El viento soplaba de manera suave y constante sobre los verdes campos de Valdoria, la tierra que albergaba a los clanes Lira y Rokar. Los altos árboles que rodeaban el territorio de los Lira estaban cubiertos de hojas brillantes que susurraban suavemente al compás de la brisa. En este entorno natural, repleto de vida y misterio, se encontraba Kyra, una joven guerrera del clan Lira.Kyra era una chica de diecinueve años, con una fuerte conexión a la naturaleza que la rodeaba. Su largo cabello castaño, que caía en cascadas desordenadas por su espalda, reflejaba destellos dorados bajo el sol. Vertía su energía en el entrenamiento diario, endureciendo sus músculos mientras su corazón latía con fuerza, alimentado tanto por la emoción de ser parte de su clan como por la búsqueda de su propia identidad. En su mirada, una mezcla de determinación y curiosidad brillaba, siempre ansiosa por descubrir lo que el mundo tenía para ofrecer más allá de los bosques que había llamado hogar.Desde muy pe
El sol se ocultaba lentamente detrás de las colinas, tiñendo el cielo de un suave tono anaranjado que prometía una noche estrellada. Kyra se adentraba en el bosque, sus pasos silenciosos sobre la hojarasca húmeda. Había algo sagrado en esas horas crepusculares que la llenaban de una mezcla de excitación y ansiedad. Sabía que su encuentro con Kael estaba a punto de comenzar, y cada vez que se veían, un torbellino de emociones la invadía.Desde el momento en que sus miradas se cruzaron en el gran mercado del pueblo, su vida había cambiado. Kael no era un joven común; era un guardia del reino, y su lealtad estaba con la corona. Pero había algo en él, un destello de rebeldía y deseo que la había cautivado. Sus encuentros se habían convertido en una necesidad, una antorcha que iluminaba las sombras de su mundo reprimido.Kyra llegó a su refugio habitual, un claro escondido entre los árboles donde la luz de la luna se filtraba a través de las ramas, creando un paisaje mágico. Aquí,
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados. Este momento del día siempre había sido especial para Kyra. Le encantaba cómo la luz del atardecer transformaba el paisaje, pero era innegable que hoy había algo diferente en el aire. Aristán, su pueblo, se encontraba en un estado de inquietud latente. Por eso, las palabras de sus amigos y ancianos resonaban en su mente como ecos persistentes, recordándole el peligro que su amor representaba.Era una tarde cálida cuando se reunió con sus amigos en el claro del bosque, un lugar donde habían compartido risas y secretos desde la infancia. Sin embargo, hoy se respiraba una tensión palpable. Alrededor de una fogata crepitante, Valen, uno de sus amigos más cercanos, soltó una risa nerviosa.—Kyra, tienes que entender que Kael no es como nosotros. Todo el pueblo lo sabe —dijo, mirando a los demás en busca de apoyo.—¿Qué quieres decir con eso? —respondió Kyra, con un destello de desafío en sus ojo
El viento soplaba suave entre los árboles, creando una danza de susurros que solo Kyra y Kael podían entender. La luz dorada del atardecer se filtraba a través de las hojas, creando manchas de luz en el suelo cubierto de hojas secas. En ese instante, el mundo parecía detenerse a su alrededor, y el peso de su amor prohibido era más ligero que nunca.Kyra miró a su alrededor, asegurándose de que estaban solos, antes de centrar su atención en Kael. Sus ojos, que normalmente reflejaban un océano de emociones, ahora mostraban una complejidad de sentimientos que solo se intensificaban con cada segundo que pasaban juntos. Sabían que su amor era un secreto, un fuego que podía consumirlos si alguien llegaba a descubrirlo."¿Por qué debemos esconderlo?" preguntó Kyra en un susurro apenas audible. "¿Por qué es tan prohibido amar y sentir lo que sentimos?"Kael la miró con ternura, sus manos, callosas de trabajos en el campo, encontraron las de ella. "A veces, Kyra, el amor más hermoso es el que
Kyra se adentraba en el bosque como lo hacía cada tarde, confiando en que la frescura del aire nocturno y el aroma terroso de las hierbas la ayudarían a despejar su mente. Sin embargo, esa semana había sentido una extraña debilidad, un mareo persistente que la acompañaba cada vez que se inclinaba para recolectar las hojas y raíces que tanto necesitaba para sus pociones. Habitualmente, el acto de recolectar hierbas era un ritual que la conectaba con la naturaleza; cada planta cantaba su propia canción, cada olor le susurraba antiguos secretos. Pero en esos días, el bosque parecía murmurarle con un tono de advertencia, y cada vez que se agachaba, una nube de peso le caía sobre el estómago.Mientras sus dedos se cerraban delicadamente en torno a una rama de saúco, el mareo que la había estado acosando se intensificó, como si una sombra pesada se cerniera sobre ella. La visión se nubló, y por un momento, el mundo a su alrededor giró descontroladamente. Desesperada, se tomó un instante par
La noche se cernía sobre el pueblo de Hunulú, bañado en una luz plateada que emanaba de la diosa Luna. Era el momento del gran festival, una celebración ancestral que unía a los clanes Rokar y Lira en un rito de veneración y festividad. Los murmullos de la tribu reverberaban en el aire fresco, mezclándose con el crujido de las hogueras que iluminaban el claro central, donde un altar adornado con ofrendas brillaba bajo el fulgor lunar.Las flautas de caña y los tambores resonaban en un ritmo hipnótico mientras los danzantes se movían con gracia y vigor. La multitud, ataviada con coloridos atuendos que reflejaban la luz lunar, giraba en un frenesí de alegría y celebración. Este era su momento, un tiempo en el que todos los rencores se olvidaban por unas horas, donde la unión y la paz reinaban por encima del orgullo y la competencia.Kael era uno de los participantes más destacados en las danzas del festival, sumido en una euforia que parecía vibrar en cada rincón del claro. Sus compañer
El crepitar del fuego iluminaba las oscuras sombras que danzaban sobre los rostros ansiosos de los líderes de los clanes, todos ellos reunidos en el claro del bosque sagrado. Era una noche de luna llena, y el aire estaba cargado de tensión. La presencia del anciano brujo, con su largo cabello gris y su hacha ceremoniosa, había convocado a todos en este lugar. Las llamas proyectaban una luz cálida, pero el ambiente era helado por la inquietud que se apoderaba de cada corazón. Era un momento decisivo, y los murmullos se hacían cada vez más intensos, reflejando la urgencia de la situación. El brujo, con su mirada penetrante y sabia, había dejado caer su inquietante predicción como una sombra sobre el grupo congregado. En el silencio helado que siguió a su declaración, el murmullo del viento se filtraba entre los árboles, como si la propia naturaleza se detuviese para escuchar lo que se avecinaba. Los seguidores se acomodaron un poco más cerca, con la respiración entrecortada, aguijonead
Kael miró hacia atrás, sintiendo cómo el eco de los gritos de sus enemigos se desvanecía poco a poco. Las sombras de los árboles se alargaban ante ellos mientras él y Kyra se adentraban en el bosque, y los sonidos del mundo exterior se desvanecían en una sinfonía de hojas susurrantes y ramas crujientes. Habían dejado atrás la ira de sus clanes, pero la tensión todavía corría entre ellos como una corriente eléctrica. El bosque podía ser un refugio, pero también un lugar poblado de peligros.—¿Estás bien? —preguntó Kael, volviendo la vista hacia su amada, quien caminaba a su lado, respirando con dificultad debido a la carrera. Sus ojos, normalmente vibrantes y llenos de vida, ahora estaban nublados por una mezcla de miedo y determinación. Kyra asintió, aunque la preocupación se reflejaba en su rostro. Era una mujer fuerte. La persecución por parte de sus clanes había sido feroz y despiadada. La lealtad familiar se había torcido en un juego de violencias, donde el amor había sido reempl