Un ejército de sirvientes vestidos con levita blanca les sirvió una deliciosacomida en el muelle privado en el que atracaron horas despues en una pequeña encenada privada, desde donde estaban se veia una imponente mansion de columnas blancas. Escondidos del mundo tras paredes de piedra, tomaron limonada fresca con hojas de menta mientras el agua lamía la orilla.Había flores de vivos colores en floreros. Teresa se encontraba muy a gusto, pero no quería ponerse demasiado cómoda. Se había puesto el biquini. ¿Cómo no se lo iba a poner después de que Eric se hubiera gastado tanto dinero en él?—Debería ir llamando ya a las personas a las que quieres convocar para la reunión —comentó ella.—Todavía no. Quiero que pruebes la helioterapia —contestó quitándose la camiseta.Tessa apartó la mirada.—¿Helio qué? —le preguntó fijando su atención en una gaviota.Aunque no lo estaba mirando, sabía que se estaba estirando. Lo sabían todas sus terminaciones nerviosas y el vello e invisible que cubrí
—Los miembros de mi familia nunca rompemos una promesa. Desde mi bisabuelo hasta los dias de hoy el lema familiar nunca se ha tomado a la ligera Omnia Vincit.—El honor lo puede todo.—Lo llevo grabado en el corazón —le dijo eric mostrándole el brazo. Efectivamente, lo llevaba tatuado por encima del bíceps.—Por si no te has dado cuenta, el corazón no está en el brazo.Eeic sonrió.—A lo mejor debería dejar que te hundieras —comentó soltándola levemente y haciendo que Tessa se sumergiera un par de centímetros.Tessa sintió que el corazón le daba un vuelco, pero se tranquilizó cuando el volvió a equilibrarla.—Es un tatuaje muy bonito. ¿Lo lleváis todos en tu familia? —le preguntó.Eric se miró el dibujo, un anillo de hojas que le daba la vuelta al brazo a laaltura del bíceps.—Lo llevo hace tanto tiempo que me olvido de él, pero no, no lo llevo por tradición. A mi madre casi le dio un ataque al corazón cuando lo vio —se rió—. Me lo hice a los dieciséis años, a la salida de un conciert
Eric salió del Palacio en compañía de Teresa conduciendo su propio Land Rover. Tras deslizarse por unas callejuelas estrechas, se paró para hablar con una persona por la ventanilla.—Es realmente agradable ver como terelacionas con todos, es ver una parte diferente de ti... —comentó Teresa pensando que Eric estaba mucho más relajado allí que en Nueva York.—A mi madre no le hace ninguna gracia que yo se como soy, ella prefiere mantener la distancia con las personas por decirlo de manera bonita. Nunca he entendido porque ella secomporta asi, pero bueno es mi madre, pero a mi padre y a mí nos encanta la gente. No podríamos mantener las distancias aunque quisiéramos —le explicó saludando a una vendedora de flores a la que le compró un ramo de campanillas rosas.A continuación, se lo entregó a Tessa. ¿Ahora le compraba flores?—Huélelas —le dijo.A Tessa le entraron ganas de reírse. Qué típico de Eric comprarle flores yordenarle que las oliera.—Mmm. Huelen a miel —se maravilló Tessa
Eric le desabrochó la blusa lenta y pausadamente y deslizó la tela sobre sus brazos. Teresa sentía la respiración entrecortada. Los últimos rayos de sol dieron paso a la noche, que los envolvió.Mientras que el hombre centro su atencion en chuparle un pezón por encima del sujetador de encaje.Tessa sintió una sensación aguda que la atravesó y estuvo a punto de hacerla perder el equilibrio. Él se apresuró a abrazarla para mantenerla en pie y siguió lamiéndole el otro pezón.Tessa estaba excitadísima.—Ven conmigo —le dijo tomándola de la mano.A continuación, la guió entre unos arbustos. Tessa lo siguió. De la mano, cruzaron entre dos enormes rocas y salieron a un claro bañado por la luz de la luna.Una vez allí, Tessa se quitó las sandalias y sintió la hierba bajo los pies. Las rocas formaban una muralla que los aislaba de todo. Sólo estaban ellos dos y la luna. Eric la estrechó entre sus brazos y Tessa se estremeció. Sentirse entre sus brazos era perfecto. Demasiado perfecto.—¿Qué
Tessa sintió una emoción muy profunda por dentro. Aquel hombre, tan apasionado en todos los aspectos de su vida, también lo era en el terreno sexual. Teresa se quedó mirando las estrellas y, en aquel momento, con Eric tumbado a su lado, se sintió de maravilla, protegida y querida.Aunque no amada. No debía olvidar que el no era un hombre de los que se enamoran jamás la amaría. Y no pasaba nada, porque ella tenía a… ¡Roy ! ¡Se había olvidado completamente de él! Acababa de engañar al hombre con el que quería pasar el resto de su vida. Tessa se sintió horrorizada al comprender lo que había hecho y se tensó.—¿Estás bien? —le preguntó.—Sí, muy bien, de maravilla —contestó Tessa tragando saliva.Desde donde estaba, vio un paquete de preservativos sobre el césped. Menos mal que Eric había pensado en los métodos de anticoncepción. Ella estaba tomando la píldora, porque Roy había insistido, pero eso Eric no lo sabía. No era de extrañar que el príncipe de Manhattan llevara una caja de preser
—Buenos días, Teresa —la saludó la madre de Eric, que estaba leyendo el periódico en francés—. Pareces cansada. Estás muy roja. ¿Tienes fiebre?—No, estoy bien —contestó Tessa tragando saliva—. A lo mejor es que ayertomé demasiado el sol. O la luna…Apenas había dormido unas cuantas horas, pero consiguió mantener la compostura mientras se sentaba y se servía un cuenco de yogur con miel. De nuevo se había sentado a la mesa con el pelo mojado.Eric se sirvió un plato de pescado para desayunar. Estaba contento y silbaba encantado. A Tessa le habría gustado darle una patada por debajo de la mesa para que disimulara. Los iban a pillar. A lo mejor, le daba igual.Mientras desayunaban, charló con su padre sobre las capturas de pesca de la flota y sobre un proyecto urbanístico en las laderas de las montañas y obsequió a Tessa con algunos datos y estadísticas sobre la economía del país.Tessa sabía por experiencia que aquel hombre podía ser algo gruñón por la mañana, sobre todo hasta que se
Tessa intentó avanzar por el pasillo con dignidad. El vestido que habían comprado aquella tarde en una de las mejores boutiques de la Isla se ceñía a su cuerpo realzando su buena figura. La tela, cubierta por un millón de cuentas de crital, tintineaban cuando andaba. Eric la había convencido para que se lo comprara, deespués de pasarse la mitad de la tarde al aire libre montando a caballo con él, había dejado que la llevara de compras pues, según él, lo hacía para contribuir a la economía y el desarrollo de los isleños.Por cierto, ¿dónde estaría? Desde donde estaba oía voces, copas que se encontraban y risas. Cuanto más se acercaba al salón, más ruido oía.El baile. Teresa sintió que el estómago le daba un vuelco. Jamás había ido a un baile. Aunque había ido a un colegio en el que se celebraban muchos bailes, nunca la habían invitado. Sin duda, sus compañeros de clase habían distinguido que no era una de las suyas y nunca la habían invitado, lo que, por otra parte, había sido un g
Teresa supuso que Eric la iba a mirar horrorizado y que se iba a burlar de ella, pero lo que vio en sus ojos fue muy diferente.Admiración—Me dejas boquiabierto —comentó sinceramente—. Además de que me acabo de enterar de que debías de ser una jugadora de baloncesto maravillosa, has conseguido apañártelas en la jungla social de dos de los colegios más exclusivos del mundo.—Bueno, yo no diría tanto —sonrió Tessa—. Conseguí apañármelas porque siempre iba con el hacha en el hombro —le explicó.—Me habría gustado verlo —se rió Eric—Te aseguro que no era divertido.—Estoy seguro de que parecerías una más entre los hijos de todos esos empresarios y dignatarios extranjeros porque pareces un aristócrata, una verdadera princesa estadounidense.En aquella ocasión, fue Tessa la que se rió.—Claro. ¿Y cómo son las princesas estadounidenses?—Majestuosas, Bellas y Sexys —sonrió.—Viniendo de quien viene la descripción, tendré que creérmela —contestó Tessa.Eric no podía dejar de mirar a Teresa