El viento aullaba entre los árboles, y el cielo parecía reflejar la tensión que envolvía el refugio. Kael se apoyó contra la pared del pequeño espacio, su mirada fija en Kyra, que se movía de un lado a otro. La preocupación cruzaba sus facciones, como las sombras que danzaban por las paredes a la luz de la tenue fogata que había encendido para mantener el calor.“Kyra, por favor, intenta relajarte,” le dijo con suavidad, aunque su voz temblaba. Sintió un nudo en el estómago al escuchar los ecos lejanos de una tropa de clanes enemigos acercándose. La cercanía era palpable. Podía sentir la tensión en el aire, como si la tormenta misma fuera un presagio de lo que se avecinaba.Kyra se detuvo bruscamente, y su rostro palideció. “Kael... necesito... no puedo...,” dijo entre jadeos, su cuerpo se contrajo de manera involuntaria. Las contracciones la estaban sorprendiendo, y la ansiedad comenzaba a mezclarse con el dolor. Kael dio un paso hacia ella, su corazón latiendo desbocado.“Est
El viento aullaba con una intensidad casi sobrenatural entre los árboles ennegrecidos de la llanura, una danza de sombras que parecía desafiar a la luz. Su lamento resonaba como un coro de almas caídas, portando consigo el eco de guerras pasadas. Era un tumulto ensordecedor: el choque de espadas continuaba, resonando como un lamento en el aire, mientras los gritos desgarradores de hombres y mujeres atrapados en la vorágine de la lucha se entrelazaban con el sonido crudo de la vida que se apaga en un instante cruel. En el epicentro de aquel caos, Kael empuñaba su espada con una determinación férrea que iluminaba su rostro marcado por la batalla. El sudor y la sangre se mezclaban en su frente, un testimonio del furor del combate que le rodeaba. Cada paso que daba era un acto de resolución, cada golpe una promesa de que no sucumbiría ante la adversidad. Se abría paso entre los guerreros rivales como un faro de esperanza en medio de la oscuridad.Las tribus enemigas se habían cong
La luna llena iluminaba el bosque con una luz plateada, pero su fulgor no era suficiente para ahogar las sombras que se habían apoderado del corazón de Kael. Luchando contra el dolor que le atravesaba el cuerpo, avanzaba tambaleándose entre los árboles, cada paso era un recordatorio de la batalla perdida. Sus heridas estaban frescas, sangrantes, y la brisa fría de la noche parecía intensificarlas, pero el pensamiento de Kira y su recién nacida Selene era la única fuerza que lo mantenía en pie.Mientras se internaba en el denso bosque, las imágenes de su hogar lo motivaban a seguir. Recordaba la risa contagiosa de Kira, la dulzura de la pequeña Selene, que apenas había tenido la oportunidad de conocer, y el momento en que había tomado la decisión de proteger su vida a toda costa. Ahora, en lugar de ser el héroe que había imaginado, solo era un hombre tambaleándose entre la vida y la muerte. Pero la esperanza resplandecía en su corazón: Kira. Ella era su luz, su salvación. S
Los años transcurrieron como hojas arrastradas por el viento, y Kyra continuó su existencia, casi como una sombra entre los árboles del denso bosque que había tomado como hogar. Con el tiempo, había aprendido a encontrar consuelo en la soledad, aunque la vida en ese lugar apartado no era sencilla. Había criado a su hija Selene en la esfera tranquila y verde del bosque, rodeada de susurros de la naturaleza y bajo el abrigo de las copas de los árboles. A pesar de las adversidades, Selene llenaba su vida de alegría y esperanza cada nuevo día. Su risa resonaba como un canto suave entre los troncos de los árboles, un recordatorio constante de la belleza que aún existía en su mundo.Kyra a menudo se refugiaba en los recuerdos de Kael, aquel valiente guerrero que había sacrificado su vida para salvarlas a ambas. La imagen de su rostro seguía vivo en su mente, como un faro en la niebla de su pasado. Aunque la tristeza a veces la envolvía, también encontraba en esos recuerdos una forma de segu
Selene había cumplido ya diez años, una edad en la que la curiosidad florece en cada rincón del corazón de un niño. Su madre, Kyra, era consciente de ello, y por eso había establecido una serie de reglas para proteger a su pequeña. La vida en la clandestinidad, escondidas de la aldea que las rodeaba, no era sencilla, pero madre e hija habían hecho de su hogar un refugio saludable y acogedor. Selene sabía que su madre lo hacía por su bienestar, pero sus deseos de explorar el mundo exterior la consumían cada vez más.Una mañana soleada, Kyra le pidió a Selene que fuera a recolectar frutas al bosque cercano, un encargo habitual que ambas realizaban juntas. Sin embargo, esta vez, la madre le advirtió con especial énfasis sobre el límite que nunca debía cruzar. “Recuerda, Selene, el claro donde la vegetación se vuelve más densa es donde finaliza nuestro territorio. No te acerques más, por favor”, le dijo con una mezcla de autoridad y preocupación. Selene asintió, prometiendo obedece
En el pueblo de Hunulú estaba sumida en el caos. Los rumores sobre Kyra y Selene, las dos misteriosas mujeres que habitaban en la cabaña del bosque, se habían esparcido como un fuego voraz. Los aldeanos, impulsados por el miedo y la ignorancia, decidieron que ya era hora de poner fin a lo que consideraban una amenaza. Llenos de furia, un grupo de ellos armó un plan para enfrentar a madre eh hija.Al caer la tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse tras las altas copas de los árboles, un grupo de aproximadamente veinte aldeanos se reunió en la plaza del pueblo. La atmósfera estaba cargada de tensión; sus rostros eran una mezcla de determinación y miedo. En el centro, un hombre de mediana edad llamado Einar, el líder no oficial del grupo, gritó, "¡Ya no podemos permitir que nos atormenten! ¡Debemos acabar con esa brujería de una vez por todas!"Las palabras del orador resonaron en la mente de todos los presentes, como ecos persistentes que reverberaban en el aire tenso de
Selene se encontraba atrapada en un torbellino de emociones, un conturbado mar donde la furia y el anhelo de paz luchaban ferozmente por dominar su ser. Las olas de su ira chocaban contra la orilla de su cordura, amenazando con arrastrarla a un abismo de desesperación. Respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire fresco, ese aire puro que, aunque solo fuera por un instante, parecía ofrecerle la esperanza de recuperar la serenidad que se había comenzado a esfumarse como el humo de una fogata apagándose en la distancia. Consciente del caos que la rodeaba, donde la tempestad rugía tanto en el cielo como en el corazón de los aldeanos, reunió todas sus fuerzas con la determinación de no dejarse vencer.Con el viento aullando a su alrededor y el trueno retumbando como un aviso de la naturaleza misma, Selene alzó su voz por encima del ruido ensordecedor. "¡Basta, déjennos en paz!", exclamó, sus palabras viajando por el aire con la fuerza de un torrente imparable, resonando co
Selene siempre había sentido que era diferente, pero cada día que pasaba esa sensación se intensificaba. La luz de la luna llena iluminaba su habitación, creando un ambiente de misterio y calma, propicio para la reflexión. Sin embargo, a pesar de esa tranquilidad, su mente estaba lejos de estar en paz; una tormenta de preguntas la inundaba.Kyra había sido un pilar inquebrantable en la vida de Selene, una guía constante en un mundo que, a menudo, parecía incierto y caótico. Sin embargo, el vínculo entre ellas no era únicamente de admiración, sino que también despertaba en Selene una inquietud latente, la sensación de que su vida estaba destinada a algo más grande, un propósito que podría ser tanto una bendición como una carga.Cada mañana antes del amanecer, cuando el cielo aún era un tapiz de estrellas, se levantaban juntas, sumergiéndose en una rutina que equilibraba la disciplina del combate con el estudio de antiguas tradiciones. Kyra era una maestra extraordinaria, capaz de