—¿Qué te parece? —le preguntó Eric señalando la camiseta que sea cababa de poner y que marcaba sus maravillosos pectorales.
—El diseño es muy bonito —contestó con voz ecuánime a pesar de queEric estaba en calzoncillos.—Sí, esta nueva línea me gusta mucho. ¿Te has llevado unas cuantas para ti?—No, no son mi talla. Demasiado grandes.—Las puedes utilizar en la cama —murmuró Teresa lo miró con los ojos muy abiertos y se sonrojó. ¿Eric estababvpensando en ella en la cama? «Venga ya», se dijo. Evidentemente, sabía que a las mujeres les gustaba dormir con camisetas grandes porque había dormido con muchas mujeres.—Gracias, me llevaré un par.—Muy bien —contestó, dedicándole una sonrisa encantadora.Aquello la hizo ponerse alerta. ¿Por qué le sonreía sin motivo? «Porque quiere que me quede, que siga organizándole todo y contestando elteléfono», se dijo.—Voy a terminar la entrevista.—Muchas gracias. Yo voy a salir a comer algo. ¿Quieres que te traiga alguna cosa?—No, gracias.Estaba de lo más encantador. Muy sospechoso, esa actitud no era propia de su jefe asi que mejor se mantenia alerta con el.Eric cruzó el dormitorio en calzoncillos y camiseta y se quedó mirando su impresionante colección de vaqueros.—Hasta luego —le dijo saliendo a toda velocidad de la habitación.El Park Café era el local más cercano a su casa, así que Eric solía ir mucho por allí cuando estaba en Nueva York. En primavera, había pasado varias semanas seguidas en la ciudad y había enseñado a una de las empleadas a preparar un café casi perfecto.Sin embargo, cuando entró en el local, vio que todas las empleadas eran nuevas,asi que hizo la cola para pedir su orden.—¿Qué le pongo? —le preguntó la empleada del mostrador.—Un sándwich de pollo con pan de centeno y salsa rosa y un expreso.La chica desapareció. Parecía muy segura de sí misma y Eric se sintió aliviado, porque no lo había bombardeado a preguntas sobre lechuga, tomate y mayonesa. Una vez a solas de nuevo, miró al rededor del local y vio a Wellington y su esposa sentados en una de las mesas, este se encontraba estaba echado hacia delante y hablaba en voz baja mientras ella parecía muy tensa. ¿Estarían discutiendo?La camarera volvió con un vaso de papel diminuto. «Ya estamos otra vez», pensó.—Prefiero taza de porcelana, por favor. Ya estará frío. Caliéntemelo de nuevo —le indicó amablemente.—¿Lo quiere con leche y azúcar?—No, nada de leche ni azúcar ni de canela ni de vainilla ni de chocolate. Sólocafé.En aquel momento, llegó su sándwich, rebosante de lechuga, tomate ymayonesa.Eric se pasó las manos por la cara. Menos mal que pronto volvería a Europa .—¡No, no tienes ni idea! —exclamó en aquel momento una voz airada a susespaldas.Al girarse, vio que Wellington se estaba poniendo en pie y que su mujer lo mirabahorrorizada.—Por favor, Wellington… —oyó Eric que Elizabeth le decía.Eric pagó lo que había pedido y volvió a girarse. Su amigo salía en aquel momento del restaurante con expresión enfadada. Alarmado por esta actitud, ya que Wellington era de las personas que nunca se enfadaban miró hacia Elizabeth, que parecía muy sorprendida. Se apresuró a acercarse a su mesa y a sentarse sin esperar a que lo invitara.—Elizabeth, ¿qué ocurre? —le preguntó compungido al ver que su amigaestaba al borde de las lágrimas.—¡Nada! No pasa nada. Estoy bien —mintió Elizabeth—. Es la alergia. Tengo una alergia terrible. Me pasa todos los años —añadió tomando aire—. ¿Qué tal estás, Eric?—En cuanto me haya tomado el café, muy bien —contestó, probando el brebaje—. ¿Quieres un chocolate? —añadió, porque era evidente que Elizabeth lo estaba pasando mal y quería ayudarla.Aquello hizo reír a su amiga.—El chocolate siempre sienta bien, ¿verdad? Te lo agradezco, pero no puedo. Tengo prisa —añadió colgándose el bolso del hombro con manos temblorosas—. Siento no tener tiempo para quedarme a conversar contigo, pero…Eric se dio cuenta de que algo iba mal.—No te preocupes, lo entiendo. Otra vez será —le dijo, porque era evidente queElizabeth no quería hablar—. Elizabeth, si en alguna ocasión necesitas algo, lo que sea, por favor, llámame —le dijo poniéndose en pie y besándola en la mejilla. La mujer de Wellington asintió y se fue corriendo.Unos dias despues Eric estaba exultante mientras avanzaba por la pista hacia el avión.—¡Teresa!Al oír su voz, Tessa lo miró y sonrió.—Hola.Estaba de pie, dispuesta a subir unas escaleras mecánicas. El viento hacía que la tela del vestido se le pegara al cuerpo y Eric notó que le subía la tensión arterial. Aquella mujer tenía unas piernas ... de ésas que agarraban a un hombre de la cintura y no lo soltaban hasta haber tenido un buen orgasmo. Por supuesto, no tenía ninguna intención de acostarse con su secretaria. Incluso él tenía límites. Por lo menos, eso creía.—¿Conoces a Lukas, nuestro piloto? Ya verás lo bien que lleva el avión. Notienes motivo para preocuparte.—Sí, se ha presentado él mismo. Y no estoy preocupada ni nerviosa, sinoemocionada, porque me encanta volar y ver el mundo desde arriba.—A mí, también —sonrió tomándola del brazo y acompañándola con caballerosidad escaleras arriba.Durante el vuelo, no le habló de trabajo en ningún momento. Quería que ella se relajara y lo pasara bien, quería que se divirtiera, que dejara de pensar que estaba aburrida en aquel puesto de trabajo y que necesitaba probar otras cosas.—¿Champán? —le preguntó —Pero son sólo las tres y doce de la tarde —contestó .—En Cartaga, que es nuestro destino son las ocho, así que podemos tomarnos una copita —contestó—Está bien, tú eres el jefe —contestó —Exacto, así que tienes que hacer lo que yo te diga —comentó entregándole una copa—. Por tu primer viaje a Europa y principalemte a Cartaga —brindó.—Es la primera vez que salgo de Estados Unidos —comentó —¿De verdad?—Sí, he viajado por nuestro país, sobre todo a Los Ángeles, pero nunca he estado en Europa.—¿No has ido a visitar a amigos ni nada? —le preguntó Teresa dejó su copa sobre la mesa.—Fui a St. Peter's con una beca —le explicó mirándolo a los ojos para ver su reacción—. En realidad, no soy uno de ellos, me pasaba los dias estudiando y las vacaciones tambien, tenia que mantener nota, ya sabes como es el lio de las becas.—¿Uno de quién?—Ya sabes, de la clase alta o como lo quieras llamar.Estaba nerviosa, así que eric hizo un gran esfuerzo para no reírse.—Ya, pues no sé si te habrás dado cuenta, pero ahora mismo estás en un avión privado a punto de despegar.—Ya, pero esto es trabajo —contestó haciendo un gesto con la mano como para restarle importancia.—No quiero que hablemos de trabajo. Eres vital para el crecimiento económico de la Empresa. Si te quedas con nosotros, harás carrera —le dijo a modo de desafío personal.Le encantaban los desafíos y quería que ella continuara trabajando para él.—Abróchense los cinturones, por favor —les dijo el piloto por megafonía.Eric se quedó observando cómo Teresa se abrochaba el cinturón. Tenía dedos largos magníficos y se encontró imaginándoselos volando sobre los músculos de su abdomen… yendo hacia abajo… entre sus piernas…se revolvió en el asiento, incómodo.—Lukas, ¿podrías bajar un poco la calefacción?—¿No sería mejor que agarráramos las copas? —le preguntó —Buena idea —contestó entregándole la suya.Al hacerlo, sus dedos se rozaron y se produjo una descarga eléctrica. Ericprobó el champán y las burbujas incrementaron una curiosa sensación deanticipación.Teresa se puso a mirar por la ventanilla mientras el avión despegaba y, poco después, sobrevolaba el océano.—Nuera York es todo islas —se maravilló ella—. ¡Vaya, menuda playa! Es precioso verla desde aquí. ¡Mira, un barco de pesca! Nunca se me habría pasado por la cabeza que pescaran tan cerca de la ciudad, y mira la cantidad de piscinas que hay. ¿Pero es que toda esa gente todavía no se ha dado cuenta de que tienen el mar al lado? —comentó con un brillo especial en los ojos.Eric se dijo que visitar Cartagan y el compejo con Teresa iba a resultar muy emocionante y divertido. Ver las cosas desde su punto de vista podria significar algo novedoso para el.Teresa no pudo evitar sentirse un poco triste a medida que el avión fue acercándose a su destino final. Habían sobrevolado Europa, había visto ciudades y pueblos iluminados y montañas nevadas a la luz de la luna. Aquella misma luna se reflejaba en la superficie del mar mientras aterrizaban en el aeropuerto cercano a su destino.Estaba muy contenta a causa del champán y de la conversación que había mantenido con Eric. Lo cierto era que habían hablado de muchas cosas y Teresa, le habia pedido en un arrebato de locura que la llamara Tessa como le decia su familia y amistades cercanas algo que Eric habia seguido al pie de la letra creando un sentimiento de cercania, no quería irse a dormir pero la bebida comenzo hacer efecto en ella haciendo que dormitara el ultimo tramo del viaje .El avión aterrizó suavemente, Eric miró por la ventanilla para mirar despues a la mujer que aun se mantenia dormida, le asombro que ella le dijera que la tutera habia escuchado a otros miembros del personal
Tessa se despertó a las nueve de la mañana. Oía voces al otro lado de la ventana. También oía cláxones de coches a lo lejos, conversaciones. Aquello la hizo levantarse de la cama a toda velocidad y acercarse a la ventana. Al asomarse, vio que brillaba el sol con fuerza.—¡Vaya! —exclamó.La habitación tenía una vista magnífica sobre la ciudad era magifica, como un lienso de una pintura. Sobre las laderas de las colinas había edificios blancos muy sencillos de estructura simple que le hicieron pensar que debían de llevar allí tanto tiempo como la tierra sobre la que se hallaban, llegaban hasta el borde de la bahía. Había dos largos rompeolas que salían como dos brazos que dieran la bienvenida a los navegantes y que formaban un amplio espacio entre ellos, donde las aguas estaban muy tranquilas.El efecto de aquella vista era increíble. Teresa tenía la sensación de estar en un país antiguo. Sin embargo, la vida moderna se mezclaba con el antiguo esplendor. Había coches bajando y subiendo
—¿Y a qué se dedica tu padre, querida? —continuó la madre de Eric enarcando una ceja.Vaya, aquello era como volver al colegio. —Está jubilado —contestó Teresa probando el zumo de naranja.Le habría gustado decir «Ahora está jubilado, pero era conserje. Sí, me ha oídobien, se dedicaba a limpiar el colegio. No era lo que esperaba, ¿eh?».La falsa sonrisa de Melina no le ayudó en absoluto a tranquilizarse. De repente,deseó estar en casa, pero hizo todo lo que pudo para comportarse de manera normal y educada durante el desayuno. Cuando por fin los padres de su jefe dejaron la mesa para ir a encontrarse con unos amigostuvo que hacer un gran esfuerzo para no dejarse caer en la butaca y suspirar de alivio.—¿Más yogur? —le preguntó Eric.—No, gracias —contestó Teresa—. Tendría que ponerme a trabajar ya. Te agradecería que me enseñaras dónde están los documentos que tengo que mirar. Quiero estudiarlos antes de la reunión.—De eso, nada —contestó poniéndose en pie—. Tenemos cosas mucho más
—¿Estudiaste italiano en el colegio?—Ya sabes que fui a St. Peter's —contestó Tessa chasqueando la lengua—. En todos los colegios pijos de la Costa Este les gusta enseñar varios idiomas. Yo aprendi algo de italiano, aleman y portugues, no soy esperta en ninguno de ellos pero me defiendo lo suficiente.—Por eso entiendes el dialecto de aqui, es una mezcla de italiano con portugues aunque todos los habitanes hablan elogles un poco mas fluido unos que otros per lo basico para que los turistas se comuniquen con los locales. El dialecto aqui poco a cambiado desdelos Tiempos del Imperio Romano, existen variantes pero hay plabras que se han matenido igualpor siglos por ejemplo, te amo —le explicó Eric mirándola con ojos traviesos.Tessa ignoró el calor que le inundó el pecho. ¡ Eric estaba jugando con ella! Menudo caradura. Como había anunciado que dejaba el trabajo, creía que podía ligar con ella. Te amo. Sí, claro. ¿Se creía que con eso iba a conseguir acostarse con ella? A lo mejor era
El senador le indicó que había un sitio en la proa para sentarse y así lo hicieron.—Así que eres la ayudante de Eric —comentó.—Sí —contestó Tessa girándose hacia él con una sonrisa—. He venido para organizar una reunión—Eres muy calladita, ¿no?—Es que la vista es preciosa y me gusta disfrutar de ella en silencio.—Sí, la vista es preciosa —asintió el senador mirándola fijamente.Tessa sintió que el estómago le daba un vuelco.—La verdad es que esto de estar fuera de casa no me gusta mucho —comentó el senador acercándose tanto a ella que sus brazos se rozaron.Tessa sintió que la piel se le ponía de gallina.—¿Echa de menos los perritos calientes y la tarta de manzana? —le preguntó intentando sonreír.—Sí. Supongo que tú estarás cansada de que los tipos de por aquí se te echen encima.—En ningún momento se me han echado encima. Los isleños son muyeducados.—Ya veo que defiendes a tu príncipe a capa y espada —comentó Ken algo molesto.—¿Cómo?—Supongo que todas las chicas jóvenes s
Un ejército de sirvientes vestidos con levita blanca les sirvió una deliciosacomida en el muelle privado en el que atracaron horas despues en una pequeña encenada privada, desde donde estaban se veia una imponente mansion de columnas blancas. Escondidos del mundo tras paredes de piedra, tomaron limonada fresca con hojas de menta mientras el agua lamía la orilla.Había flores de vivos colores en floreros. Teresa se encontraba muy a gusto, pero no quería ponerse demasiado cómoda. Se había puesto el biquini. ¿Cómo no se lo iba a poner después de que Eric se hubiera gastado tanto dinero en él?—Debería ir llamando ya a las personas a las que quieres convocar para la reunión —comentó ella.—Todavía no. Quiero que pruebes la helioterapia —contestó quitándose la camiseta.Tessa apartó la mirada.—¿Helio qué? —le preguntó fijando su atención en una gaviota.Aunque no lo estaba mirando, sabía que se estaba estirando. Lo sabían todas sus terminaciones nerviosas y el vello e invisible que cubrí
—Los miembros de mi familia nunca rompemos una promesa. Desde mi bisabuelo hasta los dias de hoy el lema familiar nunca se ha tomado a la ligera Omnia Vincit.—El honor lo puede todo.—Lo llevo grabado en el corazón —le dijo eric mostrándole el brazo. Efectivamente, lo llevaba tatuado por encima del bíceps.—Por si no te has dado cuenta, el corazón no está en el brazo.Eeic sonrió.—A lo mejor debería dejar que te hundieras —comentó soltándola levemente y haciendo que Tessa se sumergiera un par de centímetros.Tessa sintió que el corazón le daba un vuelco, pero se tranquilizó cuando el volvió a equilibrarla.—Es un tatuaje muy bonito. ¿Lo lleváis todos en tu familia? —le preguntó.Eric se miró el dibujo, un anillo de hojas que le daba la vuelta al brazo a laaltura del bíceps.—Lo llevo hace tanto tiempo que me olvido de él, pero no, no lo llevo por tradición. A mi madre casi le dio un ataque al corazón cuando lo vio —se rió—. Me lo hice a los dieciséis años, a la salida de un conciert
Eric salió del Palacio en compañía de Teresa conduciendo su propio Land Rover. Tras deslizarse por unas callejuelas estrechas, se paró para hablar con una persona por la ventanilla.—Es realmente agradable ver como terelacionas con todos, es ver una parte diferente de ti... —comentó Teresa pensando que Eric estaba mucho más relajado allí que en Nueva York.—A mi madre no le hace ninguna gracia que yo se como soy, ella prefiere mantener la distancia con las personas por decirlo de manera bonita. Nunca he entendido porque ella secomporta asi, pero bueno es mi madre, pero a mi padre y a mí nos encanta la gente. No podríamos mantener las distancias aunque quisiéramos —le explicó saludando a una vendedora de flores a la que le compró un ramo de campanillas rosas.A continuación, se lo entregó a Tessa. ¿Ahora le compraba flores?—Huélelas —le dijo.A Tessa le entraron ganas de reírse. Qué típico de Eric comprarle flores yordenarle que las oliera.—Mmm. Huelen a miel —se maravilló Tessa