—¡Tessa! —exclamó Eric poniéndose en pie para darle la bienvenida en el comedor.Tessa llegaba con piernas temblorosas. No había visto a los padres de Eric desde la noche anterior, cuando se habían besado delante de todo el mundo en el baile.—Buenas tardes —saludó educadamente.—Ven a sentarte al lado de mamá —le indicó señalando una silla vacía.Su madre lo miró igual de sorprendida que Tessa. ¿Qué se proponía? A Tessa le había gustado que llamara «mamá» a su madre. Le había parecido muy cariñoso viniendo de un ligón como él.Eric le apartó la silla caballerosamente para que se sentara y volvió a la suya. Su padre estaba sentado en el otro extremo de la mesa, hojeando el periódico.La madre de Eric la miró de arriba abajo como si estuviese inspeccionandola, haciendo que Teresa se incomodara un poco.—¿Cómo van los preparativos de la reunión de mañana? —le preguntó.Tessa abrió la boca para contestar, pero Eric se le adelantó.—Tessa no quiere hablar de esas cosas tan aburridas. ¿A
Imaginarse a Eric con otra mujer era insoportable y ridículo a la vez, porque era evidente que lo iba a ver con otras mujeres a menos que dejara de leer revistas y periódicos para toda la vida, acorto la distancia que los separaba caminando tan cerca de ella que Tessa sentía el calor que irradiaba su cuerpo. Cuando llegaron al despacho, le entregó la carpeta en la que estaba toda la información sobre Château d'Arc, incluido el número de teléfono de su propietario.Eric se puso al teléfono y Tessa se apresuró a encaminarse a la habitación en la que estaban guardados los informes de la empresa y que estaba situada en el otro extremo del despacho. Escuchó cómo Eric saludaba a alguien en francés mientras se adentraba en la habitación, que era alargada y estrecha. Las paredes estaban cubiertas desde el suelo hasta el techo por estanterías llenas de papeles. Los documentos más recientes estaban en un armario de metal en el despacho, pero en aquella habitación se guardaban los documentos an
—Porque te estuvo manoseando como si fueras un cantante de rock delante de todo el mundo. Fue vulgar y embarazoso, pero es normal porque a las estadounidenses no las educan bien.Eric sintió que la sangre se le agolpaba en la sienes. Si Ferras hubiera sido un hombre, le habría dado un puñetazo inmediatamente.—No vuelvas a hablar jamás de Teresa —le advirtió apretando los dientes—. Me encanta que me manosee, como tú dices. Más te vale mantener la boca cerrada. No tienes nada que decir. No te atrevas a insultar a mi invitada en mi propia casa.Ferras se tensó.—Muy bien. Bueno, tarde o temprano, recuperarás la cordura.Eric hizo un gran esfuerzo para no insultarla y echarla de su casa, pero consiguió refrenarse porque sus familias habían sido aliadas y amigas durante cientos de años. Mientras el repiqueteo de los tacones de Ferras se perdía por el pasillo, Eric se giró hacia el puerto. Estaba tenso y necesitaba moverse, correr, montar a caballo o… hacer el amor, pero le quería demostr
—Ya lo sé, hijo —contestó su padre—. Tu madre se ha encargado de ponerle un avión privado. Ha despegado hace cinco minutos.—¿Pero por qué?—A veces, es difícil entender a las mujeres.—Tengo que ir a buscarla.—¿Adónde? ¿Te vas a montar en otro avión para encontrarte con ella en elcielo? No es posible.—Pero…Eric no sabía qué decir. Era la primera vez en su vida que una mujer lo rechazaba abiertamente. El dolor le rompía el corazón. «La quiero». Lo había pensado, pero no lo dijo en voz alta. No quería admitir que amaba a una mujer que no lo amaba.—El deber es lo primero, hijo.—Ya lo sé, papá, pero…—Venga, vamos —le dijo su padre acariciándole la mejilla—. Hay cosas quesalen bien y otras que no. Mañana por la mañana lo verás todo con más tranquilidad.Eric siguió a su padre. Sentía el corazón roto y se moría por abrazar aTessa. ¿Podría volver a abrazarla algún día?—¡Eric , cariño! —exclamó Ferras a sus espaldas—. Espera un momento, cariño, no puedo andar bien con este vestid
De repente, vio que la expresión de Eric se suavizaba, pero se puso rígido de nuevo, se acercó a la puerta y se quedó mirándola desde allí. Tessa elevó el mentón en actitud desafiante. Qué pensara de ella lo que quisiera. Como solía ocurrirle siempre que la miraba, sintió que las rodillas le temblaban, pero en aquella ocasión sintió que una profunda tristeza le invadía el corazón.Eric se giró y se fue. Tessa se dejó caer en el suelo. Era consciente de que lo que había tenido con él había sido una aventura, solamente una aventura. El futuro cuidadosamente planeado que podría haber compartido con Roy seguramente no habría estado lleno de noches de pasión, pero le habría dado hijos y una familia.¿Pero ahora? Lo había echado todo a perder porque se había enamorado locamente de un hombre que la creía capaz de traicionarlo a él y a su empresa. Tessa no pudo evitar que un terrible sollozo saliera de su garganta.¿Acaso creía Eric que se quería vengar de él? Se sentía completamente destr
Se estaba bajando del coche cuando vio aparecer al abogado en lo alto de las escaleras del edificio.—Quiero ver a Tessa —le dijo.—¿Quién es usted? —le preguntó Roy .—Eric Bastian , su… su antiguo jefe —contestó, aunque le habría gustadopoder decir que era su amante.—Ah, sí, el CEO —comentó —¿Puedo hablar con ella? —insistió, educadamente.—Puede hablar usted con quien quiera, pero Tessa no está aquí.—¿Y dónde está?—No tengo ni idea. Me llamó hace unos días para decirme que no pensabavenirse a California conmigo. Yo, al final, tampoco me voy a ir porque me hanofrecido un gran caso aquí en Nueva York. Supongo que le había dicho que nos íbamos a ir…—Sí —contestó Sebastian—. ¿Me está diciendo que rompió su relación conusted?—Sí. Ironías de la vida, porque hace una semana Tessa estaba hablando de matrimonio y todas esas cosas. Como usted comprenderá, no es una idea que me haga demasiado feliz cuando yo me paso el día divorciando a los demás —bromeóRoy —¿Tiene idea de adónde
Tessa se pasó la mano por el pelo, lo que no fue buena idea porque lo teníarecogido en una cola de caballo y la mano manchada de pintura roja. El corazón le latía a toda velocidad. ¿Qué se proponía Eric?Su padre apareció en el porche con su andador, aparato que llevaba debido a la avanzada artritis que padecía. Tessa caminó hasta él para ayudarlo a bajar los escalones, pero Eric se le adelantó y le ofreció su brazo.—Harry, te presento al jefe de Teresa —le dijo su mujer en voz baja.—Encantado de conocerlo, joven.Tessa sonrió. Su padre había hablado con voz tranquila y segura. Aquel hombre no se dejaba intimidar por nada. Eric y él se estrecharon la mano.—Mi hija me ha dicho que es un genio en cuanto a negocios y finazas, nos conto de el viaje que realizaron hace poco a la Isla —Le puedo asegurar que le encantara, tiene lugares encantadoresde la Tierra —contestó—. Creo que les gustaría.—Seguro que sí —contestó el padre de Tessa mirándolo confuso—. Estábamos pensando en cómo
—No te puedes ir.Eric Bastian, había hablado con tanta autoridad y convicción que, por un momento, Teresa Mendoza se lo había creído. Los rasgos faciales de su jefe, que era muy guapo, parecían reflejar una emoción más fuerte de lo normal. El estaba sentado a su mesa en el despacho en la Gran Manzana, se pasó una mano por el pelo y se puso en pie.Teresa sintió que el estómago le daba un vuelco. Era la ansiedad. Sí, pero también el deseo que despertaba en ella aquel hombre.No daré mi brazo a torcer. Es mi vida, pensó.Así que tomó aire profundamente.—Llevo siendo su secretaria personal por casi ocho años. Le agradezco la libertad y la responsabilidad que me ha dado, pero ha llegado el momento de seguir adelante.—¿Seguir adelante? —se indignó . Esto no es una caravana de inmigrantes. Es una empresa y cuento contigo para que me ayudes a llevarla.Teresa tuvo que hacer un gran esfuerzo para no comentar que Caspia, ya que aquel conglomerado de marcas de lujo y que era imposibe compara