—¿Estás persiguiéndome? —le preguntó Jimmy, mirando fijamente al frente.
—¿No tienes una mejor manera de llamar la atención? —contestó ella, atreviéndose a ojear el perfil de su rostro.
—Tú fuiste la que no pudo tomar otro ascensor, tenía que ser este…
—No creas que por parecer un príncipe salido de una película de Disney, te conviertes automáticamente en alguien irresistible —lo interrumpió, haciéndolo apretar la mandíbula—. Lamento informarte que hay mujeres que sí tenemos buen gusto. No te creas el centro del mundo, “niño bonito”.
Las puertas del ascensor se abrieron y Salomé salió, dándole un leve empujón en el hombro, (o bueno, hasta dónde le alcanzó su estatura).
Jimmy se quedó sin palabras por lo que le dijo ella. Jamás ninguna mujer en sus veinticuatro años de existencia le había hablado de esa manera; todas las chicas, mayores que él o más jóvenes, siempre escurrían la baba estando a su lado y buscaban la forma de hacerlo sentir el rey del universo. Todas, absolutamente todas, lo alababan como si fuera un dios y no se atrevían siquiera a mirarlo a los ojos, pero esa chica le hizo sonrojar las mejillas con lo que le dijo, y para colmo, se atrevió a clavar las pupilas en sus ojos ofendiéndolo por segunda vez. La primera fue con un golpe en los huevos, y ahora resultaba que también sabía golpear con la lengua y con la mirada.
«¡Vaya cucarrón salvaje!, habrá que domesticarlo.»
Fue cuando se abrieron las puertas del ascensor, que se dio cuenta de que se había bajado en un nivel inferior del parqueadero, y que debió bajarse justo dónde esa mujer poseída por un gorila se bajó, pero sus palabras lo dejaron tan en shock que no se percató de eso.
Se sintió como un imbécil cuando tuvo que volver a subir al ascensor y presionar el botón “0” para que lo llevara al piso indicado.
Al llegar, maldijo en voz alta una y otra vez por haberse quedado callado, dejando que ella lo humillara. En su mente aparecieron un montón de respuestas posibles que pudo haberle dado a esa atrevida, pero su lengua se había quedado congelada en ese momento, y ahora sería más estúpido buscarla para responderle; sin embargo, no perdió la esperanza de que algún día se vengaría…
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Salomé caminaba por el parqueadero con una sonrisa de triunfo, por lo que le había respondido a ese niño bonito, pero esta desapareció de su rostro en cuanto recordó una vez más que ahora estaba casada con él, y aunque todavía no tenía el anillo puesto en el dedo, estaba claro que ambos eran esposos oficialmente.
Su vida no podía estar peor… Ese muñequito con rostro tallado por los ángeles, ojos color miel hipnotizantes y voz grave y seductora que seguramente lograba derretir a cualquier ser femenino andante, era ahora su esposo… Ese ser engreído y petulante, que debería sentirse afortunado por haberse casado con ella, se atrevía a decir que lo estaba persiguiendo.
Por un momento se dio la vuelta pensando en devolverse para acabar con el orgullo de ese niño con cuerpo de hombre, pero se arrepintió cuando lo vio saliendo del elevador y corrió a esconderse detrás de su auto. Se vio a sí misma escapando de su presencia como una tonta cuando él le pasó por enfrente, y decidió que no tenía por qué huir de él.
Se subió a su auto y arrancó, pasando a tan solo unos pocos centímetros del Lamborghini Estoque que poseía ese muñeco de porcelana, viendo por el espejo lateral derecho, cómo el chico casi muere de un ataque al corazón cuando ella por poco roza su precioso vehículo, y no pudo evitar sonreír ampliamente por su picardía.
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«¡¿Qué le pasa a esa loca?!»
Jimmy quedó pasmado al verla hacer semejante maniobra que casi termina arruinando la pintura de su “pequeña poni”, (como solía llamar a su amado auto que había comprado hace tan solo tres meses atrás), y deseó con más fuerzas vengarse de esa fiera salvaje que quería acabar con su paciencia por todos los medios.
Él sabía que para las venganzas era un rey; nadie le ganaba cuando quería jugarle una broma pesada a alguien y hacerle pasar un mal rato. La única diferencia era que nunca tuvo que hacerlo con una chica, con una mujer… Todas sus víctimas hasta el momento habían sido del género masculino, debido a que las chicas lo adoraban y nunca alguna se había atrevido a ofenderlo; sin embargo, estaba más que decidido a limpiar su dignidad al precio que fuera necesario.
En todo el camino a su casa, no hizo más que pensar en mil y un planes para vengarse de Salomé, pero no estaba conforme con nada de lo que se le ocurría. Algunos trucos simplemente eran muy rudos para llevarlos a cabo con una mujer, aunque cuando recordó la forma en que ella lo golpeó en ese club, pensó que tal vez, ella no era como una frágil y dulce flor, sino más bien, un troll en cuerpo diminuto, atractivo y sensual, pero con las fuerzas suficientes para enfrentar a un semental como él. Sin embargo, los principios de caballero con los que fue educado le impedían ser rudo con las mujeres, por lo que todavía no estaba seguro de cuál debería ser la forma correcta de vengarse, entonces una idea brillante se le vino a la mente: tenía que llamar a su mejor amigo…
Paul había ideado casi la mitad de todos los planes de venganza y bromas que habían llevado a cabo juntos, así que, preguntarle a él, pedirle opinión sobre sus ideas, o más bien idear un nuevo plan en conjunto, sería lo más conveniente…
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Salomé llegó a su casa sintiéndose como si un tren le hubiera pasado por encima; no quería saber nada de nadie, ni siquiera de sus amigas. Sabía que tenía que contarles la nueva mala noticia de que ahora estaba casada, pero primero quería asimilarlo para sí misma, ya que todavía no se convencía del todo.
Arrojó su bolso a la cama y luego se lanzó de espaldas para quedarse mirando al techo por un par de minutos, aunque luego se sentó de golpe y quiso revisar su bolso para ver si todo había sido una horrible pesadilla y no algo completamente real; sin embargo, en cuanto esparció las cosas sobre la cama, una bonita caja de terciopelo negra se asomó y rodó hacia ella. La tomó y la abrió por primera vez, encontrando un precioso anillo con cristales de plata que le confirmó la veracidad de que ahora estaba casada.
Lo contempló por todos los ángulos y una sonrisa mezclada con lágrimas de desdicha, se escapó de sus labios, cuando su subconsciente le decía que ese anillo era demasiado hermoso para una mujer como ella, que le huía al compromiso y que un par de años atrás, había jurado que nunca se casaría y que siempre sería una mujer libre.
En sus anteriores planes, estaba irse de fiesta con sus amigas cada quince días a emborracharse y conocer hombres guapos, de los que obtendría lo único que quería de ellos: “sexo”, para huir antes del amanecer y al día siguiente hacer de cuenta que no los conocía. Los pobres infelices se quedaban con un número de teléfono inexistente que ella se inventaba para todos y jamás la volvían a ver.
Ese precioso anillo era el sueño de muchas y la pesadilla suya…
«Dios le da pan a quien no tiene dientes.»
Allí, sentada en la cama, con el precioso anillo dando vueltas en la palma de su mano, se puso a pensar en todos los amantes que había tenido en su vida y si tal vez alguno de ellos hubiera sido un buen partido para ella.
A todos llegó a conocerlos tan poco, que, si acaso, recordaba solamente el pecho desnudo de los hombres balanceándose sobre ella mientras la sometían a la cama, o en algunas ocasiones, cuando ella era quien tenía el control, se le había grabado en la mente la forma y tamaño de aquello que era lo único que quería de ellos. Ni siquiera sus caras las recordaba, ¿cómo iba a saber si hubieran podido ser buenos candidatos?
Aunque no estaba interesada en comprometerse con nadie, sabía que si un día lo hacía, sería con una buena persona. No sabía aun si Jimmy era un buen chico, pero solo el hecho de que se hubiera atrevido a burlarse de ella, la hacía desear estar casada con cualquier otro que no fuera él.
Se había acabado de poner su pijama y estaba a punto de irse a la cama, cuando una llamada insistente la hizo responder el teléfono de mala gana. La voz de su tía la obligó a torcer los ojos y la boca de disgusto, pero más grande fue su impresión, cuando escuchó esas malditas palabras que no había esperado oír y que eran el fin de su libertad.
Sintió que una daga le atravesaba el pecho y su cuerpo se hacía boronas, cuando Victoria le dijo que tenía que irse a vivir con Jimmy, como lo estipulaba el contrato matrimonial, el cual no se le ocurrió leer antes de firmar…
Hola mis bellezas, espero que estén disfrutando de la historia, Estaré actualizando un capítulo por día. No olviden votar, dejarme sus comentarios y seguirme. :3
Afortunadamente, Salomé se encontraba justo de espaldas a su cama cuando su “querida” tía Victoria, le dio la agria y funesta noticia que la hizo perder la estabilidad de sus piernas y dejarse caer hacia atrás, aun con los ojos abiertos, pero la mente nublada. El teléfono celular, de última tecnología que poseía, no corrió la misma suerte, al terminar estampado contra el duro suelo de mármol en tono de madera de pino que poseía su habitación.La chica miraba hacia el techo con los ojos bien abiertos y su boca, formando a penas una pequeña línea de espacio entre sus labios; ni siquiera parpadeaba, y el único movimiento que se podía percibir en su cuerpo, era el de su pecho que subía y bajaba por la respiración agitada. El sonido de la voz de Victoria por del altavoz, que se había encendido en su teléfono por accidente, la sacó de su trance, llamándola con un tono de furia que ya era típico escuchar en aquella mujer:—¡SALOMÉEEEEEEEEE! —gritó por cuarta vez, haciendo que se levantara
Salomé tuvo que inhalar y exhalar profundamente varias veces para no irse corriendo detrás de Jimmy, arrancarle los huevos y hacerse un omelette con ellos; solamente pudo cerrar la puerta con seguro e ir a ponerse la pijama por segunda vez en esa noche, para ver si por fin la dejaban dormir en paz. Se sentó en la cama, que estaba perfectamente tendida con sábanas blancas, y le pareció que era muchísimo más blanda que la suya; podía ser un colchón de agua, porque cuando se acostó, sintió como si estuviera flotando y esto la hizo sonreír; por lo menos estaría cómoda esa primera horrible noche que tenía que pasar fuera de su hogar. Se levantó nuevamente, bajó el enorme y pesado edredón y se escabulló dentro, acurrucándose en posición fetal, como solía acomodarse para dormir; sin embargo, una vez que cerró los ojos, la sonrisa burlona de ese pimpollo y la expresión de su rostro pícaro cuando le guiñó uno de sus ojos acaramelados, apareció frente a ella, y de inmediato tuvo que abrir nuev
Salomé caminó derrotada directamente al cuarto de Jimmy, que ahora era suyo. Solamente cuando entró y pasó frente al espejo, se dio cuenta de que había salido completamente desnuda y la vergüenza le hizo enrojecer las mejillas. «¿Y si él hubiera abierto la puerta?» Completamente apenada, se preguntó una y mil veces cómo podía ser tan descuidada. Si ese pimpollo la hubiese visto como Dios la trajo al mundo, se habría convertido en la razón para burlarse eternamente de ella.Tenía que pensar con cabeza fría qué se suponía que haría ahora que no tenía ni siquiera un calzón que usar. Había donado hace muy poco casi toda su ropa, por lo que solo tenía unos cuantos vestidos y pantalones informales.Odiaba la ropa formal porque le recordaba que era una chica adinerada. Su tía era quien le compraba los vestidos y trajes de etiqueta, pero cuando no tenía que estar presente en ese imponente edificio, siempre iba a cualquier almacén a comprar su ropa de uso diario en compañía de sus amigas, ya
La última mirada de Salomé bastó para que las piernas de Jimmy se volvieran de algodón y su corazón bombeara la sangre el triple de rápido. «En casa arreglaremos esto.»Esa última frase se repetía una y otra vez en su mente, mientras caminaba por los pasillos de la empresa con la idea de salir de ahí volando. Cuando su cabeza se despejó un poco, analizó de nuevo la frase y se dio cuenta de que, hacia donde él pensaba huir, iba a ser en realidad el lugar que pronto estaría rodeado de cinta amarilla por su asesinato.«En casa…» No podía ir a su casa… Ella iba para allá en contados minutos; tenía que encontrar algún otro refugio pronto, aunque… ¿Cómo era posible que tuviera que huir de su propia casa? No… no podía permitirlo… Ese cucarrón salvaje no podía jugar con él al gato y al ratón y mucho menos en su propia casa; él era el dueño y tenía el control de todo; si quería, hasta podía impedirle el ingreso y llamar a la policía si fuera necesario.Se subió a su auto para ir directamen
Otra frase de Salomé que se quedó grabada en su mente como un tatuaje amargo… Jimmy se estaba metiendo en serios problemas con esa chica. Él nunca había tenido enemigos del género femenino y ni siquiera con los de su mismo sexo se había sentido tan intimidado, ni había experimentado esa adrenalina que ahora corría por sus venas, cada vez que esa mujer le lanzaba una de sus frases amenazantes. Era obvio que ella no se iba a quedar con eso; cuando decía que él se las pagaría, estaba hablando muy en serio; sin embargo, él disponía de un poco de tiempo antes de que ella actuara en su contra, ya que tenía en su poder su ropa interior, y hasta que no se la devolviera, no podría cobrar venganza o no tendría qué ponerse debajo de la ropa; aunque Jimmy no entendía por qué simplemente ella no iba a comprar bragas nuevas y ya, si era una chica adinerada como él. La única razón podía ser, que esa ropa interior tenía algún significado especial para ella y eso lo favorecía más. Tal vez eran mode
Cuando el efecto hipnótico que los consumía a ambos pasó, siguieron su camino por separado sin decirse una sola palabra, y las miradas de odio y resentimiento volvieron. Jimmy se fue a su cuarto para cambiarse de ropa a una deportiva, porque iría al gimnasio de su propia casa para ejercitarse como solía hacerlo cuatro veces por semana. Su amigo Paul llegó a la casa, y ambos se encerraron en el gimnasio para adelantar los últimos acontecimientos como un par de vecinas chismosas, pero así eran ellos; desde pequeños siempre se contaban todo y ambos conocían cada uno de los secretos más oscuros e inocentes del otro. Jimmy tenía pensado hablar con su mejor amigo de temas como el futbol o los autos, pero algo en su interior lo impulsaba a hablar de ella; quería contarle todo lo que le había sucedido referente a esa mujercita brava que lo tenía al borde del colapso. Aunque ella últimamente no le había hecho maldades como él a ella, su sola presencia lo hacía estremecer y entrar en pánic
Llegó la noche y luego de que Paul se fue, Jimmy se duchó antes de irse a la cama temprano; el ejercicio lo había dejado tan agotado que solamente quería desparramarse sobre el colchón lo más rápido posible. Se puso el bóxer que había logrado robar de su habitación en un descuido de Salomé y se metió debajo de las cobijas, pero sus ojos se desviaron al escondite donde tenía oculta la maleta de su esposa, y de inmediato el recuerdo de ese aroma que expelía su ropa interior, lo hizo ansiar volver a olfatearla. Él no era de ese tipo de hombres pervertidos, pero las prendas de esa chica en particular tenían un aroma que lo había vuelto adicto. Era tan delicioso, único y delicado que lo transportaba a un mundo de calma, donde soplaba un viento fresco que se mezclaba con el aroma de las flores de todo tipo; el paraíso creado por Dios del que Adán y Eva habían sido desterrados, así era el lugar al que lo llevaba ese aroma. Cerró los ojos por un momento, imaginando lo bien que se había sent
Jimmy había vuelto a su habitación satisfecho con lo que había logrado; se sentía orgulloso de haber derrotado a esa fiera indomable que tenía por esposa y haber recuperado su habitación tan fácilmente, porque no le había costado mucho trabajo robarle las bragas, y agradeció al universo haberse implantado la costumbre de cargar las llaves de su habitación siempre con él. Lo primero que hizo fue darse una ducha bajo esa regadera que amaba, y después salió del baño con la toalla puesta en la cintura, yendo directamente al vestidor. Abrió el cajón donde guardaba su ropa interior, sacó un fino bóxer negro y se lo puso sobre el hombro izquierdo para buscar el resto de la ropa, pero entonces percibió inmediatamente un olor que ya conocía perfectamente y se coló sutilmente en sus fosas nasales, obligándolo a cerrar los ojos de inmediato. Era su olor… esa fragancia a flores y frescura que tanto le encantaba, pero, ¿de dónde venía? Abrió uno a uno los cajones de su closet y rebuscó entre su