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CAPÍTULO 4: Dios le da pan a quien no tiene dientes

—¿Estás persiguiéndome? —le preguntó Jimmy, mirando fijamente al frente.

—¿No tienes una mejor manera de llamar la atención? —contestó ella, atreviéndose a ojear el perfil de su rostro.

—Tú fuiste la que no pudo tomar otro ascensor, tenía que ser este…

—No creas que por parecer un príncipe salido de una película de Disney, te conviertes automáticamente en alguien irresistible —lo interrumpió, haciéndolo apretar la mandíbula—. Lamento informarte que hay mujeres que sí tenemos buen gusto. No te creas el centro del mundo, “niño bonito”.

Las puertas del ascensor se abrieron y Salomé salió, dándole un leve empujón en el hombro, (o bueno, hasta dónde le alcanzó su estatura). 

Jimmy se quedó sin palabras por lo que le dijo ella. Jamás ninguna mujer en sus veinticuatro años de existencia le había hablado de esa manera; todas las chicas, mayores que él o más jóvenes, siempre escurrían la baba estando a su lado y buscaban la forma de hacerlo sentir el rey del universo. Todas, absolutamente todas, lo alababan como si fuera un dios y no se atrevían siquiera a mirarlo a los ojos, pero esa chica le hizo sonrojar las mejillas con lo que le dijo, y para colmo, se atrevió a clavar las pupilas en sus ojos ofendiéndolo por segunda vez.  La primera fue con un golpe en los huevos, y ahora resultaba que también sabía golpear con la lengua y con la mirada. 

«¡Vaya cucarrón salvaje!, habrá que domesticarlo.»

Fue cuando se abrieron las puertas del ascensor, que se dio cuenta de que se había bajado en un nivel inferior del parqueadero, y que debió bajarse justo dónde esa mujer poseída por un gorila se bajó, pero sus palabras lo dejaron tan en shock que no se percató de eso. 

Se sintió como un imbécil cuando tuvo que volver a subir al ascensor y presionar el botón “0” para que lo llevara al piso indicado.

Al llegar, maldijo en voz alta una y otra vez por haberse quedado callado, dejando que ella lo humillara. En su mente aparecieron un montón de respuestas posibles que pudo haberle dado a esa atrevida, pero su lengua se había quedado congelada en ese momento, y ahora sería más estúpido buscarla para responderle; sin embargo, no perdió la esperanza de que algún día se vengaría…

❤ღ❤

Salomé caminaba por el parqueadero con una sonrisa de triunfo, por lo que le había respondido a ese niño bonito, pero esta desapareció de su rostro en cuanto recordó una vez más que ahora estaba casada con él, y aunque todavía no tenía el anillo puesto en el dedo, estaba claro que ambos eran esposos oficialmente. 

Su vida no podía estar peor… Ese muñequito con rostro tallado por los ángeles, ojos color miel hipnotizantes y voz grave y seductora que seguramente lograba derretir a cualquier ser femenino andante, era ahora su esposo… Ese ser engreído y petulante, que debería sentirse afortunado por haberse casado con ella, se atrevía a decir que lo estaba persiguiendo.

Por un momento se dio la vuelta pensando en devolverse para acabar con el orgullo de ese niño con cuerpo de hombre, pero se arrepintió cuando lo vio saliendo del elevador y corrió a esconderse detrás de su auto. Se vio a sí misma escapando de su presencia como una tonta cuando él le pasó por enfrente, y decidió que no tenía por qué huir de él.

Se subió a su auto y arrancó, pasando a tan solo unos pocos centímetros del Lamborghini Estoque que poseía ese muñeco de porcelana, viendo por el espejo lateral derecho, cómo el chico casi muere de un ataque al corazón cuando ella por poco roza su precioso vehículo, y no pudo evitar sonreír ampliamente por su picardía.

❤ღ❤

«¡¿Qué le pasa a esa loca?!»

Jimmy quedó pasmado al verla hacer semejante maniobra que casi termina arruinando la pintura de su “pequeña poni”, (como solía llamar a su amado auto que había comprado hace tan solo tres meses atrás), y deseó con más fuerzas vengarse de esa fiera salvaje que quería acabar con su paciencia por todos los medios. 

Él sabía que para las venganzas era un rey; nadie le ganaba cuando quería jugarle una broma pesada a alguien y hacerle pasar un mal rato. La única diferencia era que nunca tuvo que hacerlo con una chica, con una mujer… Todas sus víctimas hasta el momento habían sido del género masculino, debido a que las chicas lo adoraban y nunca alguna se había atrevido a ofenderlo; sin embargo, estaba más que decidido a limpiar su dignidad al precio que fuera necesario.

En todo el camino a su casa, no hizo más que pensar en mil y un planes para vengarse de Salomé, pero no estaba conforme con nada de lo que se le ocurría. Algunos trucos simplemente eran muy rudos para llevarlos a cabo con una mujer, aunque cuando recordó la forma en que ella lo golpeó en ese club, pensó que tal vez, ella no era como una frágil y dulce flor, sino más bien, un troll en cuerpo diminuto, atractivo y sensual, pero con las fuerzas suficientes para enfrentar a un semental como él. Sin embargo, los principios de caballero con los que fue educado le impedían ser rudo con las mujeres, por lo que todavía no estaba seguro de cuál debería ser la forma correcta de vengarse, entonces una idea brillante se le vino a la mente: tenía que llamar a su mejor amigo…

Paul había ideado casi la mitad de todos los planes de venganza y bromas que habían llevado a cabo juntos, así que, preguntarle a él, pedirle opinión sobre sus ideas, o más bien idear un nuevo plan en conjunto, sería lo más conveniente…

❤ღ❤

Salomé llegó a su casa sintiéndose como si un tren le hubiera pasado por encima; no quería saber nada de nadie, ni siquiera de sus amigas. Sabía que tenía que contarles la nueva mala noticia de que ahora estaba casada, pero primero quería asimilarlo para sí misma, ya que todavía no se convencía del todo. 

Arrojó su bolso a la cama y luego se lanzó de espaldas para quedarse mirando al techo por un par de minutos, aunque luego se sentó de golpe y quiso revisar su bolso para ver si todo había sido una horrible pesadilla y no algo completamente real; sin embargo, en cuanto esparció las cosas sobre la cama, una bonita caja de terciopelo negra se asomó y rodó hacia ella. La tomó y la abrió por primera vez, encontrando un precioso anillo con cristales de plata que le confirmó la veracidad de que ahora estaba casada.

Lo contempló por todos los ángulos y una sonrisa mezclada con lágrimas de desdicha, se escapó de sus labios, cuando su subconsciente le decía que ese anillo era demasiado hermoso para una mujer como ella, que le huía al compromiso y que un par de años atrás, había jurado que nunca se casaría y que siempre sería una mujer libre. 

En sus anteriores planes, estaba irse de fiesta con sus amigas cada quince días a emborracharse y conocer hombres guapos, de los que obtendría lo único que quería de ellos: “sexo”, para huir antes del amanecer y al día siguiente hacer de cuenta que no los conocía. Los pobres infelices se quedaban con un número de teléfono inexistente que ella se inventaba para todos y jamás la volvían a ver. 

Ese precioso anillo era el sueño de muchas y la pesadilla suya…

«Dios le da pan a quien no tiene dientes.»

Allí, sentada en la cama, con el precioso anillo dando vueltas en la palma de su mano, se puso a pensar en todos los amantes que había tenido en su vida y si tal vez alguno de ellos hubiera sido un buen partido para ella. 

A todos llegó a conocerlos tan poco, que, si acaso, recordaba solamente el pecho desnudo de los hombres balanceándose sobre ella mientras la sometían a la cama, o en algunas ocasiones, cuando ella era quien tenía el control, se le había grabado en la mente la forma y tamaño de aquello que era lo único que quería de ellos. Ni siquiera sus caras las recordaba, ¿cómo iba a saber si hubieran podido ser buenos candidatos? 

Aunque no estaba interesada en comprometerse con nadie, sabía que si un día lo hacía, sería con una buena persona. No sabía aun si Jimmy era un buen chico, pero solo el hecho de que se hubiera atrevido a burlarse de ella, la hacía desear estar casada con cualquier otro que no fuera él.

Se había acabado de poner su pijama y estaba a punto de irse a la cama, cuando una llamada insistente la hizo responder el teléfono de mala gana. La voz de su tía la obligó a torcer los ojos y la boca de disgusto, pero más grande fue su impresión, cuando escuchó esas malditas palabras que no había esperado oír y que eran el fin de su libertad. 

Sintió que una daga le atravesaba el pecho y su cuerpo se hacía boronas, cuando Victoria le dijo que tenía que irse a vivir con Jimmy, como lo estipulaba el contrato matrimonial, el cual no se le ocurrió leer antes de firmar…

Katta T.M.

Hola mis bellezas, espero que estén disfrutando de la historia, Estaré actualizando un capítulo por día. No olviden votar, dejarme sus comentarios y seguirme. :3

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