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capitulo 3: El amor florece

Kael se acomodó en el suave y fresco pasto junto a Kyra, ambos rodeados por la serenidad del bosque que se extendía a su alrededor. La noche había desplegado su vasto manto de estrellas, y juntos se sumergieron en la contemplación del cielo nocturno, donde las constelaciones brillaban como faros en la oscuridad. Sin embargo, más que el espectáculo celeste, lo que realmente atesoraban era la compañía del otro. En ese instante compartido, el bullicio del mundo exterior parecía desvanecerse; era como si una barrera mágica los protegiera de las antiguas rivalidades y de las pesadas sombras de su pasado. Aquella noche, bajo la luz plateada de la luna, habían creado un refugio donde el tiempo parecía detenerse, y solo existía el ahora, un ahora cargado de esperanzas y posibilidades.

La paz del momento fue interrumpida por la voz suave y contemplativa de Kael, quien rompió el silencio que los envolvía con una pregunta que había estado rondando en su mente.

— ¿Crees que algún día la rivalidad entre nuestros clanes se termine?

Kyra lo miró, sorprendida. Ese mismo pensamiento había estado danzando en su mente, un anhelo que la consumía desde hacía tiempo. Su corazón latía con fuerza ante la idea de un futuro en el que su pueblo pudiera estar unido, sin divisiones ni enemistades.

— Es lo que siempre he querido… que seamos un pueblo unido —respondió Kyra, dejando que sus palabras fluyeran con sinceridad. Había algo liberador en compartir ese deseo, como si al verbalizarlo, pudiera tomar forma y convertirse en una realidad tangible.

A medida que Kael escuchaba, su mirada se perdía en el vasto océano de estrellas, pero su mente estaba centrada en ella, en la conexión que sentían.

— También espero eso... —dijo, su voz cargada de anhelo—. Además, quiero pasar más tiempo contigo.

Las palabras de Kael provocaron que el rostro de Kyra se tiñera de un suave tono rosado. La timidez brotó en ella, pero también una chispa de alegría que iluminó su interior.

— Yo también —respondió, con la voz un poco más baja, casi un susurro, como si temiera romper la magia del momento.

La conexión entre ellos era palpable, un hilo invisible que los unía a pesar de las adversidades. Kael, sintiendo que el momento pedía una propuesta, continuó, decidido:

— Deberíamos vernos en el bosque una vez por semana.

Kyra frunció el ceño, preocupada. Sabían bien que sus clanes eran enemigos, y cualquier encuentro entre ellos podría ser arriesgado.

— No crees que… sería… peligroso? —preguntó, su voz temblando ligeramente al pronunciar aquellas palabras. El temor a las repercusiones de su relación la invadía.

— No estamos haciendo nada malo… —dijo Kael, reflexionando por un instante—. Tú solo me enseñarás... —hizo una pausa, tratando de encontrar la mejor manera de enmarcar su idea—. Tiro con arco.

Kyra soltó una risita, sorprendida por la propuesta.

— Pero ya sabes tirar con arco, Kael —replicó, divertida, mientras una sonrisa iluminaba su rostro.

— Pero no como tú. Así que eso haremos: entrenamiento de tiro con arco —dijo él, riendo con ella. La idea de compartir ese tiempo juntos, de aprender y de crecer, lo llenaba de entusiasmo—. ¿Hecho? —añadió, extendiendo su mano hacia Kyra, invitándola a sellar aquel pacto con un apretón de manos.

— Hecho —respondió ella, sonriendo con sinceridad, sintiendo que esa pequeña promesa les unía aún más, como si un nuevo lazo se hubiera tejido entre ellos.

— Después del atardecer —agregó Kael, su rostro iluminado por una gran sonrisa que parecía rivalizar con las estrellas en el cielo.

— Excelente —dijo Kyra, sintiendo que el futuro se llenaba de luz y esperanza. En ese momento, entre risas y sueños compartidos, el claro del bosque se convertía en su pequeño universo, un lugar donde las rivalidades se desvanecían y el verdadero vínculo entre ellos comenzaba a florecer.

Y así, durante meses, sus encuentros furtivos en el bosque se volvieron cada vez más constantes. Cada reunión era un nuevo capítulo en su historia, donde el amor florecía en cada conversación, en cada gesto y en cada mirada que se cruzaba. El bosque, antes un escenario de secretos prohibidos, se transformó en un santuario donde podían ser ellos mismos, lejos de las expectativas y las tensiones de sus clanes.

Con el paso del tiempo, las risas de Kyra y Kael resonaban entre los árboles del bosque, creando una melodía única que parecía danzar con el viento. Aquellos momentos compartidos se convirtieron en un refugio para ambos, donde sus corazones se entrelazaban más profundamente, como raíces de un árbol que se entrelazan en la tierra fértil. En cada encuentro, se dieron cuenta de que lo que había comenzado como un simple deseo de unión y amistad estaba evolucionando hacia algo más profundo, un amor que desafiaba las normas impuestas por sus respectivos pueblos.

Cada día que pasaba, la conexión entre ellos se volvía más intensa, como si el universo conspirara para unir sus destinos. A pesar de las miradas desaprobatorias que podrían recibir, se sentían cada vez más valientes, dispuestos a enfrentar cualquier adversidad por el amor que florecía en sus corazones. Cada encuentro se convertía en una promesa silenciosa de que, pase lo que pase, estarían dispuestos a luchar por lo que sentían el uno por el otro.

Ese día en particular, el aire en el bosque estaba cargado de una tensión palpable. Kyra y Kael disfrutaban de la compañía del otro, pero había algo diferente en el ambiente. La cercanía que habían cultivado durante meses comenzaba a pesar, no de manera negativa, sino como una necesidad inminente de unirse. Era como si sus cuerpos anhelaran el contacto, como si sus labios estuvieran preparados para rozarse en cualquier instante.

—Kyra—dijo Kael, rompiendo el silencio que había caído entre ellos, un silencio que parecía pesar más que las palabras no dichas.

—¿Sí?—respondió ella, sintiendo en su interior que algo significativo estaba a punto de desvelarse. Su corazón latía con fuerza, anticipando lo que podría venir.

—Yo... Tú sabes que—Kael vaciló, sus palabras parecían atrapadas en su garganta, mientras sus ojos, llenos de nerviosismo y determinación, buscaban los de Kyra. Ella lo miraba con atención, sintiendo cómo el tiempo se detenía en ese instante, como si el mundo a su alrededor se desvaneciera en una bruma etérea.

—Lo que quiero decir es que—continuó Kael, tomando un profundo aliento, como si se preparara para un salto al vacío—sabes muy bien que tú me gustas.

Las palabras que pronunció eran como un susurro que reverberó en el aire, y Kyra sintió cómo sus mejillas se encendían, un calor que se extendía por todo su ser, como si una chispa se hubiera encendido en su interior.

—Lo sabes, ¿verdad?—insistió Kael, buscando la confirmación en los ojos de ella, como si su mirada pudiera desvelar los secretos que ambos habían guardado en silencio.

—Lo sé, Kael... Tú... tú también me gustas—respondió Kyra, sus ojos fijos en él. Las palabras fluyeron de sus labios con una sinceridad que iluminaría la oscuridad de cualquier duda. Kael se sonrojó, sus ojos brillando con una mezcla de alegría y alivio, como si finalmente hubiera liberado un peso que llevaba consigo desde hacía mucho tiempo.

—No quiero que esto acabe—declaró Kael con fervor, su voz llena de pasión—. Estoy dispuesto a luchar por lo nuestro. Sé muy bien que venimos de clanes enemigos, pero mi amor por ti es más grande que cualquier estúpida rivalidad que pueda existir entre nosotros.

Las palabras de Kael resonaron en el corazón de Kyra, llenándola de una calidez que hacía tiempo no sentía. Recordó un tiempo en el que la idea de ser descubiertos la aterrorizaba, pero ahora, con el corazón latiendo fuerte en su pecho, se dio cuenta de que su amor era más fuerte que cualquier temor que pudiera anidar en su mente.

—Hubo un tiempo en que estaba aterrada a la idea de que nos descubrieran—confesó Kyra, sus ojos manteniendo un contacto profundo con los de Kael—. Pero ahora es diferente. Me gustas mucho, Kael, y quiero seguir a tu lado, pase lo que pase.

La sinceridad de sus palabras flotó en el aire como una promesa, un pacto silencioso entre dos almas que se habían encontrado en medio del caos. La fuerza de su amor se convirtió en su escudo, y juntos se embarcarían en un viaje lleno de desafíos, pero también de esperanza y valentía.

Ambos se miraron fijamente, y en un impulso casi instintivo, se abrazaron en un cálido y tierno momento, el mundo exterior desvaneciéndose por completo a su alrededor. Se separaron un instante, aún sumidos en la intensidad de sus emociones, y sus miradas se encontraron de nuevo, llenas de un entendimiento más allá de las palabras.

Kael se acercó lentamente a Kyra, sintiendo cómo el aire entre ellos se cargaba de electricidad, como si cada suspiro y cada latido marcara el compás de un nuevo comienzo. Sus respiraciones se hicieron pesadas y entrelazadas, sus alientos se combinaban en una danza íntima y delicada. Finalmente, sus labios se encontraron, fusionándose en un beso que comenzó con la dulzura de un primer encuentro, quizás un poco torpe, pero lleno de una ternura inigualable.

A medida que el beso se intensificaba, se tornó más profundo, más íntimo, más intenso; cada caricia de sus labios era un reflejo de la conexión que habían construido a lo largo del tiempo. En ese instante, el mundo exterior se desvaneció por completo, dejando solo a Kael y Kyra en su burbuja de amor y promesas. Fue un momento que selló su destino, un instante en el que comprendieron que, pase lo que pase, estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.

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