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capitulo 3: El amor florece

El viento soplaba de manera suave y constante sobre los verdes campos de Valdoria, la tierra que albergaba a los clanes Lira y Rokar. Los altos árboles que rodeaban el territorio de los Lira estaban cubiertos de hojas brillantes que susurraban suavemente al compás de la brisa. En este entorno natural, repleto de vida y misterio, se encontraba Kyra, una joven guerrera del clan Lira.

Kyra era una chica de diecinueve años, con una fuerte conexión a la naturaleza que la rodeaba. Su largo cabello castaño, que caía en cascadas desordenadas por su espalda, reflejaba destellos dorados bajo el sol. Vertía su energía en el entrenamiento diario, endureciendo sus músculos mientras su corazón latía con fuerza, alimentado tanto por la emoción de ser parte de su clan como por la búsqueda de su propia identidad. En su mirada, una mezcla de determinación y curiosidad brillaba, siempre ansiosa por descubrir lo que el mundo tenía para ofrecer más allá de los bosques que había llamado hogar.

Desde muy pequeña, Kyra había sentido la presión de vivir a la altura de las expectativas de su clan. Las mujeres de Lira eran conocidas no solo por su belleza, sino por su destreza en la lucha y su conexión con las fuerzas de la naturaleza. Ella había instruido en la magia de las hojas y las flores, aprendiendo a manipular el entorno para servir a su familia y proteger a su gente. Sin embargo, algo dentro de ella anhelaba más que las pautas tradicionales. Deseaba explorar más allá de la tierra de los Lira, ver lo que había más allá de la frontera, e incluso conocer a guerreros de otros clanes.

El destino le brindaría la oportunidad de cumplir su deseo cuando, en una reunión anual entre clanes, el clan Rokar se presentó en las tierras de Lira. Los Rokar eran guerreros temidos, fuertes y decididos, con una reputación de destreza en combate que les precedía. De entre ellos, Kael se destacaba. Con su imponente estatura y presencia magnética, había capturado la atención de todos, incluidas las jóvenes del clan Lira.

Kael, un guerrero de veintiún años, era un perfecto ejemplo de la fuerza de su linaje. Su cabello negro azabache enmarcaba su rostro, y sus ojos de un azul profundo irradiaban confianza y valentía. Desde temprana edad, había dedicado su vida a entrenar y superar las expectativas de su clan. Con cada batalla y cada hazaña, había forjado no solo su cuerpo, sino también su espíritu, convirtiéndose en un verdadero líder, tanto en la lucha como en el campo de la diplomacia. A través de él, el clan Rokar mantenía su orgullo, y él mismo era consciente del peso que llevaba sobre sus hombros.

La reunión había sido planeada como un intercambio amistoso entre clanes, una oportunidad para fortalecer lazos y fomentar la paz. Sin embargo, entre las conversaciones y el jolgorio, Kyra y Kael no pudieron evitar robarse miradas. Cada vez que sus ojos se encontraban, un escalofrío recorría la espalda de Kyra, mientras Kael sentía que había encontrado en la joven algo que despertaba emociones que antes no había conocido. Había en ella una fuerza que lo atrajo de inmediato, un magnetismo que lo hizo sentir más vivo que nunca.

Una de esas miradas se produjo mientras Kyra demostraba su habilidad con el arco. Se encontraba en el centro de un pequeño círculo de personas, mientras sus compañeros de clan la alentaban. Tensa, alineó la flecha con el objetivo a varios metros de distancia, y con un movimiento preciso, disparó. La flecha voló por el aire y cayó, precisa, en el medio del blanco. Los aplausos resonaron entre los árboles, y celebraciones llenaron el aire. Sin embargo, en medio de la ovación, Kyra sintió una mirada fija en ella.

Al girar, sus ojos se encontraron con los de Kael. Él sonreía, una expresión que irradiaba admiración y respeto. Su corazón dio un brinco. En ese instante comprimido, todo el bullicio que rodeaba la celebración se desvaneció. Las palabras de sus amigos y la música de la reunión se desdibujaron, dejando solo ese intercambio significativo. Era como si el mundo se hubiera detenido por un breve momento, permitiendo que la atracción entre ellos se encendiera en un fuego cálido y tentador.

Kael se acercó, su porte erguido, y se presentó con un saludo cordial. “Impresionante tiro, guerrera del clan Lira. También yo podría aprender algo de ti”, dijo, su voz profunda resonando en el aire. Ante él, Kyra sintió un ligero rubor en sus mejillas, un leve cosquilleo en su pecho que la sorprendió.

“Gracias,” respondió ella con una sonrisa tímida. “El arte del tiro con arco es más que solo un ataque a larga distancia; es escuchar a la naturaleza también.” El tono de su voz era ligero, juguetón, como si tratara de desviar la seriedad de la situación, pero su corazón latía con fuerza.

Kael asentía, intrigado no solo por su habilidad con el arco, sino por la profundidad de sus palabras. “Puedo ver que tienes una conexión especial con el mundo que te rodea. La facilidad con la cual interactúas con la naturaleza es admirable”, comentó, dando un paso más cerca.

Kyra sintió un hormigueo en el estómago. La valía de sus habilidades era siempre calificada, pero escucharla de alguien como Kael, un guerrero de renombre, era diferente. “La naturaleza es generosa y nos enseña a ser humildes”, respondió ella, su voz aún dulce pero firmemente anclada en su entorno.

A medida que la conversación avanzaba, ambos se sintieron irresistiblemente atraídos el uno hacia el otro. Las elecciones de palabras y las sonrisas se volvieron más fluidas, más naturales. En el fondo de sudores compartidos, la atracción se tornó palpable, como un hilo invisiblemente tenso que los conectaba. Ellos se perdieron en la conversación, fascinándose por las costumbres y leyendas de cada clan. La admiración que ambos sentían comenzó a transformarse en un afecto más profundo.

Sin embargo, a medida que la noche avanzaba, una sombra se cernía sobre ellos. Los clanes llevaban generaciones enrsacas por antiguas rivalidades, y aunque el encuentro era pacífico, había un silencio latente entre ellos, un recordatorio de que, a pesar de los nuevos lazos, había cosas que los separaban. Las palabras de sus ancestros resonaban como un eco en sus mentes. Kyra y Kael podían sentirlo. Aunque deseaban explorar más este nuevo sentimiento, sabían que el camino entre ellos no sería sencillo.

Más tarde en la noche, mientras los tiempos se encendían con llamas que danzaban, Kyra encontró un momento a solas. Se alejaba del bullicio y se aventuraba hacia el claro del bosque, buscando un lugar donde pudiera pensar y tomar la fresco. Mientras contemplaba las estrellas que brillaban en la oscuridad, sintió una presencia detrás de ella. Girándose, se encontró con Kael.

“Te encontré”, dijo él, con una sonrisa que irradiaba la luz de la luna. Su voz era suave, casi un susurro, como si temiera romper la magia del momento.

“¿Por qué estás aquí?” preguntó Kyra, aunque en el fondo, sabía que también era debido a la conexión que habían sentido.

“Vine a encontrar respuestas, pero creo que sólo encontré más preguntas. ¿Sientes... esto entre nosotros?” su voz era sincera, la seriedad empapada en ella.

La joven guerrera sintió su pulso acelerarse. “Sí. No sé cómo explicarlo, pero hay algo que me atrae hacia ti. Algo más grande que nosotros mismos.”

La distancia entre ellos disminuyó, y el espacio comenzó a llenarse de una palpable tensión. Kyra podía ver el destello de vulnerabilidad en los ojos de Kael, una lucha interna que reflejaba la suya propia. “Pero… nuestros clanes y…”

“Los lazos del pasado son fuertes”, interrumpió Kyra, “pero no podemos dejarlos definir el futuro. Cada uno es dueño de su propio destino.” Su voz era firme, una declaración que resonaba con la pasión que sentía.

Kael dio un paso hacia ella y sus miradas se encontraron de nuevo. “Quizás este encuentro sea una señal. Quizá, solo quizás, nosotros seamos la oportunidad para unir a nuestros clanes en lugar de enfrentarnos.”

Kyra sintió su corazón dar otro brinco. Aunque lo que decía sonaba audaz y ambicioso, dentro de ella florecía la esperanza de que su conexión podría ser algo más que un deseo fugaz.

En ese instante decisivo, los dos jóvenes eran conscientes de que la historia que estaban a punto de escribir iba más allá de sus propios sentimientos. Su relación podría cambiar el destino de sus clanes para siempre o llevarlos a una batalla que ni ellos deseaban. El destino de Valdoria estaba interconectado, pero el camino por delante era incierto y estaba lleno de desafíos.

Kael levantó una mano suavemente. “Kyra, estoy dispuesto a enfrentar el futuro, en cualquier dirección que tome. Si esto es lo que siento, no quiero dejarlo escapar.” Sus palabras colgaron en el aire como un juramento, y en ellas había una promesa implícita.

Kyra sintió que su respuesta era clara, aunque aún había un rayo de incertidumbre. “Entonces, hagamos esto juntos.”

Fue en ese instante que ambos se acercaron, sus corazones latiendo al unísono. La atracción, que había comenzado como un destello lejano, ahora ardía como un fuego inextinguible, un fuego del que ningún guerrero deseaba escapar. Con el resplandor de las llamas atenuándose tras de ellos, se dieron cuenta de que el peligro que se avecinaba no era nada comparado con lo que podrían lograr juntos.

Y en ese momento, Kyra y Kael sentaron las bases de lo que sería un camino intrincado pero lleno de posibilidades. Una historia de amor, desafío y unión entre clanes, en la que cada decisión contaría y, con cada susurro del viento, el ecosistema de Valdoria cambiaría para siempre.

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