La noche se cernía sobre el pueblo de Hunulú, bañado en una luz plateada que emanaba de la diosa Luna. Era el momento del gran festival, una celebración ancestral que unía a los clanes Rokar y Lira en un rito de veneración y festividad. Los murmullos de la tribu reverberaban en el aire fresco, mezclándose con el crujido de las hogueras que iluminaban el claro central, donde un altar adornado con ofrendas brillaba bajo el fulgor lunar.Las flautas de caña y los tambores resonaban en un ritmo hipnótico mientras los danzantes se movían con gracia y vigor. La multitud, ataviada con coloridos atuendos que reflejaban la luz lunar, giraba en un frenesí de alegría y celebración. Este era su momento, un tiempo en el que todos los rencores se olvidaban por unas horas, donde la unión y la paz reinaban por encima del orgullo y la competencia.Kael era uno de los participantes más destacados en las danzas del festival, sumido en una euforia que parecía vibrar en cada rincón del claro. Sus compañer
El crepitar del fuego iluminaba las oscuras sombras que danzaban sobre los rostros ansiosos de los líderes de los clanes, todos ellos reunidos en el claro del bosque sagrado. Era una noche de luna llena, y el aire estaba cargado de tensión. La presencia del anciano brujo, con su largo cabello gris y su hacha ceremoniosa, había convocado a todos en este lugar. Las llamas proyectaban una luz cálida, pero el ambiente era helado por la inquietud que se apoderaba de cada corazón. Era un momento decisivo, y los murmullos se hacían cada vez más intensos, reflejando la urgencia de la situación. El brujo, con su mirada penetrante y sabia, había dejado caer su inquietante predicción como una sombra sobre el grupo congregado. En el silencio helado que siguió a su declaración, el murmullo del viento se filtraba entre los árboles, como si la propia naturaleza se detuviese para escuchar lo que se avecinaba. Los seguidores se acomodaron un poco más cerca, con la respiración entrecortada, aguijonead
Kael miró hacia atrás, sintiendo cómo el eco de los gritos de sus enemigos se desvanecía poco a poco. Las sombras de los árboles se alargaban ante ellos mientras él y Kyra se adentraban en el bosque, y los sonidos del mundo exterior se desvanecían en una sinfonía de hojas susurrantes y ramas crujientes. Habían dejado atrás la ira de sus clanes, pero la tensión todavía corría entre ellos como una corriente eléctrica. El bosque podía ser un refugio, pero también un lugar poblado de peligros.—¿Estás bien? —preguntó Kael, volviendo la vista hacia su amada, quien caminaba a su lado, respirando con dificultad debido a la carrera. Sus ojos, normalmente vibrantes y llenos de vida, ahora estaban nublados por una mezcla de miedo y determinación. Kyra asintió, aunque la preocupación se reflejaba en su rostro. Era una mujer fuerte. La persecución por parte de sus clanes había sido feroz y despiadada. La lealtad familiar se había torcido en un juego de violencias, donde el amor había sido reempl
El viento aullaba entre los árboles, y el cielo parecía reflejar la tensión que envolvía el refugio. Kael se apoyó contra la pared del pequeño espacio, su mirada fija en Kyra, que se movía de un lado a otro. La preocupación cruzaba sus facciones, como las sombras que danzaban por las paredes a la luz de la tenue fogata que había encendido para mantener el calor.“Kyra, por favor, intenta relajarte,” le dijo con suavidad, aunque su voz temblaba. Sintió un nudo en el estómago al escuchar los ecos lejanos de una tropa de clanes enemigos acercándose. La cercanía era palpable. Podía sentir la tensión en el aire, como si la tormenta misma fuera un presagio de lo que se avecinaba.Kyra se detuvo bruscamente, y su rostro palideció. “Kael... necesito... no puedo...,” dijo entre jadeos, su cuerpo se contrajo de manera involuntaria. Las contracciones la estaban sorprendiendo, y la ansiedad comenzaba a mezclarse con el dolor. Kael dio un paso hacia ella, su corazón latiendo desbocado.“Est
El viento aullaba con una intensidad casi sobrenatural entre los árboles ennegrecidos de la llanura, una danza de sombras que parecía desafiar a la luz. Su lamento resonaba como un coro de almas caídas, portando consigo el eco de guerras pasadas. Era un tumulto ensordecedor: el choque de espadas continuaba, resonando como un lamento en el aire, mientras los gritos desgarradores de hombres y mujeres atrapados en la vorágine de la lucha se entrelazaban con el sonido crudo de la vida que se apaga en un instante cruel. En el epicentro de aquel caos, Kael empuñaba su espada con una determinación férrea que iluminaba su rostro marcado por la batalla. El sudor y la sangre se mezclaban en su frente, un testimonio del furor del combate que le rodeaba. Cada paso que daba era un acto de resolución, cada golpe una promesa de que no sucumbiría ante la adversidad. Se abría paso entre los guerreros rivales como un faro de esperanza en medio de la oscuridad.Las tribus enemigas se habían cong
La luna llena iluminaba el bosque con una luz plateada, pero su fulgor no era suficiente para ahogar las sombras que se habían apoderado del corazón de Kael. Luchando contra el dolor que le atravesaba el cuerpo, avanzaba tambaleándose entre los árboles, cada paso era un recordatorio de la batalla perdida. Sus heridas estaban frescas, sangrantes, y la brisa fría de la noche parecía intensificarlas, pero el pensamiento de Kira y su recién nacida Selene era la única fuerza que lo mantenía en pie.Mientras se internaba en el denso bosque, las imágenes de su hogar lo motivaban a seguir. Recordaba la risa contagiosa de Kira, la dulzura de la pequeña Selene, que apenas había tenido la oportunidad de conocer, y el momento en que había tomado la decisión de proteger su vida a toda costa. Ahora, en lugar de ser el héroe que había imaginado, solo era un hombre tambaleándose entre la vida y la muerte. Pero la esperanza resplandecía en su corazón: Kira. Ella era su luz, su salvación. S
Los años transcurrieron como hojas arrastradas por el viento, y Kyra continuó su existencia, casi como una sombra entre los árboles del denso bosque que había tomado como hogar. Con el tiempo, había aprendido a encontrar consuelo en la soledad, aunque la vida en ese lugar apartado no era sencilla. Había criado a su hija Selene en la esfera tranquila y verde del bosque, rodeada de susurros de la naturaleza y bajo el abrigo de las copas de los árboles. A pesar de las adversidades, Selene llenaba su vida de alegría y esperanza cada nuevo día. Su risa resonaba como un canto suave entre los troncos de los árboles, un recordatorio constante de la belleza que aún existía en su mundo.Kyra a menudo se refugiaba en los recuerdos de Kael, aquel valiente guerrero que había sacrificado su vida para salvarlas a ambas. La imagen de su rostro seguía vivo en su mente, como un faro en la niebla de su pasado. Aunque la tristeza a veces la envolvía, también encontraba en esos recuerdos una forma de segu
Selene había cumplido ya diez años, una edad en la que la curiosidad florece en cada rincón del corazón de un niño. Su madre, Kyra, era consciente de ello, y por eso había establecido una serie de reglas para proteger a su pequeña. La vida en la clandestinidad, escondidas de la aldea que las rodeaba, no era sencilla, pero madre e hija habían hecho de su hogar un refugio saludable y acogedor. Selene sabía que su madre lo hacía por su bienestar, pero sus deseos de explorar el mundo exterior la consumían cada vez más.Una mañana soleada, Kyra le pidió a Selene que fuera a recolectar frutas al bosque cercano, un encargo habitual que ambas realizaban juntas. Sin embargo, esta vez, la madre le advirtió con especial énfasis sobre el límite que nunca debía cruzar. “Recuerda, Selene, el claro donde la vegetación se vuelve más densa es donde finaliza nuestro territorio. No te acerques más, por favor”, le dijo con una mezcla de autoridad y preocupación. Selene asintió, prometiendo obedece