Selene se encontraba sumida en la calma del lago, sus pies sumergidos en el agua cristalina que reflejaba los destellos plateados de la luna llena. El suave murmullo de las hojas meciéndose en la brisa no hacía más que añadir serenidad al ambiente nocturno, permitiéndole sumergirse en sus pensamientos. Los recuerdos de la reciente batalla aún danzaban en su mente, pero por un momento, se permitió dejar de lado la carga que llevaba. De repente, una figura familiar se acercó y se sentó a su lado. Era su madre, Kyra, quien la miró con preocupación pintada en el rostro.—¿Qué haces aún despierta? Pensé que estabas cansada tras la batalla —preguntó Kyra, su tono era suave pero firme.Selene giró su cabeza hacia su madre, sintiendo cómo el agua parecía abrazar sus pies. —Yo... solo pensaba un rato —respondió, tratando de ocultar la profunda reflexión que la envolvía.Kyra frunció el ceño, deseando comprender la tormenta emocional que se escondía tras la mirada de su hija.—¿Solo eso? No p
En un remoto y olvidado pueblo, donde la evolución humana aún no había sido descubierta y la vida transcurría de manera primitiva y rudimentaria, dos clanes mantenían una rivalidad que parecía tan eterna como la misma naturaleza que los rodeaba. Los Rokar, guerreros invencibles y orgullosos de su linaje; y los Lira, astutos y hábiles en el arte de la estrategia. Ambos grupos habían coexistido, pero siempre a una distancia prudente, como dos sombras que nunca se cruzarían. Sin embargo, una chispa inesperada encendió el fuego de lo prohibido: el amor entre kyra, una joven del clan Lira, y Kael, un valiente guerrero de los Rokar.Sus corazones se entrelazaron en secreto, impulsados por una pasión desenfrenada que desafiaba las advertencias de sus pueblos. El canto de la leyenda ancestral resonaba en sus oídos, un ecos que hablaba de la destrucción que seguiría a la unión de sus clanes. Las viejas historias, contadas al rededor de las fogatas por los ancianos, advertían que el amo
En una región apartada, donde el tiempo parecía haberse detenido, se erguía el pueblo de Hunulú. Este lugar, abrazado por montañas nevadas y frondosos bosques, había sido olvidado por el mundo moderno. Las calles de tierra se entrelazaban en un laberinto que contaba historias de generaciones, y las casas, construidas con madera y piedra, parecían surgir de la tierra misma, como si deseasen preservarse de la vorágine del tiempo. Los aldeanos vivían en armonía con la naturaleza, llevando una vida marcada por ritmos sencillos y ciclos de la agricultura y la caza. Los días transcurrían tranquilamente en Hunulú, donde el amanecer traía consigo el canto de los pájaros y el brillo del sol filtrándose entre las hojas de los árboles. Los aldeanos se despertaban temprano, con una rutina arraigada en tradiciones ancestrales. Los hombres de los clanes salían a cazar, mientras que las mujeres se ocupaban de los cultivos y de cuidar a los pequeños. En el corazón de Hunulú, un lugar remoto y casi
Kira y Kael se encontraban inmersos en una tensión amorosa, un delicado equilibrio entre el deseo y el temor que les impedía expresar abiertamente lo que sentían el uno por el otro. En su entorno, las circunstancias parecían conspirar para mantenerlos alejados, y sin embargo, era imposible ignorar la atracción que se manifestaba entre ellos en cada mirada furtiva. Se suponía que no deberían sentirse de esa manera, pero en ese momento, todo se volvió inevitable. Sus miradas se buscaban en la distancia, como imanes irresistibles que se atraen a pesar de las barreras. Una de esas miradas se produjo en un momento particularmente intenso, mientras Kira exhibía su habilidad con el arco. Se encontraba en el centro de un pequeño círculo de personas, rodeada por sus compañeros de clan que la animaban con gritos entusiastas. La atmósfera estaba cargada de emoción y camaradería, pero Kira no podía evitar sentir una mezcla de nervios y determinación. Con una concentración casi palpable, alineó la
Kael se acomodó en el suave y fresco pasto junto a Kyra, ambos rodeados por la serenidad del bosque que se extendía a su alrededor. La noche había desplegado su vasto manto de estrellas, y juntos se sumergieron en la contemplación del cielo nocturno, donde las constelaciones brillaban como faros en la oscuridad. Sin embargo, más que el espectáculo celeste, lo que realmente atesoraban era la compañía del otro. En ese instante compartido, el bullicio del mundo exterior parecía desvanecerse; era como si una barrera mágica los protegiera de las antiguas rivalidades y de las pesadas sombras de su pasado. Aquella noche, bajo la luz plateada de la luna, habían creado un refugio donde el tiempo parecía detenerse, y solo existía el ahora, un ahora cargado de esperanzas y posibilidades. La paz del momento fue interrumpida por la voz suave y contemplativa de Kael, quien rompió el silencio que los envolvía con una pregunta que había estado rondando en su mente. — ¿Crees que algún día la rivalida
El sol se ocultaba lentamente detrás de las colinas, tiñendo el cielo de un suave tono anaranjado que prometía una noche estrellada, como un tapiz de sueños esperando ser tejido. Kyra se adentraba en el bosque, sus pasos silenciosos sobre la hojarasca húmeda que crujía suavemente bajo sus pies. Había algo sagrado en esas horas crepusculares que la llenaban de una mezcla de excitación y ansiedad, un sentimiento que la envolvía como un abrigo cálido en el frío de la inminente noche. Sabía que su encuentro con Kael estaba a punto de comenzar, y cada vez que se veían, un torbellino de emociones la invadía, un mar de sentimientos intensos que la hacían sentir viva. Desde aquel día en que sus labios se encontraron por primera vez, sus encuentros habían adquirido una nueva dimensión, convirtiéndose en momentos cargados de pasión y deseo. Ambos se encontraban atrapados en un éxtasis de amor desenfrenado que los mantenía en un estado de euforia constante. Se habían vuelto inseparables, sus encu
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados. Este momento del día siempre había sido especial para Kyra. Le encantaba cómo la luz del atardecer transformaba el paisaje, pero era innegable que hoy había algo diferente en el aire. Aristán, su pueblo, se encontraba en un estado de inquietud latente. Por eso, las palabras de sus amigos y ancianos resonaban en su mente como ecos persistentes, recordándole el peligro que su amor representaba. Era una tarde cálida cuando se reunió con sus amigos en el claro del bosque, un lugar donde habían compartido risas y secretos desde la infancia. Sin embargo, hoy se respiraba una tensión palpable. Alrededor de una fogata crepitante, Valen, uno de sus amigos más cercanos, soltó una risa nerviosa. -Kyra, tienes que entender que Kael no es como nosotros. Todo el pueblo lo sabe -dijo, mirando a los demás en busca de apoyo. -¿Qué quieres decir con eso? -respondió Kyra, con un destello de desafío en sus o
El viento soplaba suave entre los árboles, creando una danza de susurros que solo Kyra y Kael podían entender. La luz dorada del atardecer se filtraba a través de las hojas, creando manchas de luz en el suelo cubierto de hojas secas. En ese instante, el mundo parecía detenerse a su alrededor, y el peso de su amor prohibido era más ligero que nunca.Kyra miró a su alrededor, asegurándose de que estaban solos, antes de centrar su atención en Kael. Sus ojos, que normalmente reflejaban un océano de emociones, ahora mostraban una complejidad de sentimientos que solo se intensificaban con cada segundo que pasaban juntos. Sabían que su amor era un secreto, un fuego que podía consumirlos si alguien llegaba a descubrirlo."¿Por qué debemos esconderlo?" preguntó Kyra en un susurro apenas audible. "¿Por qué es tan prohibido amar y sentir lo que sentimos?"Kael la miró con ternura, sus manos, callosas de trabajos en el campo, encontraron las de ella. "A veces, Kyra, el amor más hermoso es el que