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capitulo 2: Rivalidad ancestral

           En un mundo donde los clanes han forjado su identidad a través de la tradición, dos nombres resuenan con fuerza: Rokar y Lira. Estos clanes, una vez unidos por lazos de amistad, ahora se encuentran atrapados en una rivalidad intensa que ha perdurado a lo largo de generaciones. La narrativa de su historia es compleja, tejida con capas de conflictos, traiciones y antiguas advertencias que han marcado el destino de ambos pueblos.

Los Rokar, conocidos por su valentía y destreza, habitan las montañas del norte. Cuentan con una larga tradición de guerreros que han defendido su territorio con honor. Sus leyendas hablan de un ancestro que, con su espada forjada en los fuegos del volcán, logró unificar a su pueblo en tiempos de guerra. Su cultura valora la fuerza y la lealtad, y cada miembro del clan lleva consigo el peso de esa herencia. Desde pequeños, los jóvenes son entrenados para convertirse en fieros combatientes, y cada batalla es una oportunidad para demostrar su valía.

"Los ecos de los guerreros Rokar resonaban en el aire mientras sus jóvenes se preparaban para la ceremonia del paso. Las montañas eran testigos de una historia de coraje y sacrificio, un legado que se había transmitido a través de generaciones. En cada batalla librada, en cada enemigo caído, el nombre de Rokar se fortalecía, pero a un alto precio. La rivalidad con el clan vecino, los Lira, se había convertido en la sombra que acechaba su prosperidad."

En contraposición, el clan Lira se encuentra asentado en los valles y bosques del sur, donde la naturaleza les ha otorgado recursos abundantes. Su fortaleza radica en la astucia y el ingenio. Los Lira son conocidos por ser diplomáticos hábiles, pero saben cómo luchar cuando es necesario. Su historia está llena de relatos sobre brillantes estrategias que les han permitido sobrevivir a numerosas invasiones y mantener su autonomía.

"En el corazón de los bosques, los Lira danzaban al compás de la melodía de la vida. Su capacidad de adaptarse a los desafíos les había otorgado un lugar respetado en el mundo, aunque su rivalidad con los Rokar nunca había estado ausente. Las viejas leyendas hablaban de puentes ahora destruidos, de una alianza que algún día había prometido curar las viejas heridas, pero que en vez de eso, había sembrado la discordia."

La tensión entre los Rokar y los Lira se remonta a un conflicto ancestral, que tuvo su origen en una disputa territorial. Desde tiempos inmemoriales, ambos clanes han convivido en la misma región, un lugar que, aunque rico en recursos, empezó a mostrar señales de agotamiento. A medida que las tierras de caza se volvían cada vez más escasas, la competencia por los recursos se intensificó. La necesidad de sobrevivir y prosperar llevó a ambos clanes a un enfrentamiento inevitable, donde cada encuentro terminaba en un estallido de hostilidad y rencor.

Los Rokar, conocidos por su fuerza y ferocidad en la batalla, se vieron empujados a luchar por lo que consideraban su derecho ancestral. Por otro lado, los Lira, astutos y estratégicos, buscaron maneras de afirmar su dominio sobre las tierras que habitaban. Con cada enfrentamiento, las tensiones marcaban la piel y el corazón de los guerreros; las heridas, tanto físicas como emocionales, se perpetuaban a lo largo de las generaciones, convirtiéndose en historias que se contaban al calor del fuego.

Las antiguas rencillas jamás se desvanecieron. De hecho, en vez de mitigar el conflicto, cada nueva disputa avivaba las llamas del odio que ardían en el corazón de cada miembro de ambos clanes. Las leyendas de traiciones y victorias resonaban entre ellos, y con cada relato compartido, se solidificaba la enemistad. Las noches se convirtieron en el escenario de narraciones orales, donde ancianos rememoraban antiguas batallas y héroes caídos, creando un ambiente cargado de resentimiento y anhelos de venganza.

Con el paso del tiempo, estos encuentros no solo se consolidaron en enfrentamientos físicos, sino también en una lucha psicológica. Los Rokar y los Lira comenzaron a desarrollar tácticas de desinformación, tratando de desacreditar al enemigo a través de rumores y mentiras. La desconfianza se convirtió en la norma, no solo entre los guerreros, sino también entre las familias y las comunidades. Los niños crecían escuchando historias sobre la brutalidad del otro clan, lo que cimentaba un ciclo de odio que parecía interminable.

Las tradiciones de ambos clanes también se vieron afectadas por esta rivalidad. Las ceremonias que alguna vez fueron espacios de celebración y unidad se transformaron en eventos tensos y cargados de hostilidad. Las danzas, que solían ser un símbolo de armonía con la naturaleza, se convirtieron en exhibiciones de fuerza y desafío. En cada gesto, en cada grito de guerra, había un eco del dolor del pasado, una herencia que ni los clanes pudieron superar, a pesar de sus intentos por establecer treguas temporales.

Por lo tanto, la enemistad entre los Rokar y los Lira no solo era un enfrentamiento por territorios; era un profundo abismo de heridas históricas y resentimientos que se transmitían de generación en generación. La sangre derramada en el campo de batalla servía como recordatorio constante de que, en el corazón de cada miembro de ambos clanes, la paz era un sueño lejano, un horizonte que parecía imposible de alcanzar mientras las llamas de la rivalidad ardieran con tanta intensidad.

"Era imposible ignorar el peso de la historia. La sangre derramada en las colinas era todavía fresca en la memoria de los ancianos, quienes relataban cuentos de batallas épicas a las nuevas generaciones. Se decía que cuando un Rokar caía, la tierra temblaba en duelo, y cuando un Lira caía, los árboles lloraban en silencio. La lucha no era solo por tierras; era por un honor perdido, una traición que había marcado sin vuelta atrás su destino."

A lo largo de los años, los ancianos de los clanes de Rokar y Lira han transmitido advertencias profundas y llenas de significado acerca de la posibilidad de una unión entre sus pueblos. Estas advertencias, que se han convertido en un hilo conductor de las historias y leyendas que se cuentan a las nuevas generaciones, tienen su raíz en una antigua profecía. Dicha profecía, grabada con esmero en las frías y duras piedras de la cueva sagrada que ambas tribus veneran, habla de un destino sombrío que podría surgir de la unión de los clanes.

Se dice que la cueva, llena de inscripciones ancestrales y símbolos enigmáticos, ha sido un lugar de adoración y reflexión para los líderes de ambas culturas. En sus paredes, las imágenes se entrelazan con relatos de tiempos pasados, recordando a todos la historia compartida de la rivalidad y el respeto mutuo. Sin embargo, entre todas estas narraciones, una destaca por su claridad aterradora: si alguna vez se produjera un acercamiento significativo entre los clanes, un gran cataclismo se desataría, amenazando con arrasarlo todo a su paso y poniendo en grave peligro la existencia misma de ambos pueblos.

Esta advertencia ha resonado como un eco constante en las mentes de los líderes de Rokar y Lira. Sus corazones, aunque a menudo anhelan la paz y la unidad, no pueden evitar ser arrastrados a la sombra de esta profecía. Cada vez que un líder se encuentra ante decisiones cruciales que podrían acercar a las tribus, las palabras de los ancianos resuenan como un hechizo incapacitante. Los consejos sabios de los ancianos, cargados de advertencias, emergen entre las conversaciones, como un recordatorio de que el destino de sus pueblos es una delgada línea que no puede ser cruzada.

Cada clan, habitado por el anhelo de prosperidad y estabilidad, lucha internamente entre el deseo de unirse para enfrentar los desafíos del mundo exterior y la necesidad de preservar su independencia y legado. La historia de la rivalidad entre Rokar y Lira se ha transmitido de generación en generación, enriqueciendo su cultura y cimentando su identidad. Sin embargo, en el trasfondo de esta rica herencia, la profecía permanece como un presagio oscuro, constantemente vigilante y esperando su momento.

A medida que los ancianos continúan su papel de guardianes de la memoria colectiva, su sabiduría se vuelve aún más relevante. Las noches se llenan de inquietudes y susurros, donde las sombras de los ancianos parecen cobrar vida al hablar de antiguas divisiones y guerras pasadas. La historia se hace pesada sobre los hombros de los jóvenes, quienes, aunque sienten la urgencia del cambio, también son conscientes de las advertencias que han oído desde su infancia.

Así, el dilema de la unión entre Rokar y Lira se erige como un tema cargado de emociones ambivalentes. Cada líder, cada guerrero y cada anciano carga con el peso de la profecía, mientras observan a sus gentes, cuyas esperanzas de un futuro compartido pueden entrar en conflicto con el temor ancestral que ha sido sembrado tan profundamente en sus corazones. En este cruce de caminos, el destino de ambos clanes aguarda, lleno de incertidumbres y posibilidades, mientras la profecía permanece como un espectro que acecha a sus habitantes.

"La cueva sagrada, recubierta de moss y secretos olvidados, guardaba las advertencias de los antepasados. La luz de la antorcha jugaba en las paredes, formando sombras danzantes que parecían susurrar. ‘No mezcles tus sangres,’ decían las inscripciones, ‘pues el cataclismo será el precio del amor entre las llamas y el agua’. La leyenda sostenía que al ignorar esta advertencia, los clanes condenarían a sus descendientes a un sufrimiento interminable."

A medida que se acercan momentos decisivos y los rumores de una amenaza externa comenzaban a circular, la rivalidad ancestral se enfrenta a nuevos retos. Las viejas heridas resurgen y los jóvenes líderes de ambos clanes, que anhelan cambios, se encuentran atrapados entre las viejas tradiciones y la necesidad de una nueva visión.

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