JOHN FOSTER
Había comprado ese periódico y estaba tentado a recortar la fotografía. Avril se veía tan bella y realizada. Eso era lo que ella siempre había querido, tener éxito al forjar una empresa y formar una familia. Lo había logrado sin mí, aunque todo eso lo hubiéramos planeado juntos.
Arrugué la primera plana de ese periódico y me quedé con la mirada perdida. Mi amor por ella aún vivía dentro de mi pecho, mi corazón latía por ella, pero… si la amaba, no podía acercarme después de tantos años y destruir su familia, no podía intentar volver a conquistarla. Había llegado tarde y tenía que aceptar mi derrota y respetar sus decisiones y al hombre que estaba a su lado. Por algo lo había escogido como su esposo y padre de su hija.
Yo ya no tenía un lugar ni en su vida ni en su corazón, y tenía que aceptarlo por mucho que doliera.
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AVRIL STEEL
Esa tarde, en cuanto la cena estaba puesta en la mesa, la puerta se abrió. Amber salió disparada, corriendo hacia su padre, quien tenía las manos llenas de bolsas de regalos, aumentando la euforia de mi pequeña osita.
En cuanto Derek levantó la mirada hacia mí, noté que se quedó sorprendido. Me había puesto el vestido que tanto le gustaba, ese de color borgoña con un escote sutil, y ceñido a mi cuerpo. Le sonreí divertida mientras él se mordía el labio y me guiñaba un ojo, como si fuéramos dos adolescentes coqueteando.
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Frente al tocador, comencé a quitarme los pasadores del cabello, dejándolo caer sobre mis hombros. Después de llevar a Amber a dormir, Derek permaneció en el marco de la puerta, viéndome con atención. Le dediqué una sonrisa desde el fondo de mi corazón antes de que se acercara a mí, hizo a un lado mi cabello y me colocó un hermoso collar de diamantes, delicado, sutil y elegante. —Qué hermoso… —dije en un susurro antes de acariciar las frías piedras que adornaban mi cuello.
—Tan hermoso y elegante como tú… —dijo en mi oído, viendo mi reflejo en el espejo—. No sabes cuanto te extrañé, Avril.
Volteé hacia él y acaricié su mejilla mientras mis labios se posaban en los suyos. —También me hiciste mucha falta —agregué clavando mi mirada en la suya.
—Sé que mi ausencia fue difícil para ti, tantos días lejos fue una tortura también para mí —contestó tomándome de la mano para jalarme hacia su cuerpo—. Eres lo que más amo en este mundo. Mi tesoro más preciado. La mujer perfecta para mí.
Mientras sus labios pronunciaban cada palabra en mi oído, sus manos deslizaron el cierre de mi vestido, desvistiéndome y acariciando mi piel, haciéndola arder. Desabroché su camisa, deleitándome con los músculos de su abdomen mientras bajaba hacia sus pantalones, deseando sentir lo que guardaba dentro de ellos.
Me arrastró a la cama y me hizo suya, con ferocidad y hambre, moviéndose entre mis piernas hasta enloquecerme. No paró hasta terminar rendido, entre jadeos y espasmos, saliendo de mí, arrebatándome su calor. Apenas se acomodó del lado de su cama me recosté sobre su pecho, para dormir abrazados.
No supe en qué momento caímos dormidos, pero antes de que el cielo clareara con los primeros rayos del sol, el teléfono de Derek comenzó a sonar. Él parecía no percibirlo, pero la pantalla encendida y su vibración no me dejó dormir. Estiré la mano para alcanzar el celular, pero antes de que mis dedos lo tomaran, la mano de Derek cayó sobre el dispositivo y se levantó de inmediato, haciéndome a un lado, dejándome sobre la cama mientras él tomaba la llamada fuera de la habitación, completamente nervioso. Me dedicó una mirada que se debatía entre la molestia y la angustia antes de cerrar la puerta, de nuevo alimentando mi incertidumbre.
AVRIL STEEL —¡¿Cincuenta por ciento más?! —exclamé en cuanto revisé la copia del contrato ya firmado por Derek. —¡¿Qué haces?! —gritó entrando al despacho y arrancándome el contrato de la mano, haciéndome un corte inofensivo, pero molesto sobre la palma. Después de esa llamada que había tomado durante la noche, decidí buscarlo antes de que saliera rumbo al trabajo. Necesitaba hablar con él, tenía que saber qué significaban esas llamadas casuales, así como esas cenas que acababan hasta altas horas de la madrugada. Quería confiar en él, no solo como el CEO de mi empresa sino como mi esposo, pero ahora no sabía en qué enfocarme, si en el contrato o en su manera nerviosa de comportarse. —Perdón… —dijo tomando mi mano con gentileza y limpiando esa línea carmín que se dibujó en todo lo largo de mi palma—. No quería que supieras de esto, quería… arreglarlo antes de que… —¿Por qué aceptaste un trato tan injusto? —pregunté con voz temblorosa. Sabía lo que eso significaba. El precio de pr
AVRIL STEEL Mientras el señor Smith veía con atención cada página del informe del último mes, platicábamos animadamente de la empresa y sus beneficios, sintiéndome incapaz de negar cada copa que servía para mí. Todo estaba en orden y parecía prometedor. —¿Necesitas un inversionista fuerte que mantenga a flote tu negocio? Estoy dispuesto a apoyarte. ¿Qué clase de caballero sería si no acudo al llamado de auxilio de una criatura tan encantadora como tú? —Me dedicó una mirada brillosa que me incomodó. —Señor Smith… —De pronto su mano comenzó a acariciar mi antebrazo mientras volvía a llenar mi copa. —No te preocupes, con mi experiencia y dinero, tu empresa saldrá adelante de cualquier conflicto en el que te hayas metido, ya lo verás… —Sí, bueno… estoy dispuesta a ofrecerle un porcentaje de… No me dejó terminar cuando me interrumpió. —Olvídate de eso, no necesito ningún porcentaje de nada. —Pero… —Podemos llegar a otro acuerdo —contestó acercándose un poco más, dejando que su a
JOHN FOSTER Jamás creí que una mujer casi me vomitaría encima. Por lo general recibía halagos, tragos, coqueteos, incluso lencería, pero… ¿vómito? Para completar su hazaña, terminó desmayándose. ¿Había tomado tanto como para perder el conocimiento o el patán con el que había estado hablando le había echado algo en su bebida? La tomé en brazos y le pedí a mi asistente que se encargara de todo aquí mientras yo la llevaba a un lugar seguro, donde sabía que nadie le haría daño. Desde que la había visto pasar frente a mi mesa, no pude despegar mi atención de ella. Era curioso que vistiera tan elegante en un lugar así. Se veía tan refinada y distinguida que no podía pasar desapercibida entre tantas mujeres con ropa diminuta y comportamiento vulgar. ↓ —Señor Foster, bienvenido —dijo la recepcionista del hotel al verme llegar. No pudo ocultar su rostro sorprendido al ver a Avril en mis brazos. —Necesito una habitación… Le pedí a un grupo de mucamas que prepararan el baño, que buscara
AVRIL STEEL Regresé a casa, con la cabeza vuelta un caos. Cuando rebasé las puertas noté que Derek y mi pequeña osita jugaban en el jardín. ¿No me había extrañado? ¿No estaba preocupado por saber dónde estaba? Por el contrario, se levantó tranquilamente, sacudiéndose las manos en el pantalón mientras se acercaba con parsimonia. —¡Mamita bonita! ¡¿Dónde habías estado?! —exclamó Amber ansiosa, viéndome con sus enormes ojos angustiados—. ¿Por qué no llegaste a casa? ¡Estaba preocupada! —Mi bebé… ya estoy aquí —respondí tomándola entre mis brazos y llenándola de besos. —¿Qué es eso? —preguntó Derek al notar el cheque en mi mano. Había ido al banco y efectivamente el cheque era real y funcional. La cifra de dinero era impresionante e hice que la transfirieran a mi cuenta bancaria. Sabiendo lo mucho que estaba sufriendo Derek por lo ocurrido, decidí hacer un cheque a mi nombre y entregárselo. Abrió los ojos con sorpresa cuando lo inspeccionó. —¿De dónde sacaste todo este dinero?
AVRIL STEEL Después de pensarlo mucho, decidí ir a la joyería que él frecuentaba. El lugar era hermoso, lleno de opulencia y elegancia. —¡Buenos días! ¿Hay algo en lo que la pueda ayudar? ¿Hay alguna joya que quiera ver? —preguntó la vendedora con exceso de cordialidad. La chica parecía sencilla, joven y agradable, pero lo que más me llamó la atención fue ver ese collar alrededor de su cuello, era idéntico al mío. No sabía qué me indignaba más, que mi collar no fuera exclusivo o que claramente esta vendedora tuviera un benefactor adinerado, pues ese collar costaba más de $100,000 y dudaba mucho que su sueldo fuera suficiente para solventarlo. Podía apostar que tenía un CEO adinerado capaz de darle ese lujo. Sin comprar nada y con el corazón acelerado, atragantándose con la rabia que corría por mis venas, decidí salir de ahí y dejar de hacerme ideas. Esa chica no tenía la culpa de mi falta de confianza en mi esposo, no tenía porqué ser víctima de mi histeria y mi dolor. Así que, a
JOHN FOSTER Traté de revisar unos documentos importantes, pero por más que leía cada renglón, no lograba concentrarme. Dejé todo frente a mí y saqué de mi cajón esa vieja foto que me había acompañado en mis días más solitarios y tristes. —No has cambiado nada, Avril… Los años solo te han vuelto más hermosa —susurré mientras veía su foto, luciendo esa sonrisa que le migraba hasta los ojos. —¿Señor Foster? Tiene una llamada… —dijo mi ayudante asomándose, acabando con mi melancolía. —No estoy disponible —contesté malhumorado sin apartar la mirada de la fotografía. —Es la recepcionista del hotel y dice que es muy importante —me interrumpió, dejándome en claro que no podía quejarme de su intromisión y me ofreció el teléfono. ↓ AVRIL STEEL Me sentía particularmente sola en la casa. Se veía tan grande y oscura, como si de pronto hubiera dejado de ser mi hogar. De pronto mi celular comenzó a vibrar insistentemente, había recibido una serie de mensajes de un número desconocido. Eran
AVRIL STEEL —Sí deseas divorciarte… Solo te advierto que, al casarse por bienes compartidos, él tendrá derecho a la mitad de todo lo que adquirieron, incluyendo la empresa —dijo mi abogado con las manos sobre su escritorio y los dedos entrelazados. Su mirada por encima de los lentes me advertía lo complicado de la situación. —No puedo seguir al lado de un hombre infiel —dije en un susurro, sintiéndome atrapada, sofocada. De pronto el matrimonio se había convertido en unas pesadas cadenas que amenazaban con sumergirme en lo más profundo del mar. —Y eso que aún no hablamos de la custodia de la niña —agregó resoplando al tiempo que bajaba la mirada y levantaba sus cejas tupidas. —¿La custodia de Amber? ¿No le dan siempre preferencia a la madre? —pregunté angustiada. —Por lo general, pero eso no significa que él no vaya a pelear por la niña. Solo necesitaría encontrar un solo error en tu forma de criar y cuidar de Amber. Si él, a parte de todo, se queda con la custodia de su hija,
AVRIL STEEL Regresé a ese hotel, con la frente en alto, pero sabiendo que mis ojos estaban enrojecidos. Me planté frente a la recepcionista y jalé aire antes de abrir la boca. —Hola, disculpa… —¡Hola! Buenas tardes. ¿En qué le puedo ayudar? —inquirió con cordialidad y una sonrisa mecánica. —Yo sé que esto es inusual y que no es sencillo lo que te voy a pedir, pero… ¿Puedo ver el registro? Necesito saber quién ocupa la habitación 404. —Esa era información confidencial del hotel. Estaba lista para el rechazo. La recepcionista se puso a teclear en su computadora y no supe si me estaba ignorando o incluso llamando a seguridad. Eché un vistazo a mi alrededor, pero nada parecía fuera de su lugar, ningún hombre uniformado se acercaba a nosotras. De pronto giró el monitor de su computadora hacia mí. Al principio no comprendí nada, hasta que vi nombres y horarios acomodados en una enorme lista. ¡Era el registro! Me pegué al monitor y comencé a inspeccionar con atención, recordando la ho