El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, tiñendo de un naranja vibrante el cielo sobre el pueblo de Hunulú. El aire fresco de la mañana traía consigo el murmullo de las hojas de los árboles y el canto de los pájaros, que parecían preparar su propia celebración ante el inminente ritual que avizoraba un cambio en la historia de los clanes. Era un momento de desafío y sacrificio, donde las rencillas y las alianzas se definirían a través de la destreza y el valor.En el centro del pueblo, una gran fogata chisporroteaba, su humo ascendente mezclándose con la fragancia de hierbas sagradas que los ancianos del clan habían dispuesto para purificar el ambiente. Los participantes de la competencia, cincuenta jóvenes guerreros en total, se alineaban en la explanada, cada uno con un brillo de determinación en sus ojos. Entre ellos se encontraban los representantes de los clanes Lira y Rokar, ansiosos de probar su valía ante los suyos y ante los dioses.La primera prueba, la capt
Selene se encontraba rodeada de sus compañeros, cada uno de ellos con el rostro tenso por la ansiedad que provocaba la inminente segunda prueba del ritual. El aire estaba cargado de una mezcla de expectación y temor, ya que todos sabían que la dominación de la bestia era uno de los desafíos más temibles que jamás habían enfrentado. Se trataba de un ser formidable, una criatura que evocaba las leyendas antiguas: un elefante gigantesco, revestido de una espesa y descolorida piel, que guardaba un aire primitivo, como si el tiempo no hubiera dejado huella en él. Pero este no era un mamut cualquier; su velocidad y ferocidad lo hacían aún más imponente. Muchos lo consideraban un verdadero monstruo.El ritual contaba con la participación de cincuenta valientes, provenientes de clanes tradicionales que competían por demostrar su valor y habilidades. La séptima luna llena brillaba intensamente en el cielo, marcando el inicio del evento. El clan Lira fue el primero en enfrentarse a
Selene se sintió envuelta en una mezcla de orgullo y adrenalina. Había superado la primera y la segunda prueba con una determinación que no había conocido antes, pero sabía que la última, la más decisiva, estaba a punto de comenzar y sería más desafiante que nunca. A su alrededor, los murmullos de la multitud se hacían cada vez más intensos a medida que los clanes Lira y Rokar se preparaban para el enfrentamiento. Era un momento crucial que la había llevado hasta aquí, y no podía permitirse flaquear. Los ancianos, guardianes de las antiguas leyes y tradiciones, habían tomado una decisión que retumbaba en su mente: Selene se enfrentarían a dos adversarios en lugar de uno. Aunque la inusual exigencia despertó en ella un leve atisbo de inquietud, rápidamente lo ahogó con pensamientos de concentración y confianza. Había llegado hasta aquí por su propio esfuerzo y habilidades, y sabía que no estaba sola; el espíritu de sus ancestros la acompañaba en cada paso del camino.Cuando finalmente
Selene se encontraba en una encrucijada emocional que marcaba un punto crucial en su vida. La cabaña en la que había vivido todos sus años, escondida entre los árboles susurrantes del espeso bosque, había sido mucho más que un simple refugio; era su santuario, un remanso de paz que albergaba todos los momentos significativos de su existencia. Cada rincón, cada sombra y cada rayo de luz que se filtraba a través del tejado de paja llevaban la impronta de su historia personal. Allí resonaban risas infantiles que solían rebotar en las paredes de madera, susurros apacibles compartidos con su madre, Kyra, a la luz danzante de un fuego crepitante, y las leyendas fascinantes que su madre le contaba bajo el vasto manto estrellado del cielo nocturno. En ese lugar, Selene había tejido su infancia, lleno de inocencia y felicidad.Sin embargo, a medida que los días se convertían en noches e inviernos en veranos, en el corazón de Selene comenzaba a afianzarse una inquietud cada vez m
El calor del verano en Hunulú se había convertido en un ambiente opresivo, como si el sol mismo estuviera ardiendo con un fuego desbocado, incapaz de aliviar la tensión que inundaba el pueblo. Los días se sucedían uno tras otro con una monotonía inquietante, pero una sombra oscura se cernía sobre la idílica vida de sus habitantes. Desapariciones, no solo de animales, sino también de la tranquilidad que antes caracterizaba a la pequeña comunidad, comenzaban a desatar un caos que nadie había previsto.Desapariciones inexplicables se convertían en el común denominador de las conversaciones en la aldea . No se trataba únicamente de la pérdida de animales, sino que la esencia misma de la tranquilidad que alguna vez caracterizó a Hunulú se estaba desvaneciendo, como el humo que se disipa en el viento. Las risas infantiles que solían llenar el campo comenzaron a ser reemplazados por un silencio tenso y hostil.Martha, la ganadera del pueblo, fue la primera en notar un cambio br
El aire en Hunulú estaba cargado de una tensión palpable. El chillido de un cuervo resonaba en la lejanía, y los ecos de su canto se mezclaban con el murmullo angustiado de los habitantes del pueblo. La densa niebla que cubría el paisaje parecía un manto de desesperanza, y cada rincón de la aldea se sentía como un recordatorio constante de la amenaza que se cernía sobre ellos. Animales desollados aparecían al amanecer, y cada vez más, las sombras se tragaban sus entrañas. El miedo se había convertido en el nuevo rey de Hunulú.Los guerreros del clan Lyra y del clan Rokar, aunque tradicionalmente rivales, se encontraban en una reunión tensa que podría definir el futuro de la aldea. En la antigua sala de ceremonias, las antorchas parpadeaban nerviosamente, lanzando destellos de luz y sombra sobre los rostros preocupados. Dentro, unos treinta hombres y mujeres de ambos clanes habían llegado; cada uno era un valiente que había respondido al llamado de su pueblo, dejando de lado s
Los guerreros de Hunulú marchaban de regreso a su aldea, el albor de un nuevo día iluminaba su camino, y el aire vibraba con el eco de su victoria. El cuerpo inerte de la bestia, que había aterrorizado a su pueblo durante tanto tiempo, yacía sobre los hombros de los soldados, un trofeo de su valentía y determinación. Las risas y los gritos de celebración resonaban por todas partes; un sentimiento de triunfo envolvía a cada uno de ellos, y sus corazones latían al unísono con la emoción de haber salvado su hogar. Selene, sin embargo, se mantenía en un rincón de la formación, su mente aún absorta en el intenso enfrentamiento que había presenciado. La lucha había sido feroz, cada movimiento de la bestia había sido un recordatorio del peligro que acechaba a su pueblo, y aunque la victoria estaba a su alcance, una inquietud se arraigaba en su interior. La adrenalina del combate empezaba a ceder, pero su rostro permanecía pálido, y sus ojos se posaban en el horizonte con preocu
Selene despertó lentamente, sintiendo cómo la neblina del desmayo comenzaba a despejarse. Su mente, aún aturdida, luchaba por recomponerse mientras sus ojos se acostumbraban a la luz tenue que filtraba la tarde a través de las rendijas de la cabaña. A su alrededor, un grupo de personas la observaba, y no pudo evitar notar el asombro y, en algunos casos, un leve destello de miedo en sus miradas. Habían presenciado algo extraordinario, algo que desafiaba toda lógica y razón.Frente a ella, cuatro ancianas, cuyos rostros estaban surcados por profundas arrugas, la miraban con expresión de respeto. La más anciana de ellas se acercó con una lentitud ceremonial, su andar firme a pesar de la edad que la acompañaba. Cuando estuvo frente a Selene, hizo una profunda reverencia, un gesto cargado de significados que Selene no pudo evitar sentir en su interior. La anciana habló con una voz suave pero firme, reconociendo la valentía de Selene y cómo, en el fragor de la confusión, había d