a casa? ¡Estaba preocupada! —Mi bebé… ya estoy aquí —respondí tomándola entre mis brazos y llenándola de besos. —¿Qué es eso? —preguntó Derek al notar el cheque en mi mano. Había ido al banco y efectivamente el cheque era real y funcional. La cifra de dinero era impresionante e hice que la transfirieran a mi cuenta bancaria. Sabiendo lo mucho que estaba sufriendo Derek por lo ocurrido, decidí hacer un cheque a mi nombre y entregárselo. Abrió los ojos con sorpresa cuando lo inspeccionó. —¿De dónde sacaste todo este dinero?
AVRIL STEEL Después de pensarlo mucho, decidí ir a la joyería que él frecuentaba. El lugar era hermoso, lleno de opulencia y elegancia. —¡Buenos días! ¿Hay algo en lo que la pueda ayudar? ¿Hay alguna joya que quiera ver? —preguntó la vendedora con exceso de cordialidad. La chica parecía sencilla, joven y agradable, pero lo que más me llamó la atención fue ver ese collar alrededor de su cuello, era idéntico al mío. No sabía qué me indignaba más, que mi collar no fuera exclusivo o que claramente esta vendedora tuviera un benefactor adinerado, pues ese collar costaba más de $100,000 y dudaba mucho que su sueldo fuera suficiente para solventarlo. Podía apostar que tenía un CEO adinerado capaz de darle ese lujo. Sin comprar nada y con el corazón acelerado, atragantándose con la rabia que corría por mis venas, decidí salir de ahí y dejar de hacerme ideas. Esa chica no tenía la culpa de mi falta de confianza en mi esposo, no tenía porqué ser víctima de mi histeria y mi dolor. Así que, a
JOHN FOSTER Traté de revisar unos documentos importantes, pero por más que leía cada renglón, no lograba concentrarme. Dejé todo frente a mí y saqué de mi cajón esa vieja foto que me había acompañado en mis días más solitarios y tristes. —No has cambiado nada, Avril… Los años solo te han vuelto más hermosa —susurré mientras veía su foto, luciendo esa sonrisa que le migraba hasta los ojos. —¿Señor Foster? Tiene una llamada… —dijo mi ayudante asomándose, acabando con mi melancolía. —No estoy disponible —contesté malhumorado sin apartar la mirada de la fotografía. —Es la recepcionista del hotel y dice que es muy importante —me interrumpió, dejándome en claro que no podía quejarme de su intromisión y me ofreció el teléfono. ↓ AVRIL STEEL Me sentía particularmente sola en la casa. Se veía tan grande y oscura, como si de pronto hubiera dejado de ser mi hogar. De pronto mi celular comenzó a vibrar insistentemente, había recibido una serie de mensajes de un número desconocido. Eran
AVRIL STEEL —Sí deseas divorciarte… Solo te advierto que, al casarse por bienes compartidos, él tendrá derecho a la mitad de todo lo que adquirieron, incluyendo la empresa —dijo mi abogado con las manos sobre su escritorio y los dedos entrelazados. Su mirada por encima de los lentes me advertía lo complicado de la situación. —No puedo seguir al lado de un hombre infiel —dije en un susurro, sintiéndome atrapada, sofocada. De pronto el matrimonio se había convertido en unas pesadas cadenas que amenazaban con sumergirme en lo más profundo del mar. —Y eso que aún no hablamos de la custodia de la niña —agregó resoplando al tiempo que bajaba la mirada y levantaba sus cejas tupidas. —¿La custodia de Amber? ¿No le dan siempre preferencia a la madre? —pregunté angustiada. —Por lo general, pero eso no significa que él no vaya a pelear por la niña. Solo necesitaría encontrar un solo error en tu forma de criar y cuidar de Amber. Si él, a parte de todo, se queda con la custodia de su hija,
AVRIL STEEL Regresé a ese hotel, con la frente en alto, pero sabiendo que mis ojos estaban enrojecidos. Me planté frente a la recepcionista y jalé aire antes de abrir la boca. —Hola, disculpa… —¡Hola! Buenas tardes. ¿En qué le puedo ayudar? —inquirió con cordialidad y una sonrisa mecánica. —Yo sé que esto es inusual y que no es sencillo lo que te voy a pedir, pero… ¿Puedo ver el registro? Necesito saber quién ocupa la habitación 404. —Esa era información confidencial del hotel. Estaba lista para el rechazo. La recepcionista se puso a teclear en su computadora y no supe si me estaba ignorando o incluso llamando a seguridad. Eché un vistazo a mi alrededor, pero nada parecía fuera de su lugar, ningún hombre uniformado se acercaba a nosotras. De pronto giró el monitor de su computadora hacia mí. Al principio no comprendí nada, hasta que vi nombres y horarios acomodados en una enorme lista. ¡Era el registro! Me pegué al monitor y comencé a inspeccionar con atención, recordando la ho
AVRIL STEEL —Listo… parece que con esto será suficiente —dijo John regresándome al presente. Se inclinó, tomando mi tobillo y apoyándolo sobre su muslo. Me puso la zapatilla con sumo cuidado mientras sus manos ardían al tomar mi tobillo y mi pantorrilla. No pude evitar sonrojarme en cuanto su mirada se levantó hacia mí. Aún así, estaba más llena de dudas que de vergüenza. —¿Dónde estuviste? ¿Por qué desapareciste sin despedirte? Desvió la mirada y frunció el ceño. No parecía querer hablar. —Avril… —mencionó mi nombre, haciendo vibrar mi corazón. Me incliné hacia él, acercando mi rostro al suyo mientras su mano se mantuvo suavemente sobre mi corva y su pulgar acariciaba mi rodilla. —¿Dónde estuviste? —insistí, suplicando. De pronto redujo el espacio entre los dos y cuando sus labios estuvieron tan cerca que pude sentir su aliento, posé mis dedos sobre su boca y cerré los ojos, adolorida. —Estoy casada… —Mis palabras fueron una estocada que cortó el aire entre los dos. John
DEREK MALONE Martina y yo abandonamos la habitación después de esa idílica noche. El viaje de negocios tenía que terminar, era hora de enfrentarme a esa asquerosa realidad donde tenía que plantar una enorme sonrisa, lidiar con mi odiosa esposa y soportar a esa impertinente niña. Llegamos a la recepción sin tomarnos de la mano ni intercambiar palabras. Sabía cómo debía comportarse, era una niña obediente a cada cosa que le pedía. ¡¿Por qué Avril no podía ser igual?! —¿Disfrutó su estancia? —preguntó la recepcionista mientras tecleaba y me ofrecía una sonrisa. —Sí… —Vi mi reloj de pulso, el que me había regalado Avril la última vez—. Todo en orden. —Bien, su cuenta es de veinte mil dólares —contestó la señorita haciendo que me atragantara con mi propia saliva—. ¿Su pago será con tarjeta o en efectivo? Apreté los dientes, tomé mi cartera y revisé. No cargaba con suficiente efectivo, no creí que fuera tanto, pero… ¿por qué? ¿la cama tenía sábanas de oro o qué carajos? —¿Puedo preg
DEREK MALONE —¿Dónde está la niña? —pregunté después de notar ese silencio imperioso como si la casa sufriera de su ausencia. —Está con mis papás, hacía mucho tiempo que no la veían y ella quiso quedarse —contestó Avril con tranquilidad, sentándose del otro lado de la mesa, como siempre—. Espero que te guste. Tomé mi lugar al otro extremo. Aunque el comedor no era muy grande, era la primera vez que no intentaba sentarse a mi derecha, cerca de mí. En cuanto levanté la mirada, me sonrió con calidez antes de meter un trozo de pollo a su boca. Parecía la de siempre y al mismo tiempo, algo había cambiado. ¿Se habría enterado de lo ocurrido anoche? ¡No! Era imposible, había sido cuidadoso, no había dejado ninguna pista ni huella. —Quiero volver al trabajo… —dijo con su atención perdida en su plato. —¿Qué? —Extraño mucho ir a la oficina y convivir con los empleados. Ya sabes, seguir todo el proceso desde que se planea una prenda hasta que sale al mercado —contestó con una sonrisa y u