Capítulo 3: El disfraz de un padre "perfecto"

JOHN FOSTER

Había comprado ese periódico y estaba tentado a recortar la fotografía. Avril se veía tan bella y realizada. Eso era lo que ella siempre había querido, tener éxito al forjar una empresa y formar una familia. Lo había logrado sin mí, aunque todo eso lo hubiéramos planeado juntos. 

Arrugué la primera plana de ese periódico y me quedé con la mirada perdida. Mi amor por ella aún vivía dentro de mi pecho, mi corazón latía por ella, pero… si la amaba, no podía acercarme después de tantos años y destruir su familia, no podía intentar volver a conquistarla. Había llegado tarde y tenía que aceptar mi derrota y respetar sus decisiones y al hombre que estaba a su lado. Por algo lo había escogido como su esposo y padre de su hija. 

Yo ya no tenía un lugar ni en su vida ni en su corazón, y tenía que aceptarlo por mucho que doliera.

AVRIL STEEL

Esa tarde, en cuanto la cena estaba puesta en la mesa, la puerta se abrió. Amber salió disparada, corriendo hacia su padre, quien tenía las manos llenas de bolsas de regalos, aumentando la euforia de mi pequeña osita. 

En cuanto Derek levantó la mirada hacia mí, noté que se quedó sorprendido. Me había puesto el vestido que tanto le gustaba, ese de color borgoña con un escote sutil, y ceñido a mi cuerpo. Le sonreí divertida mientras él se mordía el labio y me guiñaba un ojo, como si fuéramos dos adolescentes coqueteando. 

Frente al tocador, comencé a quitarme los pasadores del cabello, dejándolo caer sobre mis hombros. Después de llevar a Amber a dormir, Derek permaneció en el marco de la puerta, viéndome con atención. Le dediqué una sonrisa desde el fondo de mi corazón antes de que se acercara a mí, hizo a un lado mi cabello y me colocó un hermoso collar de diamantes, delicado, sutil y elegante. —Qué hermoso… —dije en un susurro antes de acariciar las frías piedras que adornaban mi cuello.

—Tan hermoso y elegante como tú… —dijo en mi oído, viendo mi reflejo en el espejo—. No sabes cuanto te extrañé, Avril. 

Volteé hacia él y acaricié su mejilla mientras mis labios se posaban en los suyos. —También me hiciste mucha falta —agregué clavando mi mirada en la suya. 

—Sé que mi ausencia fue difícil para ti, tantos días lejos fue una tortura también para mí —contestó tomándome de la mano para jalarme hacia su cuerpo—. Eres lo que más amo en este mundo. Mi tesoro más preciado. La mujer perfecta para mí. 

Mientras sus labios pronunciaban cada palabra en mi oído, sus manos deslizaron el cierre de mi vestido, desvistiéndome y acariciando mi piel, haciéndola arder. Desabroché su camisa, deleitándome con los músculos de su abdomen mientras bajaba hacia sus pantalones, deseando sentir lo que guardaba dentro de ellos. 

Me arrastró a la cama y me hizo suya, con ferocidad y hambre, moviéndose entre mis piernas hasta enloquecerme. No paró hasta terminar rendido, entre jadeos y espasmos, saliendo de mí, arrebatándome su calor. Apenas se acomodó del lado de su cama me recosté sobre su pecho, para dormir abrazados.

No supe en qué momento caímos dormidos, pero antes de que el cielo clareara con los primeros rayos del sol, el teléfono de Derek comenzó a sonar. Él parecía no percibirlo, pero la pantalla encendida y su vibración no me dejó dormir. Estiré la mano para alcanzar el celular, pero antes de que mis dedos lo tomaran, la mano de Derek cayó sobre el dispositivo y se levantó de inmediato, haciéndome a un lado, dejándome sobre la cama mientras él tomaba la llamada fuera de la habitación, completamente nervioso. Me dedicó una mirada que se debatía entre la molestia y la angustia antes de cerrar la puerta, de nuevo alimentando mi incertidumbre. 

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