Capitulo 4

—¿Qué te parece? —le preguntó Eric señalando la camiseta que sea cababa  de poner y que marcaba sus maravillosos pectorales.

—El diseño es muy bonito —contestó  con voz ecuánime a pesar de que

Eric estaba en calzoncillos.

—Sí, esta nueva línea me gusta mucho. ¿Te has llevado unas cuantas para ti?

—No, no son mi talla. Demasiado grandes.

—Las puedes utilizar en la cama —murmuró 

Teresa lo miró con los ojos muy abiertos y se sonrojó. ¿Eric estababvpensando en ella en la cama? «Venga ya», se dijo. Evidentemente, sabía que a las mujeres les gustaba dormir con camisetas grandes porque había dormido con muchas mujeres.

—Gracias, me llevaré un par.

—Muy bien —contestó, dedicándole una sonrisa encantadora.

Aquello la hizo ponerse alerta. ¿Por qué le sonreía sin motivo? «Porque quiere que me quede, que siga organizándole todo y contestando el

teléfono», se dijo.

—Voy a terminar la entrevista.

—Muchas gracias. Yo voy a salir a comer algo. ¿Quieres que te traiga alguna cosa?

—No, gracias.

Estaba de lo más encantador. Muy sospechoso, esa actitud no era propia de su jefe asi que mejor se mantenia alerta con el.

Eric cruzó el dormitorio en calzoncillos y camiseta y se quedó mirando su  impresionante colección de vaqueros.

—Hasta luego —le dijo  saliendo a toda velocidad de la habitación.

El Park Café era el local más cercano a su casa, así que Eric solía ir mucho por allí cuando estaba en Nueva York. En primavera, había pasado varias semanas seguidas en la ciudad y había enseñado a una de las empleadas a preparar un café casi perfecto.

Sin embargo, cuando entró en el local, vio que todas las empleadas eran nuevas,asi que hizo la cola para pedir su orden.

—¿Qué le pongo? —le preguntó la empleada del mostrador.

—Un sándwich de pollo con pan de centeno y salsa rosa y un expreso.

La chica desapareció. Parecía muy segura de sí misma y Eric se sintió aliviado, porque no lo había bombardeado a preguntas sobre lechuga, tomate y mayonesa. Una vez a solas de nuevo, miró al rededor del local y vio a Wellington y su esposa sentados en una de las mesas, este se encontraba  estaba echado hacia delante y hablaba en voz baja mientras ella parecía muy tensa. ¿Estarían discutiendo?

La camarera volvió con un vaso de papel diminuto. «Ya estamos otra vez», pensó.

—Prefiero taza de porcelana, por favor. Ya estará frío. Caliéntemelo de nuevo —le indicó amablemente.

—¿Lo quiere con leche y azúcar?

—No, nada de leche ni azúcar ni de canela ni de vainilla ni de chocolate. Sólo

café.

En aquel momento, llegó su sándwich, rebosante de lechuga, tomate y

mayonesa.Eric se pasó las manos por la cara. Menos mal que pronto volvería a Europa .

—¡No, no tienes ni idea! —exclamó en aquel momento una voz airada a sus

espaldas.

Al girarse, vio que  Wellington se estaba poniendo en pie y que su mujer lo miraba

horrorizada.

—Por favor, Wellington… —oyó Eric que Elizabeth le decía.

Eric  pagó lo que había pedido y volvió a girarse. Su amigo  salía en aquel momento del restaurante con expresión enfadada. Alarmado por esta actitud, ya que Wellington era de las personas que nunca se enfadaban  miró hacia Elizabeth, que parecía muy sorprendida. Se apresuró a acercarse a su mesa y a sentarse sin esperar a que lo invitara.

—Elizabeth, ¿qué ocurre? —le preguntó compungido al ver que su amiga

estaba al borde de las lágrimas.

—¡Nada! No pasa nada. Estoy bien —mintió Elizabeth—. Es la alergia. Tengo una alergia terrible. Me pasa todos los años —añadió tomando aire—. ¿Qué tal estás, Eric?

—En cuanto me haya tomado el café, muy bien —contestó, probando el brebaje—. ¿Quieres un chocolate? —añadió, porque era evidente que Elizabeth lo estaba pasando mal y quería ayudarla.

Aquello hizo reír a su amiga.

—El chocolate siempre sienta bien, ¿verdad? Te lo agradezco, pero no puedo. Tengo prisa —añadió colgándose el bolso del hombro con manos temblorosas—. Siento no tener tiempo para quedarme a conversar contigo, pero…

Eric  se dio cuenta de que algo iba mal.

—No te preocupes, lo entiendo. Otra vez será —le dijo, porque era evidente queElizabeth no quería hablar—. Elizabeth, si en alguna ocasión necesitas algo, lo que sea, por favor, llámame —le dijo poniéndose en pie y besándola en la mejilla. La mujer de Wellington asintió y se fue corriendo.

Unos dias despues Eric estaba exultante mientras avanzaba por la pista hacia el avión.

—¡Teresa!

Al oír su voz, Tessa lo miró y sonrió.

—Hola.

Estaba de pie, dispuesta a subir unas escaleras mecánicas. El viento hacía que la tela del vestido se le pegara al cuerpo y Eric notó que le subía la tensión arterial. Aquella mujer tenía unas piernas ... de ésas que agarraban a un hombre de la cintura y no lo soltaban hasta haber tenido un buen orgasmo. Por supuesto, no tenía ninguna intención de acostarse con su secretaria. Incluso él tenía límites. Por lo menos, eso creía.

—¿Conoces a Lukas, nuestro piloto? Ya verás lo bien que lleva el avión. No

tienes motivo para preocuparte.

—Sí, se ha presentado él mismo. Y no estoy preocupada ni nerviosa, sino

emocionada, porque me encanta volar y ver el mundo desde arriba.

—A mí, también —sonrió tomándola del brazo y acompañándola con caballerosidad escaleras arriba.

Durante el vuelo, no le habló de trabajo en ningún momento. Quería que ella  se relajara y lo pasara bien, quería que se divirtiera, que dejara de pensar que estaba aburrida en aquel puesto de trabajo y que necesitaba probar otras cosas.

—¿Champán? —le preguntó 

—Pero son sólo las tres y doce de la tarde —contestó .

—En Cartaga, que es nuestro destino  son las ocho, así que podemos tomarnos una copita —contestó

—Está bien, tú eres el jefe —contestó 

—Exacto, así que tienes que hacer lo que yo te diga —comentó  entregándole una copa—. Por tu primer viaje a Europa y principalemte a Cartaga —brindó.

—Es la primera vez que salgo de Estados Unidos —comentó 

—¿De verdad?

—Sí, he viajado por nuestro país, sobre todo a Los Ángeles, pero nunca he estado en Europa.

—¿No has ido a visitar a amigos ni nada? —le preguntó 

Teresa dejó su copa sobre la mesa.

—Fui a St. Peter's con una beca —le explicó mirándolo a los ojos para ver su reacción—. En realidad, no soy uno de ellos, me pasaba los dias estudiando y las vacaciones tambien, tenia que mantener nota, ya sabes como es el lio de las becas.

—¿Uno de quién?

—Ya sabes, de la clase alta o como lo quieras llamar.

Estaba nerviosa, así que eric hizo un gran esfuerzo para no reírse.

—Ya, pues no sé si te habrás dado cuenta, pero ahora mismo estás en un avión privado a punto de despegar.

—Ya, pero esto es trabajo —contestó haciendo un gesto con la mano como para restarle importancia.

—No quiero que hablemos de trabajo. Eres vital para el crecimiento económico de la Empresa. Si te quedas con nosotros, harás carrera —le dijo a modo de desafío personal.

Le encantaban los desafíos y quería que ella continuara trabajando para él.

—Abróchense los cinturones, por favor —les dijo el piloto por megafonía.

Eric se quedó observando cómo Teresa se abrochaba el cinturón. Tenía dedos largos magníficos y se encontró imaginándoselos volando sobre   los músculos de su abdomen… yendo hacia abajo… entre sus piernas…se revolvió en el asiento, incómodo.

—Lukas, ¿podrías bajar un poco la calefacción?

—¿No sería mejor que agarráramos las copas? —le preguntó 

—Buena idea —contestó entregándole la suya.

Al hacerlo, sus dedos se rozaron y se produjo una descarga eléctrica. Eric

probó el champán y las burbujas incrementaron una curiosa sensación de

anticipación.Teresa se puso a mirar por la ventanilla mientras el avión despegaba y, poco después, sobrevolaba el océano.

—Nuera York es todo islas —se maravilló ella—. ¡Vaya, menuda playa! Es precioso verla desde aquí. ¡Mira, un barco de pesca! Nunca se me habría pasado por la cabeza que pescaran tan cerca de la ciudad, y mira la cantidad de piscinas que hay. ¿Pero es que toda esa gente todavía no se ha dado cuenta de que tienen el mar al lado? —comentó con un brillo especial en los ojos.

Eric se dijo que visitar Cartagan y el compejo con Teresa iba a resultar muy emocionante y divertido. Ver las cosas desde su punto de vista podria significar algo novedoso para el.

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