—No te puedes ir.
Eric Bastian, había hablado con tanta autoridad y convicción que, por un momento, Teresa Mendoza se lo había creído. Los rasgos faciales de su jefe, que era muy guapo, parecían reflejar una emoción más fuerte de lo normal. El estaba sentado a su mesa en el despacho en la Gran Manzana, se pasó una mano por el pelo y se puso en pie.Teresa sintió que el estómago le daba un vuelco. Era la ansiedad. Sí, pero también el deseo que despertaba en ella aquel hombre.No daré mi brazo a torcer. Es mi vida, pensó.Así que tomó aire profundamente.—Llevo siendo su secretaria personal por casi ocho años. Le agradezco la libertad y la responsabilidad que me ha dado, pero ha llegado el momento de seguir adelante.—¿Seguir adelante? —se indignó . Esto no es una caravana de inmigrantes. Es una empresa y cuento contigo para que me ayudes a llevarla.Teresa tuvo que hacer un gran esfuerzo para no comentar que Caspia, ya que aquel conglomerado de marcas de lujo y que era imposibe compararla con una carabana de imnigrantes. No abrió la boca porque era evidente que su jefe no estaba de buen humor y ella tampoco.Eric cruzó el despacho, tomó los documentos que había en su bandeja de asuntos pendientes y se los entregó a Teresa.—Por favor, conciértame una cita para mañana por la mañana con Wellington. Quiero consultar con él y los contadores los planes que tengo para la empresa en el proximo trimestre antes de la la Junta Directiva se reuna para finales del proximo mes —le dijo hojeando el correo—. Y también quiero que busques a otra mujer que se encargue de cuidar mi piso aqui en Nueva York—añadió frunciendo el ceño.¿Acaso pretendía ignorar que le había dicho que se iba?Teresa sintió que el enfadose apoderaban de ella mientras se quedaba allí, de pie, en silencio conto hasta diez como ya era costrumbre en ella para calmar su temperamento latino, que bien sabia ella estaba a punto de salir.Su jefe sacudió la cabeza mientras estudiaba un documento, de seguro algo que no encajaba en la contabilidad del informe. Teresa habría preferido no irse en aquellos momentos, pues era cierto que Eric necesitaba ayuda para sacar adelante la empresa.Tessa pensó que lo que tenía que hacer, dado el poco interés que su jefe mostraba ante sus necesidades, sería dejarlo tirado y que se las apañara como pudiera. Sin embargo, las cosas se debían de haber puesto feas de verdad en la ultima reunion que tuvo con Nikolaus. Para empezar, Eric había llegado vestido de traje cuando, normalmente, iba vestido de manera informal. Le gustaban las camisetas de las marcas Prada o Gucci. Pero aquel día, sin embargo, se había puesto un traje gris marengo.Teresa se dijo que debería estar contenta, pues aquello la ayudaba a no tener que fijarse en sus impresionantes fisico, claro estab en estos momentos estaba lo suficientemente enfadada como para tener cualquier interes en el fisico de sus jefe. —Me voy a vivir a California dentro de dos semanas. Si lo prefiere, me puedo irinmediatamente.Eric maldijo en voz baja, pero no levantó la mirada. Pasó una página del informe que ella le había entregado y se concentró en una columna de números.Teresa parpadeó, intentando mantener la calma recordandose asi misma que no debia enfadarse ya que pronto no trabajaria mas para el. —Adiós —le dijo con voz trémula mientras iba hacia la puerta.Para salir del despacho tuvo que pasar por encima de una de las cajas de cartón que contenían aquellos interminables informes que la habían consumido durante los últimos dos meses, incluyendo tres fines de semana en los cuales supuestamente tenia que descansar.—¿Adónde vas?La voz de Eric reverberó por toda la estancia, desde el suelo hasta el techodel edificio del siglo XX.—¡Si se molestara en escucharme, sabría que me voy a California! —exclamóEra la primera vez que le levantaba la voz y él se sorprendio ya que ella por norma nunca alzaba la voz, Eric dejó el informe sobre la mesa.—Teresa, no lo dirás en serio.—¿Por qué? —le preguntó dubitativa.—Porque te necesito.Aquellas palabras le llegaron al alma, pero se dijo que tenía que mantener la calma y no dar su brazo a torcer. Ojalá fuera cierto, ojalá fuera verdad que la necesitaba, a ella como mujer, y no como secretaria que se encargaba de todo con tal eficiencia que parecía invisible. Pero no era cierto. Había supermodelos y actrices de todas partes que se le colgaban literalmente del cuello, siendo el recordatorio perfecto para que ella se diera cuenta que el nunca la miraria como mujer, quien podia competir con esas mujer llenas de glamur y sofisticadas de seguro ella no.—Teresa —le dijo Eric yendo hacia ella—. Sabes que estoy perdido sin ti.La estaba mirando a los ojos. Aquellos ojos grandes, azules y ligeramente rasgados podían hacer que ella hiciera casi cualquier cosa. Sintió que el corazón comenzaba a latirle de manera acelerada. «Lo está diciendo solamente para que no me vaya y lo deje en la estacada», pensó. Aun así…—Voy a cumplir treinta años el mes que viene —le dijo.—¿Y eso qué tiene que ver? —se extrañó.Qué típico de el decir eso. ¿Por qué le iba a importar a el que quisiera casarse, tener hijos, formar una familia y tener una vida de verdad? Teresa pensó que era mejor no decirle nada de aquello, que era mejor irse con dignidad.—Que ha llegado el momento de cambiar —contestó.—Teresa —dijo cruzándose de brazos y mirándola fijamente—. Si no estás satisfecha con tu puesto, me lo dices inmediatamente. ¿Es por el sueldo? Te lo subo ahora mismo.—No, no es nada de eso.Estaba nerviosa, pues no quería que el se diera cuenta de que, precisamente, él era parte de la razón por la que necesitaba irse. Eric Bastian, apodado «el príncipe de Manhattan» por la prensa sensacionalista de Nueva York, le recordaba constantemente lo que no tenía en la vida. Sobre todo, porque apenas se fijaba en ella.—Me siento como si estuviera estancada. La vida se me escapa y yo no hago nada…—¿Y te parece que California es la tierra prometida?—No, no es eso, pero necesito aire nuevo —contestó liberándose de su mirada y paseándose por el despacho para empezar.El corazón le latía desbocado.—¿Te han ofrecido otro trabajo?—No —contestó, apartándose un mechón de pelo de la cara—. Todavía no tengo trabajo en California. Ya lo buscaré cuando llegue.—Entonces, ¿por qué te vas a California? ¿No será por un hombre?Teresa se quedó helada, ¿como que un hombre? pero pensandolo mejor es mejor que pesnara asi.—Sí, la verdad es que es por un hombre.Eric dudó. Una sensación extraña se había apoderado de él.—Vaya, no sabía que estuvieras saliendo con alguien.—Bueno, usted es mi jefe, no tiene por qué estar enterado de mi vida privada.—Sí, pero también somos amigos, ¿no? Me lo podrías haber dicho. Me podrías haber advertído que te habías enamorado y que estabas a punto de irte y de abandonarme.—Ha estado fuera de la sede Central desde la ultima reunion, solo nos hemos vistos brevemente para decirme que tenia que revisar un monton de informes y haz salido a inspecionar las sucursales en Europa. Además, no es que me haya pedido que me case con él ni nada por el estilo, así que tampoco hay mucho que contar —añadió pasándose una mano por su preciosa melena castaña y larga.De repente, Eric sintió que el deseo se mezclaba con la irritación.—¿Así que te ha pedido que te vayas a vivir con él a la otra punta del país, pero no te ha pedido que te cases con él? —se indignó.—No es eso —contestó sonrojándose.—¿De quién se trata?—Se llama Ray Patteson—contestó—. Es abogado. Llevamos saliendo uno par de meses y le han propuesto trabajar en un bufete de Los Ángeles. Hace dos días me pidió que me fuera con él.—¿Y le dijiste que sí? —explotó Eric indignado e incrédulo.Teresa cruzó el despacho en dirección a la puerta.—Le dije que me lo tenía que pensar. Me lo he pensado y he decidido que el cambio me vendrá bien —contestó sin mirarlo.—Te equivocas —le aseguróTeresa se giró hacia él y lo miró con sus enormes ojos verdes.—Me siento culpable por irme y dejarlo con todo, al cargo de la empresa ahora que hay tanto trabajo, pero me pregunto si no será mi última oportunidad.Eric se preguntó cómo era posible que una mujer tan guapa y con tanto talento estuviera dispuesta a jugárselo todo a una carta.—Lo cierto es que su nombre me suena.—Sí, es bastante famoso porque representó a Ivana Novic en su divorcio.Eric dio un respingo.—¿Es ése abogado de divorcios? —se indignó.Lo había visto en la televisión y le parecía que aquel hombre no tenía escrúpulos.Teresa asintió, apartó la mirada y se puso a pasearse por el despacho de nuevo.—La verdad es que es muy agradable. Tiene mucho trabajo, por supuesto, pero es amable y comprensivo y… ¡ay!Tropezó con una caja y cayó de bruces al suelo.—¿Te has hecho daño? —le preguntó Eric corriendo hacia ella.—No, estoy bien. Qué torpe —contestó Teresa sonrojándose de pies a cabeza mientras aceptaba la mano que Erc le tendía para incorporarse del suelo —.Esto me pasa por dejar cajas por todas partes. Antes de irme, las dejaré organizadas y pegadas a la pared.—De eso, nada —contestó Eric sin soltarle la mano.No quería
A continuación, le dio una serie de ejemplos de empresas que habían tenido que tuviern que realizar cambios similares a los que Eric estaba pensando realizar en la Empresa, reinventar sus productos para introducirlos en el mercado de alta gama y lograr asi atraer a clientes nuevos manteniendo a los que ya tenia.—Podrías contratar a una consultoría. Te darían más ideas.—Prefiero resolver nuestros problemas de manera interna, sabes que manejamos productos de alta calidad, no slo la alta costura sino joyeria, accesorios. Lo que ocurre es que se han confiado y se han dormido en los laureles solo tengo que lograr un enfoque positivo quelos haga despertar . —Seguro que se despiertan. Cuando te propones algo, siempre lo consigues.—comentó Wellington sonriendo.—¿Qué tal está Elizabeth? Hace tiempo que no la veo. ¿Sigue siendo tu arma secreta en las pistas de tenis y el amor de tu vida?—Por supuesto que sí —contestó—. A ver si quedamos para jugar algún día contigo y con la chica de t
—¿Qué te parece? —le preguntó Eric señalando la camiseta que sea cababa de poner y que marcaba sus maravillosos pectorales.—El diseño es muy bonito —contestó con voz ecuánime a pesar de queEric estaba en calzoncillos.—Sí, esta nueva línea me gusta mucho. ¿Te has llevado unas cuantas para ti?—No, no son mi talla. Demasiado grandes.—Las puedes utilizar en la cama —murmuró Teresa lo miró con los ojos muy abiertos y se sonrojó. ¿Eric estababvpensando en ella en la cama? «Venga ya», se dijo. Evidentemente, sabía que a las mujeres les gustaba dormir con camisetas grandes porque había dormido con muchas mujeres.—Gracias, me llevaré un par.—Muy bien —contestó, dedicándole una sonrisa encantadora.Aquello la hizo ponerse alerta. ¿Por qué le sonreía sin motivo? «Porque quiere que me quede, que siga organizándole todo y contestando elteléfono», se dijo.—Voy a terminar la entrevista.—Muchas gracias. Yo voy a salir a comer algo. ¿Quieres que te traiga alguna cosa?—No, gracias.Estaba
Teresa no pudo evitar sentirse un poco triste a medida que el avión fue acercándose a su destino final. Habían sobrevolado Europa, había visto ciudades y pueblos iluminados y montañas nevadas a la luz de la luna. Aquella misma luna se reflejaba en la superficie del mar mientras aterrizaban en el aeropuerto cercano a su destino.Estaba muy contenta a causa del champán y de la conversación que había mantenido con Eric. Lo cierto era que habían hablado de muchas cosas y Teresa, le habia pedido en un arrebato de locura que la llamara Tessa como le decia su familia y amistades cercanas algo que Eric habia seguido al pie de la letra creando un sentimiento de cercania, no quería irse a dormir pero la bebida comenzo hacer efecto en ella haciendo que dormitara el ultimo tramo del viaje .El avión aterrizó suavemente, Eric miró por la ventanilla para mirar despues a la mujer que aun se mantenia dormida, le asombro que ella le dijera que la tutera habia escuchado a otros miembros del personal
Tessa se despertó a las nueve de la mañana. Oía voces al otro lado de la ventana. También oía cláxones de coches a lo lejos, conversaciones. Aquello la hizo levantarse de la cama a toda velocidad y acercarse a la ventana. Al asomarse, vio que brillaba el sol con fuerza.—¡Vaya! —exclamó.La habitación tenía una vista magnífica sobre la ciudad era magifica, como un lienso de una pintura. Sobre las laderas de las colinas había edificios blancos muy sencillos de estructura simple que le hicieron pensar que debían de llevar allí tanto tiempo como la tierra sobre la que se hallaban, llegaban hasta el borde de la bahía. Había dos largos rompeolas que salían como dos brazos que dieran la bienvenida a los navegantes y que formaban un amplio espacio entre ellos, donde las aguas estaban muy tranquilas.El efecto de aquella vista era increíble. Teresa tenía la sensación de estar en un país antiguo. Sin embargo, la vida moderna se mezclaba con el antiguo esplendor. Había coches bajando y subiendo
—¿Y a qué se dedica tu padre, querida? —continuó la madre de Eric enarcando una ceja.Vaya, aquello era como volver al colegio. —Está jubilado —contestó Teresa probando el zumo de naranja.Le habría gustado decir «Ahora está jubilado, pero era conserje. Sí, me ha oídobien, se dedicaba a limpiar el colegio. No era lo que esperaba, ¿eh?».La falsa sonrisa de Melina no le ayudó en absoluto a tranquilizarse. De repente,deseó estar en casa, pero hizo todo lo que pudo para comportarse de manera normal y educada durante el desayuno. Cuando por fin los padres de su jefe dejaron la mesa para ir a encontrarse con unos amigostuvo que hacer un gran esfuerzo para no dejarse caer en la butaca y suspirar de alivio.—¿Más yogur? —le preguntó Eric.—No, gracias —contestó Teresa—. Tendría que ponerme a trabajar ya. Te agradecería que me enseñaras dónde están los documentos que tengo que mirar. Quiero estudiarlos antes de la reunión.—De eso, nada —contestó poniéndose en pie—. Tenemos cosas mucho más
—¿Estudiaste italiano en el colegio?—Ya sabes que fui a St. Peter's —contestó Tessa chasqueando la lengua—. En todos los colegios pijos de la Costa Este les gusta enseñar varios idiomas. Yo aprendi algo de italiano, aleman y portugues, no soy esperta en ninguno de ellos pero me defiendo lo suficiente.—Por eso entiendes el dialecto de aqui, es una mezcla de italiano con portugues aunque todos los habitanes hablan elogles un poco mas fluido unos que otros per lo basico para que los turistas se comuniquen con los locales. El dialecto aqui poco a cambiado desdelos Tiempos del Imperio Romano, existen variantes pero hay plabras que se han matenido igualpor siglos por ejemplo, te amo —le explicó Eric mirándola con ojos traviesos.Tessa ignoró el calor que le inundó el pecho. ¡ Eric estaba jugando con ella! Menudo caradura. Como había anunciado que dejaba el trabajo, creía que podía ligar con ella. Te amo. Sí, claro. ¿Se creía que con eso iba a conseguir acostarse con ella? A lo mejor era
El senador le indicó que había un sitio en la proa para sentarse y así lo hicieron.—Así que eres la ayudante de Eric —comentó.—Sí —contestó Tessa girándose hacia él con una sonrisa—. He venido para organizar una reunión—Eres muy calladita, ¿no?—Es que la vista es preciosa y me gusta disfrutar de ella en silencio.—Sí, la vista es preciosa —asintió el senador mirándola fijamente.Tessa sintió que el estómago le daba un vuelco.—La verdad es que esto de estar fuera de casa no me gusta mucho —comentó el senador acercándose tanto a ella que sus brazos se rozaron.Tessa sintió que la piel se le ponía de gallina.—¿Echa de menos los perritos calientes y la tarta de manzana? —le preguntó intentando sonreír.—Sí. Supongo que tú estarás cansada de que los tipos de por aquí se te echen encima.—En ningún momento se me han echado encima. Los isleños son muyeducados.—Ya veo que defiendes a tu príncipe a capa y espada —comentó Ken algo molesto.—¿Cómo?—Supongo que todas las chicas jóvenes s