En el pueblo de Hunulú estaba sumida en el caos. Los rumores sobre Kyra y Selene, las dos misteriosas mujeres que habitaban en la cabaña del bosque, se habían esparcido como un fuego voraz. Los aldeanos, impulsados por el miedo y la ignorancia, decidieron que ya era hora de poner fin a lo que consideraban una amenaza. Llenos de furia, un grupo de ellos armó un plan para enfrentar a madre eh hija.Al caer la tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse tras las altas copas de los árboles, un grupo de aproximadamente veinte aldeanos se reunió en la plaza del pueblo. La atmósfera estaba cargada de tensión; sus rostros eran una mezcla de determinación y miedo. En el centro, un hombre de mediana edad llamado Einar, el líder no oficial del grupo, gritó, "¡Ya no podemos permitir que nos atormenten! ¡Debemos acabar con esa brujería de una vez por todas!"Las palabras del orador resonaron en la mente de todos los presentes, como ecos persistentes que reverberaban en el aire tenso de
Selene se encontraba atrapada en un torbellino de emociones, un conturbado mar donde la furia y el anhelo de paz luchaban ferozmente por dominar su ser. Las olas de su ira chocaban contra la orilla de su cordura, amenazando con arrastrarla a un abismo de desesperación. Respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire fresco, ese aire puro que, aunque solo fuera por un instante, parecía ofrecerle la esperanza de recuperar la serenidad que se había comenzado a esfumarse como el humo de una fogata apagándose en la distancia. Consciente del caos que la rodeaba, donde la tempestad rugía tanto en el cielo como en el corazón de los aldeanos, reunió todas sus fuerzas con la determinación de no dejarse vencer.Con el viento aullando a su alrededor y el trueno retumbando como un aviso de la naturaleza misma, Selene alzó su voz por encima del ruido ensordecedor. "¡Basta, déjennos en paz!", exclamó, sus palabras viajando por el aire con la fuerza de un torrente imparable, resonando co
Selene siempre había sentido que era diferente, pero cada día que pasaba esa sensación se intensificaba. La luz de la luna llena iluminaba su habitación, creando un ambiente de misterio y calma, propicio para la reflexión. Sin embargo, a pesar de esa tranquilidad, su mente estaba lejos de estar en paz; una tormenta de preguntas la inundaba.Kyra había sido un pilar inquebrantable en la vida de Selene, una guía constante en un mundo que, a menudo, parecía incierto y caótico. Sin embargo, el vínculo entre ellas no era únicamente de admiración, sino que también despertaba en Selene una inquietud latente, la sensación de que su vida estaba destinada a algo más grande, un propósito que podría ser tanto una bendición como una carga.Cada mañana antes del amanecer, cuando el cielo aún era un tapiz de estrellas, se levantaban juntas, sumergiéndose en una rutina que equilibraba la disciplina del combate con el estudio de antiguas tradiciones. Kyra era una maestra extraordinaria, capaz de
La luz del sol se filtraba a través de las ramas extensas de los grandes árboles que rodeaban la aldea, creando un mosaico encantador de sombras danzantes sobre el suelo. Selene, a punto de cumplir 17 años, se sentía inquieta. Era un día especial; no solo estaba cerca de dar el paso hacia la adultez, sino que en el aire flotaba una atmósfera de cambio y expectativa. En lo más profundo de su corazón, una chispa de emoción brillaba intensamente, prometiendo que ese día podría depararle sorpresas.Fue en ese momento que su madre, Kyra, encontró la oportunidad perfecta para hablar con ella. Se sentaba en su lugar habitual, junto a la pequeña mesa de su hogar, rodeada de hierbas secas y objetos que llevaban consigo una historia. El aroma de las especias que cocinaba se entrelazaba con la suave brisa, creando un ambiente acogedor que Selene había apreciado desde su infancia.“Selene”, comenzó Kyra, su voz suave pero firme como la corteza de un árbol viejo, “hay algo que creo que debes saber
Selene se despertó al compás del torrencial aguacero que golpeaba el techo de la cabaña, un sonido que resonaba como una antigua melodía familiar. Era la misma cabaña que había sido su refugio desde la infancia, un santuario de amor y risas que ahora se manifestaba como un hogar rebosante de recuerdos entrañables. En la mesa, aún permanecían las bolitas de masa de dulce y las galletas decoradas, vestigios coloridos del festín que su madre, Kyra, y ella habían preparado para celebrar su cumpleaños número 17. La tarde anterior, el aire había estado impregnado con los aromas reconfortantes de vainilla y almendras, una fragancia que parecía bailar en el aire como un eco de los momentos especiales que habían compartido juntas, una sinfonía de risas y dulzura.A pesar de la tormenta que rugía furiosamente en el exterior, dentro de la cabaña reinaba una calidez envolvente. La pequeña lámpara en la esquina emitía un resplandor suave, proyectando luces danzantes sobre las paredes de made
El sol todavía no había salido completamente cuando Selene despertó de un sueño profundo y revelador. Su corazón palpitaba con fuerza mientras rememoraba la imagen de su padre, Kael, que había aparecido con una claridad asombrosa en su mente. En el sueño, él la miraba con esos ojos profundos y serenos que siempre la habían guiado, le decía que debía participar en el ritual de Hunulú, un antiguo evento que marcaba el paso a la madurez y la conexión con los ancestros del clan Lira y Rokar . Con un nudo en el estómago, la joven se levantó de la cama y corrió hacia la habitación de su madre.—¡Madre! —exclamó, abriendo la puerta con una mezcla de ansiedad y emoción—. ¡Debo contarte algo!Su madre, kyra despertó de un ligero sueño. Sus ojos se abrieron lentamente, y se sentó en la cama, frunciendo un poco el ceño.—¿Qué sucede, Selene? —preguntó, rodeándose con una manta.—Tuve un sueño —respondió Selene, sentándose a su lado—. Papá... Kael. Él me dijo que debo participar en el ritual de
El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, tiñendo de un naranja vibrante el cielo sobre el pueblo de Hunulú. El aire fresco de la mañana traía consigo el murmullo de las hojas de los árboles y el canto de los pájaros, que parecían preparar su propia celebración ante el inminente ritual que avizoraba un cambio en la historia de los clanes. Era un momento de desafío y sacrificio, donde las rencillas y las alianzas se definirían a través de la destreza y el valor.En el centro del pueblo, una gran fogata chisporroteaba, su humo ascendente mezclándose con la fragancia de hierbas sagradas que los ancianos del clan habían dispuesto para purificar el ambiente. Los participantes de la competencia, cincuenta jóvenes guerreros en total, se alineaban en la explanada, cada uno con un brillo de determinación en sus ojos. Entre ellos se encontraban los representantes de los clanes Lira y Rokar, ansiosos de probar su valía ante los suyos y ante los dioses.La primera prueba, la capt
Selene se encontraba rodeada de sus compañeros, cada uno de ellos con el rostro tenso por la ansiedad que provocaba la inminente segunda prueba del ritual. El aire estaba cargado de una mezcla de expectación y temor, ya que todos sabían que la dominación de la bestia era uno de los desafíos más temibles que jamás habían enfrentado. Se trataba de un ser formidable, una criatura que evocaba las leyendas antiguas: un elefante gigantesco, revestido de una espesa y descolorida piel, que guardaba un aire primitivo, como si el tiempo no hubiera dejado huella en él. Pero este no era un mamut cualquier; su velocidad y ferocidad lo hacían aún más imponente. Muchos lo consideraban un verdadero monstruo.El ritual contaba con la participación de cincuenta valientes, provenientes de clanes tradicionales que competían por demostrar su valor y habilidades. La séptima luna llena brillaba intensamente en el cielo, marcando el inicio del evento. El clan Lira fue el primero en enfrentarse a