El calor del verano en Hunulú se había convertido en un ambiente opresivo, como si el sol mismo estuviera ardiendo con un fuego desbocado, incapaz de aliviar la tensión que inundaba el pueblo. Los días se sucedían uno tras otro con una monotonía inquietante, pero una sombra oscura se cernía sobre la idílica vida de sus habitantes. Desapariciones, no solo de animales, sino también de la tranquilidad que antes caracterizaba a la pequeña comunidad, comenzaban a desatar un caos que nadie había previsto.Desapariciones inexplicables se convertían en el común denominador de las conversaciones en la aldea . No se trataba únicamente de la pérdida de animales, sino que la esencia misma de la tranquilidad que alguna vez caracterizó a Hunulú se estaba desvaneciendo, como el humo que se disipa en el viento. Las risas infantiles que solían llenar el campo comenzaron a ser reemplazados por un silencio tenso y hostil.Martha, la ganadera del pueblo, fue la primera en notar un cambio br
El aire en Hunulú estaba cargado de una tensión palpable. El chillido de un cuervo resonaba en la lejanía, y los ecos de su canto se mezclaban con el murmullo angustiado de los habitantes del pueblo. La densa niebla que cubría el paisaje parecía un manto de desesperanza, y cada rincón de la aldea se sentía como un recordatorio constante de la amenaza que se cernía sobre ellos. Animales desollados aparecían al amanecer, y cada vez más, las sombras se tragaban sus entrañas. El miedo se había convertido en el nuevo rey de Hunulú.Los guerreros del clan Lyra y del clan Rokar, aunque tradicionalmente rivales, se encontraban en una reunión tensa que podría definir el futuro de la aldea. En la antigua sala de ceremonias, las antorchas parpadeaban nerviosamente, lanzando destellos de luz y sombra sobre los rostros preocupados. Dentro, unos treinta hombres y mujeres de ambos clanes habían llegado; cada uno era un valiente que había respondido al llamado de su pueblo, dejando de lado s
Los guerreros de Hunulú marchaban de regreso a su aldea, el albor de un nuevo día iluminaba su camino, y el aire vibraba con el eco de su victoria. El cuerpo inerte de la bestia, que había aterrorizado a su pueblo durante tanto tiempo, yacía sobre los hombros de los soldados, un trofeo de su valentía y determinación. Las risas y los gritos de celebración resonaban por todas partes; un sentimiento de triunfo envolvía a cada uno de ellos, y sus corazones latían al unísono con la emoción de haber salvado su hogar. Selene, sin embargo, se mantenía en un rincón de la formación, su mente aún absorta en el intenso enfrentamiento que había presenciado. La lucha había sido feroz, cada movimiento de la bestia había sido un recordatorio del peligro que acechaba a su pueblo, y aunque la victoria estaba a su alcance, una inquietud se arraigaba en su interior. La adrenalina del combate empezaba a ceder, pero su rostro permanecía pálido, y sus ojos se posaban en el horizonte con preocu
Selene despertó lentamente, sintiendo cómo la neblina del desmayo comenzaba a despejarse. Su mente, aún aturdida, luchaba por recomponerse mientras sus ojos se acostumbraban a la luz tenue que filtraba la tarde a través de las rendijas de la cabaña. A su alrededor, un grupo de personas la observaba, y no pudo evitar notar el asombro y, en algunos casos, un leve destello de miedo en sus miradas. Habían presenciado algo extraordinario, algo que desafiaba toda lógica y razón.Frente a ella, cuatro ancianas, cuyos rostros estaban surcados por profundas arrugas, la miraban con expresión de respeto. La más anciana de ellas se acercó con una lentitud ceremonial, su andar firme a pesar de la edad que la acompañaba. Cuando estuvo frente a Selene, hizo una profunda reverencia, un gesto cargado de significados que Selene no pudo evitar sentir en su interior. La anciana habló con una voz suave pero firme, reconociendo la valentía de Selene y cómo, en el fragor de la confusión, había d
Los rasgos de la criatura que se erguía ante Selene eran inquietantes, una extraordinaria amalgama de características que fusionaban lo reptiliano con lo humano. Este ser, en su extraña complejidad, irradiaba tanto majestuosidad como terror. Su piel, cubierta por escamas brillantes, relucía con un tono verdoso que parecía absorber la tenue luz filtrada entre las densas ramas del bosque. Este resplandor sobrenatural contrastaba drásticamente con la oscura penumbra que envolvía a Selene y sus compañeros, otorgándole un aura casi etérea, como si la criatura estuviera hecha de la misma esencia de la selva.Los ojos de la criatura eran una de sus características más atrayentes y perturbadoras. Grandes y penetrantes, centelleaban con una inteligencia calculadora que parecía ir más allá de la comprensión humana. Era como si ese ser tuviese la capacidad de ver directamente en el alma de Selene, desnudarla con su mirada inquisitiva. Allí, en el fulgor de esos ojos reptilianos, Selene pudo entr
Selene se encuentra atrapada en una pesadilla que la consume. En su mente, su pueblo aparece desolado, un lugar que alguna vez fue vibrante y lleno de vida, ahora convertido en un escenario de horror. El suelo está cubierto de un espeso manto de sangre, y la devastación se extiende por cada rincón. Los ecos del terror reverberan a su alrededor; los gritos desgarradores y los llantos de los caídos resuenan en su mente como un lamento interminable."¿No, no... esto no puede estar pasando..." murmura entre dientes, sintiendo cómo el pánico se apodera de ella. Se siente impotente, perdida en la angustia de la visión. "¿Qué debo hacer?. Su súplica se eleva al aire pesado de la pesadilla. "¡Por favor, dioses, ayúdenme!"Mientras sus pensamientos se desmoronan bajo el peso del terror, de repente, el escenario se transforma. Selene se encuentra en un lago oscuro, sus pies descalzos sumergidos en las aguas profundas e inquietantes. Un frío gélido la envuelve, contrastando con la intensa luz de
Selene se encontraba arrodillada en el suelo frío y húmedo de la cueva, un lugar oscuro y sombrío donde la luz apenas se atrevía a entrar. Con ambas manos presionadas sobre la herida profunda en su vientre, sentía el pulso del dolor a través de su cuerpo. La marca de las garras del reptiliano era una herida visible, un recordatorio de la brutalidad que había enfrentado. Pero, a pesar del dolor que la consumía, había algo dentro de ella que comenzaba a despertar, una chispa de esperanza que luchaba por salir.Con un esfuerzo notable, Selene logró ponerse de pie. Cada movimiento era un desafío, pero el destino la había llamado y no podía ceder a la desesperación. Avanzó titubeante hacia el cáliz que brillaba débilmente en el centro de la cueva, recordando una advertencia que había recibido en un sueño: “Toma del cáliz”. Era una instrucción que resonaba en su mente, un eco del consejo divino que la había guiado a lo largo de su vida."pronuncia las palabras iluminadas por la luz de la lu
Selene regresó al apacible pueblo de Hunulú, un rincón olvidado del mundo donde la brisa suave acariciaba los rostros de sus habitantes, difundiendo un aroma a flores silvestres y tierra húmeda. El murmullo del río cercano se entrelazaba con las historias que los ancianos compartían alrededor de la hoguera, narrando leyendas de valientes héroes y criaturas mitológicas que una vez habitaron las tierras. Sin embargo, esta vez, el aire estaba cargado de una inquietud palpable, una curiosidad oscura que se extendía como una sombra sobre los rostros del clan Lira y del clan Rokar, quienes la esperaban con ansias mezcladas de desasosiego.Los guerreros que habían salido esa mañana en busca de caza y aventura ahora regresaban con relatos inquietantes que envolvían al pueblo en una nebulosa de temor. Habían vislumbrado una criatura tan extraordinaria que alimentaba tanto su curiosidad como su pavor, y ahora temían por la seguridad de su hogar.En su regreso buscaban al viejo chamán, conscient